Los hijos de Hollywood: el arte de aprender a desfilar antes que a sumar
Sofía Garicano//
El mundo de la moda está en continuo cambio. Cada temporada, los diseñadores buscan nuevas influencias en los lugares más inhóspitos. ¿La última fuente de inspiración? Los niños modelo, retoños de grandes estrellas de Hollywood que han atraído la atención de las mejores firmas gracias a su tirón mediático.
Que los diseñadores busquen casi siempre cuerpos de infarto y alturas de vértigo para lucir sus prendas no es un secreto para nadie. Y digo casi siempre porque en ocasiones especiales, cuando el sonido de la crítica afilando sus cuchillos es perceptible a kilómetros de distancia, los modistos deciden romper estos cánones supuestamente concienciados de la diversidad de la belleza humana.
También es una realidad que, cuanto más próximo sea el año de nacimiento del maniquí al número 2000, mejor que mejor. Aquel eslogan de Adolfo Domínguez que proclamaba la arruga es bella, y que dio la vuelta al mundo en 1978, ha quedado en el olvido. Las arrugas tienen un pase para las prendas de lino, pero no para los rostros de los embajadores de la moda de todo el mundo, querido Adolfo. Y si lo tienen, es para anunciar cremas anti-edad.
La imagen de una incombustible Carmen Dell’Orefice desfilando de la mano del John Galliano de los tiempos de Dior –y posteriormente para Jean Paul Gaultier- con sus casi 70 años fue solo un espejismo. La nueva generación de tops tiene tres cosas en común: son guapos, mediáticos y han logrado triunfar antes de los 20. Karlie Kloss, Barbara Palvin o Cara Delevingne son algunos miembros de este selecto grupo que ha conseguido conquistar las pasarelas de medio mundo.
Últimamente, sin embargo, ha surgido una tendencia que ha provocado que los objetivos de las cámaras busquen un perfil distinto al del joven maniquí convencional. Hablamos de los niños modelo, retoños de grandes estrellas de Hollywood o del mundo de la farándula que han atraído la atención de las grandes firmas por su tirón mediático. Uno de los ejemplos más claros es el de la familia Beckham.
A finales de 2012, Romeo, el mediano del clan, decidió seguir los pasos de papá y mamá, que también hicieron sus pinitos en el mundo del modelaje. Enfundado en una gabardina y paraguas en mano, posó sonriente para la campaña primavera-verano de Burberry. Los medios de comunicación llevaban años detrás de los estilismos de este mini gentleman y Burberry supo aprovechar esta creciente popularidad para publicitar su sello.
Romeo no es el único en la familia en ser reclamado por las grandes marcas. Hace unas semanas, durante la Fashion Week de Nueva York, la benjamina de los Beckham atrajo todos los flashes durante el desfile de la firma de su madre, Victoria Beckham. Con los antecedentes de esta familia, era solo cuestión de tiempo que a la pequeña Harper, que cumplirá 4 años el próximo mes de julio, le lloviesen las ofertas en la industria de la moda. Según la sección de estilo del Telegraph, las propuestas de trabajo podrían superar los 30 millones de libras, aunque por el momento sus padres las han rechazado, con el argumento de que Harper es aún demasiado joven.
Los menores no solo triunfan en las portadas de las revistas: las cámaras persiguen también su street style en el día a día. Willow, la hija pequeña del actor Will Smith, es muestra de ello: sus looks y sus peinados imposibles son retratados allá donde va. En 2011 la revista Vogue le concedió el título de ídolo americano junto a celebridades de la talla de Michelle Obama y Katy Perry. Un título nada desdeñable si tenemos en cuenta que entonces tenía 10 años.
Los estilismos de Blue Ivy, hija de Beyoncé y Jay Z, o North West, hija de Kanye West y Kim Kardashian, también son reclamos constantes de los editoriales de moda. Alia Wang, la sobrina de 6 años del diseñador Alexander Wang, hace años que acapara las redes sociales con su sobrio estilismo. Casi siempre vestida de negro con prendas firmadas por Wang, que combina con un gracioso bolsito de Chanel de 3.000 euros, Alia es la reina indiscutible de los desfiles de su tío.
No obstante, si hablamos de hijos de famosos que causan verdadera obsesión en el mundo de las tendencias xs, la ganadora indiscutible es Suri Cruise. A la entrada del colegio, a la salida, durante sus actividades extraescolares, en sus vacaciones de verano…los paparazzi siempre están alerta para capturar sus estilismos.
De Suri se conoce su pasión por los zapatos: posee más de 200 pares que superan los 150 mil dólares. No obstante, no es gran cosa si se compara con su vestuario, que está valorado en más de 3 millones de dólares. Su madre, Katie Holmes, ha llegado a pedir a las firmas que dejen de regalar a la pequeña prendas y complementos. A pesar de haber protagonizado varias polémicas por aparecer en público maquillada y con tacones, Suri sigue llamando la atención con sus impecables looks y sus intachables modales ante las cámaras. Tiene 8 años, pero sus estilismos causan más expectación que los de it-girls de la talla de Olivia Palermo o Alexa Chung.
Karl Lagerfeld, el hombre de acero, también ha sucumbido a los encantos de estos mini modelos. Parece que el director creativo de Chanel no solo siente debilidad por su gata Choupette, sino que a veces también muestra algo de empatía por los seres humanos. Hudson Kroening es el afortunado que ha logrado atraer las atenciones del káiser. No sólo ha adquirido el derecho de dirigirse a Lagerfeld como tío Karl, sino que con solo 6 años es un habitual en los desfiles de la marca.
Hudson debutó en las pasarelas en 2010 de la mano de su padre, el top Brad Kroening. Hasta Lagerfeld se ablandó con la imagen del pequeño luciendo las prendas de su colección y se dedicó a fotografiarlo con su iPad como lo haría un abuelo orgulloso. Cuatro años y varios desfiles y campañas después, Hudson tiene a la crítica metida en el bolsillo. Su padre, modelo fetiche del diseñador, controla su alimentación con mano férrea y asegura que nunca le ha dado a probar chucherías ni comida basura. Parece ser que hasta para los niños de 6 años existe un criterio que impone el peso ideal.
Polémica en las campañas
Está claro que las mini celebrities atraen todas las miradas, pero quizás no siempre sean la opción más adecuada para ilustrar campañas publicitarias. Los diseñadores en ocasiones olvidan que, aunque sean figuras conocidas y mediáticas, no dejan de ser menores de edad.
En el año 2011, Marc Jacobs levantó la polémica con una publicidad de su perfume Oh, Lola!, en la que la actriz Dakota Fanning, que entonces contaba 17 primaveras aparecía en una posición calificada de sugerente y provocativa. La campaña fue prohibida en el Reino Unido por considerar que se estaba sexualizando la imagen de una menor.
Pero no fue la única. Thylane Blondeau, hija del jugador de fútbol Patrick Blondeau y de la diseñadora de moda Veronika Loubry, protagonizó una polémica sesión de fotos para Vogue París en la que, al igual que Dakota, aparecía retratada en posiciones demasiado sugerentes para una niña de 10 años.
Para evitar situaciones de este tipo, el estado de Nueva York promulgó en 2013 una legislación para proteger a los menores de los abusos de la industria de la moda. La normativa proponía una limitación de las horas de trabajo, la garantía de que el 15 por ciento de los ingresos de los menores fuese transferido a una cuenta bloqueada hasta sus 18 años y la obligación de no perder más de tres días consecutivos de escuela sin la supervisión de un tutor, entre otras medidas.
La obsesión de los diseñadores y los medios de comunicación con estos jóvenes trendsetters es una traba que impide que puedan disfrutar de su infancia como un niño más. El mayor problema es que en el mundo del “famoseo” muchas veces son los padres los que animan a los pequeños a estar pendientes de su aspecto.
Cuando echo la vista atrás, aún recuerdo aquellos días fatídicos señalados en el calendario con no importa qué evento familiar. Yo aún no llegaba sin ponerme de puntillas al cajón de los cubiertos y aun así mi madre me miraba muy seria y me decía: “Procura no mancharte ni estropear el vestido. Hoy tienes que ser una niña modelo”. Y yo, con gran pesar, me resignaba a pasar varias horas sin correr, saltar, o arrastrarme por el suelo para arrancar margaritas o buscar insectos.
Llegados a este punto me planteo lo siguiente: cambiemos mi vestido de Zara de 50 euros por un Gucci de 500. La comunión de mi primo Rubén por todos y cada uno de los días del año. Y el ojo escrutador de mis tías paternas por una horda de fotógrafos incansables. Puede que yo no tuviese un armario valorado en 3 millones de dólares, pero sí una fila interminable de vaqueros remendados con parches. De hecho, aún no he decidido si me gustaban más las sonrisas que me regalaban los personajes de Disney desde mis rodillas o lo mucho que me había divertido haciendo los agujeros que cubrían. Lo que sí que sé es que viví una infancia libre de preocupaciones en cuanto a mi altura, peso o mi forma de vestir. Una infancia libre de medidas perfectas. Y eso, en el mundo lleno de convenciones sociales de los adultos, es el mejor regalo que un niño puede recibir.