San Lorenzo no olvida
David Miranda//
Los barrios sienten, lloran y se estremecen. Igual que nosotros, tienen alma. En esta zona del Municipio II de Roma se respira dolor e impotencia mientras sus lágrimas tintan las paredes de pintadas y grafitis. Reflejan sinceridad, porque cuando has sido olvidado, las palabras más puras son las únicas que aguantan. San Lorenzo agoniza en su desesperada búsqueda de ayuda tras la muerte de Desirée.
18 de octubre de 2018. Via dei Lucani del Barrio de San Lorenzo, en Roma. Una adolescente perdió el conocimiento a causa de una sobredosis en uno de los narcopisos más concurridos de la capital italiana. La chica era prácticamente una niña, vivía en Cisterna di Latina, una pequeña localidad a 70 kilómetros de Roma y llevaba una vida independiente. Tenía 16 años y una adicción a las drogas que no podía controlar.
Su nombre era Desirée Mariottini y, desde el mediodía del 18 hasta la noche del 19 de octubre, intercambió favores sexuales por droga para calmar su ansiedad por consumir. Su adicción la llevó hasta allí, pero fueron sus compañías las que hicieron que no saliera de “La Casa de la Droga” con vida. Via dei Lucani 22, un lugar que no controla la policía, desalojada siete veces en dos años y donde los vecinos del barrio hacen guardias por su seguridad.
El tugurio, ocupado por inmigrantes ilegales de origen subsahariano, era uno de los lugares de encuentro preferidos de narcotraficantes y adictos para el intercambio de una última dosis. Ese 18 de octubre, Desirée no tuvo suerte. Acudió en busca de cualquier cosa que pudiera meterse pero pronto se quedó sin dinero, así que entregó su virginidad y su cuerpo a todo el que pudiera ofrecerle un chute más.
De las diez personas que ocupaban la casa durante la agonía de la joven, ninguna hizo nada por salvarla. No movieron ni un dedo. Mientras, ella veía cómo se le escapaba la vida de sus dedos con impotencia. Mantenida a base de agua, azúcar y drogas, Desirée fue violada repetidas veces cuando yacía inconsciente en el interior del apartamento.
Zonas incontrolables, incluso para la policía
Giovanna es italiana, tiene 32 años y solía frecuentar el lugar. Incluso estuvo allí el día de la tragedia. Fue la única que se alarmó por el estado que presentaba Desirée, a la que ya había visto varias ocasiones antes en el mismo piso. Le inquietaba la presencia de la niña, demasiado joven para estar allí. Quizá eso fue lo que le hizo fijarse en ella. Como asegura a Il Corriere della Sera, “intenté hacerle un masaje cardiaco pero era demasiado tarde. Por su aspecto, entendí que había estado en esas condiciones durante muchas horas y grité para que llamaran a una ambulancia de inmediato”.
La autopsia reveló que fueron 10 horas las que la joven estuvo inconsciente bajo los efectos de las drogas a merced de quien pasase por allí. Los hechos supusieron un antes y un después para el barrio de San Lorenzo. La muerte de Desirée tocó el corazón de un vecindario que se mostró roto por el dolor al perder una vida en tales condiciones.
La investigación policial se saldó con la detención de cuatro inmigrantes ilegales procedentes del África subsahariana: Mamadou Gara, Brian Minteh, Alinno Chima y Yusif Salia. No obstante, el barrio no calló tras esa barbarie. San Lorenzo salió a la calle durante días para darle amor a Desirée, para mostrarle su apoyo y para gritar. Gritar mucho. Porque San Lorenzo no olvida.
El barrio representa la Roma más dura, pobre y olvidada. La otra cara de la moneda de la ciudad eterna. Y el caso Desirée supuso un antes y un después para San Lorenzo, para Roma y para toda Italia, porque la agonía de la joven encarna gran parte de los problemas a los que se enfrenta el país: inmigración, desigualdad, drogas y pobreza.
Las grandes amenazas que acechan en la sombra a Italia campan a sus anchas en varias zonas de una ciudad que le ha dado la espalda a San Lorenzo. Roma, hogar de una de las siete Maravillas del Mundo Moderno, ciudad histórica y cuna del arte mundial, parece olvidar esos barrios que se alejan del turismo y resisten, inmóviles, ante el paso del tiempo.
Porque ningún vecindario representa tan bien “las dos Romas” como este. Flanqueado por Termini, la Muralla Aureliana, la Ciudad Universitaria y el cementerio de Campo Verano, el barrio recibe su nombre gracias a la basílica de San Lorenzo Extramuros, una de las cinco basílicas patriarcales de Roma.
Pero para los que viven allí, simplemente es su barrio. Para lo bueno y para lo malo porque, aunque haya más malo que bueno, siempre quedará el orgullo. Y eso forja su carácter.
José es español, tiene 23 años y estudia Turismo en Roma. Está de Erasmus y vive en San Lorenzo. Cuando llegó en septiembre, le hablaron de un barrio diferente y con mucho carácter, lleno de vida y fiesta. “Eso es San Lorenzo en verano, pero el resto del año significa que te atraquen. A mí me robaron el móvil”.
La idea de vivir en uno de los barrios más bohemios y auténticos de la ciudad encajaba con su personalidad inquieta y abierta, pero no tardó en descubrir su cara oculta: “El barrio de San Lorenzo es multiculturalidad, son drogas, es gente durmiendo en la calle y mucha, mucha, mucha gente sin recursos bebiendo y drogándose en lugares públicos”.
Esta zona de Roma encarna la historia de las dos caras de la ciudad a la perfección. La estación de Termini se convierte a diario en el centro neurálgico de la ciudad, punto focal de las comunicaciones ferroviarias y, también, hogar de mendigos y sin techo que acuden a refugiarse entre sus muros. Es el único punto de la ciudad donde se pueden apreciar a diario a trabajadores en traje esperando en la cola para recibir el alimento que brinda la caridad.
Bajo el régimen fascista de Mussolini, en 1935, la Ciudad Universitaria de la Sapienza se creó para albergar a miles de estudiantes en las proximidades del vecindario. Nuevas ideas llegaban a las calles del barrio de la mano de gente joven para llenarlo de vitalidad, dispuestos a lavarle la cara de barrio obrero y artesanal e incorporarlo a la vanguardia europea.
Con lo que Italia no contaba era que, esas fronteras que rodeaban a San Lorenzo iban a servir de pantalla, tanto de entrada como de salida. Ante el fascismo, San Lorenzo siempre fue el bastión socialista de Roma y, durante toda su historia, ha sido el hervidero de iniciativas políticas y sociales de la izquierda italiana.
Es el único barrio de la capital que fue bombardeado en 1944 durante la Segunda Guerra Mundial y aún mantiene gran parte de esos edificios intactos, tal y como los dejaron las explosiones. Como símbolo de resistencia. San Lorenzo tiene memoria.
Bienvenidos a la Roma oscura
Esta zona del Municipio II ha visto cómo Roma prosperaba y se sumaba poco a poco al elenco de grandes capitales europeas mientras ellos se quedaban atrás. Calles sin asfaltar, callejones oscuros y botellas de cerveza en las aceras se convirtieron en la tónica dominante del barrio a finales de los 90. Roma creció y San Lorenzo se estancó en un barrio universitario, barato y conflictivo. Y así sigue.
Porque solo en San Lorenzo podemos encontrar al Bar dei Belli y al Bar dei Brutti (Bar de los guapos y Bar de los feos), separados por apenas una acera, oponiendo resistencia a un 100 Montaditos que amenaza su clientela con su poderío económico.
Y es que el romano es presumido y orgulloso, y prefiere celebrar los goles de la AS Roma en su bar de confianza. Aunque en el Belli – en el de los guapos, claro – resuenen más las celebraciones. Lo que une a ambos es su aroma a inmovilidad, a libertad y a familia, luchando por sacar su barrio adelante sin venderse a la franquicia de la multinacional.
Nadie ha oído hablar de San Lorenzo en las guías turísticas ni en las crónicas de viaje. Por ello, se ha convertido en anarquía y libertad, pero también en dolor. Porque no hay oportunidades ni se vislumbran los cambios. Y el caso de Desirée ha puesto la realidad de esta zona de Roma ante los ojos de la opinión pública.
En él conviven bajo el mismo ecosistema artistas y mendigos, trabajadores y rateros, poetas, traficantes e inmigrantes ilegales. Todos conocen el barrio a la perfección y aprovechan sus rincones. Nadie se acordaba de ellos hasta que una joven de 16 años murió olvidada por el mundo y lejos de su familia, en el infierno de Via dei Lucani 22.
Y por si fuera poco el dolor y la desesperación que sentía una comunidad rota, Matteo Salvini decidió acercarse hasta el lugar del crimen para mostrar sus condolencias y denunciar lo ocurrido. El Ministro del Interior, claro detractor de la inmigración en Italia, acudió a San Lorenzo acompañado de cámaras y medios, dispuesto a dar un golpe sobre la mesa. Un golpe político, no social. Y mucho menos efectivo.
El barrio no cedió, una vez más. Para Mar, una joven vecina del barrio, Salvini acudió en busca del titular fácil: “Vino para quedar bien pero no da ningún apoyo al barrio, que es de los más deteriorados del centro histórico. Los vecinos estábamos enfadados con él porque solo buscaba una buena imagen y nos opusimos”. Lo que captaron las cámaras aquel día fue la lucha ciudadana ante una injusticia que, tras generaciones de políticos olvidándose de San Lorenzo, dolía con más razón que nunca.
Los vecinos tomaron la calle porque se sentían heridos. No querían ser objeto de ninguna propaganda electoral, ni sufrir los trapicheos, ni tener que salir a la calle con miedo por la noche. San Lorenzo, el gran olvidado de Roma, tiñó sus paredes de grafitis y pintadas de apoyo a Desirée. En la más emotiva: “Giustizia per Desirée, San Lorenzo non ti dimentica” – Justicia para Desirée, San Lorenzo no te olvida – se juntaban ramos de rosas con decenas de velas que hacían que el barrio llorase al unísono.
En busca del optimismo a plazo fijo
Ante tanta injusticia, es su cultura urbana, su ambiente juvenil y el ajetreo del día a día lo que hace que esta parte de la ciudad siga adelante. Porque no queda otra. San Lorenzo es auténtico y lo han abandonado, por eso sus vecinos no quieren compasión, quieren cambios.
“Hay mucha diferencia entre el San Lorenzo de día y el de noche, parecen dos barrios diferentes. Por la noche asusta caminar sola por todo lo que ocurre y por la droga que se ve en la plaza o en las calles” se lamenta Mar, que observa cómo su barrio se transforma ante sus ojos. Todos los clanes traen la droga aquí y con el tiempo se han quedado. Y, al establecer el suministro, se establecen los consumidores. El barrio quiere decidir su identidad, igual que lo ha hecho siempre, y solo tiene dos opciones: lo alternativo o lo peligroso. Ahora mismo, San Lorenzo camina en la cuerda floja.
Tirando de carácter cuando flaquean las fuerzas, los habitantes de esta oscura parte de Roma luchan por un futuro que está muy condicionado por su pasado. Los grafitis y las pintadas cuentan la historia del barrio, de su resistencia, de su tendencia comunista y su carácter luchador.
Ex Dogana, antigua aduana de Roma y actual sala de exposiciones, es uno de los estandartes del barrio. Jóvenes pintores, músicos y artistas se acercan para expresarse y dejar allí un trocito de ellos que, como el barrio, agoniza ante la inmovilidad y pide justicia.
Ante esto, parece que Virginia Raggi, alcaldesa de Roma, tiene un compromiso establecido por desarrollar el barrio. El edificio de la tragedia, el infierno de Via dei Lucani 22, será derruido. Por dolor, por vergüenza. Porque no quieren volver a echar la vista atrás.
La degradación de una zona que exige justicia ha llegado hasta Antonio Tajani, Presidente del Parlamento Europeo, porque la tragedia de Desirée no deja indiferente a nadie: “Tiene que ser el último caso que sucede en Italia y en Roma, una ciudad abandonada, donde la degradación es evidente, tanto moral como social. Necesitamos más vigilancia, más hombres y mujeres de la policía, sobre todo por la noche”.
La belleza de un barrio luchador se está convirtiendo en degradación y propuestas vacías. Promesas que hacen efecto placebo, porque ni son efectivas ni realistas. Y esta parte de Roma necesita más que nunca esas realidades.
Porque en el barrio hay mucho arte, vida y ganas de prosperar. Y con el derrumbe del edificio llega la promesa de la recalificación de terrenos que propone Raggi, de modo que se organice el barrio y se potencie su actividad. Una vez más, solo promesas.
San Lorenzo es el hábitat de innumerables lenguas, signos y culturas diferentes que no quieren agonizar a base de agua y azúcar. Generaciones diversas han conocido sus calles y trabajado en sus establecimientos, con diferentes intereses y personalidades, pero dotando al barrio de un carisma único, no solo en Roma sino en toda Italia.
Porque San Lorenzo es luz y oscuridad a partes iguales. Es ajetreo y vitalidad de día pero también es angustia por la noche. Es por eso que esa oscuridad, sin vistas de cambio, cada vez se parece más a la ciudad de Roma. Eterna.