Kaña bat, mesedez!
Alba Martín Amaro//
Nunca hubiera dicho que acabaría viviendo en el País Vasco. En Euskadi. En las Vascongadas. En Hegoalde. En la Euskal Herria… bueno, dejémonos de términos, porque si no, no acabaremos nunca.
La sociedad vasca cumple con sus estereotipos. Personas frías a priori, pero que, en cuanto se derriten, son el mejor chocolate a la taza que he probado nunca. Puro amor. Y del bueno, además. Gente leal que, de momento, superan las expectativas de una. Una maravillosa sorpresa.
Y es que los norteños nos entendemos la mar de bien. O eso creo yo, vamos… A mí me gusta hacer un símil con Juego de Tronos:
Yo soy de Huesca, del prepirineo, y por ende vengo del Muro. Los franceses de momento no son salvajes que vienen a por nuestras tierras, pero sí hacen turismo en nuestra querida provincia. El resto de Aragón podría ser Invernalia; Andalucía, Dorne (clarísimamente); Barcelona, ciudad costera, le toca ser Desembarco del Rey y, por último, los Dothrakis vienen de Ceuta y Melilla.
¿Y los vascos? Muy fácil. Los vascos provienen de las Islas del Hierro. La lluvia los ha curtido con los años, dejando sus paisajes verdes y vivos. Y, encima, esos aros borrokas y esos flequillos ‘corte de hacha’ (que nadie se me ofenda, por favor) no pueden casar más con el look pirata. Y es que muchos de ellos, a mi juicio, son una versión 2.0 de un «marinero en Tierra», que diría el poeta.
La mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
Rafael Alberti
La mar
Yo también la pongo en femenino. De hecho, según la Fundeu, podemos otorgarle el género que nos plazca. La mar o itsasoa -en euskera- es una de mis alegrías constantes en esta, mi nueva aventura. Mi compañera matinal en Donostia. Mi rincón de lectura durante los días soleados. Mi lugar, en definitiva. El sonido de las olas y el olor a sal son mi droga favorita. ¡Qué gusto vivir aquí!
Según cuenta la mitología vasca, Mari, la diosa que representa la madre naturaleza, es la encargada de partir el bacalao (una matriarca vasca, como Dios manda). Su homóloga griega es Gea, la Tierra. Entre muchas de sus funciones, se encuentran las de impartir justicia, presagiar las tormentas y determinar el clima. En efecto, ella es la culpable de que vaya cargando con mi paraguas día sí, día también.
En Donostia o San Sebastián, hay tres playas: En primer lugar, tenemos la archiconocida playa de La Concha. Inmensa y preciosa, a partes iguales. Es la mejor playa urbana que he visto nunca. Le da esa clase señorial que solo nuestra querida Donosti tiene. Un viaje al pasado, con el que una sueña despierta. La Bella Easo, sin ir más lejos.
Asimismo, no muy lejos de esta, encontramos a mano derecha la Zurriola. Con el Kursaal custodiándola, esta playa suele estar concurrida por surferos. Sí, hay mucho pijerío en esta ciudad…
Y queda mi favorita: Ondarreta. En frente del barrio de Antiguo (cuyas cuestas son infinitas y, por consiguiente, moldean los mejores culos de toda la ciudad), esta playa se halla al lado del Peine del Viento, la famosa obra de Chillida. Una obra en la que la mar y las estatuas combinan a la perfección. No sé qué pensaría el artista en su día, pero solo sé que acertó.
Una sociedad curtida y luchadora: Gudariak
Como todo en la vida, no hay verdades absolutas: ni blancos ni negros. Cada uno tiene su opinión sobre la independencia o no del País Vasco, al igual que las acciones de ETA. Algunos defienden la «lucha armada», mientras que otros hablan de «terrorismo». Un tema espinoso del que no me siento capaz ni creo que sea la más indicada para tratar. Me lavo las manos, cual Poncio Pilato.
Sin embargo, como periodista, sí que debo transmitir lo que mis ojos han visto. Detalles que no he podido obviar y que he conocido de primera mano. Me refiero a la banalización de la violencia. Oír anécdotas duras y muy serias, que para ellos es peccata minuta. Todavía sigo alucinada.
No entraré en detalles. Pero no es baladí pasar por alto una conversación entre dos compañeros de mi trabajo. Explicaban que, durante su juventud (hará unos 15 años), muchas noches de fiesta o de farra -que se utiliza más aquí- estaban amenizadas por pelotas de goma de la policía. Y que, cuando se daba el caso, tenían que correr y refugiarse en los bares. ‘Lo normal’… vaya.
anda, dame una aspirina
me ha ‘chundao’ la policía.
Soy un veterano de la kale borroka […]
Lehendakaris Muertos
Sigo diciendo lo mismo, soy la menos indicada para hablar. Pero sí tengo claro una cosa: cuando a una sociedad se le coacciona, se le impone o se le castiga más de la cuenta; más rebelde, desobediente e insurrecta va a salir. Es como el hijo adolescente: cuanto más autoritario seas con él, más pasará de lo que le digas. ¿Veis por dónde voy?
Una lengua extraordinaria
Y, de momento, lo que me tiene más que enamorada es su lengua: el euskera. De origen desconocido, se cree que es más antiguo que el indoeuropeo. El tesoro más preciado de la Euskal Herria (el pueblo que habla euskera) y el motivo por el que todo Euskaldun saca pecho, orgulloso.
Es fascinante, no cabe duda. Asimismo, emplea una estructura gramatical imposible, al menos, de primeras. El «nor, norik, nork» que, aunque me lo hayan intentado explicar muchas veces, me sigue siendo incomprensible. Además comparte muy pocas raíces léxicas con las lenguas romances. Vamos… que cuando hablan suena a élfico.
Pero suena maravilloso, también. Ahora mismo, Otsaila (Febrero) o mes de los lobos acaba de finalizar. Queda ya muy poco para el 8 de marzo. Para el día en que reivindicamos nuestra sororidad y nuestros derechos, a pesar de que los partidos de la derecha y la ultraderecha quieran seguir callándonos. Yo solo les reitero un principio básico: la verdad no se puede silenciar.
Quizá alguna sorgin (bruja) o «creadora» acuda a nuestro encuentro y se una a nuestro particular akelarre. ¿Quién sabe? Yo, mientras tanto, me voy a tomar una caña (que aquí son el doble de grandes y el doble de caras, también), mientras sigo escribiendo:
– Kaña bat, mesedez! (Una caña, ¡por favor!).