Un espejo en el que no mirarse

Javier Ortiz//

Toda persona ha tenido, tiene o tendrá modelos y referentes que, a lo largo de su vida, le muestren una imagen de lo que quiere llegar a ser. De pequeños suelen ser los juguetes, nuestros profesores o la familia, pero conforme vamos creciendo, estos pueden cambiar de la noche a la mañana.

Hoy, en lo referente al cuerpo, podemos ver a través de la publicidad, los medios o las redes sociales a personas reales, pero muy alejadas de cómo podríamos ser usted o yo. Y aunque cada vez más se lucha para desterrar al arraigado canon de belleza de nuestra sociedad, hay quienes se empeñan en no dejarlo ir.

 

GRANDES HERRAMIENTAS, GRANDES PROBLEMAS

Decía George Berkley, famoso filósofo irlandés, que “existir es ser percibido”. En la época en la que vivimos, ser percibido es una de las cosas más sencillas que existen. Hay actualmente 4540 millones de usuarios en internet, el 59% del mundo, según un estudio de We are Social & Hootsuite, y alrededor de 1600 millones de personas pueden acceder a servicios televisivos, según la agencia Statista. Solo necesitas un dispositivo electrónico y conexión a internet para que tu imagen, tu realidad mediática, dé la vuelta alrededor del mundo y millones de personas puedan acceder a ti en cuestión de segundos. 

Todos somos seguidores de algún modelo, actor o influencer a través de las redes o los medios, y debemos considerar que la explotación del cuerpo humano que estos hacen, el mensaje que transmiten, es peligroso, si se entiende de manera errónea. Idealizar modelos irreales es peligroso. La imagen que estas personas nos muestran, de tallas excesivamente pequeñas, piel perfecta y cuerpos apolíneos, pero consumidos por intensas horas de gimnasio, es lo que hoy en día se considera normal. Basta con entrar en Instagram y poner cualquier hashtag relacionado con el gimnasio o la vida sana para saberlo. Querer parecerte a estas personas, cueste lo que cueste, puede suponer trastornos físicos y mentales gravísimos, porque en realidad, alcanzar esos cuerpos sin bisturí o extensos conocimientos sobre edición de imagen es bastante complejo.

Actualmente vivimos en una sociedad de redes, donde internet es la conexión principal entre la mayoría de personas del mundo. También vivimos en una sociedad de la imagen. Esta combinación hace mucho más fácil seguir a nuestros referentes. Alexander Torres, profesor en la universidad de Santo Tomás, Colombia, en El cuerpo del consumo: los medios como condicionantes de los cánones sociales, expone lo siguiente: “los individuos en la utilización continua de estos medios se exponen a la circulación de cánones y preceptos corporales, que allí se evidencian en cuanto a la difusión de tendencias, modas, estereotipos y estilos”. Esto puede producir problemas, porque ya no nos conformamos con visitar perfiles, o consumir contenido, sino que idealizamos, convirtiéndonos en esclavos de comportamientos no naturales y a menudo confundiendo la ficción con la realidad. Ejemplos de esto pueden ser los nuevos cánones de belleza impuestos por la mediatización del cuerpo que a menudo se confunde con asemejarse a cuerpos imposibles o la sexualidad, ampliamente marcada por la pornografía.

 

UN CUERPO 10 NO DA UN 10 EN AUTOESTIMA

Esa imagen irreal del cuerpo perfecto y su explotación a través de los medios y la publicidad puede tener graves consecuencias, dado que a menudo suele ser inalcanzable por el común de las personas. Bernad, Arda y Fernández, doctores en Ciencias de la Comunicación, formularon en su estudio Publicidad de la industria de la belleza y el mercado de trabajo la siguiente evidencia: “El tratamiento del ideal físico, que subyuga a las mujeres desde niñas -mucho más que a los hombres- mediatiza en muchas ocasiones su alimentación y costumbres, llegando a producir auténticos trastornos alimentarios y de personalidad”.

La juventud, la delgadez y la perfección corporal se presuponen las características necesarias para alcanzar un estado de felicidad plena. Los modelos, tanto masculinos como femeninos (en especial estos últimos) con los que a menudo se nos bombardea a través de anuncios, programas de televisión o cine, son personas con las que nosotros rara vez podemos identificarnos, lo que provoca una gran frustración y a la vez un deseo inconsciente de alcanzar el estado físico de estos modelos, aunque esto conlleve problemas graves para la salud, tanto física como mental. ¿Por qué un/a influencer o modelo con su cuerpo diez es lo que se considera normativo, cuando la realidad es totalmente distinta? 

Frente a los desfiles de Victoria’s Secret o Yves Saint Laurent, archiconocidos por mostrar al público manos huesudas, clavículas sobresalientes y piernas que no tocan la una con la otra al caminar, surgieron y continúan apareciendo otras alternativas que luchan contra la explotación de cuerpos enjutos e insalubres y reivindican la desaparición de lo normativo y de los cánones de belleza. Un buen ejemplo puede ser una campaña de The Body Shop, reivindicando la desaparición de esa presión social a la que se ven sometidas las mujeres, de encajar en los estereotipos dominantes. Ruby, la muñeca fuera de los cánones, apareció por primera vez en 1998 y generó una gran cantidad de críticas, tanto por parte del público como de los medios. La periodista de El País, Isabel Ferrer, en un artículo escrito para la ocasión, “El cuerpo de Ruby”, se refirió a ella como “oronda” e insistió en sus “formas generosísimas y rostro feliz”. Incluso se atrevió a añadir que, pese a que esta muñeca “no desfilará nunca por una pasarela”, aun así, “destaca por encima del resto”.

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Fuente: www.thebodyshop.com

Ante la agobiante presión social, la búsqueda de la perfección corporal y la mediatización del cuerpo, la catedrática en psicología Rosa María Raich, especializada en trastornos alimentarios, nos explica en su artículo Una perspectiva desde la psicología de la salud de la imagen corporal que “en una sociedad que glorifica la belleza, la juventud y la salud no es extraño que aumente la preocupación por la apariencia física”. Raich habla de que la insatisfacción con la imagen corporal es muy frecuente hoy en día, y sobre todo entre mujeres, lo que puede ocasionar problemas serios, como el trastorno de la imagen corporal o dismorfia, así como trastornos alimenticios. La catedrática propone proporcionar a las mujeres habilidades para “contrarrestar la presión” de la “sociedad de la imagen” en la que vivimos. Es fácil decirlo, pero hacerlo será más complicado teniendo en cuenta que la explotación de la imagen y del físico irreal reporta grandes cantidades de dinero a creadores y difusores de contenidos audiovisuales, así como a empresas del ámbito de la moda, el deporte o la salud. 

En los últimos años, numerosas marcas han creado campañas para luchar contra el problema de los cánones de belleza y los trastornos alimenticios, como NO-Anorexia, de la marca Nolita, en la que aparecía la modelo Isabelle Caro, anoréxica, tumbada de espaldas, o la antes mencionada muñeca Ruby, de The Body Shop. Por otra parte, se han regulado los contenidos que los medios pueden o no emitir a través de agencias de control publicitario y contenidos, como ASA o Autocontrol, que se ocupan de que no se sobrepasen los límites en lo referido a la explotación y utilización del cuerpo. Aunque el esfuerzo más grande lo están haciendo nuevos medios con nuevas ideas y mucha repercusión, que defienden la eliminación de cánones y estereotipos y luchan contra lo normativo a través tanto del periodismo como de las redes y los actos multitudinarios, como Pikara Magazine, o Proyecto Kahlo.

 

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Fuente: Proyecto Kahlo. Autora: Azul Bertolini

CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA…

Otra realidad mediática de nuestros días, muy presente en nuestras vidas y que genera gran preocupación, es la pornografía. Solo en 2019, la plataforma más exitosa de esta temática –Pornhub-  generó cuarenta y dos billones de visitas y se subieron casi siete millones de videos (6´89 millones, para ser más exactos). 

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Fuente: El español 

El sexólogo Ivan Rotella explica que “el porno no tiene nada de malo, el problema es cuando la gente se cree que es la realidad. El porno no es una herramienta de educación sexual”. La cuestión es que entender las prácticas sexuales que se ven en los videos como reales y asumir los comportamientos de actores y actrices puede ser grave en el desarrollo de la sexualidad (sobre todo al consumir pornografía a edades tempranas), e incluso pueden convertirse en una adicción. Rotella expone que “el porno es válido como entretenimiento, pero que en ningún caso debe tomarse como un manual”. 

Con el fácil acceso a través de redes e internet ha aumentado el consumo, y con este el visionado de prácticas sexuales que, en la mayoría de los casos, denigran y cosifican a las mujeres, fomentan estereotipos e incluso la violencia

Según Europa Press, “la edad media de inicio en el consumo de pornografía son los catorce años entre los adolescentes hombres, y de dieciséis años en el caso de las mujeres”. Esas edades están comprendidas dentro del desarrollo adolescente, donde la sexualidad tiene gran relevancia. Por lo tanto, una falta de educación sexual y de unos esquemas sexuales definidos puede llevar a asumir determinados roles de género, comportamientos de dominación, sumisión o control y, en palabras de Jesús Rodríguez, director del Instituto Sexológico de Murcia, “fomentaría los estereotipos sobre los roles de género, aumentaría la probabilidad de que mantengan relaciones sexuales de riesgo, y también de perpetrar agresiones sexuales”.

A nivel de salud, la dopamina que genera ver pornografía puede provocar menor excitación ante los estímulos de la realidad, alimenta expectativas irreales, por lo que las relaciones afectivas y la excitación se vuelven más complicadas; las preferencias sexuales pueden tratarse de manera negativa, y puede llegar incluso a afectar a la autoestima de uno porque “yo no estoy tan bien dotado/a” o “mis relaciones no parecen tan satisfactorias”. Estos contenidos son, en su inmensa mayoría, prácticas irreales y no deben idealizarse y entenderse como modelos de comportamiento. En definitiva, son actuaciones y quienes participan cobran por ello. Por tanto, se les indica qué tiene que ocurrir y qué deben sentir en cada momento, aunque esto implique fingir sus emociones. En este ámbito siguen predominando los roles de género y los comportamientos abusivos, aunque está aumentando de manera considerable la producción de contenidos más “reales”, surgen productoras de “porno responsable” y se escribe y difunde información sobre el tema a través de revistas culturales y medios feministas.

Nos enseñarán cuerpos esbeltos, abdómenes modelados, modelos con lencería, satisfacción teatralizada y éxtasis desmesurado…Y qué. El tratamiento mediático del cuerpo y la pornografía solo son dos ejemplos de la infinidad de irrealidades mediáticas que hay actualmente, y a su vez, son los que, tratados de manera irresponsable, más afectan de manera negativa a la autoestima, salud, y comportamiento de las personas. Todos necesitamos modelos a seguir. Admirar a alguien está bien ¿Imitarlo? En cierta medida. Pero, ¿idealizarlo? No. Cada día surgen nuevas herramientas para ser nosotros mismos, y no un reflejo distorsionado de lo que otros quieren que seamos. El avance es lento, pero paso a paso, llegará el día en que los cánones y estereotipos sean, en vez de nuestra realidad, el recuerdo de una lección que ya aprendimos.

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