María Resa: surcar las alturas entre telas
Laura Arnedo y Laura Albero//
“¡Guapa!” “¡Roja!” “¡Está volando!” “¡Wow, qué chulo!”. Los niños «flipan en colores» cuando ven a María suspendida en el aire, sujeta a un árbol solo gracias a sus telas rojas, en el parque de Calamocha. María Resa es una veterinaria de 30 años nacida en Bello que practica telas aéreas desde hace seis y, desde entonces, no ha dejado de volar.
Hemos quedado fuera de su zona de confort: su pueblo. Anclar las telas es complicado en algunos árboles. Hay que encontrar ramas que estén altas, sean gruesas y te permitan enganchar la cuerda con facilidad. En uno al que no le iría mal una poda consigue enganchar sus telas, por lo que empezamos con buen pie.
María hace distintas figuras y mientras la fotografiamos. Un grupo de niños y niñas que juegan a nuestro alrededor se quedan admirados al ver a esta joven moverse con sus telas como si fuesen una prolongación de su cuerpo. Se ha levantado mucho aire, pero eso no le impide lucirse ante este improvisado y pequeño público asombrado. Y nos invita a probarlo.

De María destaca su afán incansable. Hay dos componentes clave: fuerza y técnica. Y entrenar es la clave para mejorarlos. Cuando hace buen tiempo, ancla las telas en su árbol favorito del parque de Bello. Prepara su playlist y comienza a volar. El proceso parece simple: asegurarse con la tela y hacer nudos que luego se pueden deshacer. A partir de ahí, caídas, figuras y cosas en las que no estás asegurada.
Entre sus telas desconecta del mundo. Es su medicina para días “de mierda”. Una práctica que le da la vida y le transporta a un mundo en el que solo existen ella y sus fieles compañeras.
Paseamos por Calamocha y nos sentamos en una terraza que parece ser frecuentada por los mismos vecinos de siempre, que consumen lo mismo de siempre. Cuando charlas un rato con María, y sin necesidad de ser muy observadora, te das cuenta del brillo que desprenden sus ojos verdes al hablar del deporte, que le ha cambiado la vida. Entre cañas y cortezas nos adentramos en su universo y conocemos más a fondo su proyecto personal y profesional.
Las telas aéreas
Las telas acrobáticas o danza aérea es un deporte muy completo. Consiste en una combinación de fuerza, elasticidad y flexibilidad. Secuencias, figuras, caídas, coreografías… El abanico es muy amplio y el fruto de todo ello es una hermosa mezcla entre arte y deporte. Una miscelánea entre expresión corporal, creatividad, fortaleza y destreza. La tela aérea se considera un arte multidisciplinar que aúna deporte con danza, artes circenses, acrobacias y teatro.
Su origen es todavía algo difuso por su reciente aparición como deporte, aunque muchos tienden a atribuírselo a la tradición circense francesa. Se suele apelar a la propia evolución del circo, y se sitúa en una Escuela de Circo francesa en 1959. Un estudiante de cuerda volante, a la hora de presentar su proyecto final, encontró un armado de tela y decidió utilizarlo para su exhibición. A partir de ahí se originó la danza aérea.
En Europa, y en concreto en España, todavía no es considerado deporte de competición, a diferencia de Latinoamérica. Aquí falta mucho por avanzar todavía, ni siquiera está regulado. No hay una titulación oficial de profesor circense o de telas aéreas, sino que se aprende a base de cursos y, cuando te sientes preparado, puedes empezar a formar a otra gente. Se hacen actuaciones a nivel circense, pero no se compite.
Aunque esta modalidad carece de regulación y de titulación oficial, jóvenes como María se forman en academias y asociaciones de circo como Espai de Circ y Órbita en Valencia; La Chimenea Escénica, en Murcia; o Scimmie Volanti, en Madrid. Pero el inicio de María en este deporte fue gracias sus amigas y vídeos de YouTube.
Afán de superación
Para María, un descubrimiento de casualidad le llevó a su pasión actual. Ella y sus amigos quedaban para hacer slackline, un deporte de equilibrios. Un día, Elena, la novia de uno de ellos, llevó sus telas. Y se enamoró de este deporte: “Buah, qué pasada”. Se compró sus telas y aprendió de forma autodidacta. Más adelante, cuando estudiaba veterinaria en Valencia, comenzó su instrucción en academias de la mano de profesionales. Continuó en Murcia mientras estudiaba el máster, e hizo lo propio durante sus prácticas en Madrid. Y así, sin buscarlo, encontró su pasión.
Su paso por diversas academias y el trato con distintas profesoras le ha permitido a María Resa aprender este deporte desde diferentes perspectivas. Y ha favorecido su desarrollo personal. Es muy tímida y una de las instructoras de Scimmie Volanti les hacía improvisar y hacer teatro encima de la tela. Por lo que tuvo que superarse a sí misma.
Unas profesoras se centran más en caídas y figuras; otras enseñan historias y crean secuencias; y otras son más de improvisación. Hay muchas maneras de hacer telas: más de figura, más dinámico, más estático… Pero aprender la técnica es uno de los aspectos preferidos de la joven. Ayuda mucho a no tener que hacer tanta fuerza y evitar lesiones.
María practica yoga, escalada, crossfit, slackline y telas. Pero el último destaca entre todos ellos. Las telas le aportan algo que el resto no: cansa muchísimo físicamente y permite descargar toda la energía. Además, le encanta la parte creativa que no tienen otros deportes. El crossfit te permite liberar tensiones por lo potente que es. El yoga es más meditativo, y la escalada más técnica. Aunque todos carecen de ese tinte artístico que tienen las telas. Son un arte y sacan la creatividad que llevas dentro. Te mueves al ritmo de la música. Este deporte es una forma de expresión que ejercita todo el cuerpo.
Una pasión por volar contagiosa
En el parque de Calamocha recibimos una clase nivel principiante y el resultado, cuyas expectativas no eran muy altas, no es tan malo. Incluso pica en nosotras una inesperada curiosidad hacia este deporte: “No me importaría probarlo algún día”, comentamos en el bus de vuelta a casa.


Sentirte suspendida en el aire entre telas es una de las mayores sensaciones de libertad que hay. Es una forma de fluir, improvisar y desconectar de todo aquello que ocurre a tus pies. Una vez vuelas, todo lo demás deja de importar. Toda la concentración está focalizada en enredarte entre las telas, en dejarte llevar, en flotar. Un pie por aquí y, seguido, el otro. Ahora te sientas, como si de un columpio se tratase. Te doblas e inclinas la cabeza hacia atrás. La tela justo debajo de las lumbares. Sacas la cadera para poder hacer el siguiente movimiento. Y, ahora, a girar. Si sabes lo que haces, como María, es mucho más fácil. Si eres principiante, como nosotras, hay que sumarle la tensión, los nervios y el miedo a caerte. Una vez consigues hacer la figura —aunque sea a medias y con algo de ayuda—, la sensación es de verdadera satisfacción de haber hecho algo que, al menos en nuestro caso, quizás nunca habríamos imaginado lograr. Y mucho menos sin la ayuda de nuestra maestra por unos minutos.
María disfruta de enseñar. Y se nota. Es paciente, elocuente y clara en sus explicaciones. A pesar de no tener nada que ver con su profesión, entra en sus planes la enseñanza de este deporte. Durante un tiempo, pensaba en dejar aparcada la veterinaria —trabajaba en clínicas de pequeños animales —perro y gato—, tirarse a la piscina y que saliera lo que tuviera que salir. Comenzó un curso de formación a nivel escénico que prepara a los artistas para presentar sus muestras a los circos y que les contraten. Pero cuando se planteaba la posibilidad de dedicarse a las telas aéreas de forma profesional, llegó la pandemia: “Fue un derrumbamiento de todo”. Regresó a Bello y se percató de la ausencia de academias que formen en disciplinas aéreas en la provincia de Teruel.
En Zaragoza hay algunos lugares en los que se puede entrenar, como La Harinera, y otros en los que se imparten clases, como La Casa del Circo. Aunque la oferta de este tipo de espacios sigue siendo muy reducida en la capital aragonesa. Practicar un deporte diferente al fútbol y baloncesto es muy complicado. Esto se ve acrecentado en las zonas rurales.
María pensó en dar clases regulares mientras estudiaba las oposiciones para el Ministerio de Agricultura. Comprar materiales —telas, colchonetas…—; darse de alta de autónoma; alquilar un local… Tenía que arriesgar mucho para llevar a cabo una iniciativa como ésta: “¿Y si no viene nadie?”.
Pero ni la incertidumbre ni las dudas sobre la acogida que podía tener, o no, su proyecto le paralizaron. Desde enero hasta julio de 2021, sacó clases cada miércoles y viernes por la tarde en una academia de crossfit de Calamocha. Desde septiembre hasta marzo de 2022, solo los viernes. Su intención era ofrecer una alternativa para que los que quisiesen probar algo distinto y “muy guay” pudiesen hacerlo. ¿Lo mejor de todo? En la cercanía de su pueblo. Y lo que comenzó como un proyecto pequeño, de tres grupos reducidos, empezó a crecer. Como solo podía poner dos telas ancladas en la nave que alquiló, redistribuyó a sus alumnos. Cada grupo era de seis personas máximo. No quería que la gente estuviera sin hacer nada y se aburriera.
Las redes sociales contribuyeron a este crecimiento y le ayudaron a visibilizar su trabajo. Corrió la voz y cada vez había más gente interesada en probar sus clases. Se planteó continuar con el proyecto y hacerlo más grande o dejarlo y sacarse las oposiciones. Pero, a veces, la decisión no está en tus manos y la vida tiene otros planes para ti. Por circunstancias personales tuvo que dejar las clases en pausa. Pero tiene la certeza de que, si en algún momento decide retomarlas, es algo que funciona bien. La gente iba contenta. Planea reanudarlas el curso que viene, aunque orientadas de otra manera. Este proyecto le ha servido para aprender de sí misma y mejorar cada día.
Desde entonces ha tenido otros proyectos relacionados con las telas aéreas. Ha realizado espectáculos en diferentes pueblos, como Cantavieja y Anento, donde actuó con un grupo de música de Daroca. También ha grabado un videoclip junto a Miguel Gil, un conocido músico del mundo de la guitarra, como una forma de complementar dos artes: la música y la danza aérea. Y, con ayuda de otro amigo camarógrafo, dieron lugar a esta combinación creativa. Mientras continúa con las oposiciones, antes de retomar las clases, tiene nuevos proyectos en marcha: fomentar el slackline en Zaragoza y Teruel; talleres por los pueblos con niños, adultos y cualquiera que le apetezca; actividades en verano en la comarca del Jiloca… Las alturas le flipan y le gustaría poder compaginar sus dos pasiones: la conservación del medio ambiente —para lo que oposita— y el arte del circo. Pero, a su vez, quiere transmitir a sus alumnos ese entusiasmo por las telas.

Medicina para la despoblación
El año 2022 cerró con 1.326.315 empadronados en Aragón, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). 54 más que al comienzo de año. El 1 de enero del año pasado, el INE publicaba el último registro de población hasta la fecha: Zaragoza rondaba los 673.000 habitantes, mientras que Huesca y Teruel, 53.300 y 35.900, respectivamente. Los últimos datos del censo publicados por el INE arrojan datos preocupantes: ha decrecido la población de casi ocho de cada diez municipios aragoneses entre 2011 y 2021. Los pueblos soportan este éxodo rural frente al crecimiento de las ciudades y cabeceras comarcales. La provincia de Teruel es la más afectada por la despoblación: el 84,7% de los pueblos ha perdido habitantes. La provincia de Zaragoza ha caído en el 77,1% y en Huesca, la menos perjudicada, la pérdida ha sido del 69,3%.
En el mundo rural surgen iniciativas que nacen con el objetivo de ponerlo en valor y demostrar que merece ser apreciado igual que las ciudades. Porque hay vida más allá de las metrópolis. Mujeres Artistas Rurales de Aragón (MAR) es una de ellas. Esta asociación de mujeres artistas y artesanas del medio rural aragonés emerge de la necesidad de promocionar los trabajos y visibilizar la realidad del mayor número posible de creadoras rurales y desarrollar proyectos en común que contribuyan a dinamizar el medio rural. El objetivo final es reducir la dependencia cultural hacia las ciudades.

Desde esta plataforma organizan diferentes actividades a las que cualquiera que esté interesado puede apuntarse. Consiste en una red de contactos entre estas mujeres y su coordinación da lugar a proyectos tan maravillosos como el MAR Festival, que el año pasado tuvo lugar en Cantavieja, Teruel en octubre. Allí todo el mundo —y sus propuestas artísticas— es bienvenido: artesanía, pintura, danza, circo, poesía, teatro, jota… Es un festival “itinerante y multidisciplinar” que pone en valor el trabajo de las creadoras del proyecto MAR. Todos los años sigue el mismo patrón, aunque en diferente ubicación y con diferentes artistas. Se trata de enfatizar el papel del arte como medicina y la cultura como herramienta para combatir la despoblación. Una propuesta diferente que emana entusiasmo y creatividad allá donde va.
Otra iniciativa destacable es La Tartana Roja, una asociación de circo de la comarca de Daroca formada por mujeres rurales. Hacen talleres enfocados a niños en jornadas culturales o fiestas de pueblos. La importancia de esta propuesta reside en el impacto que tiene en su público. Una vez termina el taller —de poco más de una hora de duración—, muchos enseguida preguntan dónde se pueden apuntar a las clases de María. De allí salen muchos futuros artistas que practiquen telas. A la gente, y sobre todo a los niños, les encanta. Es una forma atractiva y cercana de fomentar el deporte.
María Resa pasó de vivir en Valencia, acostumbrada a un ambiente muy social, a volver a su pueblo, con otro ritmo de vida y otro tipo de actividades. Le costó estar a gusto en él. Fue un proceso largo de adaptación. Pero ahora no lo cambiaría por nada: “Veo la Laguna de Gallocanta desde mi ventana, el campo verde, un montón de rapaces volando por mi ventana…”. La tranquilidad que le aporta es incomparable a la ciudad. Y es lo que su cuerpo le pide en este momento de su vida.
Para ella, es crucial impulsar el amor por el deporte a los más pequeños a través de actividades cercanas a ellos. No basta con promover el empleo y dar ayudas en el ámbito agrario para jóvenes, agricultores, mujeres… Hay que ofrecer otras alternativas que la gente tenga las ganas de quedarse a vivir en los pueblos. Los talleres, los festivales artísticos y las propuestas culturales les dan esa “vidilla” que necesitan. Resa lo tiene claro: “No hay nada como la paz que te da vivir en tu pueblo”.


Resa tiene un sueño. Quisiera montar una escuela creativa de circo que sirva de retiro espiritual también a la gente de las ciudades. Una forma de fomentar que fuese gente de todas partes. Todo el mundo, y todo tipo de arte circense, sería bienvenido: danza, trapecio, telas… Y las posibilidades infinitas: montar talleres, dar clases, entrenar… Un espacio en el que compartir experiencias, aprendizaje y pasión por el arte de desafiar a la gravedad.
Pagamos las cañas —a las cortezas invita la casa— y nos vamos.
María Resa es ambiciosa, pero con los pies y la cabeza en la tierra. Sabe que su proyecto es toda una aventura y que requiere esfuerzo, tiempo y dinero. Embarcarse en un plan así es arriesgado, pero no imposible para esta joven de espíritu libre e insaciable.
Mientras cumple su sueño, ella seguirá volando. Y nosotros seguiremos flipando.
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