La magia de un Segundo

Alejandro Aisa Soria//

Uno de los pioneros más importantes del séptimo arte, el turolense Segundo de Chomón, fue un mago de lo que hoy entendemos como efectos especiales: trucajes, travellings, personajes en movimiento y uso del color en la imagen son algunos de los avances de este visionario cuyo papel ha pasado desapercibido para el gran público.

Fue un turolense el que resucitó a Jesús. El mismo que consiguió que caminara sobre las aguas por primera vez. Gracias a él, el hijo de Dios también ascendió a los cielos. Y ese turolense es Segundo de Chomón. Como técnico de fotografía y trucajes –lo que hoy entendemos como efectos especiales– de Vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo (Ferdinand Zecca, 1905), Chomón fue el responsable de llevar lo más mágico y sagrado de la historia del mesías cristiano a la gran pantalla por primera vez. Durante treinta años Segundo de Chomón dedicó su vida al cine, a ese nuevo mundo de la imagen que estaba aún por descubrir. Sus aportaciones técnicas y narrativas fueron esenciales en el desarrollo cinematográfico, lo que le convierte en uno de los pioneros más importantes del séptimo arte. Sin embargo, a día de hoy sigue siendo un personaje reivindicado por los especialistas y desconocido por el gran público.

“Chomón es, al menos en el cine, uno de los primeros casos de talento desaprovechado en su territorio y que es aprovechado fuera, lo que le convierte en una figura muy actual. Es algo que está sucediendo ahora con todos los estudiantes y profesionales que tienen que emigrar por falta de oportunidades y que son bienvenidos con su formación en otros países”, reflexiona Luis Antonio Alarcón, programador de cine y profesor. La carrera de Segundo de Chomón (Teruel, 1871-París, 1929) se desarrolló principalmente en Francia e Italia, las dos industrias cinematográficas más potentes del mundo antes de la Primera Guerra Mundial.

¿Si Chomón hubiese sido francés o italiano se hablaría más de él en la historia del cine? “En ambos países se valora mucho su ingenio y genio”, asegura Vicky Calavia, gestora cultural, productora y realizadora. “Francia es un país que cuida, conserva y proyecta al exterior su cultura, su cinematografía y su patrimonio”, añade. Quizás sean ese cuidado y conservación los que hayan dejado al turolense tras la sombra de George Méliès, el ilusionista de los inicios del cine más celebrado y recordado, y le hayan dado el sobrenombre delMéliès español’. Precisamente Segundo de Chomón fue contratado por la francesa Pathé Frères, la productora de cine más grande del mundo a principios del siglo XX, para trabajar con su director más importante, Ferdinand Zecca, y que los trucos de sus filmes pudieran superar a los de Méliès. Y realmente lo consiguió.

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Fotograma de «El hotel eléctrico» (1908)

A Méliès le ocurrió lo que a muchos otros pioneros del cine: se estancó. En cambio, Chomón evolucionó con el cine y este con él. Algunos de sus avances o aportaciones parten de aspectos que ya había tratado o intuido Méliès. Un ejemplo es el paso de manivela o rodaje fotograma a fotograma, que Segundo supo llevar al extremo como director de El hotel eléctrico (1908), un cortometraje crucial de la primera década del siglo XX. Un matrimonio llega a un hotel en el que solo trabaja un conserje. Todo lo demás está automatizado: las maletas suben solas a la habitación, los abrigos vuelan hasta las perchas, un cepillo peina a la mujer mientras una brocha de afeitar embadurna las patillas al hombre…Chomón dota de vida y protagonismo a los objetos. “Es una obra sorprendentemente visionaria, por su visualización de revoluciones tecnológicas para esa época como los mandos a distancia y el movimiento de objetos con mesas de control de mandos pero en este caso yendo más allá incluso de la realidad actual, ya que en ese hotel cada aparato está al servicio de la usabilidad y practicidad cotidianas humanas”, analiza Calavia.

La primera vez que un muñeco se pondría bajo las órdenes de un director de cine sería con Segundo de Chomón. En El teatro eléctrico de Bob (1906) o en La guerra y el sueño de Momi (1917) los muñecos se mueven libremente en el plano gracias también a la técnica del paso de manivela. Este tipo de cine de animación lo seguimos viendo en películas de éxito como Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993) y Chicken run: evasión en la granja (Nick Park y Peter Lord, 2000). Por trabajos como estos, el cineasta turolense es considerado el padre del stop-motion y el cine de animación.

Para animar a cada uno de los objetos del hotel, el ilusionista tenía que realizar 16 tomas moviendo ligeramente el objeto en cada una de ellas. Así, se conseguía un segundo del filme, ya que la velocidad de proyección en los comienzos del cine era de 16 fotogramas por segundo. Jaime Cebrián es uno de los socios fundadores de Entropy Studio, una empresa zaragozana dedica a los efectos especiales en cine y televisión.

  • ¿Trabajar en los efectos especiales era más difícil antes o ahora?
  • A mí me parece mucho más difícil aquello, mucho más. La cantidad de horas que requería, el mezclar, cortar, utilizar química…era un trabajo más artesanal. Hoy en día sigue siendo artesanal, pero utilizas otras herramientas abiertas a más gente. Son más baratas y accesibles.
  • ¿Qué haría Chomón si contara con todos los avances de hoy en día?
  • Me imagino que sería de los mejores. La gente que era un genio en su época, lo podría ser ahora. Eso se lleva en la sangre.
  • ¿Es más complicado sorprender a la gente?
  • Ahora es mucho más difícil sorprender; el público tiene un lenguaje audiovisual más complejo y exige mucho más.

Segundo de Chomón perteneció a ese grupo de primeros cineastas que tenían en sus manos el placer de sorprender, en mayúsculas, a un público ‘virgen’ en el cine, que desconocía su lenguaje y funcionamiento. “Me habría gustado mirar por un agujerito las salas donde se estrenaba esta película, saber lo que comentaba la gente…”, fantasea sonriente Fernando Sanz, profesor de Historia del Cine en la Universidad de Zaragoza. “No se ha dejado testimonio de la difusión y percepción del público y es una lástima. Magia, brujería, endiablura,…pensarían en todo menos en el cine y el rodaje fotograma a fotograma”, cree Sanz.

Tanto Méliès como Chomón aportaron una cosa fundamental al cine cuando este apenas tenía una década de vida: la concepción del cine como espectáculo que lleva al público a mundos desconocidos y de fantasía. Hasta entonces, el cine consistía únicamente en mostrar y representar la realidad. Ambos bucearon en el onirismo del cine feérico. Los duendes, hadas, enanos y demonios que durante tantos años habían habitado en los cuentos y la mente de los niños -y no tan niños-, por fin se hacían realidad. Pero mientras que el francés se limitó principalmente a realizar cortos de ficción y fantasía, Chomón se movió en géneros de vertiente más realista. Sus trabajos en Francia son de temática más fantasiosa, mientras que los realizados en España son de carácter popular. “Él se dio cuenta de que el público español demandaba temáticas populares, cotidianas, con circunstancias que les eran cercanas”, indica el profesor Sanz.

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Fotograma de «Satán se divierte» (1907), ejemplo de negativo pintado a mano

Durante sus estancias en Barcelona entre 1902 y 1912, Chomón contribuyó a la creación de una industria cinematográfica nacional, aunque esta no quedó del todo asentada y su evolución fue intermitente. Formaría parte de la primera productora española, Macaya y Marro, y realizaría una larga lista de títulos de temática popular: melodramas, dramas históricos y comedias. Con El heredero de casa Pruna (1904) introdujo en España el género de persecuciones, imitando a las películas realizadas por los pioneros de la escuela de Brighton, y creo el género zarzuelesco, siendo uno de los primeros en adaptar a la gran pantalla este modelo teatral tan arraigado en España. También fue en Barcelona donde inauguró en 1902 un taller para comercializar su sistema de coloreado: unas plantillas de celuloide que facilitaban el trabajo de pintar fotograma a fotograma. Lo aplicaría a sus películas, rompiendo así con la falsa creencia de que el cine en sus orígenes era en blanco y negro.

El trabajar muchas veces a la sombra de grandes directores como técnico ha hecho que su labor sea menos conocida. En 1912 fue contratado por Itala Films y trabajó en Cabiria (Giovanni Pastrone, 1914), película que marca un antes y un después en el cine europeo. “Se buscaba dar prestigio y calidad al cine para que no se pensara que era solo un entretenimiento para las clases populares”, explica Alarcón. Sus dos horas de duración  –hasta entonces las películas duraban cerca de 20 minutos-;  sus decorados arquitectónicos fastuosos y el gran número de figurantes, convierten ya a esta obra del colosalismo italiano en una superproducción. Chomón utilizaba sus recursos en el terreno de lo expresivo y lo realista: empelaba iluminación artificial para moldear los rostros de los personajes  y los detalles de los decorados; maquetas para la recreación de la erupción del Etna, un recurso presente ya en sus primeros trabajos. “Hoy en día, incluso hay una tendencia de volver a las maquetas en lugar de usar tanto el 3D. Al final la realidad es la realidad y las maquetas te dan una sensación más física que no tiene el 3D”, añade Jaime Cebrián.

Aunque si algo hay que destacar es el perfeccionamiento del traveling –denominado carrello en Italia– que Chomón ya venía empleando con anterioridad. La utilización de la cámara sobre raíles dio sentido a la imagen como relato visual. La cámara rompe y penetra en el espacio escénico, y el cine deja de ser una sucesión de cuadros teatrales filmados desde un punto fijo. Comienza el montaje interior del plano, imprescindible para el desarrollo del lenguaje audiovisual. Al final de su carrera participó en Napoleón, de Abel Gance (1927), la gran superproducción del cine francés de la época. Una película ambiciosa que, pese a la falta de diálogo sonoro, sigue siendo una obra muy moderna  en muchos aspectos.

Fue un genio de los trucajes: desde el coloreado de películas fotograma a fotograma a todo tipo de efectos especiales utilizando maquetas, doble exposición, sobreimpresiones, pirotecnia, escamoteos y el paso de manivela. Rompió la esteticidad del cine con la utilización del traveling. Y contribuyó a la creación de una industria nacional española de cine con sus etapas en Barcelona y sus películas de temática popular.

Chomón hizo todo lo que se podía hacer en el cine, salvo actuar. Y pese a todo, sigue siendo un personaje desconocido para la mayoría de las personas. “Ha recibido mucho más reconocimiento a nivel internacional. En España tan sólo Cataluña le ha prestado la dedicación que se merece, desde la Filmoteca de Cataluña. En Aragón, sólo en casos aislados como el IES Segundo de Chomón en Teruel y algunos otros”, advierte Vicky Calavia.

En los noventa la Filmoteca de Cataluña comenzó un proyecto de recopilación de copias de las obras del turolense y a día de hoy, conserva el mayor fondo de Chomón con 106 películas. Hace dos años editó un DVD con 30 de ellas. “Su cine es minoritario y para especialistas. No es un personaje de masas”, indica Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Cataluña. “Nosotros hemos contribuido a reivindicar su figura y poco a poco se ha ido reconociendo su valor”, asegura.

Para Gonzalo Montón, profesor del Instituto Segundo de Chomón de Teruel, es importante conocer el lenguaje audiovisual “para tener un espíritu artístico y crítico”. “No tienes nada que decir ni opinar si no sabes cómo se crea el mensaje”, añade. Durante diez años, Montón ha impartido Cultura Audiovisual, una asignatura que este curso ha sido eliminada. Junto con otros compañeros del centro creó en 2007 el proyecto El travelín de Chomón y un audiovisual didáctico que, a través de la figura del turolense, hace un recorrido por los orígenes del cine. Además, es director de Cabiria. Cuadernos turolenses de cine, revista cuyo último número se publicó el año pasado.

Segundo de Chomón

En la agenda cinematográfica aragonesa se marca la cita con el certamen Segundo de Chomón de cortometrajes con efectos especiales. Es organizado por la Asociación Bente d’Abiento, dentro de sus actividades para fomentar la recuperación de la memoria histórica de Aragón y promocionar las diferentes manifestaciones artísticas de la Comunidad Autónoma.

Como últimos trabajos entorno al personaje: El hombre que quiso ser Segundo, una película documental  coproducida por Aragón y Valencia, que profundiza en la figura del cineasta desde una perspectiva diferente, la extraña y desconocida relación de Segundo con su hermano gemelo, Primo.

Se dice que Segundo de Chomón no tiene vida, sino cine. Su vida privada está repleta de fundidos a negros que si se conocieran, quizá ayudarían a comprender mejor su obra. Su pasión por el color sería la que le conduciría a la muerte. En un viaje a Marruecos para experimentar con una nueva técnica contrajo una enfermedad que se agravaría con una pulmonía. Murió a los 57 años. Muchos se preguntan qué hubiera sido capaz de hacer con el cine sonoro. Apasionado y obsesionado con su trabajo; minucioso y perfeccionista, Chomón aplicó la técnica más rigurosa al arte más libre.

Saber cuánta magia cabe en un segundo de tiempo es algo complicado de calcular. En cambio si ese segundo es de Chomón, la respuesta es toda una filmografía que atestigua un cambio de siglo, una nueva forma de entender el mundo. Fotograma a fotograma se puede descubrir y redescubrir a este pionero del cine. Apreciar cuántos aspectos anticipó que hoy siguen vigentes. Hacerle aparecer de nuevo en la pantalla como a uno de sus personajes, para que su magia permanezca a 16 fotogramas por segundo.

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