Joaquín, knock out
Jesús Soler //
Cuando la gente piensa en boxeo es muy probable que lo primero que le venga a la cabeza sea alguien dando golpes. Puñetazos a diestro y siniestro en la cabeza y en el costado. Resulta curioso que uno siempre se imagina repartiendo los tortazos, y nunca recibiéndolos. Se trata de uno de los problemas que tiene nuestra mente en muchos casos: solo valora los beneficios y pasa por alto los riesgos. Ver la famosa botella casi llena cuando realmente está prácticamente vacía.
Eso mismo le pasaba a Joaquín, que desde su infancia sentía fascinación por todo tipo de combates. Los enfrentamientos entre púgiles eran una de sus pasiones, y disfrutaba de veladas de boxeo siempre que tenía ocasión. Tal era su afición que incluso llegó a pasar noches en vela para ver en directo aquellos ‘combates del siglo’. Como las televisiones españolas no consideraban al deporte de las dieciséis cuerdas como uno de los estandartes de su parrilla, a menudo debía recurrir a internet para seguir las peleas, siempre en muy baja calidad.
El púgil Manny Pacquiao, quien cayó derrotado en el último «combate del siglo». Fuente: PIXABAY
Joaquín era un chico tranquilo, familiar y muy cercano, criado en una ciudad pequeña. Hijo único, tímido y algo acomplejado. Desde pequeño siempre mostró especial interés por ciertos temas relacionados con la violencia. Sus juguetes favoritos de la infancia eran réplicas de soldados y de armas bélicas; las películas que adornaban su estantería estaban protagonizadas por superhéroes y los famosos actores que años más tarde se reunirían en Mercenarios; también sus videojuegos estaban dotados de grandes dosis de acción y sangre.
Los deportes siempre le habían gustado. Un balón fue su compañero inseparable durante la niñez. No había cosa que le gustase más que las pachangas callejeras con sus compañeros de colegio. Años más tarde incluso se apuntó a uno de los equipos de su ciudad, y pudo disfrutar del fútbol en su máxima expresión durante su etapa de cadete y juvenil. Sin embargo, fue en esta última fase cuando sucedería algo que le cambiaría para siempre.
El boxeo da lecciones de vida
Un rasgo característico de sus muñecos, así como de los personajes de sus películas favoritas y los protagonistas de sus videojuegos era su fuerte aspecto físico y destreza en cualquier estilo de combate. Su fascinación por ellos era tal que al cumplir la mayoría de edad decidió apuntarse a un gimnasio para tener un cuerpo como el de aquellos a quienes admiraba. Por fortuna, allí entrenaba un boxeador profesional, y Joaquín no dudó en apuntarse a clases de pugilismo para emular a su gran ídolo, Mike Tyson.
El fútbol dejó de ser lo más importante, y ese espacio pasó a estar ocupado por el boxeo. Entrenaba cinco días a la semana, cuidaba su alimentación para poder mejorar su rendimiento y no dudaba en faltar a clases del instituto para acudir a golpear el saco y practicar combinaciones para mejorar su técnica. Poco a poco fue progresando, y en un año ya estaba preparado para medir sus habilidades enfrentándose a sus compañeros de gimnasio.
Los entrenamientos se convirtieron en una constante en la vida de Joaquín. Fuente: PIXABAY
Sus progresos y su seriedad en el boxeo contrastaban con su vida fuera de él. Los estudios se torcieron y repitió curso, lo que provocó el enfado de sus padres y muchas discusiones en su hogar. Además, fue en esa época cuando comenzó también a salir de fiesta los fines de semana y empezó a participar en los botellones característicos de la adolescencia. Dicen que la mejor forma de dejar de caer es tocando fondo: cuando estás abajo del todo solamente hay dos opciones, seguir ahí o levantarte. Y eso fue lo que necesitó Joaquín, un golpe que le mandase al suelo: un K.O. Y llegó.
Su falta de concentración y entusiasmo en la vida se plasmó también en el deporte, y en uno de los combates que disputaba en el gimnasio recibió un croché de izquierdas en el mentón que le hizo besar la lona. Su entrenador comenzó la cuenta atrás, pero el joven fue incapaz de levantarse. Aquel noqueo le hizo pensar y darse cuenta de que tenía que enderezar de nuevo el rumbo, no solo en su deporte favorito, sino en el resto de aspectos de su vida.
Caer está permitido, levantarse es obligatorio
Las sensaciones ante un knock out son extrañas. El dolor aparece tarde, lo primero en llegar es la nada. Sientes el impacto, y en cuestión de segundos estás en el suelo. Aquella noche Joaquín la pasó con fuertes dolores de cabeza y también en la mandíbula. Sin embargo, estos no le impidieron pensar con lucidez. La situación en su casa era insostenible por las fuertes discusiones provocadas por los suspensos y su estilo de vida. Tenía que prepararse para que nunca más volvieran a noquearle en ninguna de sus facetas vitales.
Empezó a tomarse más en serio las clases del instituto y los entrenamientos. Si algo enseña el boxeo es que es igual que la vida, una batalla constante. El adversario puede presentarse de distintas formas: una hipoteca, una factura de la luz, un examen, un fallecimiento, una mala noticia y la más feroz de todas, uno mismo. El noble arte enseña a luchar, pero también a sacar la mejor versión de cada uno. Dota de autoestima, y cómo no, de una fuerza y destreza considerables. Tal y como decía Spider-Man, el superhéroe favorito de Joaquín –se disfrazaba de él siempre que podía–, “todo poder conlleva una gran responsabilidad”, y el joven supo ver que la suya era sacar adelante sus estudios y forjarse un porvenir.
Su mejoría en el rendimiento académico dio sus frutos en casa. Las discusiones con sus padres se acabaron y estos comenzaron a estar orgullosos al ver que su hijo conseguía sacarse el bachillerato para poder ir a la Universidad. Ese bienestar se trasladó también a sus entrenamientos, y comenzó a disfrutar de cada sesión como nunca antes lo había hecho. Volvió a progresar de nuevo, a verse más rápido y fuerte, y consiguió dejar atrás las sensaciones de miedo e inseguridad que aquel fatídico golpe habían provocado.
Aquel knock out supuso un punto de inflexión, una valiosa lección de aprendizaje escondida tras una derrota. Es llamativo ver cómo el boxeo puede hacer cambiar a una persona e inculcar valores como el compromiso, la humildad y el respeto. Joaquín supo interiorizar todos ellos y aplicarlos también fuera del cuadrilátero, aunque no fue un proceso sencillo. Mucho esfuerzo y sudor fueron necesarios para dejar atrás los complejos y el temor a ser tumbado de nuevo.
La vida está llena de asaltos, y Joaquín tuvo que hacer frente a uno de los más temidos de la juventud, la Selectividad. Su carrera universitaria giraba en torno a aquella prueba y no podía defraudar. En ese tiempo siguió entrenando y combatiendo, porque un buen soldado no sabe vivir sin estar en una guerra, como explica Apollo Creed en Rocky. En esos enfrentamientos fue donde Joaquín sacó todo lo que llevaba dentro, donde se libró de todas las cadenas. De nuevo, fue en forma de nocaut, aunque esta vez fue él quien soltó el puñetazo que mandó a su contrincante a la lona. Con dos toques de izquierdas consiguió que su oponente bajase la guardia y entonces le encajó un directo con su puño derecho, su brazo bueno.
Inmediatamente se puso a llorar. Pero no fue el boxeador desplomado, que tardó unos minutos en recomponerse, sino el propio Joaquín. Lágrimas de rabia, de desahogo, de saber que lo malo había pasado y que se había superado a sí mismo. Su victoria dio paso a otras. Días más tarde aprobó Selectividad y pudo marcharse de su ciudad para continuar sus estudios. Había logrado tres objetivos: vencer sus miedos ante los libros y los rivales en el ring, además de sentirse orgulloso.
Está a punto de acabar su carrera universitaria. Han pasado cuatro años desde aquel K.O. que le hizo cambiar. Pese a que ya no entrena boxeo, todavía conserva todos los valores que este le enseñó, y siempre le estará agradecido por ello. Las películas de Rocky se han convertido en una de sus sagas favoritas, y varias de las frases que dice el personaje de Stallone están grabadas a fuego en su mente. “Nada termina hasta que tú sientes que termina”. Joaquín sigue viendo combates siempre que puede, especialmente los de ‘Canelo’ Álvarez, su púgil favorito de la actualidad, que cuenta con un registro de 47-1-1, con 33 victorias por la vía rápida.
También sigue disfrutando con las películas de superhéroes, especialmente con Civil War y la aparición del hombre araña, que le hace transportarse a su infancia. Todos esos personajes tenían una peculiaridad: tras su máscara escondían una identidad secreta, su verdadero ser. Joaquín también tenía una, ya que ese tan solo es el nombre con el que se ha atrevido a contar su historia.