La trata y el trato (a Edurne)
Ana Baquerizo//
La Eurocopa nos finiquitó antes de lo esperado. Con España eliminada, las discusiones son otras: que si el seleccionador actual, que si el seleccionador futuro, que si Casillas y Rambo que si el seleccionador y Casillas… o cualquier debate trivial que sirva para llenar las páginas de deportes, por lo menos hasta que empiecen los Juegos. Como periodista, le quitaría importancia diciendo que es lo típico en los medios de comunicación, si no fuera porque esta Eurocopa no ha tenido nada de típica.
A pocos días de empezar, nos enteramos de que la gran promesa de la portería, David De Gea, podría estar implicado en un episodio relacionado con un caso de trata de seres humanos. Qué sé yo si el futbolista pagó o no pagó al tal Torbe por organizar un encuentro sexual forzado de dos chicas con otros futbolistas, como asegura la testigo protegida —a la que la Policía Nacional otorga un «grado alto de credibilidad»—; de lo que estoy segura es de la negligencia ética de los periodistas sobre este tema. Puede que compartieran esa profunda preocupación, que inquietaba a algunos ministros en funciones como Fernández Díaz, por que el escándalo «en ningún caso afecte a la Selección»; o Méndez de Vigo, que nos invitaba a «no enredar».
Quizá por eso —o no, quién sabe— a la prensa solo le interesaba la continuidad o no del portero en Francia. Incluso, surgieron degeístas en las cabeceras importantes para hacer una defensa a ultranza de todo un poco. De los más sonados fue el caso de Rubén Amón que, en las páginas de opinión de El País, llamaba hipócritas a quienes dudaban del deportista, alegando que el asunto formaba parte de «sus libertades encima de la cama». En mi opinión, alguien tendría que haberle explicado que las “libertades” de la viscoelástica de De Gea, de Muniain o las mías acaban donde empiezan las de la otra persona. Pero eso no fue lo que más me llamó la atención, sino una cadena de argumentos torpemente engarzados, entre los que se encuentran que los deportistas «se representan a sí mismos» y que las «obligaciones éticas y morales en absoluto les competen».
Aunque, cuando de verdad tuve que pellizcarme, fue al leer en ABC la comparación entre la situación de De Gea y la de John Terry que, «en 2010 y con Fabio Capello como técnico, también dejó de ser capitán por un lío de faldas -tuvo una historia con la exmujer de Wayne Bridge, que era íntimo amigo suyo-. ‘No quiero comparaciones con otros casos ni meterme con unos para salvar a otros’, defiende Del Bosque». Parece, pues, que los “líos de faldas” comprenden desde el acostarse con una víctima de trata hasta enrollarse con una mujer divorciada.
Comparaciones incomparables a parte, es curioso que la peor parada fuera la novia del futbolista, Edurne. Para los mismos medios que De Gea “se limitó” a concertar el encuentro o es un escándalo que solo le “salpica”, Edurne tiene todo un “papelón”. Después del escarnio popular tuitero de rigor, el agravio comparativo fue más evidente que nunca en la web de El Mundo. Con cuatro horas de diferencia, publicaban sendos artículos sobre De Gea y Edurne. En el primero, se presentaba a un hombre fuerte contra las críticas, mientras sobre Edurne, destacaban la falta de apoyo hacia su novio, que quizá es quien «más apoyo necesite».
Me preocupa que estamos entendiendo mal el problema: no se trata de creer o no en la implicación de De Gea en un episodio concreto, sino de identificar qué es la trata. Es mezquino comparar la explotación sexual con otras anécdotas propias de la crónica rosa, tal y como lo es llamarlo “libertades encima de la cama” o enfilar a Edurne. Los medios de comunicación están colaborando con este despropósito cuando generan unos debates y eliminan otros —la “disfunción narcotizante” que apuntan los sociólogos Lazarsfeld y Merton—. Se podría hablar de que cada año hay, según la ONU, de 600.000 a 800.000 nuevas víctimas de trata con fines de explotación sexual. De que España es uno de los principales destinos. De que el cliente de prostitución puede estar alimentando, incluso sin saberlo, ese negocio inhumano. De que constituye una forma violencia contra las mujeres, que son el 95% de las víctimas.
Quiero pensar que algún día nos escandalizará pensar en el tratamiento informativo que se está dando a este caso, igual que hoy nos horroriza leer noticias antiguas que hablan de “crímenes pasionales” en vez de asesinatos machistas. Y que los periodistas vamos a dejar de llamar “prostitutas” a las víctimas de trata. Y que vamos a comprometernos para crear conciencia social y no señalar con el dedo a más Edurnes. Y que, dentro de unos años, quien esté implicado en la trata de seres humanos, por muy futbolista famoso que sea, no contará con la defensa incondicional del séquito periodístico de turno.
A mi me toco leer esa revista, donde Edurne habla acerca de lo sucedido con su novio.