Olga Galé: especialista en fotografía creativa y ecológica

Sandra Benedí Lázaro y Andrea Benito Simón//

Dejar la ciudad y empezar de cero en un pueblo en el que solo conoces a tu pareja es toda una aventura. Sobre todo, si luchas por sacar adelante un proyecto en el que estás volcando tu corazón. Este es el caso de Olga Galé, una mujer que ha desarrollado su estudio de fotografía infantil en Alagón, en el que todos sus decorados son hechos a mano y ecológicos. 

Al bajar las escaleras, hay un parque de diversiones repleto de muñecos, y huele a hogar. Un caballito de balancín, un cochecito, varios peluches y un carrito de helados se esconden junto a otros “trastos” detrás de un biombo blanco. Este paraíso infantil se encuentra en Alagón, capital de la comarca de la Ribera Alta del Ebro. Específicamente, en la casa de Olga Galé, una joven de 32 años que vive de sus dos grandes pasiones: la fotografía y los niños. El sótano de Olga es un estudio de fotografía infantil en el cual las sesiones se convierten en toda una aventura para los más pequeños. 

Tu pasión como profesión
Olga Galé
Olga Galé

En función de la familia en la que nos hemos criado, habremos escuchado una de estas dos frases: “tienes que estudiar de lo que te dé de comer” o “tienes que estudiar lo que más te guste”. Olga decidió juntar ambas. Su amor por los más pequeños la llevó a cursar el grado universitario de Magisterio Orientado a la Educación Especial, y a estudiar conocimientos complementarios a su pasión, como el lenguaje de signos y el curso de monitora de tiempo libre. Al terminar sus estudios, decidió dar rienda suelta a su interés por la fotografía y se compró una cámara réflex. Este paso provocó que le diese una “torrentera” por estudiar fotografía. Mientras realizaba el grado superior en Iluminación, Captación y Tratamiento de Imagen, la fotografía se convirtió en su afición.

Se dio cuenta de que no quería que se quedase en un mero hobby. Estaba decidida a convertirla en su profesión. La docencia no le apasionaba tanto como la fotografía; sin embargo, el trato con los niños la llenaba de felicidad y satisfacción. A diferencia de muchas personas que, por comodidad, eligen continuar dedicándose a una profesión que no les llena, Olga decidió dar un giro de 180º a sus planes para perseguir su nuevo sueño: crear su propio estudio de fotografía infantil. 

Originaria de Bárboles y residente en Zaragoza la mayor parte de su vida, Olga se decantó por desarrollar su proyecto como fotógrafa en Alagón, lejos de la competencia de la capital aragonesa. Un pueblo que le robó el corazón -su actual pareja es alagonés-.  Hoy en día existen tres fotógrafos en Alagón; sin embargo, en el momento en que la joven barbolense abrió su estudio, eran únicamente dos. Los exteriores de la capital de la comarca de la Ribera Alta del Ebro son otra de las grandes ventajas en esta ubicación. 

Aliarse con Amazon trae sus consecuencias

Olga se adentró en esta nueva etapa en el año de la pandemia del COVID-19. Su primer estudio se encontraba a pie de calle en la Plaza España, en el centro de Alagón. Las fotografías no eran un bien de primera necesidad. Lo que iban a ser unas piedras en el camino se convirtieron en una enorme roca. A grandes problemas, pequeñas soluciones fue la filosofía que siguió la joven fotógrafa: Creó una cuenta de Instagram para dar a conocer sus trabajos y contactar de manera más cercana con sus clientes.

Tras los meses más difíciles de la pandemia, y con la eliminación de diversas restricciones, Olga vio una oportunidad que podía ayudarla a conseguir más clientela local, ya que la mayoría viajaban desde Zaragoza. Su estudio fotográfico paso a ser también un punto de recogida y devolución de paquetes de Amazon. Una estrategia que la ayudó a que los habitantes de Alagón supieran acerca de todos los tipos de fotografía que ofrecía: desde fotos para el DNI hasta sesiones de comunión y bautizos. Todo lo que había añorado comenzaba a dar sus frutos. No obstante, la fama no es fácil. Además, de ser conocida como fotógrafa infantil, también era “la de los paquetes de Amazon”. 

Mientras Olga realiza una sesión fotográfica, un cliente llama a la puerta. El timbre desconcierta a los niños. Al abrirse, el frío molesta a los recién nacidos. El esfuerzo que habían invertido los padres en dormir al pequeño no había servido de nada. Olga para la sesión para entregar un paquete. Regresa con sus clientes, pide disculpas y vuelve a empezar de cero.

Esta escena se repite con el paso del tiempo. La fotógrafa decide que no aguanta más que Amazon le interrumpa su trabajo y deja de ser un punto de recogida de paquetes. Coloca un cartel en el escaparate de su estudio advirtiendo a los alagoneses de esto. Sin embargo, vuelven a aparecer en el estudio personas para recoger sus pedidos. Olga les explica que ella no recoge paquetes y dónde pueden ir a por ellos. De nuevo, la sesión fotográfica queda entorpecida. Esta molestia llevó a Olga a tener que pensar en una solución: trasladar su estudio fotográfico a su casa

Ha pasado un mes desde que Olga transformó su sótano en un estudio. La relación con sus clientes siempre ha sido uno de los pilares fundamentales de la joven fotógrafa. Gracias al cambio de ubicación, puede dedicarles todo el tiempo que necesiten, sin interrupciones y con todo el cariño del mundo. Olga los trata como si fueran su propia familia y les brinda todas las comodidades posibles, sobre todo si se trata de recién nacidos. La fotógrafa barbolense ofrece a las madres subir al salón para que puedan sentarse en el sofá mientras dan el pecho a sus pequeños. 

La fotografía creativa: “Bienvenidos a la Antártida”

Alagón es un pueblo de 7.178 habitantes, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística el 1 de enero de 2022. De los tres fotógrafos, dos de ellas son mujeres y están especializados en fotografía infantil, Olga es una de ellas. La fotógrafa busca diferenciarse y, para ello, utiliza como inspiración desde Pinterest, películas, y hasta su día a día. Cuando se decide por un tipo de decorado, se pone manos a la obra. Olga realiza un boceto de la idea que tiene en su mente y, ella sola, construye sus propios escenarios para las sesiones. De esta manera, se asegura de que, al hacerlos a mano, puede ofrecer una decoración que otros fotógrafos no poseen. Sin dejarse el sueldo de dos meses, ha creado desde cero todos sus atrezos, desde los más sencillos hasta los más complejos, para los cuáles siempre utiliza materiales reciclados. 

Las últimas navidades Olga tenía en mente una mini sesión navideña llamada “¡Bienvenidos a la Antártida!”. El elemento estrella iba a ser un iglú que construiría con sus propias manos. Olga pidió a todos sus conocidos que le guardasen todos los cartones de leche, zumo y vino que tuviesen con forma rectangular. Tras conseguir unos 100, empezó a colocarlos en horizontal en forma de círculo, pegándolos con silicona y dejando una parte abierta para crear una entrada al iglú. Cuando terminó el primer piso, pasó al segundo, hasta llegar al séptimo.

A partir de entonces, inclinó los siguientes cartones hacia dentro para conseguir la forma de cúpula. Al terminar de construir la estructura, rellenó todos los huecos con papel de periódico y espuma de poliuretano, la cual es reciclable. Acto seguido, forró el iglú con papel de cocina y cola blanca, consiguiendo una estructura resistente ante los golpes de los niños. Para finalizar, dio unas manos de pintura blanca. Además del iglú, el atrezo de “Bienvenidos a la Antártida” era 100% ecofriendly: El algodón hacía las veces de nieve, los peces eran de tela, los peluches imitaban a los pingüinos de la Antártida y la red de pescar estaba hecha con madera y cuerda.

Fotografía de la sesión “¡Bienvenidos a la Antártida!”. Fuente: Olga Galé
Fotografía de ejemplo de la sesión “¡Bienvenidos a la Antártida!”. Fuente: Olga Galé

En ocasiones los decorados que tiene la fotógrafa en mente son un poco complicados y se le escapan de las manos. El padre de Olga es muy “manitas” y disfruta del bricolaje, sobre todo si se trata de decorados hechos con madera. Una de las mini sesiones veraniegas de Olga llamada “Amarillo Limón”, estuvo protagonizada por un puestecito de limonada hecho a mano por el señor Galé -el padre de Olga-. Junto a los limones de cartulina y de fruta, se convirtió en un escenario original y divertido para los niños.

Fotografía de la sesión “Amarillo Limón”. Fuente: Olga Galé
Fotografía de la sesión “Amarillo Limón”. Fuente: Olga Galé
“Heladería Cucurucho” y cuidar el medio ambiente 

El pasado verano Olga se enfrentó a un reto parecido al del iglú: construir un helado con un cucurucho de tamaño gigante a base de papel y cartón. El puesto de limonada fue construido a la par que todo el atrezo necesario para la sesión “Heladería Cucurucho”. Este último decorado consistía en el cucurucho gigante mencionado y un puesto de helados móvil. Para llevarlo a cabo, Olga necesitó la ayuda de su padre. El señor Galé comenzó creando una base para el helado gigante con un bote de plástico. Seguidamente, empleó cartones estrechos y alargados para darle forma a la galleta. Tras conseguir la estructura del cucurucho, lo forró con papel Kraft y una cuerda para simular los cuadraditos del barquillo.

Una vez terminó, se puso manos a la obra con las bolas de helado gigantes. El padre de la fotógrafa hinchó dos globos y los forró con papel de periódico y cola blanca, para conseguir dos círculos con una estructura resistente. Cuando se secaron los pegó con cola blanca uno sobre otro y, a su vez, al cucurucho. Les dio un toque más realista a las bolas de helado bordeándolas con espuma de poliuretano, la cual simulaba que se estaban derritiendo. Para finalizar, las pintó de diferentes colores recreando dos sabores de helado que triunfan entre los más pequeños: el helado de fresa y el helado de “pitufo”.

En cuanto al carrito de los helados, el señor Galé empleó todo lo que vio en desuso en su casa para construirlo. Comenzó tallando en madera la caja del carro y, seguidamente, utilizó un hierro viejo para el eje. Cortó las patas de una silla vieja y las colocó como base para aportar estabilidad al carrito. Añadió un reposa-manos y unas varas verticales que sujetarían el techo de cartón que había recortado y pintado Olga. Como detalles finales para decorar el carro, incluyeron una rueda de la bici de la infancia de la prima de Olga y unas esponjas de diversos colores.

Fotografía de la sesión “Heladería Cucurucho”. Fuente: Olga Galé
Fotografía de la sesión “Heladería Cucurucho”. Fuente: Olga Galé
Fotografía de la sesión “Heladería Cucurucho”. Fuente: Olga Galé
Fotografía de la sesión “Heladería Cucurucho”. Fuente: Olga Galé

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Está a la vista que, a la hora de crear los decorados, Olga trata de ser lo más original posible, a la par que respetuosa con el medio ambiente. Considera que es importante recordar que está en nuestras manos hacer todo lo posible por cuidar el planeta en el que vivimos. Lo cual no es un impedimento para explotar nuestra creatividad, como se puede ver.

Smash cake”: una super fiesta de cumpleaños

La sesión más solicitada es la de primer cumpleaños. Al tratarse de niños de temprana edad, se aburren con facilidad. Olga les facilita un decorado con el que pueden jugar mucho rato y, sobre todo, divertirse como nunca. Unas semanas antes, Olga pregunta a los padres qué tipo de colores quieren o si tienen alguna petición específica. El día de la cita fotográfica tiene los dos decorados montados. Las sesiones de cumpleaños de un año tienen la misma estructura y se dividen en dos partes: la primera es elsmash cake y la segunda es la bañera.

El objetivo de Olga es que los pequeños se diviertan, se rían y disfruten durante la sesión. La fotógrafa coloca una tarta delante de los bebés para que jueguen con ella, la toquen, noten las texturas y si quieren, pueden comérsela. Una vez se han cansado de estar pringosos y tocar la tarta, pasan a la segunda parte de la sesión, la bañera. Al meterlos en una tina de baño, los pequeños se limpian toda la nata que llevan en el cuerpo, chapotean y juegan con los patitos de goma. Olga asegura que algunos niños no disfrutan mucho de la tarta porque se ensucian, sin embargo, el momento de la bañera con agua les encanta a todos.

Fotografía de la sesión “Smash cake”. Fuente: Olga Galé
Fotografía de la sesión “Smash cake”. Fuente: Olga Galé

Otra de las sesiones que más triunfa es la de cumpleaños de dos y tres años. Si al cumplir un año juegan con tarta, a los dos juegan con pintura -especial para niños-. Este tipo de sesión se llama smash paint. El proceso es exactamente el mismo: los niños hacen trastadas con la pintura hasta que se aburren, y es el momento de darles un baño.

La posibilidad de realizar sesiones en el exterior es uno de los puntos fuertes de tener un estudio fotográfico en un pueblo. Para este tipo de fotografías, Olga explota todo el potencial de los alrededores de Alagón. El río Jalón, los campos de trigo y los parques son algunos de sus escenarios favoritos para los reportajes de la primera comunión. 

Además de estas sesiones llenas de diversión y alegría, Olga ofrece otro tipo de productos y servicios poco comunes para un estudio fotográfico de pueblo. La fotógrafa es capaz de restaurar fotografías antiguas. Dependiendo del estado en el que se encuentre el presupuesto varía, al igual que la técnica. Este tipo de servicio es de gran utilidad, ya que, según el Gobierno de Aragón, un 18% de la población en Alagón tiene más de 65 años. Las fotografías que posee este sector de la población alagonesa no estarán en las mejores condiciones, por lo que este servicio es de gran interés para ellos.

Por otro lado, la fotógrafa se ha adaptado al auge de los productos personalizados en el sector audiovisual. Entre la diversidad de formatos en los que ofrece las fotografías, encontramos cojines, lienzos, tazas, alfombrillas para el ratón, bolsitas de merienda, toallas, puzles y carcasas para el teléfono móvil. Como innovación ecológica, Olga realiza impresiones sobre madera y metacrilato como alternativa al papel para aquellos que lo deseen. Aunque Olga disponga de diversas opciones de presentación para las fotografías, siempre está abierta a escuchar otras propuestas que puedan tener sus clientes.

¡Qué viva Alagón! 

A pesar de tener muchos clientes de Zaragoza, gracias a la difusión de su trabajo en redes sociales, Olga se ha convertido en la fotógrafa de muchos niños y familias de Alagón y de los pueblos de alrededor, que se encuentran a una hora y media de distancia.

Tomar la decisión de mudarte de una ciudad a un pueblo puede sonar chocante. Trasladarte a un pueblo suena a irte de vacaciones. La tranquilidad, cercanía y el bajo coste son algunas de las ventajas que tiene realizar este cambio. Olga no pisa prácticamente la ciudad de Zaragoza desde que tomó la decisión de afincarse en Alagón. Entre semana se dedica plenamente a su trabajo y en los fines de semana deja a un lado la fotografía para disfrutar de Alagón. Las amigas de Olga viven en diferentes partes de España, por lo que su círculo de amistades se ha ampliado a la cuadrilla de su novio, con quienes van a bares y acuden a los actos que se celebren en el pueblo alagonés. Bárboles sigue muy presente en el corazón de Olga, tanto que hace visitas cada poco tiempo, al estar a 10 minutos en coche. 

A pesar de no ser madre en la actualidad, un día serán los hijos de Olga los que estarán divirtiéndose delante su cámara. Para la fotógrafa, los campos de flores y la tranquilidad de Alagón son el escenario perfecto. 


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