La victoria de Goretti

Ana Baquerizo//

«Mi hijo me vio raparme el pelo en el baño y me preguntó por qué. Yo le dije que estaba malita, me iba a quedar sin pelo, y que cuando me recuperara, nos iríamos a la playa. Cuando vio que me salía el pelo me dijo: ‘ya falta poco para la playa, mamá’.

El nombre de Goretti Calvo (Zaragoza, 1983) se escribe junto al de tantas otras mujeres que, tras una fatigosa y larga andadura, han cruzado la meta del cáncer de mama victoriosas. Una victoria que es del cuerpo, pero también del espíritu. La reconozco en sus ojos oscuros y almendrados, en su cabello corto acomodado de lado sobre la frente, en la sonrisa que alumbra su rostro ovalado. Es apenas una muestra sinecdóquica de los 26.000 casos que se diagnostican cada año en España, según la Asociación Española Contra el Cáncer. Una cifra que es aun mayor en los países más desarrollados de Europa, Estados Unidos o Canadá.

Me recibe en la peluquería que lleva su nombre y el de su hermano. Seca a una, peina a otra, cobra al de más allá. Se mueve de un lado a otro mientras sigue la conversación con los clientes. Y sonríe. De padres peluqueros, empezó a peinar con dos años y medio y aún no ha parado. También fue precoz como emprendedora junto a su hermano Oliver: ambos fundaron Oliver y Goretti. Ella tenía 19 años; él, 21. Un negocio familiar que ha ido creciendo y que hoy da trabajo a otras cinco personas. Entre botes de laca, secadores y máquinas de permanente, cuenta con naturalidad cómo vivió la enfermedad que amargó el momento que debía ser el más dulce, los primeros meses de sus mellizas Cloe y Vega.

Cáncer de mama
Goretti junto a una de sus hijas.

«Los médicos dicen que no tengo nada genético y que pudo ser por el embarazo, por las hormonas», afirma. Las pequeñas cumplieron un año cuando estaba en el hospital. Allí lo celebró, en silla de ruedas, en una habitación que les dejaron para poder tener más intimidad. Lo recuerda con media sonrisa, como con cariño. «Me dolía más estar perdiéndome sus primeras palabras y sus primeros pasos que mi enfermedad», confiesa. Goretti llegó a pensar que sus hijas no la aceptarían como figura materna.

También pensó si contárselo a su hijo Kenzo, de tres años. «De pequeña, viví la historia de una chica con leucemia que yo veía sin pelo y me causó mucha impresión. No quería eso para mis hijos, aunque luego lo pensé mejor. ‘¿Se lo voy a ocultar? ¿Y si entran cuando estoy durmiendo y me ven sin peluca?’ Decidí que era un tontería. A mi hijo, que ya se enteraba de todo, le leí un cuento que me recomendaron en la Asociación y lo entendió». Goretti habla seguido, gesticula moviendo las manos. Parece orgullosa de su hijo mayor, que le dijo a su maestra que mamá estaba en el hospital porque tenía pupa en una teta. Parece orgullosa de sí misma, por haber conseguido la naturalidad necesaria para afrontar la situación: “Cuando llegaba a casa, me quitaba la peluca y mis hijas se la ponían para jugar, le decían el guau-guau«.

Hace tres años, Goretti estrenaba triple maternidad. También le detectaban carcinoma de grado tres y le esperaban tres operaciones. «Cuando me lo dijeron, que era para Navidades, colgué el teléfono y me puse a llorar delante de mis padres y mi marido. Nunca más lloré luego por mi enfermedad. Lloré porque murió mi prima, porque mi hijo se puso enfermo y cuando me aislaron porque tenía pulmonía y estaba muy débil».

Habla con devoción de su familia; de su padre y su hermano, que están en la peluquería. Se muestra cercana. Nombra a su prima, víctima de un cáncer de otro tipo, con la boca pequeña y los ojos brillosos. Dice que la dejó luchando sola.

No me imagino a Goretti derrumbada. Me provee de un optimismo constante. «Yo pensaba que era positiva… pero no hasta este punto. Nunca pregunté si tenía posibilidades de vivir, yo sabía que lo conseguiría. Mira, cuando entré en tratamiento y me dijo la oncóloga que en 10 ó 15 días se me tenía que caer el pelo, dije ‘pues nada, como lo tengo muy graso, así con la peluca no tendré que lavármelo tanto”. Eso le dije’. Y añade: “Igual te parece mentira, pero le dije eso. Me afectó más la pérdida de las pestañas o las cejas».

Cáncer de mama

Fue a comprarse una peluca para poder pasar desapercibida por la calle. «Es necesaria, me cueste lo que me cueste. Yo puedo hablar por mi experiencia, si sales con un pañuelo todo el mundo te mira, te señala como la chica que tiene cáncer», afirma arqueando las cejas. Pero las pelucas de cabello natural cuestan entre 1.200 y 1.300 euros. «Si el pelo es donado, ya no tienen que invertir el dinero del pelo, solo tratar y tejer. Se tarda seis semanas en conseguir una peluca». Sabe el valor que tiene la peluca para una persona que atraviesa la enfermedad, por eso Oliver y Goretti colabora en la donación de trenzas para la causa. Las iba acumulando en el cajón de un mueble, hasta que cedió por el peso que ejercía la solidaridad de sus clientas en forma de un centenar de trenzas de diferentes tonos. Hace un año, participó en una maratón de donaciones en la Plaza de Pilar de Zaragoza y ahora está pensando en hacer la suya propia.

La mirada de Goretti dice casi más que sus palabras. Es una mujer directa, poco amiga de la retórica del drama. El cáncer fue una etapa de su vida y, desde el principio, sabía que sería solo eso: “Cuando me dijeron que la última analítica me había salido todo bien, dije ‘no esperaba menos’. Ni volví a nacer, ni nada», dice tajante.

Vencer el cáncer supuso también retomar proyectos que había tenido que aplazar, como ampliar su peluquería: un local más grande, más céntrico, con espacio para un estudio de fotografía. Con una habitación por la que ya han pasado algunas mujeres con cáncer para que Goretti les arregle con mimo las nuevas pelucas a su gusto. El 9 de abril acudieron 400 personas a la inauguración de este local cuidado al detalle, con su logo -un elefante rosa, símbolo de los buenos augurios, que encandiló a Oliver en un viaje a Constantinopla- omnipresente.

Goretti continúa, junto a su hermano y el resto de la familia, la andadura de su vida. Caminó con dificultad algunos kilómetros, los superó y siguió sin quitarse los zapatos con los que dejó atrás esos 6 meses de lucha, 12 goteros y la duda de si podría volver a coger un secador.

Autora:
Ana Baquerizo foto Ana Baquerizo nombre

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Ciudadana del mundo, rebelde con -y por- muchas causas, fan de las historias de la gente corriente. Hace quince años, de mayor quería ser periodista. Ahora, además, soy activista por los derechos humanos y apasionada por los países del sur, aunque vivo en Londres.


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