Masculinidad, patrones y explotados: Un análisis de “El Buen Patrón”

Marta Ara y Nerea Gómez//

La precariedad laboral, la violencia de género y la pobreza son algunos de los temas más recurrentes del cine social español. Muestra realidades que en el cine comercial no aparecen para dar visibilidad a aspectos cotidianos que parecen invisibles a ojos de muchos. El Buen Patrón ha conseguido colarse entre el cine social para mostrarnos la cara más cruda y quizá más real del mundo laboral.

Películas como Te doy mis ojos de Icíar Bollaín, Los lunes al sol de Fernando León de Aranoa o Techo y comida de Juan Miguel del Castillo, han marcado un camino de denuncia y han puesto de manifiesto los problemas del ser humano en la España del siglo XXI. 

20 años después de Los lunes al sol, León de Aranoa muestra la cara B de aquella historia. Bardem cambia de obrero en paro a jefe de una empresa, esconde su despotismo en una fachada de jefe bueno y humanitario. El Buen patrón narra la historia de Julio Blanco, jefe de una empresa de balanzas finalista para recibir un premio a la excelencia profesional. Esto conlleva la visita a la fábrica de una comisión que evaluará el trabajo de su compañía. Como consecuencia le hará lidiar con clásicos de la vida empresarial, conflictos laborales y personales que aparecen entremezclados. 

Es una mirada a un modelo económico que no ha cambiado nada, contada desde la perspectiva del empresario. Refleja una clase trabajadora que debe la obediencia total al jefe, lo que supone la derrota de la lucha de clases para la gloria del individualismo. 

El beneficio de la empresa por encima de todo

El personaje de Blanco no responde a un estereotipo de jefe ridículo, sino que es un tipo amable, cuyo problema es su forma de pensar. Un pensamiento capitalista y egoísta que se refleja en “todo vale por mi empresa”. Rompe con amistades inquebrantables, que resultan relaciones de poder. Es el caso de Miralles. Tras 22 años trabajando juntos, Blanco decide despedirle por su incapacidad de separar lo personal de lo profesional ante la inminente visita de la comisión. Relativiza enemistades, ya que tras el despido coloca en su puesto a Khaled, el único trabajador que podría enfrentarse a él. Un marroquí responsable del área de logística que se convierte en responsable de producción para dotar de multiculturalidad a la empresa ante la visita. Todo ello por el beneficio de la empresa bajo un concepto de justicia difuminado.

Sin embargo, el drama de la historia se desarrolla con José. Víctima de una reducción de plantilla se ve obligado a acampar en la entrada a la fábrica para exigir justicia y su readmisión. Ningún compañero se une a su causa por temor a sumarse a la lista de despidos. Su presencia compromete la obtención del premio por parte de la empresa, lo que obliga a Blanco a recurrir a cualquier cosa para sacarle de allí. De forma indirecta, muestra la corrupción que hay en los medios de comunicación y el poder político al llamar por teléfono al dueño del periódico donde trabaja el periodista que ha entrevistado a José. Le pide que no aparezca la entrevista, ya que está a la espera de recibir un premio. Lo mismo ocurre con el presidente, a quien recurre para echar a José de la entrada de su fábrica. Ante la negativa de abandonar la lucha, Blanco ofrece a José el doble de indemnización. Un dinero que no compra la soledad ni la insatisfacción, por lo que decide no aceptarlo.

El Buen patrón

Esta película muestra los rasgos del hombre que no se debe ser y de un modelo económico, productivo y laboral que se debería superar. Una actitud paternalista de alguien que, por el hecho de ser jefe, se siente con la moral de opinar e influir sobre la vida de sus trabajadores. Sin embargo, Blanco no ha tenido más mérito que heredar la fábrica de su padre.

“Se trata de educar la balanza para que la medida sea exacta”, un lema del padre de Blanco que bien refleja lo que ocurre en la fábrica hoy en día. Hacer todo lo posible para que las cosas salgan tal y como el jefe quiere a costa de sus trabajadores. Durante toda la película intenta compensar una báscula imposible de calibrar, ya que la línea perfecta no existe.

Esta idea se refleja en la escena final donde la balanza de la entrada a la fábrica se mantiene equilibrada gracias a una bala colocada debajo de uno de los platos. 

La figura del patrón como dueño y señor de sus trabajadores.

En el siglo XXI, y aunque suene difícil de creer, sigue existiendo lo que consideramos la figura de un buen padre de familia, refiriéndose a lo que se entiende como un comportamiento adecuado. Ese paradigma del sujeto patriarcal androcentrista de la representación del varón como eje del universo.  Vaya, qué sorpresa.  Una figura que provee y sustenta a la familia, es representante de la justicia y mantiene un equilibrio del poder.  Un guiño muy adecuado para nuestro querido personaje, el cual es dueño de una empresa de balanzas. Este personaje no tiene otro mérito que el de haber nacido en una dinastía extensa de varones poseedores de grandes riquezas y con ello se le ha otorgado un estatus privilegiado.

Julio Blanco, el personaje que interpreta Javier Bardem, encarna la figura del típico dueño y jefe que podemos encontrarnos en una empresa. Paternalista, gracioso, campechano, empático, mezquino, maquiavélico, que se da de culto e inteligente y es obsesivo. Todas estas facetas encarnadas por un solo personaje, las cuales vemos desarrollar a lo largo de la película.

El Buen patrón

Bardem ha conseguido construir un personaje en base a todos los estereotipos de jefes que podemos ver en nuestra sociedad, sacando a relucir al unísono cada uno de los rasgos más característicos de dichas personalidades. Pero esto hace preguntarnos, ¿realmente es el personaje el que evoluciona o es nuestra visión la que cambia a medida que la película avanza?

Lo que empieza siendo como una “familia” feliz, término que utiliza nuestro Don Blanco para referirse a sus trabajadores, muestra a un jefe bien acostumbrado y de gran poder que busca con gran ansia un nuevo galardón con el que decorar su pared.  Esa obsesión no solo provoca que a nuestro gran “señor” se le caiga la máscara, sino que vemos realmente la importancia que le da a sus trabajadores. Este sueño por alcanzar este galardón y una serie de coincidencias ponen en peligro el trabajo y la producción en la fábrica. Lo que provocará que el empresario intente “salvar” como sea la situación.

El guion de Aranoa se mantiene fiel a su línea social respecto a la figura del hombre, pero, ¿qué ocurre con las mujeres? No hace falta decir que la película carece de una perspectiva de género, tal y como se menciona en el artículo de Pikara Magazine, y por ello precisa de cualquier clave que pueda introducir, a través de la comedia, una mirada más analítica de las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres.  La película, aunque crítica y rompedora en torno a lo laboral, muestra una representación de los personajes de las mujeres que deja mucho que desear.

La escasa aparición de la mujer en la película es lo primero que llama la atención y los pocos personajes que muestran están obsoletos y estereotipados. Por un lado, tenemos a las becarias. Inocentes, jóvenes, con una belleza espectacular que llegan a la empresa y captan el ojo de Blanco. Se introduce la primera relación entre un hombre y una mujer, la típica y arcaica relación entre un jefe y una becaria (por supuesto fuera del matrimonio, para darle más emoción). Todo muy revolucionario.  Una de ellas, encarnada por Almudena Amor, es la única que parece constar de una historia propia.  Con su pérfida mirada, logra conquistar a nuestro “inocente” jefe, el cual cae en sus redes sin ningún tipo de resistencia. Incluso podemos percatarnos de una escena en la que las becarias se mesan en una báscula como si fueran ganado, un perfil que muestra el concepto que muchos hombres como Julio tienen de sus empleadas.

Tras conseguir un récord histórico con 20 candidaturas en los premios Goya, y obtener 6 de ellos, se posiciona como una de las mejores películas del siglo XXI. Quizá dos horas de metraje sean demasiadas para contar una historia de individualismo puro, incluso escueto para el desarrollo de algunas tramas. Pero de lo que no hay duda es que muestra un retrato de la España en la que nos hemos convertido. Con un toque de tragedia y humor, se promueve esa incitación al cambio además de abrir el debate de si todo vale por prestigio y dinero. 

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