Las mujeres más molonas del barrio

Texto: Paula Giral//  

La sociedad ataja el problema de los hombres violentos con más hombres violentos. Mitiga el sentimiento de culpa -que el comportamiento de cierto sector de la población le obliga a tener- a través de la implantación de cuerpos de seguridad en las calles. La enfermedad paliada con homeopatía. 

Estos individuos uniformados harán muchas cosas durante su horario laboral, proteger a las mujeres no es una de ellas. Para colmo, tampoco nos dan tregua a la hora de defendernos. El community manager de la cuenta oficial en Twitter de la Guardia Civil se mofaba del asunto hace unos días.

Si “ser el más molón del barrio” implica tener los medios para evitar una posible agresión, entonces seremos las mujeres más molonas. Mejor aún, las más inteligentes, pues recuperarte de una multa no es nada comparado con afrontar una violación

Cuando las armas se convierten en “juguetitos” para la Benemérita, la violencia pasa a ser un juego sin importancia. Un chiste sobre el que regodearse desde su posición de autoridad. Los agentes logran conectar dos neuronas y concluir con que el uso de estos instrumentos es “peligroso”. Están en lo correcto. Un peligro para el hombre que ataca, no para el que respeta. 

Todas las mujeres conocemos la angustia de caminar por callejones oscuros, el sudor frío que provoca la sensación de sentirse perseguida, el giro rápido de muñeca para abrir la cerradura del portal. Todas hemos sido esa chica atemorizada. Cuando un enfermo decide violentar a una mujer, lo último que se espera es acabar con una patada en los huevos y las rodillas rotas. No tiene miedo, solo ve fragilidad, esa que le han enseñado durante tantos años a nuestros cuerpos. Si viera algo más, algo peligroso, se lo pensaría dos veces.

Las llaves entre los dedos fueron el precedente de una extensa oferta de productos de autodefensa para llevar en nuestros bolsos. Aerosoles de pimienta, navajas que simulan peines, anillos y puños con extremidades punzantes en forma de gato, tasers, alarmas que se oyen a kilómetros… Mil fórmulas contra un mal que las mujeres enfrentamos completamente solas. La autodefensa te enseña a valerte por ti misma, a no esperar que nadie venga a salvarte. Rehuye la pena y busca la patada.

Este distanciamiento de la postura sumisa activa todas las alarmas. O al menos da pie a escribir tweets desafortunados y estúpidos. Los dueños de las porras están más angustiados por el remedio que por la enfermedad. Quizás la preocupación de los agentes proceda del temor a que las punzantes orejitas rosas del llavero acaben sobre el rostro de alguno de sus compañeros de oficio. Si no que se lo digan a Antonio Manuel Guerrero Escudero, quien por desgracia no las llegó a conocer en los Sanfermines del 2016.

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