Instrucciones de una chica de campo
Arantza Jaso //
El manual de supervivencia de Natalia Langa Lomba, ingeniera agrónoma y Piscis rural
¡Agua! ¡Dame fuerzas para vivir!, tercer premio en el Concurso de Fotografía del Mundo Rural en la categoría de Mujeres Rurales 2019. Fuente: Natalia Langa Lomba
Jugar a polis y cacos
Hay algo de rebelde y atractivo en aparentar ser un adulto cuando se es pequeño. La mesa de operaciones y la caja registradora fueron todo un éxito en ventas antes de que se les mearan encima los perros de la Nintendogs DS y, más adelante, las tabletas digitales. Natalia Langa Lomba, la que todavía ni tenía ni necesitaba perfil en LinkedIn, jugaba a la agricultura y a la ganadería con verduras y tractores de verdad, escala 1:1, tamaño adulto, vamos. “Para mí, de pequeña, el pueblo era libertad. Me encantaba ver cómo mis padres recogían el cereal en verano y subirme a la cosechadora, un gigante en marcha”, rememora. Natalia también fingía ser poli o ser caco, según la noche: “Los días en el pueblo consistían en finalizar el cuadernillo de deberes lo más rápido posible y subir a la plaza donde quedábamos toda la cuadrilla. Luego; bicicletas, excursiones, ruinas abandonadas, comer, piscina, cena y polis y cacos hasta las 00:00, que era cuando tocaba la campana de la iglesia y nos íbamos todos a casa”.
Cualquier infancia que se precie debe pasar por los golpes del Balón Prisionero, la incertidumbre del Escondite, las persecuciones de Polis y cacos o del Pillapilla y el miedo a la oscuridad. “Otro recuerdo bonito del pueblo podrían ser las noches que acompañaba a mi padre a regar los cultivos. Solo estaba la luna y el ruido de los insectos, pero, a pesar del miedo, sentía paz por la tranquilidad de la zona y porque sabía que mi padre me salvaría de cualquier serpiente que me atacase”.
A falta de pueblo, los barrios, muchas veces, pueden funcionar como uno, si tienes el temperamento para aguantar todos los trasbordos. Natalia, nacida en Zaragoza, en el “barrio” de la Universidad, ha crecido entre el pueblo y la ciudad, en un triángulo amoroso entre la capital, un pueblo maño y otro oscense. En palabras de Hannah Montana, she “got the best of both worlds”. Por el tema de la colonización, la familia de su padre se fue a vivir a Frula (Huesca) cuando él tenía 6 años porque les daban tierras, casa y una vaca a un precio bajo con la finalidad de repoblar. Aunque acabaron volviendo a La Puebla de Albortón, la localidad de los polis y los cacos, siguen manteniendo la explotación y la casa de Frula.
Cumplir años no todos los años
Natalia tiene 25 años pero no los cumplió este año, aunque 2020 sí le dejó cumplir los 24. Natalia Langa y Pedro Sánchez tienen en común el día bisiesto de su cumpleaños y el signo zodiacal. “De pequeña, cuando ‘no tenía’ cumpleaños, siempre lo celebraba el 28, porque me hacía mucha ilusión que me dieran los regalos antes. Es gracioso porque el año que es bisiesto todo el mundo se acuerda de felicitarme y, cuando no, hasta los más cercanos se lían de día”. Dice que entre el 28 de febrero, el 29 y el 1 de marzo, es como si tuviese 3 días de cumple, lo cual viene genial para los cupones de descuento.
Según cualquiera de los 17.300.000 resultados que aparecen en el buscador de Google -aproximadamente, en 0,7 segundos- si tecleas “Piscis”, las personas que han nacido entre el 20 de febrero y el 20 de marzo son honestas, de carácter tranquilo, consoladoras y más emocionales. O, al menos, es en lo que coinciden más de un centenar de páginas de Internet que no tienen en cuenta al puñetero Ofiuco. Lo que no queda tan claro es con qué es más compatible, aunque parece haber unanimidad entre Aries, Géminis y Libra. Cosas de los planetas. ¿Habrá acertado? “La verdad que me considero una persona bastante tranquila y muy, muy responsable, a veces demasiado. Y bastante propensa a mostrar mis emociones, tanto las de alegría como las de tristeza. Se me nota mucho.”
Os dejo para que juzguéis si al presidente del Gobierno de España también le hará ilusión que le feliciten los tres días o si tiene una personalidad compatible con un signo de agua, mutable y cambiante como lo es Piscis.
Qué mejor manera que levantarte y ver las vacas pastando
“Qué mejor manera que levantarte y ver las vacas pastando”. Nos imaginamos el paisaje. Enmarcado en madera, una casita de piedra y geranios, el sol inundando las estancias del Este, las vacas rumiando sobre un pasto verde, la ausencia de cualquier marca de leche conocida en este espejismo mental. Como en el brillo satinado de un folleto turístico -que, veremos al final del todo, no es la solución a la despoblación-, Natalia ve la vida rural como un lujo al que llegar con esfuerzo y como un futuro planificado con estudios: los vínculos sociales que se crean con todo el pueblo y toda la comarca, la tranquilidad de la naturaleza, el cultivo de tus propios alimentos, los deportes al aire libre, fresco y puro. Y no solo en los meses de verano. Ni contaminación, ni coronavirus, ni tráfico los 365 días del año. O 366, perdón.
Natalia Langa para sus ensayos de la tesis doctoral. Fuente: Natalia Langa Lomba.
Licenciada en el grado de Ingeniería Agroalimentaria del Medio Rural y el Máster en Ingeniería Agronómica en la Escuela Politécnica Superior de Huesca, ahora, esta veinteañera zaragozana hace su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza y el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimetaria de Aragón (CITA). Muchos nombres y otras cuantas metas propuestas. Investiga en busca de una solución a los hongos que causan enfermedades en la vid y que ocasionan millones de pérdidas a los viticultores en Aragón. Investiga, además, con las ganas de dejar los libros y ponerse las botas con lo otro, literalmente. En cuanto termine el doctorado, tiene clarísimo que lo que quiere es ponerse a “labrar, cosechar, empacar, cortar hierba, ensilar, esparcir estiércol, echar unifeed a las vacas…”.
Ni Zaragoza, ni Huesca, ni La Puebla de Albortón y tampoco Frula. Natalia recorre su propio Interrail rural y sitúa su residencia de en sueño en lo alto de un cerro sobre el barranco de El Soto, a los pies de La Peña Montañesa, en la comarca del Sobrarbe. Seguimos con el encanto de los folletos turísticos y, por añadidura, el amor de una enamorada empedernida -no lo digo yo, lo dice su horóscopo- hasta El Pueyo de Araguás, la localidad de donde es natural su novio, Luis Buetas (26 años), ganadero, agricultor y licenciado en el mismo grado y máster que Natalia, pero por la Universitat de Lleida. Su signo del zodiaco es Géminis.
Rodearse de agricultores y ganaderos
A Natalia no le bastaba con ser hija, sobrina y prima de agricultores. Su familia política también tenía que pertenecer al sector, ¡incluso su cuñada es ingeniera agrónoma!: “De hecho, mi pareja y yo nos conocimos en un almuerzo en las fiestas de San Lorenzo de la UAGA-COAG, la organización de agricultores y ganaderos a la que pertenece mi familia y la gente de mi pueblo”.
Natalia y un ternero en El Pueyo de Araguás. Fuente: Natalia Langa Lomba.
Natalia quiere ir a El Pueyo con su pareja, quiere ponerse hasta arriba de estiércol, aceptaría “cualquier puesto de trabajo relacionado con la agricultura o con la ganadería”, pero a lo que de verdad quiere dedicarse es o a la docencia o a la investigación. “Cuando decía que iba a estudiar Ingeniería Agrícola, la gente de ciudad me decía que iba a terminar de ganadera pero con un tono despreciable, y eso me molestaba -rememora-. Ser ganadera es una opción igual de buena en la que tienes la posibilidad de cuidar a unos animales para dar alimentos a la población, cuidando el medioambiente y evitando incendios”. Los estudios en agronomía se han ampliado y especializado tanto que abarcan el diseño de naves, el asesoramiento a ganaderos y agricultores, proyectos de investigación en industrias agroalimentarias… Incluso puedes acabar en un banco haciendo trámites agrícolas.
Los prejuicios en el sector agrícola vienen de antes. El trabajo de la tierra es una actividad de horas bajo el sol y de regadas durante la noche que no combinan demasiado bien con las manicuras de gel y el ocio desenfrenado de las metrópolis. Aun así, está muy lejos de ser un oficio carente de estudios y pasiones. La ingeniera nos recuerda que si quieres ejercer la agricultura o la ganadería debes saber de economía, de bienestar animal y de sanidad vegetal, así en general, y abrazarlo como la vocación que tiene que ser, como en cualquier otro oficio, lo que a algunos se les olvida. Si tu tiempo libre lo dedicas también a “trabajar”, enhorabuena, has acertado.
Amar en ecológico
El movimiento del real food y la moda del vegetarianismo no solo han traído consigo un encarecimiento del tofu, la proliferación del kéfir en las neveras y los cafés con todos los tipos de leche menos el de vaca. Greta Thunberg se ha quedado anticuada, muy del 2019, ahora que ya es mayor de edad, y las mascarillas anti-coronavirus y anti-gaviotas adornan los árboles de demasiadas vías públicas. A ver si los influencers ponen más el flash de su cámara trasera en el comercio artesanal, de proximidad y, sí, todo lo ecológico que se pueda. “Hay que comer de nuestro alrededor, no solo para cuidar a nuestros agricultores y ganaderos, sino porque contamina mucho menos. Cuanto más cercano es el producto, menos transporte, menos emisiones a la atmósfera y suele coincidir que esos productos están menos procesados y los contienen menos plásticos”. El consumidor medio está demasiado acostumbrado a la rutina de supermercado y a las hileras de estanterías que exhiben productos perfectos y brillantes durante todo el año. Natalia insiste: “No se puede producir igual cuando le toca al tomate que cuando no”.
Así que, como en una competición, a ver quién tiene la lista de la compra más aragonesa, Natalia y su familia han conformado la compra del mes a prueba de supermercados:
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- Patatas, de Mainar, Campo de Daroca
- Leche, de Copirineo, Binéfar
- Yogures, de Villacorona
- Carne, de Carnicería Badías, Aínsa (Boyfriend’s family <3)
- Pasta, de Ecolécera
- Miel, del apicultor Alberto Lanao de Labuerda
- Mañocao
- Legumbres, de Conservas Lores, Bureta
- Arroz, Brazal
- Harina, Villamayor
- Aceite de Oliva Virgen Extra, del Palacio de Andilla
- Vino, de Somontano, Cariñena o Borja
La lista se completa con las verduras, los frutos secos y los huevos que su familia o la de su novio cultivan y crían en sus propias casas y terrenos -ventajas del pueblo-. Solo así puede disfrutar de su receta preferida, las chuletas de cordero al horno con patatas de su madre.
Capturar la naturaleza en un Samsung A8
Fotografía ganadora del premio FADEMUR en el Concurso de Fotografía del Mundo Rural en la categoría de Mujeres Rurales 2020. Fuente: Natalia Langa Lomba.
“El presente y el futuro se pueden encontrar en el lugar que soñaste. Y escribirlo en femenino”. El título de la instantánea, que recibió el premio FADEMUR en el Concurso de Fotografía del Mundo Rural en la categoría de Mujeres Rurales 2020, hace referencia a todo cuanto Natalia le tiene estima del entorno rural y, como en una premonición, augura en píxeles ese futuro que ahora solo lee entre apuntes. La foto del paisaje ganador pretende perpetuar el debate sobre las mujeres y el privilegio de poder trabajar en el campo hasta que todos nos pongamos de acuerdo: “Quiero mostrar que la ganadería extensiva, muchas veces olvidada, es un motor de desarrollo. La ganadería se relaciona con la esclavitud, con trabajar todos los días del año, y quería eliminar esos estereotipos porque es una suerte trabajar en el corazón de los Pirineos, cuidando animales y manteniendo pueblos vivos”.
Hemos vuelto al espejismo mental de las vistas hacia el pasto verde con las vacas -las queridas vacas que, aunque mansas, tienen unos cuernos de 30 cm de longitud-, pero, esta vez, Natalia es la protagonista de un escenario en el que la mujer tiene un espacio asegurado como agricultora o ganadera bajo el objetivo de un Samsung 2018 de 16 megapíxeles. El programa de edición gratuito GIMP y el resol de los días nublados le ayudan a “combatir estereotipos” y a “plasmar las oportunidades y la belleza del sector agrícola” en las tonalidades del color que más le gusta; el verde esperanza.
Repoblar y luchar
La ingeniera achaca la despoblación a la educación urbecentrista y descarta el turismo rural como solución viable: “Sirve como opción para diversificar la economía del medio rural, pero la solución a la despoblación no es que la gente venga a pasar el fin de semana”. En medio de tríos y cuartetos de localidades urbanizadas y de carreteras sin asfaltar, de cosechadoras monstruosas, de tomates que saben a tomate cuando tienen que saber a tomate, del pan diferente al de Bimbo, es imposible no preguntarse con qué problemas nos encontraríamos si abandonáramos nuestros canelones precocinados del Mercadona y nos lanzáramos a la aventura de las vacas, locas.
“La masculinización rural, la pérdida de identidad rural, las pocas oportunidades de empleo, la falta de servicios básicos como la sanidad o la educación, la brecha digital, la dificultad de encontrar alquileres, la nulidad del transporte interurbano…”. Natalia se reta en otro duelo con la lista de la compra aragonesa, a ver quién la tiene más larga. Para ella, los pros ganan a los contras. Al final, muchas de estas carencias suenan a capitalismo desfasado incluso en la ciudad. La longaniza de Villa de Graus mejor que el servicio de tranvía, seguro.
Este reportaje pertenece al Proyecto de investigación: 2020/0480, ESTUDIO DE LA SITUACIÓN DEL MUNDO RURAL ARAGONÉS DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO, AÑO 2020, financiado por la Diputación General de Aragón (DGA) subvencionado por el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.