Spider-Man: solo hace falta dar un salto de fe

Daniel Cargol Martínez//

Uno de mis primeros recuerdos es llevar una máscara de Spider-Man y unos botes de serpentinas a modo de lanza telarañas. Cada vez que llegaba a casa del colegio le pedía a mi madre que me lo pusiera. Todos los días de la semana, de lunes a viernes. Spider-Man era algo más que un superhéroe. Era un escape.  

Desde Toby Maguire, a Andrew Garfield pasando por Tom Holland o el Spider-Man de la serie de los 90s y el de la serie de Amazing Spider-Man hasta el más reciente de todos, Miles Morales. El trepamuros arácnido ha supuesto un referente para muchos en su niñez también en la vida adulta de unos cuantos― Más que un superhéroe, más que icono. Spider-Man lo es todo.  

Fue creado en 1962 por Stan Lee y Steve Ditko ―el gran olvidado― apareciendo por primera vez en un cómic de los cuatro fantásticos. Pero ¿qué tiene este personaje que sigue causando emoción y furor a más de cincuenta años de su creación?

Da igual, si hablamos del archiconocido Peter Parker o del, ya no tan desconocido, Miles Morales. Spider-Man siempre ha sido lo mismo. Un símbolo. Un ejemplo de valentía, de resiliencia y de perseveración. En la última película del arácnido, Spider-Man Across the Spiderverse, se exploran los motivos de esta iconografía. El hombre araña está caracterizado por dos atributos: su doble vida y siempre seguir adelante. 

Doble vida

Es fácil identificarse con cualquier versión del hombre araña. En las películas, series y cómics vemos como un joven tiene que lidiar con dos realidades: su vida privada, ya sea ir a la universidad o al trabajo; y su vida de superhéroe. 

Observamos como ambas realidades se difuminan entre sí, permeando la una en la otra. Experimentamos junto a Peter y Miles como sus padres y amigos se preocupan por ellos. Como estos decepcionan a la gente a su alrededor por no poder contarles nada sobre su segunda identidad. Y, más importante, vemos cómo sobrellevan estas situaciones. 

Spider-Gwen
Spider-Gwen

El atractivo del trepamuros, en todas sus versiones, radica en la dificultad de llevar una doble vida. Algo con lo que mucha gente se puede identificar. No hace falta salir por las noches a combatir el crimen para sentirse así. Es algo más simple, el no saber si te gustan los chicos o las chicas ―o ninguno de las dos―, el estar estudiando algo que no te apetece o no sentirse a gusto con tu propio cuerpo… Esa batalla interna, entre lo que uno es y lo que la gente percibe de esa persona, es un sentimiento con el que identificarse. Es el sentimiento que Spider-Man representa. 

Como Peter o Miles se enfrentan a ello, como logran sobrellevar su doble vida y, poco a poco, también como van confiando su secreto a sus seres queridos. Aligerar la carga, seguir adelante. No es ninguna coincidencia que en Spider-Man Across The Spiderverse cuando Gwen Stacy confronta a su padre sobre su identidad como Spider-Woman tengan una conversación que resuena en muchas personas queers. Una conversación llena de miedo por parte de Gwen, ¿me aceptará por quién soy?

No es complicado que las escenas en las que Spider-Man confiesa su identidad secreta a alguien, tengan ecos de la experiencia que supone salir del armario, o de declarar algo muy íntimo. Al fin y al cabo, en esos momentos el hombre araña, ya sea Peter, Miles, Gwen o el que toque, se está mostrando vulnerable. Está confiando su mayor secreto y miedo a alguien sin saber si esa persona les aceptará. Y eso, es un sentimiento muy humano. 

Salto al vacío

El late motive de la primera película de Miles Morales como Spider-Man es una frase. Sencilla, directa y cargada de significado. “All it takes it’s a leap of faith”, todo lo que hace falta es un salto de fe. 

Esta frase representa la otra parte de Spider-Man. Con Miles queda muy claro, el joven ha recibido una carga que lo supera, el Spider-Man de su universo ha muerto y el manto ha caído sobre sus hombros. Tiene que aprender a ser el hombre araña para salvar su mundo y el resto de universos. Sus compañeros arácnidos intentan enseñarle a lo largo de la película. Peter B. Parker ejerce de mentor y Gwen de compañera avanzada, juntos intentan mostrarle el camino. Una senda para la que Miles no se siente preparado. 

Lo mismo ocurre con el Spider-Man de Tom Holland, que se ve superado por las acciones de los vengadores y los otros superhéroes. O con los de Andrew Garfield y Toby Maguire que intentan estar a la altura de las últimas palabras del Tío Ben. “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad”. 

¿Cuándo se está listo para poder tener ese gran poder? La respuesta es simple. Nunca. Puede que las personas no tengamos que combatir al mal a diario. No solemos tener superpoderes ni archienemigos ¿verdad? Pero sí que sabemos lo que se siente al creer que no estamos a la altura de algo. Al pensar que no somos suficiente y que quizá no lo lleguemos a ser nunca. 

Spider-Man y Spider-Woman
Spider-Man y Spider-Woman

Pero, igual que Miles ―y con él el resto de hombres y mujeres araña― nunca sabes cuándo estarás listo hasta que lo hagas. Y la realidad es que puedes intentarlo y que salga mal, incluso a los mejores les pasa, pero a veces todo lo que hace falta es “a leap of faith”. Creer en uno mismo, saber que puedes hacerlo y confiar en que lo lograrás. No rendirse sin intentarlo, levantarse otra vez y seguir.

La escena del Salto de Fe de Spider-Man Into The Spiderverse ilustra este sentimiento a la perfección. Miles salta desde el rascacielos más alto de Nueva York, hacia el vacío de las calles. Mientras cae, le acompañan trozos del cristal de la ventana en la que se apoyaba, que simbolizan el miedo que tenía de dar ese Salto de Fe. Durante la caída, no le vemos el rostro, solo la máscara. Y, con un giro de cámara de 180º ya no observamos como Miles cae hacia Nueva York, sino como asciende sobre la misma. Superando sus miedos, sabiendo que, después de todo, sí que estaba preparado. 

Cualquiera podría llevar la máscara

El trepamuros, el hombre araña, el increíble, el asombroso, el ultimate, Spider-Man. Uno de los motivos por los que el traje de Spider-Man le cubre el cuerpo entero, de los pies a la cabeza, reside en que cualquiera podría ser él

Por eso, cuando era más pequeño y llegaba a casa del colegio, me gustaba ponerme el traje de Spider-Man. No solo porque tenía ocho años y me obsesionara Spider-Man, sino porque al ponérmelo me sentía un poco más valiente

Al final, todos somos un Spider-Man. Todas nos enfrentamos a los mismos problemas. Y, aunque a veces no salimos ganando, él tampoco. Por eso nos volvemos a poner de pie. Una y otra vez. Y volvemos a intentarlo. Porque a veces, solo hace falta ponerse la máscara del hombre araña, sentirse un poquito más valiente. Y dar un Salto de Fe. 


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