Los restos sobrevivientes de la Milla Digital
Paz Pérez//
La Milla Digital aún mantiene en pie los edificios en los que se puso la esperanza de convertir a Zaragoza en un referente cultural y tecnológico y promover la economía. No todos los edificios consiguieron su objetivo y muchos quedaron en la lista de los fracasos políticos. Los que sobreviven hoy son los restos de una especie de Frankestein público que funciona con un espíritu privado.
Quizá haya quedado desdibujado ya en la memoria de muchos un proyecto propuesto en 2003 por el entonces alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, llamado Milla Digital. Era un proyecto en colaboración con el Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT) y del Fraunhofer Gesellschaft y buscaba ser un polo de atracción de empresas de la economía del conocimiento a través de la creación de diferentes edificios que potenciasen el valor urbanístico, cultural y tecnológico de la ciudad. Las construcciones se realizaron en torno a las estaciones de Delicias y el Portillo y fueron promovidas por Zaragoza Alta Velocidad (ZAV), sociedad pública participada por el ayuntamiento, la DGA y el Ministerio de Fomento. Alguno de los edificios que forman aún parte de este proyecto son el centro de Arte y Tecnología Etopía y el Centro de Incubación Empresarial (CIEM); también se promovió lo que ahora se conoce como Zaragoza Wifi o la construcción del barrio del AVE.
Se redactó el plan director, se elaboraron estudios, se constituyó un comité internacional de expertos, se firmaron convenios de colaboración, se incorporó al planeamiento una ordenanza para fijar las aplicaciones tecnológicas de las futuras viviendas, se diseñaron prototipos de mobiliario urbano, se participó en congresos, se hicieron viajes… Incluso el Museo de la Milla Digital y el Centro de Arte y Tecnología Etopía entraron en las líneas de crédito del plan Avanza del Ministerio de Industria, con 27 millones de euros. Todo esto llevó años y no fue hasta el 2012 cuando se terminó la construcción del Centro de Arte y Tecnología. Su puesta en marcha conllevó muchos debates sobre el modo de gestión del espacio, que terminó por ser una gestión híbrida entre lo público y lo privado. En el caso del coworking, que se puso en marcha por primera vez en abril de 2014, se externalizó el servicio cayendo en manos de la empresa Hiberus Tecnología, perteneciente al Grupo Heraldo y cuyo presidente es Ricardo Mur, el mismo que está al frente de la Confederación de Empresarios de Aragón (CEA). Mur ha ejercido cargos públicos: ha sido presidente provincial de nuevas generaciones del PP entre 1993 y 1996 y fue concejal en el Ayuntamiento de Zaragoza con Luisa Fernanda Rudi en 1995. En el año 2000 fue teniente de alcalde de Economía y Hacienda. Once años después, fundó la empresa Hiberus. Por su parte, la licitación por cuatro años tuvo un coste de 48.000 euros. Además, la empresa Hiberus ha licitado desde 2012, «siete contratos públicos más, de los que ha obtenido cinco.

Según las cláusulas técnicas del contrato, el objetivo de desarrollar un coworking en este espacio era “crear un modelo de innovación abierta” en el que emprendedores, creadores, ciudadanos, empresas e investigadores trabajaran juntos para “generar riqueza, empleo y conocimiento con el que afrontar los desafíos urbanos en la era digital”. Para cumplir este objetivo, La Terminal, además de alquilar un espacio que oscila entre los 100 euros –para los ocupantes de las mesas de trabajo- y los 250 euros – para las empresas que ocupan los despachos-, cuentan con una oferta de programas de formación de 30 horas que rondan los 100 euros en los que colabora Obra Social IberCaja.
Además, para facilitar el éxito a las nuevas empresas, los emprendedores allí alojados tienen acceso a asesoría jurídica y legal. Una vez al mes pueden presentar dudas de todo tipo a una consultora. En total, en este espacio trabajan 120 personas, 25 de ellos coworkers independientes y el resto pertenecientes a alguna de las 20 empresas que funcionan en La Terminal.
Otro de los edificios supervivientes del proyecto la Milla Digital es el CIEM, que también alberga un coworking, cuya labor es la de acoger a emprendedores dedicados a los sectores de la comunicación, las nuevas tecnologías y la eficiencia energética. En el tiempo que lleva en marcha el espacio de coworking, unos 30 emprendedores han pasado por sus mesas, pagando un precio de 94 euros al mes por persona.
Este servicio se adjudicó a la empresa Init Services for Social Innovation, que también trató de hacerse con el contrato de La Terminal en 2014. Finalmente, logró el de este edificio en febrero de 2016. El beneficio estimado de este contrato es de 200.000 euros, y la adjudicación se produjo por 48.000 euros por una duración de cuatro años con posibilidad de prorroga. A esta misma empresa se le adjudicó la Extensión de los servicios del centro de incubación empresarial Milla Digital a la Torre Delicias, en junio de 2013, dos meses después de la creación de Init Sevices, por un valor de 1.000 euros a través de un proceso cerrado.
Este edificio, que costó algo más de cinco millones de euros, terminó de construirse en el año 2011, aunque no fue hasta 2012 cuando se puso en marcha. La empresa a la que se le adjudicó inicialmente fue Miari Iniciativas Creativas. Ambas empresas comparten al mismo apoderado, Juan Luis Saez de Ocáriz Fernández. La licitación para la Explotación del centro de incubación empresarial Milla Digital Edificio Cero Emisiones fue por un valor de 36.000 euros por cuatro años no prorrogables. El apoderado de ambas empresas fue accionista de la empresa Abósolo, cuyos directivos fueron condenados en 1994 por favorecer en unas oposiciones públicas a opositores del entorno socialista y de la UGT.
Tras una inversión pública millonaria en nuevos edificios y tras complicados procesos para poner en marcha el proyecto, finalmente, se decidió que el último paso y, en apariencia, el más sencillo, dar vida a los proyectos en los que se había trabajado tanto desde el sector público, se dejaría en mano de las empresas privadas. Un edificio como el CIEM, en el que el propio Ayuntamiento en la oferta de licitación estima un beneficio bruto de 200.000 euros y tras una inversión de cinco millones de euros en su construcción, es cedido por 12.000 euros anuales.
Puede que esta decisión responda a una nueva forma de entender los servicios públicos, en la que es preferible delegarlos a hacerse cargo de los mismos. Los restos sobrevivientes de la Milla Digital quizá mantienen vivo el espíritu de quien ideó una ciudad que albergara nuevos modelos de negocio, edificios sostenibles y centros en los que se potenciara la cultura. Pero también quizá el precio fue demasiado alto para el valor que se le dio años después.
Autora:
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![]() Periodista, poeta y viajera. No sé si por ese orden. Estudié periodismo para dedicarme a descubrir, comprender y cuestionar un mundo que me apasiona y decepciona al mismo tiempo. Soy la contradicción hecha persona. Un manojo de dudas existenciales que suelo resolver escribiendo en hojas sueltas planes que nunca sigo.
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