Grande como el mismo sol es el barrio de La Jota
David Docón, Jorge Domec, Giada Garau, Lorena García, Nerea Monte y Marta Ortiz //
La Virgen del Pilar no quiere ser francesa, quiere ser capitana de la tropa aragonesa. Con un “singular orgullo” los aragoneses hacen de la Virgen protagonista de su canto, canto que da nombre al barrio zaragozano La Jota.
Son 1,8 los kilómetros que separan la Plaza del Pilar del barrio La Jota, pero no hay distancia que consiga que los zaragozanos se alejen de la memoria jotera, ni mucho menos de la reconocida Que no quiere ser francesa. No es coincidencia que este barrio del margen izquierdo del Ebro tome el nombre del canto folclórico aragonés. En sus calles se respiran los ritmos de las bandurrias y los cánticos baturros. Zaragoza derrocha pasión y admiración por la folclórica tradición y que dé nombre a uno de sus barrios es una buena muestra de ello. Un barrio de origen obrero y uno de los pioneros en crear una Asociación de Vecinos para apoyarse en la lucha por mejorar su calidad de vida.
Aunque está presente en buena parte de la geografía española, el pueblo aragonés tiene a su jota como seña de identidad y representa un importante activo del patrimonio cultural de la comunidad.Es mucho más que una danza y un canto tradicional de la cultura de Aragón. Para quienes la han vivido y la viven de cerca, la jota es un sentimiento que se lleva muy adentro.
Al toque de La Jota
La Jota es un barrio perteneciente al distrito de El Rabal de Zaragoza y tiene 78.548 habitantes. En sus orígenes era conocido como la Barriada de Escudero, una zona obrera y en gran parte migrante. La Jota fue uno de los barrios pioneros en formar una Asociación de Vecinos para luchar por mejorar la calidad de vida de sus vecinos.
El ambiente del barrio de La Jota lleva el sello baturro grabado a fuego. Pasear por esta zona significa empaparse de la cultura de la comunidad. En sus esquinas relucen los letreros con el nombre de las vías: Calle Pascuala Perié, Calle de Miguel Asso, Calle Balbino Orensanz, Calle de Alfonso Zapater Cerdán, Calle de José Oto, Calle de Felisa Galé… Todos ellos, entre cantantes y bailarines, fueron personajes icónicos del folclore de Aragón. Y así quisieron homenajearles en este barrio. Tampoco faltan la Avenida La Jota ni la Calle Nobleza Baturra.
Su Asociación Vecinal afirma que no fue hasta 1955 cuando el barrio empezó a llenarse de calles con nombres que tienen que ver con la tradición jotera. En ese año, se llevó a cabo la construcción de la Parcelación Damán, una serie de parcelas de una sola planta con una especie de jardín. Ahí se halla el origen de la nomenclatura de dicho barrio: prácticamente la totalidad de las calles de esta nueva parcelación fueron bautizadas con los nombres de cantantes y músicos (más de hombres que de mujeres) relacionados con la jota.
Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento y ARS Electrónica, con la ayuda del Ayuntamiento de Zaragoza, hicieron posible en 2012 el desarrollo del proyecto “Callejero Jotero”, que permite una nueva conexión ciudadanía-entorno urbano. Su principal objetivo era indagar más sobre la denominación de estas calles cubiertas con la firma del folclore aragonés. El barrio de La Jota, con su nombre y el de sus calles, homenajea constantemente la tradición musical de su tierra, tal y como lo describen los creadores del proyecto: “Nuestra identidad cultural como pueblo”. Mientras, los habitantes del barrio siguen persiguiendo su sueño de acoger el primer Museo de la Jota y de Aragón.

Entre enaguas y cachirulos se preparan los baturros
La Jota tiene esos rasgos tradicionales y de costumbres que no se encuentran en ningún otro barrio. Un ejemplo de esto es la tienda-taller Atavíos, creada en 1994 como un taller de confección artesanal de indumentaria aragonesa. En sus orígenes, era un local del centro de la ciudad de Zaragoza y desde septiembre de 2010 se abrió también otra tienda en La Jota. Y con razón. Su modus operandi es confeccionar prendas a medida siguiendo las técnicas más artesanales, con materiales de primera calidad y para todos los sexos, edades, gustos y ocasiones; siempre dentro del ámbito de la vestimenta típica de Aragón, “tanto para las fiestas regionales como para danzas y festejos populares”, explica Marimar.
Marimar es la dueña del taller Atavíos de Plaza la Albada (La Jota) y se muestra más que satisfecha con cómo le están yendo las cosas en su local. Uno de los motivos de la buena marcha del negocio es la gran cantidad de colegios en el barrio y en la periferia de la ciudad: en la mayoría, la jota cantada o bailada es una actividad extraescolar más, lo que hace que la demanda de indumentaria tradicional aumente.
Aunque la pandemia se llevara a su paso a muchos compañeros del gremio, Marimar y su hermana (dueña de Atavíos del centro) han conseguido seguir adelante para ofrecer a sus clientes la exclusividad de un traje personalizado hecho a mano. Afortunadamente, “la gente no se viste menos de baturro; la tradición continúa” y la pluralidad de trajes que hay en la actualidad anima a mucha más gente. Desde los meses de marzo y abril, se van sucediendo las primeras fiestas patronales de los pueblos y ahí es cuando se empieza a trabajar hasta después del Pilar. Cada traje lleva su tiempo y su proceso. Por eso, a Atavíos le quedan muchos años como referente textil en La Jota.

Suenan (y resuenan) la jota y su canto
Si la jota aragonesa se encuentra en un momento de auge es en gran parte gracias a las escuelas que la enseñan y que, con todos sus medios y esfuerzos, tratan de difundir e inculcar la pasión hacia este arte. Una de las más conocidas es la Agrupación Folklórica Aragonesa D’Aragón. Esta escuela del barrio de La Jota lleva desde su fundación en 1991 luchando por el fomento de la jota entre la población de la zona y, sobre todo, por iniciar a los más jóvenes en la tradición.
La Agrupación Folklórica Aragonesa D’Aragón se encarga de llevar a cabo “una exhaustiva labor de investigación, tratando de sacar a la luz las raíces más profundas de nuestro folklore regional, sin olvidar nunca que en ellas existe una continua evolución en la forma de interpretar nuestras tradiciones”.
Solo hay que ver sus ensayos para darse cuenta de que la Escuela consigue potenciar en sus alumnos el encanto de su práctica. Un ejemplo de esto es Marian Peralta, miembro de la Agrupación. Desde los cuatro años la jota forma parte de su vida y para ella “lo significa todo”; la lleva en el pensamiento desde que se levanta hasta que se acuesta. Aunque hoy en día es muy complicado vivir del mundo de la jota, es la pasión la que une a la mayoría de los joteros y el motor esencial de estas escuelas, que hacen que personas como Sergio Sanz -profesor de canto en la Agrupación- sigan apostando y arriesgándose por esta causa.
Una de las maravillas de la jota es que no excluye a nadie. Una visita a alguna de estas escuelas como la Agrupación Folklórica Aragonesa D’Aragón permite contemplar la variedad de personas que asisten de toda la ciudad: desde niños de cinco años que se apuntan a cantar, incluso señores o señoras de hasta 80 o 90 años que tienen interés y se animan a participar. En Baluarte Aragonés, una de las compañías joteras más importantes de Aragón, se ocupan en concreto de esta población mayor. La escuela está dirigida por el coreógrafo José Luis Bergua, quien encontró en esta iniciativa una forma de evitar el sedentarismo que le esperaba tras su jubilación. A través de la compañía, ofrece esa oportunidad a todas aquellas personas en su misma situación y, por supuesto, también amantes de la jota.

La jota necesita organizaciones como la Agrupación Folklórica Aragonesa D’Aragón, que lleva más de tres décadas en pie recordando el valor de la tradición de su tierra, que anhela un mayor reconocimiento nacional y que reprocha que las instituciones públicas aragonesas no le dan la suficiente importancia a la jota. Sergio Sanz, profesor de canto en la escuela, asegura que “falta mucho apoyo para que la jota esté en el lugar que se merece”. Mientras, el barrio de La Jota seguirá homenajeando este arte, con el paso de sus calles y avenidas, en las que se refleja la cultura de Aragón. Una cultura que viene de siglos atrás, con una importancia creciente en el distrito de la margen izquierda del Ebro. Porque soy de la jota me llaman el jotero, siendo de Zaragoza que me llamen como quieran.