Misión posible a un alto precio

Silvia Robert//

Los productos ecológicos están de moda. Sus consumidores no son solo “hippies come hierbas” -que también-, sino recientes concienciados en cuidar a la Madre Tierra. Mi pertenencia a este segundo grupo me ha embarcado en una eco-misión -lo de eco no va precisamente por económico, confusión habitual-. Esta inexperta compradora se adentra en las profundidades de tres tiendas de alimentación ecológica de Zaragoza… ¿Encontrará algún tesoro?

Paseando una tarde con mi amiga Sabrina, una tienda llamó la atención: Súper Ecológico. Al señalársela ella resopló y dijo: “Entré una vez. Me compré una barrita de cereales, un yogur y poco más. En resumen, caro”. Este adjetivo aparece en la mente de la mayoría al pensar en las tiendas de alimentación ecológica. Pero hay otros prejuicios muy extendidos, por ejemplo, que no existen equivalentes ni sustitutos de muchos productos necesarios. Con todas estas ideas en la mochila me dispongo a salir de casa con una misión: completar la ruta ecológica. Bueno, mi ruta, porque tiendas ecológicas aquí hay unas cuantas…

Primer destino: Súper Ecológico
Entrada de la tienda Super Ecológico
Entrada de la tienda Super Ecológico

Esta aventura no puede empezar en otro sitio ni con otra compañía. Esta tienda parece un supermercado como otro cualquiera, con productos corrientes y molientes. Ahora bien, bastante más caros que los que suelo comprar -punto para Sabrina-. En la entrada hay frutas y verduras expuestas en cajas. Algo falla, hay bolsas de plástico para cogerlas. Esto no me lo esperaba ya que uno de los prejuicios que cargo a la espalda es una utopía sin plásticos. Sin embargo, en esta tienda la mayoría de los envases son de este material tan poco sostenible. 

Dando una vuelta por el interior descubro productos básicos y de uso diario: aceite, leche, café, cacao… y yogur. “Mira, este compré. Es carillo, aunque también es bastante grande”, me comenta Sabrina sosteniendo un bote de yogur de soja. Hay un rincón de la tienda todavía desconocido, la sección de higiene y cosmética. En ella podemos encontrar desde pañales, jabón, bastoncillos, hasta algo tan curioso como un champú sólido. Es decir, la pastilla de jabón que usaban nuestras abuelas pero envasada en un tarro de cristal. “Al menos esto no va en plástico”, me consuelo -punto para las tiendas ecológicas-. A su lado hay otra cosa llamativa: una esponja para el rostro. Tomo la caja y la agito un poco. Resulta ser un disco de algodón que al mojarlo se hincha y, entonces, se convierte en esponja. Ya en la caja de salida, podemos ver a la dependienta asediada por una fila de clientes. 

Siguiente destino: La Natural

En esta ocasión entro sola. Con la expectativa de encontrar unas pocas personas, en su interior puedo contar diez o quince. Me acerco un poco –poniendo oreja- a un grupo que habla en otro idioma, turistas. También hay otros clientes que, supongo, serán habituales. 

Un pasillo, otro y otro… y descubro un rincón dedicado a la cosmética. Base de maquillaje, corrector, sombra de ojos, colorete, polvos bronceadores, máscara de pestañas y pintalabios. Llamo a mi amiga Alejandra –toda una artista del maquillaje amateur- y le comento la lista de precios. Tras gritarme un efusivo “¡ALAAA!”, afirma que la paleta de sombra de ojos ecológica cuesta prácticamente lo mismo que las más baratas de Kylie Jenner. “Si tuviera dinero no me importaría comprarme las de Kylie… las ecológicas… o algunas que estuvieran bañadas en oro”, añade. 

La paleta más barata de su marca, 24.00 dólares Kylie Empty Large Pro Paletter

Para aquellas personas ajenas al mundo del make up, como yo misma, Kyllie Jenner es la marca homónima de una modelo, diseñadora y empresaria estadounidense. También conocida por ser la hija pequeña de Caitlyn Jenner y aparecer en el realityshow Keeping Up with the Kardashians. La paleta más barata de su marca vale 24 dólares, mientras que el precio de la más cara asciende a 65 dólares.

Foto 3 La paleta más cara de su marca, 65.00 dólares (Cumpleaños 2018 Paleta)

Al lado de lo que mi abuela denomina potingues para la cara, hay un mostrador de tinte para el pelo cuyos ingredientes afirman ser 100% vegetales. Avanzo hacia la sección de higiene personal. Aquí encuentro el cepillo de dientes de bambú, un producto algo más conocido.

Sección de verduras con paquetes de espinacas en bolsas de plástico

Me adentro en el corazón de la tienda. Por fin llego adonde yo quería: las frutas y verduras. “Madre mía, ¡espinacas envasadas! ¿POR QUÉ?”, –punto para el plástico-. Cierto es que había otras en sus cajas de madera.  Huyo de la terrible escena y, de repente, aparece un tesoro en bruto -mejor dicho, a granel-: una pared repleta de surtidores de cereales, legumbres, arroz y frutos secos. Las sorpresas no cesan. De vuelta a las verduras, encuentro algo que creía exótico en este lugar: carne. Tenía la idea infundada de que no la venderían. Lo más curioso es que comparte espacio con los productos veganos.

Último destino: El Herbolario La Salud

Recorro San Vicente de Paul, donde se encuentra la última parada de esta ruta ecológica por la capital del viento. Es increíble cómo se ha reciclado una calle antigua del centro como esta, que acoge algunos de los lugares más alternativos de Zaragoza. 

Vuelvo a tener compañía, mi madre. Quién mejor que una compradora experimentada como ella para acompañarme en calidad de experta. Entramos y nos separamos para cubrir más terreno. En el mostrador vuelve a ser misión imposible establecer contacto con la encargada. 

Sección Bazar-Hogar de Herbolario La Salud

Entre vitaminas e infusiones, está una estantería con productos de hogar/bazar. Nunca había visto un termo para infusiones, con su filtro y todo. En la balda de abajo hay otra cosa, esta sí que me es familiar: la eco-ducha. Afirman que con ella no necesitas utilizar jabón, ahorras en agua y electricidad, y que tiene beneficios para pieles con dermatitis.

Luego voy directa a los productos básicos: leche, huevos y aceite. Mi intrépida ayudante y yo nos acercamos una vez más a la mítica sección de frutas y verduras. Me he mentalizado para una nueva inundación de plástico, pero no, ni una bolsa a la vista. En realidad sí, me topo con unas colgadas de la pared, pero son de algodón orgánico, –punto para el planeta-. Al salir contemplo algo sorprendente, una sección de desayuno. La dependienta se acerca y me explica rápidamente: “Procuramos trabajar con marcas de la zona como Eco-maño. Son unos cereales normales y corrientes, al menos a primera vista. En la estantería de en frente está el típico muesli y, al lado, un variado surtido de galletas y bollería. “Sí, aunque intentamos que lleve lo menos malo posible”, responde la dependienta ante mi cara de asombro.

Fuera ya de la tienda, le pido a mi experta el informe final de la misión: “Esta chica tiene que vender. Porque tiene mucha variedad a un precio que puede ser aceptable para lo que es, que estas cosas son muy caras”.

Sección Bazar-Hogar de Herbolario La Salud

Fin de la aventura. Camino a casa con la mochila a la espalda. Durante el recorrido he ido soltando algo de lastre, aquellos prejuicios iniciales. Ahora creo que podría sobrevivir comprando solo productos de estas tiendas –esa piedra se va-. Aunque primero tendría que tener dinero para poder pagarlos -esa piedra se queda-. Metáforas aparte, la mochila está bastante vacía y en todo el recorrido tan solo conseguí un tesoro: zanahorias ecológicas, -estaban de oferta-. Aunque, una vez más, envasadas en plástico.

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