La redención de DiCaprio
Adrián Luis//
25 películas y 5 nominaciones ha necesitado Leonardo DiCaprio para lograr el Óscar al mejor actor por El renacido. Un reconocimiento a su talento y profesionalidad que le ha servido para quitarse la etiqueta de ídolo de adolescentes y consagrarse como uno de los mejores intérpretes del panorama cinematográfico actual.
Y la actriz Julianne Moore pronunció su nombre. El público no solo le aclamó sino que se levantó de su asiento. Él subió al escenario, agarró la estatuilla y esbozó una sonrisa de liberación. Por fin había llegado su redención. Ahora solo quería agradecer a todos aquellos que le habían ayudado, desde Iñárritu hasta Caton—Jones y (claro) Scorsese, sin olvidarse de sus padres y amigos.
El óscar es a Leonardo DiCaprio lo mismo que Rosebud a Charles Foster Kane. Un simple objeto es capaz de trasladar al personaje protagonista de Ciudadano Kane, ideado por Orson Welles, a la infancia perdida y de otorgar el prestigio labrado al actor estadounidense.
Leonardo Wilhelm DiCaprio vino al mundo el 11 de noviembre de 1974. Y como si del guion de un blockbuster se tratara, nació en Hollywood. De su padre, George DiCaprio, un artista del cómic de origen ítalo—germano, heredó el apellido. A su madre, Irmelin Inderbirken, una secretaria nacida en Alemania y con ascendencia rusa, DiCaprio le debe su nombre de pila ya que ante un cuadro del mismísimo Leonardo da Vinci en Florencia sintió la primera patada del feto.
A las puertas de la pubertad, DiCaprio comenzó a mostrar sus dotes interpretativas como protagonista de anuncios publicitarios. Su primer papel fue para un spot de coches de juguetes de la marca Matchbox. Después vendrían otros anuncios de grandes almacenes, chicles o quesos. En todos ellos, Leo explota sus encantos físicos pero también exhibe una naturalidad innata ante la cámara y la picardía de un niño pillo, con esa labia infantil que cautiva a padres y madres. A finales de la década de los 80 y a principios de los 90, se estrenó en series de televisión como La nueva Lassie (2 episodios), Roseanne (1 aparición) o Los problemas crecen (24 capítulos). Por aquella época ya consiguió ciertas oportunidades en la gran pantalla, primero en 1991, con Critters 3, un film que aunaba ciencia ficción, terror y comedia, y, después en 1992, con Hiedra venenosa. En ambos casos su nombre no encabezaba los créditos por ser roles secundarios. No obstante, el tránsito de promesa a confirmación acaeció con sus dos siguientes largometrajes de 1993: Vida de este chico, donde el actor encarnó al escritor Tobias Wolff en su perturbadora adolescencia, y ¿A quién ama Gilbert Grape?.

And the Oscar goes to… Tommy Lee Jones
Robert De Niro fue consciente del potencial de Leonardo DiCaprio y le eligió para coprotagonizar Vida de este chico (1993), una producción dirigida por Michael Caton—Jones y basada en la biografía homónima del literato Tobias Wolff. DiCaprio, con 15 años durante el rodaje, representó a ‘Toby’, un adolescente problemático y díscolo. Su padrastro Dwight (Robert De Niro) intentará enderezarle pero las injusticias del adulto provocarán la rebeldía del joven. El papel conlleva una madurez interpretativa —ya que se pretende plasmar las derivas que sufren muchos jóvenes en cuanto a su identidad— y DiCaprio en la mayoría del metraje se encuentra a la altura del reto. Hasta el propio De Niro, asombrado con su compañero de reparto, llamó al cineasta Martin Scorsese —futuro mentor de DiCaprio— para contarle este hallazgo de cabello rubio y ojos azules.
Arnie Grape allanó la senda a DiCaprio hacia muchas productoras. Este personaje de ¿A quién ama Gilbert Grape? (1993) es un chico con discapacidad cognitiva, cuidado por su hermano Gilbert (Johnny Depp) en un ambiente familiar deprimente. DiCaprio tenía ante sí un desafío aún más complicado. Sin apostarlo todo a su talento, se esforzó con el fin de dotar a su actuación de un realismo más que digno, tal y como realizaría en otras circunstancias dentro de su trayectoria. Prueba de ello fue que acudió unos cuantos días a un hogar para personas con este trastorno y, gracias a la observación y la interacción, pudo imitar sus conductas. Movimientos de manos y dedos, articulación de la boca, superponer los dientes sobre el labio inferior, desprendimiento de saliva, las carcajadas, el llanto, distracciones continuas o atención esporádica sobre un estímulo que le embelesa, autogolpearse cuando hace algo mal… Todo esto compone la comunicación no verbal que emplea DiCaprio en esta cinta. En un momento dado, Arnie se niega a bañarse y el actor, en su afán por la verosimilitud, rehusó el aseo. Con este ejercicio dramático, no era de extrañar que Leonardo DiCaprio optara al Óscar al mejor actor de reparto. Sin embargo, sobre Tommy Lee Jones recayó el galardón por su rol en El fugitivo.
And the Oscar goes to… Jamie Foxx
Por aquel entonces tenía 19 años. No logró el premio de la Academia ni tampoco el Globo de Oro en esa misma categoría, que también se lo adueñó Tommy Lee Jones. Pero DiCaprio irrumpió en el celuloide. Los estudios cinematográficos solicitaban cada vez más los servicios del incipiente artista. En 1995, estrenó Rápida y mortal, junto a Sharon Stone, Gene Hackman y Russell Crowe; Diario de un rebelde, donde se ponen de manifiesto los escarceos con las drogas del escritor Jim Carroll durante su adolescencia; y Vidas al límite, película que versa sobre la relación homosexual entre Arthur Rimbaud (DiCaprio) y Paul Verlaine (David Thewlis), dos poetas galos del siglo XIX.
Si se toma un clásico de Shakespeare, se adapta a la coyuntura posmoderna y se dispone de Leonardo DiCaprio y Claire Danes como cabezas visibles, el producto que se obtiene es Romeo + Julieta (1996). Este film dirigido por Baz Luhrmann resultó ser la carta de presentación del actor ante los espectadores jóvenes que pronto se convertirían en sus fans. Un vínculo favorecido por las tres nominaciones de DiCaprio en los MTV Movie Awards (mejor actuación masculina, mejor dúo en pantalla, mejor beso). Si esta versión shakespeariana fue una misiva donde se daba a conocer, Titanic (1997) significó la carta de amor incondicional de sus seguidores y seguidoras —ambos largometrajes están separados en el tiempo por La habitación de Marvin, de 1996—.
La historia de pasión embarcada en este fatídico transatlántico entre los personajes de DiCaprio y Kate Winslet les extendió la alfombra roja del estrellato. Condición que aprovechó este galán, con fama de mujeriego, para seducir a las féminas en la noche angelina, escoltado siempre por su grupo de amigos, formado entre otros por Tobey Maguire, el mismo que se enfundaría pocos años después el traje de Spider—Man.
En un primer instante, DiCaprio tenía reticencias en cuanto a su papel de Jack Dawson por la escasa complejidad que presentaba. «Leo no confiaba en mí al cien por cien», reconoció el director James Cameron en un reportaje de Anne-Marie O’Neill para la revista People. El motivo residía en la propia filmografía del realizador, donde predominaba la acción en detrimento de las grandes actuaciones (Terminator; Aliens, el regreso; Mentiras arriesgadas…). Al final, las 14 nominaciones y las 11 estatuillas que obtuvo Titanic en los premios de la Academia dieron la razón a DiCaprio, ya que su nombre no se encontraba entre los nominados ni entre los agraciados aunque sí estuvo entre los candidatos al Globo de Oro al mejor actor. No obstante, el actor estampó su sello en este éxito de taquilla por formar parte de una de las parejas más memorables del cine al lado de Kate Winslet y por improvisar su célebre frase: “¡Soy el rey del mundo!”.
Después llegaron trabajos como El hombre de la máscara de hierro (1998), Celebrity (1998) o La playa (2000). En la primera DiCaprio desempeñó un doble papel —el rey Luis XIV y su hermano gemelo Philippe— pero lo único que cosechó con esta dualidad fue un cruel premio Razzie a la peor pareja. En Celebrity, de Woody Allen, tuvo una intervención lacónica basada en las excentricidades de los famosos. Y con La playa, además de contemplar la pésima crítica que acumuló esta película de Danny Boyle —6’6 puntos sobre 10 en IMDb y 43 puntos sobre 100 en Metacritic—, soportó una nominación al Razzie al peor actor.
Hubo un punto de inflexión. En su fuero interno, DiCaprio intuía que su trayectoria se dirigía hacia la deriva. No anhelaba hipotecar su capacidad interpretativa en aras de personajes que proporcionaban demasiados flashes pero menos aplausos. En primera instancia, se acercó a Steven Spielberg en Atrápame si puedes (2002) y compitió por el Globo de Oro al mejor actor por recuperar las estafas del falsificador Frank Abagnale Jr. Luego DiCaprio confió su porvenir a Martin Scorsese, primero, con Gangs of New York (2002); después llegarían otras cuatro películas.
Leo y Marty, ambos con talento, ambos en el olvido de los académicos. Se podría afirmar que el cineasta se erigió como alter ego del actor. Juntos liderarían El aviador (2004). De cara a este biopic sobre el magnate de la aviación y del cine Howard Hughes, que padeció trastorno obsesivo—compulsivo, DiCaprio se entrevistó con Jane Russell —una actriz que actuó a las órdenes de Hughes— y contactó con un paciente con este síndrome para preparar el papel. Entre sus consejos, la repetición de frases, como en la última secuencia de la cinta donde el protagonista reitera el enunciado “el camino al futuro”. Sin embargo, según Hilario J. Rodríguez en su libro Historia(s) del cine norteamericano, el logro de las manías y las paranoias no es tan mérito del intérprete: “La película muestra más disposición para describir la progresiva transformación del personaje gracias a Martin Scorsese que a Leonardo DiCaprio”.
De los 11 Óscar a los que aspiraba, El aviador alcanzó 5 de ellos. Maestro y aprendiz se marcharon a sus sendas moradas con las manos vacías. Jamie Foxx conquistó el premio por revivir la figura del músico invidente Ray Charles en Ray. Como consuelo, DiCaprio sí ganó un Globo de Oro en categoría dramática.
And the Oscar goes to… Forest Whitaker
Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese no cesaron en su empeño y en 2006 volvieron a unir fuerzas en Infiltrados. El film contenía todos los elementos: la dirección del realizador neoyorquino, una trama policiaca enrevesada ambientada en Boston y un elenco formidable compuesto por los oscarizados Matt Damon y Jack Nicholson, Vera Farmiga, Mark Wahlberg, Alec Baldwin, Martin Sheen y el propio DiCaprio. De nuevo, este dio una lección de dedicación. Para su rol de agente infiltrado en la mafia bostoniana, la estrella angelina se sumergió en los suburbios de la capital de Massachusetts.
Tras acariciarla con El Aviador, Leonardo DiCaprio no estaba dispuesto a dejar escapar la estatuilla en 2006, así que intentó asegurar todas sus posibilidades con su participación en Diamante de sangre, de Edward Zwick. La historia, sobre la guerra civil de Sierra Leona con el tráfico ilegal de diamantes, los niños soldados y la hipocresía de los países desarrollados como trasfondo, se impone por encima del rendimiento del actor. Su personaje, un contrabandista que al final manifiesta unos resquicios morales, no presenta una psicología ambigua. De todos modos, DiCaprio se preocupó por el papel y por el acento de los anglófonos africanos: “En cuanto leí el guion, supe que tendría que llevar a cabo una gran cantidad de investigación personal y esa fue una de las razones por la que me sentí inmediatamente atraído. Era fundamental que todos nosotros nos metiéramos de lleno en ese mundo y oír de primera mano versiones de lo que había sucedido. Para mí, al interpretar a este hombre originario de lo que antes era Rodesia (ahora Zimbabue), era especialmente importante escuchar el modo de hablar de la gente local”.
DiCaprio consiguió dos nominaciones para los Globos de Oro (por Infiltrados y por Diamante de Sangre) y una nominación para los Óscar (por Diamante de Sangre). En ambas ceremonias, Forest Whitaker fue el vencedor por su labor en la película, también con África como escenario, El último rey de Escocia. Aquel fue el año en que su maestro Martin Scorsese se reconcilió con la Academia; recibió, más por ajuste de cuentas que por mérito del filme, el premio Óscar a mejor director.
And the Oscar goes to… Matthew McConaughey
DiCaprio es un ecologista reconocido. En 1998 inauguró su propia fundación, cuyo cometido se centra en la protección de la biodiversidad, la conservación de los océanos y las tierras vírgenes y el cambio climático. En 2007 vio la luz el documental La hora 11, producido —y narrado— por el mismo activista y que trata sobre estos problemas medioambientales.

De vuelta a Hollywood, el actor iba a realizar todo lo que estuviese a su alcance con el fin de lograr lo que más deseaba. Se ubicó delante de la claqueta de cineastas con prestigio u oscarizados (Ridley Scott, Sam Mendes, Martin Scorsese, Christopher Nolan, Clint Eastwood, Quentin Tarantino, Baz Luhrmann), seleccionó proyectos ambiciosos (basados en hechos reales, en novelas o en guiones sobrados de originalidad) y se rodeó de excelentes profesionales (Russell Crowe, Ben Kingsley) y amigos (Kate Winslet, Tobey Maguire).
Red de mentiras (Ridley Scott) y Revolutionary Road (Sam Mendes) se proyectaron en las salas de cine a finales 2008. Por esta última cinta, Kate Winslet y Leonardo DiCaprio opositaron al Globo de Oro a la mejor actuación femenina y masculina, respectivamente. Ella subió a recoger el galardón. Él no. En 2010 protagonizó dos largometrajes de esos que están abiertos a varias interpretaciones. En Shutter Island, una adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane, Scorsese se reencontró con Dicaprio pero no con la Academia ya que este thriller psicológico no optó a ninguna nominación. Por su parte, Christopher Nolan solo pensó en el actor cuando redactaba el guion de Origen, una narración sobre sustraer los secretos de las personas mientras sueñan. Tampoco el rendimiento de DiCaprio en esta creación se tuvo en cuenta en la gala de los Óscar.
DiCaprio dio la mano a Eastwood, miró a Tarantino con complicidad y abrazó a Luhrmann. Con el veterano cineasta grabó J. Edgar (2011), acerca de la vida del primer director del FBI. Con el cinéfilo de los wéstern, del cine B o de las películas sobre kung-fu completó la plantilla de Django desencadenado (2012) y aquí tuvo lugar otro hito de su carrera: en una escena se cortó la mano al aplastar sin querer una copa de cristal cuando golpeaba una mesa, sin inmutarse prosiguió con su monólogo; cuando concluyó la toma, el equipo le ovacionó. Y con el realizador australiano, con el que coincidió en Romeo + Julieta, filmó El gran Gatsby, inspirado en el libro con el mismo título de Scott Fitzgerald. Su camarada Tobey Maguire dispuso de un papel secundario. El artista estuvo nominado en los Globos de Oro de 2011 y 2012 al mejor actor por J. Edgar y al mejor actor de reparto por Django.
Desde que en 2007 adquiriera las memorias del agente de bolsa Jordan Belfort, DiCaprio estaba obcecado en llevar a la gran pantalla sus fraudes y sus excesos con el dinero, el sexo y las drogas. El intérprete habló con Scorsese y ambos produjeron El lobo de Wall Street (2013). También solicitó la orientación del propio Belfort. El resultado, el DiCaprio más obsceno, lascivo y soez. Todas sus habilidades más hiperbólicas al servicio de la comedia. Tan solo hay que visionar la secuencia de la arenga cuando sacan a bolsa la empresa de zapatos Steve Madden o la escena del vuelo a Suiza.
El lobo de Wall Street concursó por 5 categorías en los premios de la Academia, incluidos mejor actor y mejor director. Matthew McConaughey, que casualmente ejecutó un cameo en este largometraje, arrebató la estatuilla a Leonardo DiCaprio por su interpretación catártica en Dallas Buyers Club. Los Globos de Oro no suponían ningún inconveniente para el actor, ya que con El lobo de Wall Street registró su segundo galardón a la mejor a la actuación (esta vez, comedia). Pero el Óscar se le resistía.
And the Oscar goes to… Leonardo DiCaprio
Treinta y tres segundos transcurrieron desde que la actriz Julianne Moore pronunció su nombre hasta que Leonardo DiCaprio pudo declamar con el premio Óscar en su poder. En ese lapso de aclamación, nadie sabe qué discurrió la cabeza del mejor actor del año 2015. Quizás todo lo que tuvo que experimentar durante la filmación de El Renacido —nadar en ríos congelados o ingerir hígado de bisonte crudo—. Quizás todos los sacrificios que tuvo que acometer durante tanto tiempo para conseguir esos aplausos.
DiCaprio se encomendó al gurú de la cámara, Alejandro González Iñárritu, para narrar la odisea de Hugh Glass en medio de los más remotos, gélidos y salvajes parajes de los Estados Unidos de principios del siglo XIX. No fue un rodaje fácil. El actor se arrastró por el suelo, saboreó la tierra y mostró un rostro manchado de sangre. La intensidad de su expresividad y el dolor que transmite en El Renacido encumbraron a Leonardo DiCaprio entre los grandes. Ya puede procrastinar. O no.
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![]() ![]() Observo a las personas sin cesar, pienso por encima de mis posibilidades y solo hablo cuando tengo algo que aportar irónica o intelectualmente. Ante el documento en blanco, no sé si decantarme por los deportes, por el cine o por las series. Pero la realidad al final me empuja hacia los problemas sociales.
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