La Smart City de Salvador Allende
Isabel López//
Para el inventor, científico, músico y escritor estadounidense Ray Kurzuel en los próximos 100 años se avanzará lo mismo que en los últimos 50.000 de la historia. Según los entendidos, en temas de informática apenas se ha aprendido a hacer fuego: tras los ordenadores, Internet y los ‘smartphones’, ahora se habla ya de objetos conectados a Internet, ‘Big Data’ y ciudades inteligentes como próximo paso en la evolución tecnológica encabezada por pequeños creadores. Sin embargo, la idea de una ciudad que hace la vida más fácil a sus habitantes no es tan nueva como parece. El primer proyecto para informatizar una población se dio hace más de 40 años, en Chile.
El ex presidente chileno Salvador Allende llegó al poder en 1971 y en su equipo de gobierno incluyó a una gran cantidad de jóvenes. Su objetivo era modernizar Chile, hacerlo más avanzado tecnológicamente y usar dicha tecnología para ayudar a la población. Bajo esta premisa comenzó el que sería considerado el primer intento de crear una ‘Smart City’de la historia, el denominado proyecto SYNCO.
El primer paso del equipo de Allende para llevar al país a la vanguardia informática de la época fue contactar con Stafford Bear. Este científico británico había presentado en los años cincuenta la Teoría Cibernética y creado un modelo conceptual en el que las maquinas conectadas podían ayudar a tomar mejores decisiones ante determinados problemas o parámetros en una ecuación. Tras encontrarse con él, lograron convencerle y lo subcontrataron. Bear se mudó con ellos a Santiago de Chile y allí comenzaron a trabajar todos juntos en lo que sería conocido como proyecto SYNCO o Cybersyn. Consistía, nada más y nada menos, en conectar todas las fábricas del país para poder planificar con antelación como debía funcionar la producción, saber cuál era el estado de las carreteras y cómo estaban trabajando en las minas.
Para desempeñar una tarea informática de ese calibre compraron al gobierno americano, sorteando el boicot anticomunista, un computador IBM 360 que tenía menos de un mega de memoria. Con este ordenador y con máquinas telex pretendían que las distintas empresas públicas estuvieran conectadas por vía telefónica. Gracias a esta red de comunicación podrían mandar informes diarios sobre cómo se desarrollaba la producción, qué necesitaban y, también, recibir instrucciones desde el gobierno.Todo este gran despliegue tecnológico se iba a controlar en la capital desde una opsroom o sala de control que contaba con 7 sillas llenas de botones y pantallas que les permitían comunicarse con cada una de las fábricas en tiempo real.
Pero, pese al dinero y trabajo invertidos, la opsroom solo pudo usarse una vez durante una huelga organizada por la ultraderecha chilena ya que, cuando estaba a punto de ponerse en funcionamiento, el golpe de estado de Pinochet del 11 de septiembre de 1983 dio al traste con sus planes. Las tropas entraron en la casa presidencial y al ver la sala de control la destruyeron, por lo que no queda ningún resto hoy en día, solo testimonios gráficos. Sin embargo, incluso con su accidentado final, el proyecto SYNCO está considerado el primer intento de ‘Smart Cities’ y ‘Big data’ que hubo en el mundo.
Actualmente se han desarrollado otras ‘Smart Cities’, como la de Río de Janeiro, en la que se han invertido 14.000.000 de dólares para montar con IBM otra opsroom, una evolución de la que se hizo en su momento en Santiago de Chile. Los treinta operarios que trabajan en ella pueden controlar qué está pasando en la ciudad o predecir el tiempo y los atascos. Otra de estas ciudades inteligentes es (o más bien será) Masdar, un proyecto ubicado en Abu Dabi que no solo busca ser sostenible, sino también autoabastecerse de energías limpias y cuenta con la financiación de la ONG WWF.
Las ciudades inteligentes y el ‘Big Data’ han llegado para quedarse. Se están introduciendo poco a poco y son, según los expertos, una de las tecnologías con más proyección de futuro. Libelium es una ‘start up’ española que se dedica al Internet de las cosas (IoT) y, desde su centro operativo en Zaragoza, cuentan que «uno de los servicios que más interesan y nos solicitan ahora es la creación de ‘Smart Cities’. En 2020 la inversión tecnológica para convertir nuestras ciudades en inteligentes superará los 108 billones de dólares»

La informatización de las poblaciones supondrá poder aplicar soluciones para la monitorización de tráfico y del espacio libre de aparcamiento, la medición de niveles de ruido y polvo, la gestión de residuos urbanos, la iluminación para ahorro de costes energéticos y de otras infraestructuras básicas para edificios públicos y carreteras. Sin embargo, señalan que todavía queda mucho por hacer y que el desarrollo será «infinito y exponencial». Según esta empresa el IoT afectará a todos los mercados porque «cualquier proceso puede optimizarse si somos capaces de medir con sensores sus variables y enviar los datos a la nube» y desde la sede en Zaragoza comparan la revolución del IoT y las ‘Smart Cities’ con lo que supuso el acceso universal a los ordenadores personales, «todo cambió».
La revolución de los makers
Aunque las ciudades inteligentes, el ‘Big Data’ y el Internet de las cosas cada vez se desarrollan más, aún no han tenido impacto en el día a día de los ciudadanos. Sin embargo, sí puede verse su creciente influencia en los eventos tecnológicos. La Zaragoza Maker Show es uno de ellos y, año tras año, se encarga de reunir a expertos en tecnología, creadores y artilugios que parecen traídos del futuro en el edificio Etopía de Zaragoza. En esta ocasión entre los asistentes se encuentra Marc Pous, ingeniero informático y coorganizador de las comunidades de IoT de Barcelona y Munich. Este experto cree que serán los pequeños creadores de tecnología independientes, los denominados ‘makers’, los que encabezarán esta nueva etapa de la tecnológica.
Para Pous, la catástrofe natural que devastó la costa noroeste de Japón en 2011 es un buen ejemplo del papel tan importante que pueden llegar a tener los pequeños desarrolladores. Cuando un tsunami provocó la destrucción de la central termonuclear de Fukusima y uno de los reactores explotó, la radiación nuclear fue tal que llegó hasta la costa americana. El gobierno japonés se comprometió a informar a la población de la radiación y subía un PDF a su página web cada 24 horas. Mientras tanto, en Londres una empresa que tenía una plataforma libre dónde se podían consultar datos de sensores vio de repente que uno de ellos, situado en Osaka, recibió de golpe millones de visitas. Este sensor estaba en un laboratorio lejos de dónde había ocurrido el accidente, y los datos que aportaba eran irrelevantes. Sin embargo, esto les dio una idea: formar a los desarrolladores japoneses para crear sus propios sensores y que así pudiesen tener datos en tiempo real de los niveles de radiación. «La iniciativa tuvo tal éxito que al cabo de una semana tenían a casi 500 personas en Japón publicando datos en tiempo real en una aplicación móvil», explica Pous durante la charla. Además cuenta que la aventura no se quedó ahí, sino que siguió creciendo y pronto comenzaron a publicar otro tipo de información sobre las precipitaciones, la humedad o las temperaturas. Esto hizo posible que si llovía, se pudiera saber de dónde venía esa lluvia y si contenía radiación o no.

«Fueron los ciudadanos los que hicieron que se pudieran tener datos mucho mejores y eso me fascina porque hace 50 años eran 4 empresas las que controlaban la tecnología y hoy un grupo de chavales en un garaje puede ganarles en innovación», dice. Toda una revolución tecnológica y social que, según Pous, puede empezar en el garaje de cualquier ‘maker’.