Romper el cascarón para cumplir un sueño
La historia de un proyecto avícola maternofilial
Lara Martínez//
Conchi, Tania y Cristina son mujeres a las que no solo les une el vínculo familiar sino también su pasión por el mundo rural y la ganadería. Tres mujeres y cientos de gallinas se fusionan para proyectar un negocio innovador: El Huevito Azul, una granja de gallinas ecológicas en un pequeño pueblo que lucha por su repoblación.
-¿Cuál era la ilusión antes de comenzar el proyecto?
-Conchi: “He tenido gallinas desde siempre y mi pensamiento fue: tengo que seguir trabajando para montar una granja”.
Después de profusos días de intensas lluvias en Urriés (Aragón) por fin llega el sol. La plaza Mayor espera a la hora del almuerzo para inundarse de niños. Conchi Samitier, de 62 años y sus dos hijas, Cristina Clemente, de 35 años y Tania Clemente, de 34 años quedan en el hostal del pueblo para desayunar -como cada fin de semana-, y de paso, charlar.
Tras vivir muchos años en un pueblo de Navarra muy cercano a Pamplona, Imarcoain, decidieron cruzar la frontera para comenzar una nueva vida en dos pequeños pueblos de Aragón. Conchi, nacida en el pueblo lindante -Navardún-, fue la primera en llegar a la zona. Sin embargo, Cristina desembocó en Urriés tras vivir en Barcelona durante varios años: “queríamos vivir en un pueblo, teníamos a nuestra madre aquí. Barcelona era la selva antipersonas y antihumanidad”. Ella y su hermana Tania -también con vivienda en Urriés- decidieron regentar dos hostales, el “trampolín” perfecto que les llevó a la aldea. Después varios años y muchos altibajos emocionales dentro de la barra apostaron por conseguir la ilusión de vida de su madre: montar una granja de gallinas. Tanto la hostelería como la ganadería son trabajos muy esclavos, pero apuntan a que la diferencia está en las personas: “En la hostelería lo que te quema son las personas, no tienes reconocimiento por parte de nadie, en el campo trabajas para tu propia recompensa no solo económica sino también por tu satisfacción personal”.
En 2018 comenzaron con su proyecto. En Aragón, sigue habiendo un número muy bajo de mujeres titulares de tierras. Sin embargo, es una cifra que poco a poco se va incrementando gracias a las emprendedoras del mundo rural. Conchi, Tania y Cristina forman parte de las más de 10.000 mujeres titulares de tierras en Aragón y están entre las 6.000 mujeres que además son jefas de la explotación. En este caso, el olivar que acoge la granja está a nombre de las tres.
En la actualidad el porcentaje de mujeres en el mundo rural es bastante significativo. Solo en la provincia de Zaragoza representan casi un 48%. Pese a estar en alza, en el sector ganadero el porcentaje de mujeres es muy bajo, y más en concreto, en el ganado aviar estas representan solo un 11% en todo Aragón.
Urriés: una oportunidad para el emprendimiento rural
En el proyecto inicial, la granja de gallinas debía situarse en la zona de la Valdonsella (Altas Cinco Villas) por cercanía a sus respectivos hogares. Después del rechazo por parte de los propietarios de los terrenos en los que estaban interesadas, se les presentó una decisiva oportunidad. “Estuvimos dos meses sin encontrar terreno y había gente que con nosotras no quería hablar, solo con nuestro padre. Llegó Mª Carmen -propietaria de tierras en Urriés- y nos dio la oportunidad del terreno del olivar”. Al final decidieron que el lugar dónde querían formar la granja sería un olivar centenario, ya que reunía muchas de las características que tenían en mente: buenos accesos desde el pueblo, la belleza del lugar o sus favorables características.


El terreno escogido se sitúa en el término de Urriés. Esta villa se podría comparar con la gélida y boreal Laponia de Paco Cerdà en su libro Los últimos: voces la Laponia española (2017). Mientras que Cerdà refleja la realidad de 6000 municipios que poseen menos de 8 habitantes por kilometro cuadrado en la Serranía Celtibérica, Urriés -a pesar de su índice demográfico- representa una imagen más positiva en su proceso de repoblación. El pueblo se enmarca en la comarca de las Cinco Villas y más en concreto en la zona de la Valdonsella. En sus orígenes se pueden encontrar referencias con las tierras navarras ya que su fundador, Pedro Jordán de Urriés, seguía las órdenes del rey de Pamplona Sancho Garcés I en la reconquista del valle, en el año 921. El punto de referencia de Urriés es Pamplona, a 65 kilómetros, mientras que Zaragoza se encuentra a 133 kilómetros. Estos factores han propiciado que familias como la de Conchi establezcan sus lazos en Aragón.
En la actualidad Urriés posee 51 habitantes censados. Cristina buscaba huir de los 15000 habitantes por kilómetro cuadrado de Barcelona y se estableció en un lugar en el que hay 1,02 habitantes por kilómetro cuadrado. La pérdida de habitantes en este pueblo ha ido creciendo puesto que en décadas pasadas se han llegado a registrar más de 500 censados. Sin embargo, esta es una realidad que se da en un gran número de municipios de nuestro territorio. Gran parte de Aragón ha experimentado a lo largo del siglo XX un intenso proceso de despoblación, casi la mitad del territorio tiene una muy baja densidad demográfica debido a la intensa emigración a las ciudades. Y es que, los datos base del 2019 demuestran que, de los 731 municipios de Aragón, casi un 80% han perdido población en los últimos 18 años.
Después de este éxodo hacia las ciudades también se produjo el efecto contrario, personas como Tania, Cristina o Conchi decidieron dejar la vida más urbanita y desarrollar su proyecto de vida en el medio rural. Para Tania supone un aliciente montar tu propio negocio en el pueblo para “compaginar la vida profesional con la personal, algo que un trabajo normal no te permite”.
La ilusión de un proyecto: El Huevito Azul
El proyecto e ilusión de esta familia es formar una granja de gallinas ecológicas a pesar de las dificultades que conlleva. Andrés Velasco, perteneciente al Observatorio Europeo, expone que: “Estos productos agroalimentarios siguen siendo minoritarios por diferentes motivos: el carácter conservador de algunos ganaderos, los costes de transición de la explotación convencional a ecológica, por las dificultades de comercialización y por la falta de formación empresarial».
Todo comenzó por la construcción y adaptación del terreno a las gallinas, donde interviene la normativa específica del Gobierno de Aragón. Cristina relata que les “exigen tener vestuarios y baños con agua caliente a dos kilómetros de casa, y a la hora de la verdad, esto no sirve para nada”. De acuerdo con el BOA, deben disponer su granja para incorporar las aves cuanto antes. “La explotación debe contar con suministro de agua tanto para animales como para otros usos” y si se opta por un sistema de energía eléctrica, deberá tener la potencia suficiente. Una de las recomendaciones para este tipo de granja es la disposición de un terreno abierto y a poder ser que sea en arboledas -en su caso un olivar- porque así las gallinas se sentirán más protegidas. Así que, “todo el exterior del terreno deberá cubrirse con red de malla para evitar el acceso de pájaros”.


En los inicios del plan querían apostar por las gallinas camperas pero debido al tipo de granja que querían hacer, les recomendaron que optasen por las gallinas ecológicas. “Hoy en día las grandes empresas son camperas, está bastante más industrializado y es mucho menos sano. Nosotras vamos a tenerlas todas al aire libre y por eso nos dijeron que debían ser ecológicas”. Aragón es una de las comunidades autónomas que más huevos distribuye, un 14,8% de la producción nacional. Y es que, hay 56 granjas de gallinas en todo el territorio aragonés. El tipo de huevo más consumido es el huevo campero, sin embargo, la avicultura alternativa ha tenido una clara progresión en el sector hasta situarse en un 11% del consumo total. Según el Registro de Explotaciones Ganaderas en Aragón hay cinco granjas de producción de huevos ecológicos: tres en la provincia de Zaragoza , una situada en Monzón (Huesca) y otra en Teruel. La evolución de este tipo de gallinas se encuentra al alza, la tendencia empezó en 2016 y ha ido subiendo hasta registrarse en 2019 un censo de más de 625 mil gallinas ‘eco’.
“Nuestra idea es empezar con pocas gallinas y experimentar, ver cómo se adaptan al lugar, nosotras a las gallinas y entrar al mercado con poco huevo por si acaso”, aseguran. También quieren introducir los huevos azules de gallinas araucanas como un producto gourmet. Algunos estudios siembran la duda en relación con estos huevos. La OCU desmintió que estos huevos no llevasen colesterol, es más, manifestaron que contenían más colesterol que el resto. Sin embargo, el colesterol en el huevo depende de las prácticas alimentarias y no de la raza de la gallina. Entre las características de estos huevos destacan: una mayor concentración de carotenos -la yema es más amarillenta-, el contenido de proteínas es más alto y además, los huevos envejecen más despacio por la resistencia de la cáscara.
El olivar centenario que recoge más de una hectárea repleta de naturaleza y unas vistas insuperables, les da la oportunidad de dedicar una parte de la venta al aceite ecológico, así como elaborar un tercer producto: “vamos a hacer repostería con las yemitas”. Quieren explotar su terreno al máximo, Tania afirma: “Son productos residuo: el aceite del olivar lo tenemos ahí y debemos aprovecharlo, los huevos que sobren serán para la repostería, para alargarle la vida al huevo. A la gallina también queremos darle una segunda vida como carne ya que debemos cambiar las gallinas cada dos años”. Además, el proyecto incluye múltiples actividades relacionadas con el cliente. Por un lado, comentan opciones acerca del apadrinamiento de las gallinas. “Tú recibes las docenas de huevos equivalentes a la tasa que pagas al mes, puedes venir a ver la gallina y recoger tus huevos”. Asimismo, desean hacer talleres basados en educación ambiental con colegios y asociaciones para que el proyecto sea más rentable.

Todo este dinamismo forma parte del plan de negocio realizado para su proyecto, denominado como El Huevito Azul. Por el momento, han determinado que la mejor opción dentro del comercio es la venta directa al consumidor y a pequeños establecimientos. “Tenemos como punto de referencia la zona de Sangüesa (Navarra) y Noain -su zona natal-”. Las tres lo tienen claro “nos dirigimos a mercados agroalimentarios porque la producción va a ser a pequeña escala”. La idea en mente para su comercialización y que además ayuda a la hora de establecer un “precio razonable es vender una caja o huevera de 6 huevos: 2 huevos marrones, que son los que más se consumen, 2 huevos blancos y 2 huevos azules -los de mayor precio-. De momento en la granja entrarán 500 gallinas y al final tienen que ser de 3000 para arriba para que el proyecto sea rentable”. La construcción de la granja forma parte de su trabajo y por eso, pueden ir adaptando el terreno a lo que les interesa pensando en el futuro: “La idea es si todo va bien hacer otras granjas, ampliación de terrenos en otros lugares de la zona con las mismas condiciones: construyendo todo nosotras y las gallinas en libertad”.

Para llegar a fijar el proyecto y establecer ese plan de viabilidad, confiesan que han tenido que pasar por un largo proceso de formación que ha consistido en: la documentación de Internet, la asistencia a cursos impartidos por parte de ganaderos del sector, la insistencia en las ventanillas haciendo “mil preguntas” y la fórmula ensayo-error.
Un camino lleno de obstáculos
Conchi, Tania y Cristina se han encontrado con diversos problemas durante el desarrollo de la granja. En primer lugar, por la mano de obra. Conchi relata: “Vamos a trabajar y nos pegamos una gran paliza. El día que hay que hacer algo fuerte llamamos a alguien para que nos ayude”. Aquí se cruza la segunda variable: el dinero, y por consiguiente, la falta de financiación. “No tenemos dinero para contratar a una persona y pagarle 3000 euros por poner pladur”. Aseguran que han pedido varias veces las subvenciones pero no han recibido nada. Han cobrado un préstamo ICO muy “justito” que salió a raíz de la pandemia, pero tras cuatro años desde su comienzo no han percibido nada más. Desde el Gobierno de Aragón exponen que “la solicitud de ayudas por parte de mujeres se concentra en la franja de 36 a 40 años de edad y una vez se solicitó, más del 48% de ellas se comprometieron a recibir formación tras la concesión de la ayuda”. Las subvenciones de emprendimiento por ser mujeres rurales las reclamaron en dos ocasiones y ambas fueron rechazadas por no tener actividad y no estar dadas de alta en la Asociación de Artesanos de Aragón; por lo que converge una tercera variable: la falta de información. “Las tres hemos tenido una empresa tanto de hostelería como de carpintería metálica y no hacía falta tanto papeleo, es más la actividad a la que nos dirigimos”. Sin embargo, han intentado acudir a profesionales del sector en Navarra y no han encontrado a nadie que les quiera ayudar debido a su especificidad. “La ganadería y la agricultura funcionan de forma diferente a todos los sectores”.
El error les ha llevado al acierto. “Cuando vimos que nuestro asesor no hacía nada, buscamos. Hemos encontrado gente como, por ejemplo, los de UAGA. Ellos te asesoran y tú rellenas los papeles y pides las ayudas”. Confiesan que han percibido los machismos del sector agrícola y ganadero, y es que, cuando hablaban con el asesor aseguran que no les hacía caso y decía “ya te lo voy a mirar, pero no miraba nada y mandaba papeles que no debía”. Entre ellas comentan que cuando acudieron a la OCA de Sos del Rey Católico, les “trataron de tontas y mandaron unas solicitudes que no tenían que mandar”. Confiesan que hay una gran diferencia en el trato por parte de hombres y de mujeres. Les ha ocurrido en varias ocasiones por lo que han tomado una importante decisión: “vamos a pedir ayuda de mujeres que nos asesoren”. Ellas creen que se trata de un problema relacionado con la conservaduría del sector, la gente piensa “es un tema de hombres, nos vamos a meter a un campo y no tenemos ni idea”. Tania asegura que los comentarios de la gente te van quemando, “yo soy capaz de hacerlo, si en vez de tres semanas me cuesta una voy a pedir ayuda, no como mujer sino ya como persona”.

Cada día estas tres mujeres superan los obstáculos y sin miedo a que el proyecto no salga bien se proponen un nuevo objetivo: dar la cara y adentrarse en el mundo de las redes sociales para seguir creciendo. La plaza del pueblo comienza a llenarse de niños, lo que significa que se termina la hora del café madrugador y el ‘palique’. Es hora de disfrutar del fin de semana y el trabajo, para el lunes.
Este reportaje pertenece al Proyecto de investigación: 2020/0480, ESTUDIO DE LA SITUACIÓN DEL MUNDO RURAL ARAGONÉS DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO, AÑO 2020, financiado por la Diputación General de Aragón (DGA) subvencionado por el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.