Para educar a un niño, hace falta un pueblo entero

Andrea Burnar/ Geógrafo: Alberto Gimeno Pascual//

El centro educativo Ramón y Cajal de Alpartir es una fuente de inspiración por su modelo de educación basado en la innovación y cooperación.

La vida somos nosotros y nuestras circunstancias, como decía José Ortega y Gasset. Desde antes de nacer ya se nos ha “condenado” a una vida y a unas oportunidades determinadas.  María, una niña de 5 años, abre los ojos por primera vez y se encuentra en Zaragoza, pleno centro, familia adinerada. La mitad del trabajo ya está hecho. Juan, un niño de 7, abre los ojos en Alpartir, un pueblecito de Zaragoza, de tan solo 580 habitantes. A priori, las circunstancias se complican para Juan. Supuestamente hará falta más esfuerzo y ayuda por parte de su familia y comunidad educativa para alcanzar las mismas cotas con María.

Es difícil, pero no imposible. Todo comienza desde la base: la educación

Alpartir, un pequeño núcleo rural, tiene un centro educativo que ha revolucionado la educación rural y urbana de toda España, dando el salto a Francia donde también se han hecho eco. Su modelo educativo: está basado en la educación globalizada desde lo más rural. Se prioriza educación emocional, la socialización de los alumnos y la participación de las familias. Su objetivo fundamental, más que formar a estudiantes, es formar personas

Alpartir, Valdejalón. Autor: Alberto Gimeno
Alpartir, Valdejalón. Autor: Alberto Gimeno

A tan solo una hora en coche de Zaragoza se encuentra Alpartir, donde nos espera Juan Antonio Rodríguez Bueno, el director de la llamada escuela rural. Con mucha amabilidad y orgullo en sus palabras nos contó lo que hace especial a este colegio que tanto interés ha suscitado.

La escuela rural tiene mejores resultados de aprendizaje que la urbana 

“La escuela rural se ha desacreditado en muchas ocasiones, se dice que el docente que prefiere educar en una escuela rural es el que ya no tiene nada que hacer y lo mismo ocurre con la población rural, a la cual en muchas ocasiones se le ha hecho creer que el futuro no está en su pueblo, si no en la ciudad.”

Nos cuenta el director, que añade que atendiendo al informe PISA del 2015 está acreditado que la escuela rural tiene mejores resultados de aprendizaje que la urbana. Un informe en el que es protagonista el índice socioeconómico y el nivel educativo de la comunidad. 

Puede que sea un golpe de realidad para muchos que se piensan que en los pueblecitos se enseña las cuatro cosas básicas y poco más. Un pensamiento propio del ciudad- centrismo del que todos los urbanitas habremos pecado alguna vez. 

El centro cuenta actualmente con 48 alumnos y 5 docentes. El número a lo largo de los años ha oscilado entre los 25 y 40 niños, con un alto porcentaje de inmigrantes. Una comunidad educativa diversa, una escuela heterogénea de la que sentirse orgulloso.

Los pequeños están divididos en tres niveles educativos, infantil, de 3 a 5 años donde se realizan las mismas actividades para las tres edades, y se busca el trabajo en equipo y la empatía; primero a tercero de primaria, con clases dotadas con las últimas tecnologías y trabajo cooperativo, y el aula de los mayores, de cuarto a sexto de primaria.

El número de los niños ha ido incrementando a lo largo del tiempo, incluso han llegado alrededor de 10 familias al pueblo encandiladas por su modelo educativo, pero ¿qué es lo que realmente hace especial a este modelo? 

Juan Antonio, el director, cree fielmente que se debe a la continuidad del profesorado. Él mismo junto a Carolina, la profesora de Música, llevan educando en este centro 15 años de manera continuada. Ana es de Aguarón, un pueblo que está a pocos kilómetros y Mª José, de La Almunia de Dª Godina, a tan solo 5 minutos de Alpartir. De los 5 profesores, 4 son de la comarca y su entorno. Juntos forman más que un equipo educativo. Profesores, niños y familias, o como a ellos les gusta llamarse, una comunidad educativa. 

Este pequeño equipo lleva a cabo unos proyectos fascinantes por los que les han otorgado numerosos reconocimientos, como el Premio Nacional al Fomento de la Convivencia Escolar (2018), Premio Aragón de Educación Inclusiva y Convivencia (2014), a las Buenas Prácticas Lectoras por el Ministerio de Educación (2012) o el Premio Medio Ambiente Aragón (2011). Además de ser Centro Referente de Unicef en Educación en Derechos de Infancia y Ciudadanía Global, Escuela Changemaker de la Fundación Ashoka y Centro Embajador de Save the Children

Proyectos de la Escuela “República Independiente” de Alpartir.

Les gusta hacerse llamar La República Independiente de Alpartir, por crear un sentimiento de comunidad pequeña y familiar donde se tienen los unos a los otros. Y la escuela es el punto de encuentro, la segunda casa de los más pequeños.

Unas aulas donde reina la diversidad y pretenden potenciar las cualidades de cada niño independientemente de su color, raza, sexo, nivel económico o cualquier tipo de circunstancia. Educación inclusiva para todos y todas. De hecho, María José, profesora del centro, afirma que “la multiculturalidad en su clase no es una dificultad”, cree que es beneficioso para todos los niños” y Lara, una profesora en prácticas que llega desde Tenerife nos cuenta que “el colegio consigue que todos los niños se sientan apasionados por el aprendizaje y lo rural, incluso los más gamberros.”

Actualmente están centrados en el Proyecto de convivencia y el Proyecto digital, con la inclusión de las nuevas tecnologías en las aulas y el Proyecto biblioteca, que cuenta con un 60% de libros de imaginación y un 30% de libros de conocimiento. 

Disponen de un aula dedicada a la creatividad. Llena de juegos para potenciar la dinámica de participación, trabajo en equipo y además implicación familiar. Hacen uso de los juegos de mesa, que además de educar a los hijos, sirve para educar a padres y mantener activos a abuelos. Esta participación familiar es lo que genera integración entre los niños y las familias o entre las propias familias del pueblo. Antes, los niños y los ancianos apenas se hablaban entre ellos. Pero ahora tienen contacto gracias a este tipo de actividades. Los abuelos se sienten útiles y los alumnos aprenden a respetar y a valorar más a sus mayores. Además, perciben que sus familias se preocupan por su educación y se sienten importantes.

Otro gran proyecto que mantiene a los niños en armonía con la naturaleza y sus raíces es el huerto. Mientras unos preparan la tierra, otros se encargan de las semillas. Tienen alcachofas, fresas y hierbabuena, un hotel para insectos y una compostera. Desde el gran ventanal de la biblioteca se ven los almendros en flor, donde se detienen a comer los pájaros.

Proyecto huerto. Fuente: Página oficial del CEIP Ramón y Cajal
Parque de Alpartir

El salto del colegio a las redes sociales 

Debido a la larga lista de reconocimientos, el colegio se ha hecho bastante conocido por redes sociales, prensa y televisión. Juan Antonio nos reconoce que, a pesar de agradecer la difusión a nivel nacional, le gustaría tener más repercusión a nivel rural y provocar un cambio en las demás comarcas y municipios y que se den cuenta de que este modelo funciona y es enriquecedor para el territorio.

Abrirse al exterior supone un sacrificio y trabajo para los docentes, pero su ilusión está por encima de todo. En ocasiones, tanta repercusión puede ser contraproducente, nos cuentan, pues en la prensa o en la televisión solo se exponen los proyectos innovadores, y detrás de todo hay un importante trabajo. Parece que en el colegio de Alpartir no se trabaje, sino que se vaya a pasar el rato, y no es así, pues en el fondo se forma y educa a niños con profesionalidad y en múltiples características. Juan Antonio no puede evitar reírse cuando dice que se dieron cuenta que tienen más seguidores en las redes que habitantes tiene el pueblo.

El colegio Ramon y Cajal es una llamada de atención. No debemos olvidar nuestros territorios rurales, la España despoblada, no es la España vaciada. Sigue existiendo gente que vive en nuestros pueblos y necesitan ayuda por parte de todos, especialmente necesario el apoyo de las instituciones, con las que sin duda cuenta el colegio de Alpartir, al que se suma todo el tejido asociativo y así poder crecer y dar a todos los niños las oportunidades que se merecen. Si se consiguen resultados impresionantes con tan pocos recursos, se me hacen los ojos chiribitas al imaginarme todo lo que podríamos conseguir uniendo fuerzas. 

Para educar a un niño hace falta un pueblo entero, una lección de humildad, empatía y cooperación. Quizá en Alpartir Juan sí tenga las mismas oportunidades que María.


Este reportaje se incluye en el Proyecto Innovación Docente 2021 PIIDUZ_1 “Comunicar buenas prácticas de desarrollo territorial en la Unión Europea en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.

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