Muhammad Ali vs Alfredo Evangelista, la derrota más dulce de El Lince de Montevideo
Kiko J. Sánchez//
Esta noche ha fallecido una leyenda. Muhammad Ali se apagó a los 74 años tras tres décadas de lucha contra el Parkinson. Como Cassius Clay coló su imagen en la portada de los libros de historia del boxeo; como Ali fue un altavoz para la lucha de los excluidos y los inocentes. Tres veces campeón del mundo de pesos pesados y apodado como “El más grande”, solo una vez en su carrera fueron los puntos y no el KO los que decidieron su victoria. Aquel 16 de mayo de 1977 se enfrentó con el púgil uruguayo Alfredo Evangelista que se mantuvo sobre el ring todos los asaltos del combate. Una hazaña increíble que marcó la vida de “El Lince de Montevideo”. Hoy, como homenaje a Ali, recuperamos esta charla con el boxeador uruguayo.
Alfredo Evangelista (Montevideo, 1954) es una leyenda. Una leyenda extraña forjada en una derrota. Poco difiere de aquel muchacho de 23 años que, en una de las veladas históricas del boxeo de todos los tiempos, aguantó, de pie, 15 asaltos al gran Muhammad Ali y perdió por puntos. Ya no luce la media melena beatle de la época, pero aún conserva su sonrisa sincera de oreja a oreja y unos ojos pequeños y brillantes en su rostro sin una gota de fiereza.
Su historia es la de tantos otros boxeadores, demasiados claroscuros: infancia difícil, fama, dinero, fiestas, droga, cárcel… Una mezcla que se llevó a algunos compañeros. Pero el Lince de Montevideo es un superviviente que hoy lleva una vida anónima, tranquila y feliz.
Evangelista se crío en Villa Española, un barrio humilde de la capital uruguaya. Siendo un niño, los militares tomaron el poder y la situación del país empeoró. “En Uruguay se vivía muy bien, después los militares dieron un golpe de estado y empezó a haber problemas de trabajo, mucha miseria y esas cosas. No había para comer en casa”. Entonces su padre, Vicente Roque Evangelista, inició un viaje en busca del dinero que les faltaba. “Mi padre se fue a Estados Unidos, eran tiempos en que allí se ganaba mucho. Como éramos pobres, él se fue a dedo: de Uruguay a Argentina, de Argentina a Chile… Pero no pudo llegar. Y así estuvo cinco o seis años hasta que le perdimos la pista. Me había quedado solo con mi madre y mis dos hermanos y tuve que dejar el colegio en cuarto curso y ponerme a trabajar. A llevar el mando de la casa por ser el mayor”. Evangelista trabajó de mozo de carga, lechero, pintor…, pequeños trabajos que compaginó con sus primeros golpes en el ring.
Pero, antes de irse, su padre le había hecho jurar que cumpliría su sueño: subir a un ring al menos una vez, para probar. No moriría tranquilo si no sabía que se había puesto los guantes al menos una vez. “Él iba al gimnasio a entrenarse, a ponerse en forma, el boxeo siempre le gustó. Lo que pasa es que tenía un problema: tenía una pierna más corta que otra. Era cojo. Y a raíz de ahí me empezó a inculcar a mí el boxeo. Me llevaba, yo no quería, era un chaval jovencito de 11 años. Y me decía: ‘Vamos al boxeo’. Y yo: ‘No papa, yo me quiero ir a jugar’. ‘No, tú te vienes conmigo, tú te vienes conmigo…’. Y así fue. Empecé poco a poco, hasta que me entró el gusanillo y empecé en el boxeo”.
Y el joven Alfredo, el Pequeño Clay, se fue haciendo un nombre en los gimnasios. Su nombre que llegó a oídos del ex boxeador cubano Kid Tunero, que le trajo a España. “Kid Tunero, a un amigo de Uruguay, Hortensio Gularte, le pedía por carta si sabía de un boxeador con cualidades, que fuera un peso pesado… y me llamó a mí. Me habló, me puso sobre la mesa si quería venir a España, que venía con todo pago, con billete, con todo, a hacer una carrera… ¡Y con los ojos cerrados!”.
– Y llegas a España…
– Yo vine para acá como amateur —Evangelista llegó con 19 años— y profesional me he hecho acá. Debuté y, poco a poco, empecé a gustar mucho aquí en el boxeo, gustaba mucho como boxeaba: era muy técnico, tenía muchas condiciones. Empecé a salir en los periódicos…
– Peleas con Urtain
–Le gané por KO
– Sumas 8 victorias por KO y es Urtain quien pide el combate
– Yo lo que estaba buscando era pelear con él, porque Urtain era el jefe de aquí, de toda España. Hasta que me llegó la oportunidad: peleo con Urtain, le gano y a partir de ahí me dan la nacionalidad española y ya tenía las puertas abiertas por completo.
– Una pelea que le abrió las puertas a usted y a él se las cerró…
– Después de la pelea conmigo se retiró. Fue una pelea… yo le di una paliza bárbara, le gané muy bien
– Él tuvo un triste final…
Él era un buen amigo, buena persona ¡Qué en paz descanse! Eso le pasa a todo el mundo, cuando somos alguien siempre tenemos muchos amigos. De eso te das cuenta ahora, pero cuando dejamos de ser quien somos, cuando las cosas vienen mal, ya pocos te apoyan
– ¿Y después de esa pelea te haces famoso?
– Sí, a partir de ahí, cuando peleé con Urtain ¡te podés imaginar! Quedé como el amo de España.
De triunfos y oscuridad
Y será tras esa fecha —14 de mayo de 1976— cuando la carrera de Evangelista se dispare. Peleará con los más grandes por el título mundial, Cassius Clay, Larry Holmes, Leon Spikes, Greg Page. Un título que se le resistió, quizá la única satisfacción que le negó el boxeo: “Sí, me quedé con esa espinita porque yo cogí una época muy mala, era campeón del mundo Clay, estaban John Fraiser, Greg Paige, Foreman… Había cada uno que te podés imaginar… ¡Unos tractores eran! A veces, cuando hablo con gente del boxeo, pienso que si hubiera estado en esta época hubiera sido campeón del mundo“. Logró el cinturón europeo, que defendió con éxito en 8 ocasiones. “Fui campeón de Europa en Madrid, en el Palacio de Deportes, contra Lucien Rodriguez, un francés, en una pelea muy bonita: me tiró en el cuarto round y en el 11 le gané por Ko. Le tiré tres veces”. En definitiva, un palmarés brillante —78 peleas, 61 victorias, 40 de ellas por KO, 13 derrotas y 4 nulos— que coronó contra Arthur Wright en Madrid, el 15 de abril de 1988 venciendo por KO.
Aunque, afirma, mientras quiebra su voz grave: “La vida te da palos. Los golpes no duelen nada, se curan y ya. La vida, la vida es jodida ¡La vida es muy jodida!”.
A partir de ahí ya nada fue sencillo. “Cuando uno es famoso siempre hay mucha gente alrededor tuyo. Todo el mundo está dándote la palmadita. Después, cuando las cosas vienen malas, toda esa gente que estuvo contigo en los momentos buenos, desaparece. Fui confiado. Yo vine de un país muy pobre, pasando hambre, viviendo mal en una chabola de lata, comiendo dos o tres días a la semana… Entonces te venís acá y crees que la vida es buena, confías en todo el mundo y es cuando te pegan los palos”. Alfredo se fue perdiendo: “Alterné mucho, la verdad, porque me gustaba mucho la noche. Tuve muchos negocios, he ganado mucho dinero, mucho dinero que no supe invertir bien a veces. Lo que pasa que la mala vida te lleva a la noche, los amigos te empujan a veces a cosas que no debes hacer. Uno se metió en un pozo a veces y ya tienes problemas con la justicia”.
– En esa época tiene problemas con la droga. Reconoce el consumo pero lo logra dejar.
– Sí, tuve problemas, porque te empujan. Alguna gente te dice: ‘Tómate una rayita, tómate esto y aquello, fúmate esto’. Y a uno a veces la mala cabeza le lleva; no piensas y no ves que te van a perjudicar. Y la verdad es que estuve tomando. Ahora estoy restablecido completamente. Estoy bien, me curé de todo.
– Y acaba en la cárcel por tráfico. Una condena de 8 años por un delito que afirma que no cometió.
– Yo no reconozco la culpa, nunca la reconocí porque yo por lo que he entrado en la cárcel es por cinco gramos, por cinco gramos que cogieron en un pub. Y a mí, como era amigo del dueño, me metieron. Como era un hombre público, que tenía mucho nombre… Pero la verdad, te juro por mi madre que jamás en la vida —dice con un hilo de voz— nadie puede haber dicho que le he vendido 300 gramos, medio kilo… ¡Jamás en la vida! Yo he pagado más el apellido que el daño que pude haber hecho.
– Sale de allí por buena conducta y por trabajar de pintor, ¿Cómo fue la vida en prisión?
– No tuve nunca problemas. La gente me conocía, sabían que yo era Evangelista, y todos me respetaban. También sabían que soy una persona muy abierta con todo el mundo. Nunca fui sacando pecho de que era Evangelista. Gracias a dios, a mi todo el mundo me quiso y todo el mundo me respetó.
En el año 2000 sale de la cárcel tras cumplir 5 años de condena y la vida, de nuevo, le pone la zancadilla: “Al poco tiempo de salir, me sentí mal de la pierna y me dijeron que tenía una trombosis. Fui a urgencias cuando ya no podía ni caminar, cuando ya tenía perforada la piel de la pierna. Me salía agüilla y me detectaron que tenía cáncer, en mis partes. Estuve 6 meses en el hospital, perdí veintitantos kilos. Pero con el tratamiento que me dieron, con quimioterapia… Gracias a dios, con lo fuerte que soy me he recuperado y he salido adelante”.
La noche que conocí a Dios
Al escuchar una fecha, 16 de mayo de 1977, Evangelista se transporta al pasado. Parece subido al ring de aquella noche gloriosa. Su pecho se hincha de orgullo, en su rostro se dibuja una mueca de satisfacción y sus ojos, que se elevan al cielo, brillan como en un titilar de flashes. Disfruta recordando aquella noche. “Eso es una cosa imborrable. Lo tengo metido en la cabeza».
– El 16 de mayo de ese año ha sido el mejor día de mi vida. Pelear con Muhammad Ali, esos 15 rounds que he hecho… fue lo mejor que me dio la vida: me dio fama, dinero, respeto…me dio todo.
– Aunque pocos creían en usted… ¿Sentiste que podías ganar? ¿En qué asalto?
– Sí. Para mí el mejor round, el mejor asalto que he hecho, fue el 12. El número 12 que lo tengo en la mente. Creo que ahí tuve el momento… Pude haber ganado la pelea.
– ¿Enfada o enorgullece que te recuerden por una derrota?
– Para mí es un triunfo pelear con Ali ¿Aguantar 15 rounds? ¡Es una victoria! Todo el mundo pagaría por haber peleado con Clay, por estar en la historia del boxeo. Hazte a la idea que mañana a mi me quitan de Internet, quitan mi nombre y seguiría figurando. Porque yo peleé con Clay y no le aguantó tanto nadie más. Eso siempre va a estar ahí.
Muchos afirman que ganó aquel combate. “Yo no puedo decirlo, yo soy el que he peleado. Pero la gente que lo vio dice que gané yo aquella pelea. Si hubiera sido fuera de Estados Unidos hubiera ganado yo”. Sin embargo, Evangelista se da por satisfecho: conoció a Dios, afirma. “Ali ha sido… ¡No hay palabras! El más grande de la historia. Pasarán otros 2013 años en la historia para que aparezca otro hombre como Ali: un tipo técnico, guapo, valiente, rápido, inteligente… Lo tenía todo. Yo no tengo malas palabras para él, solo cosas buenas. Desde que tengo uso de razón, a Clay lo tengo siempre en la mente.
Hoy, el hombre que peleó con Dios, comparte ring y vivencias en un gimnasio zaragozano y disfruta de su presente, alejado de los focos: “A mí me gustaría que me recordasen como una buena persona que ha sido un buen boxeador. Es bonito que te reconozcan lo que has sido, mis éxitos en el deporte, pero llega un momento en que cansa. Yo ahora ya quiero vivir tranquilo, y cuanto menos me reconozca la gente ,mucho mejor”. Y así, tranquilo, anónimo, inadvertido, se aleja el Rocky español entre la gente. Mirando al frente.
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![]() Me encantaría que en mi DNI pusiera que nací en Utopía. Pero caí en el continente equivocado y además ese país aún no existe. Quizá por eso me interesan las pequeñas victorias de los que siempre pierden y las historias más curiosas que suceden en el planeta. Aquí trataré de contarlas, para que otros las conozcan y por el hecho egoísta de descubrirlas. A veces también dibujo personajes deformes y tristes que pretenden ser graciosos.
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Gran Articulo Gracias Kiko
Un gran boxeador el oriental;me quedan muchas dudas con respecto a la victoria de Alí.
Me encantó volver a ver este combate;lo volví a vivir con la misma emoción de aquel 1977. La gran pelea de Alfredo Evangelista.