Voyerismo a 40 grados: Mejor a tiempo

Silvia Laboreo//

 

Cierro los ojos. La náusea nace en mi estómago y amenaza con salirse por la garganta como si fuera un animal que quiere escapar. Un ratón, una araña o quizás una de esas mariposas que dicen que sientes cuando te enamoras. Respiro hondo, una vez. Otra. Recuerdo las palabras de mi instructor de yoga. Inspira-espira-inspira-espira. Joder, no funciona. El sudor brota por mi frente como si fuera una fuente. Abro el bolso y revuelvo en su interior intentando encontrar un pañuelo con el que limpiarme el río que sale por mis poros.

Carmín, entradas de cine antiguas, chicles, condones y un bolígrafo que robé el otro día del trabajo. Y, al fondo, los pañuelos. Cojo uno y me seco el sudor de la frente, del cuello y del escote. Por ese orden. Y vuelve la náusea. Las piernas me tiemblan y la mariposa pugna por escapar ¿o hemos quedado que era una rata? De igual manera, las ganas de vomitar no cesan. No sé cómo he llegado a esta situación. No sé qué hago aquí.

Bueno, sí lo sé.

Ayer salí del trabajo, entré al bar de siempre y me pedí una copa de vino. Otra. Y otra. A la quinta, los recuerdos se desdibujaron, las caras se mezclaban y ya no sabía si el camarero me decía “déjalo ya” o “te invito a otra”. Como tampoco sé si lo que siento ahora es miedo o simplemente resaca.

Llegó un punto de la noche en el que, envalentonada por el alcohol, agarré el bolso y salí del bar. Quizás deberían decirnos en el colegio que la valentía no se gana bebiendo y que las decisiones que se toman borracha serán siempre terribles. Sería mucho más útil que saber multiplicar o el proceso de fotosíntesis, creedme. Asignatura de vida en cuarto de primaria: Por qué no dirigirte a tu oficina con cinco vinos en el cuerpo. Porque eso es lo que hice. Cuando estaba delante de la pesada puerta de hierro que daba entrada a la oficina, saqué la llave del bolso y la intenté introducir por la cerradura. Al quinto intento, la puerta hizo clic. Y mientras,  yo hacía crack.

Muchos años de soportar malas caras, vejaciones, acoso laboral y desprecios diarios. Muchos años pagando el pato que nadie quería y siendo el saco de boxeo de mis superiores. Muchos años aguantando al hijo de puta de mi jefe. La gota que colmó el vaso fue el comunicado que recibí esa mañana al correo de la empresa. Tres palabras, tres puñales, tres copas de vino: No te renovamos.

Era viernes a las dos de la mañana y me encontraba enfrente del despacho de mi jefe. Abrí la puerta y me saludó su maldito retrato familiar: una mujer perfecta, unas hijas perfectas, cuatro sonrisas que me miraban y reían desde el marco, como si supieran que yo nunca voy a tener eso.

Decidí empezar por ellos. Cogí la fotografía y la estampé contra el suelo. El cristal se hizo añicos y para mí representó la pistola de salida de una carrera de atletismo. O el cohete inaugural de la cabalgata de reyes. Que comience la fiesta, entonces.  Libros por el suelo, jarrones rotos, el cuaderno de cuentas de la empresa pintarrajeado, la tinta por el suelo y las mesas rotas. La furia me invadía y nadie la podía parar. Tampoco quería.

Por lo que parece, llegó un momento en el que el cansancio y el alcohol hicieron mella en mí y me quedé dormida.

Ahora, me encuentro enfrente del despacho de mi jefe. La náusea se hace más grande. La mariposa crece y sale por mi boca en forma de torrente granate. Nunca el vómito me había parecido tan bello, pienso mientras este salpica las baldosas de colores. Si la destrucción tuviera una imagen, sería el suelo del despacho de mi jefe. Inspiro, espiro, inspiro. “Better in time”, dice mi camiseta. Mejor a tiempo, pienso yo. Y cierro los ojos con la satisfacción del que sabe que ha hecho lo correcto. La náusea, por fin ha desaparecido.

Mejor a tiempo

 

Autora:
silvia laboreo foto silvia laboreo

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22 años en el DNI,17 para los porteros de los bares.Me gusta cundir, hablo mucho, soy un imán para catástrofes y anécdota andante. Cualquier día publico un libro y me hago famosa, mientras tanto escribo sobre las vidas de los demás. Colecciono recuerdos a través de postales y cuando tengo dinero viajo para ampliarlos.

Twitter Blanca Uson


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