Una cuestión de géneros
Elías Achón//
El término “apropiación cultural” está de moda en el mundo de la música. Mejor dicho, Rosalía y su obra, El mal querer, lo han devuelto a la vida. Estas dos palabras parecen el apellido de esta joven estrella, siempre la acompañan cuando se habla de ella. Parecía que se hubiesen borrado del imaginario colectivo, hasta que el triunfo mundial de la artista catalana ha sido más que evidente. Ha recibido una auténtica lluvia de críticas por ser una paya que canta y fusiona el flamenco con otros géneros más urbanos. Da la sensación de que es la primera artista que ha decidido introducirse en un género que, según un sector de la sociedad, le es impropio. Pero no es así.
La acusación de apropiación cultural que recae sobre Rosalía es la misma que podríamos utilizar para hablar de Elvis Presley, Jerry Lee Lewis o Bill Haley; todos ellos músicos americanos blancos cuyas carreras musicales comenzaron durante los años en los que el rock and roll se consolidaría como un género referente. En el caso de estos tres intérpretes, vemos como la cultura dominante del momento trató de apropiarse de lo que en aquella época era considerado música de negros: el blues y el rhythm & blues (R&B). Ellos, y otros muchos, decidieron interpretar, versionar o componer canciones que se podrían catalogar en estos géneros. La reacción en la sociedad fue inmediata.
En este periodo histórico, toda esa música producía un gran rechazo a los sectores más racistas y puritanos de la sociedad americana, ya que la veían como un instrumento creado para exaltar a los más jóvenes. No obstante, algo cambió al ver a músicos blancos cantando temas de este tipo. Pese a que siguió generando controversia en la sociedad, los jóvenes blancos se empaparon de este nuevo género: el rock and roll. Se puede considerar como uno de los primeros intentos de apropiación cultural en la música moderna y una herramienta primaria del marketing musical, un mismo producto con un lavado de imagen. La evolución del R&B, en lo que se conocería como rock and roll, llevó esta préstamo entre culturas a otro nivel.
El sumun de esta cuestión fue cuando este conflicto de géneros musical llegó a Reino Unido. El propio Keith Richards o Eric Clapton no fueron otra cosa más que jóvenes blancos ingleses que crecieron escuchando esta mezcla de música blanca y negra procedente del continente americano. Junto al gran boom de Elvis, las influencias musicales de B.B. King o Robert Johnson fueron más que evidentes. Gracias a estos referentes, el desarrollo del rock y pop británicos, tal y como los conocemos, fue posible.
Pero a Rosalía no le acusan solo de usar la música propia de la cultura flamenca, sino de adoptar todo tipo de símbolos e iconos de dicha corriente, llegando a hablar de “antigitanismo”. Esto puede alejarse un poco del ejemplo del R&B y el rock and roll pero la catalana no ha sido la primera artista urbana que ha sufrido acusaciones de adoptar toda una cultura o vestimenta propias de un género musical.
Hacemos un salto temporal. Volvemos a Estados Unidos, al fin de los años noventa y el principio del siglo XXI. Un joven blanco empieza a triunfar en el mundo del rap, la máxima representación musical de la cultura hip-hop. Un género que surge entre las décadas de 1970 y 1980 como una herramienta de protesta de los sectores más pobres y oprimidos del momento. El género comienza a extenderse pero resultaba chocante que a los jóvenes blancos de la clase media les gustasen aquellas letras que trataban temas tan alejados de su realidad. Hasta que llegó el Elvis Presley del rap. Vuelve a pasar como en el anterior caso: esta nueva música se torna en el delirio diario de madres y padres por todo el continente americano. Letras sobre drogas, sexo o violencia invaden los cuartos de sus hijos adolescentes de todo el país.
Un buen día, una primera maqueta de este joven artista llega a manos de Dr. Dre, uno de los productores más influyentes de este género. El talento del chico le convence y decide trabajar con él. Lo demás, como se dice, es historia. A partir de ese momento, se convirtió en uno de los exponentes más relevantes del rap americano, ha vendido millones de discos y es uno de los artistas urbanos más respetados. Este hombre no es otro que Marshall Bruce Mathers III, más conocido por su nombre artístico: Eminem.
Esto no para aquí. El préstamo cultural ha estado de moda durante todo el siglo XXI. Uno de los iconos del pop actual, como es Kate Perry, fue acusada de estereotipar la cultura japonesa por cantar con uno de sus trajes tradicionales durante una gala de premios. Otro ejemplo puede verse en Coldplay y Beyoncé, los cuales publicaron un videoclip, basado en la cultura tradicional india, en el que la cantante americana interpretaba a una actriz de Bollywood.
La clave en la apropiación cultural, en lo que al ámbito de la música se refiere, reside en la manera en la que la ejerces: si se hace desde el respeto, el conocimiento y la admiración, no debería ser criticado. El intercambio entre culturas es algo innegable en nuestros días, de hecho, sin él no existirían los géneros musicales que conocemos. Nadie puede erguirse como dueño de un tipo de música y menos en plena época de la globalización. Rosalía se ha encargado de estudiar el mundo del flamenco y todo lo que le rodea, además de ser artista con formación musical, algo que no abunda hoy en día. A ello, hay que sumar la gran aceptación de su obra, lo que ha servido como un escaparate al mundo. Nos guste o no, se ha encargado de dar mayor visibilidad al flamenco, para bien o para mal, y de redibujar a España en el mapa de la música mundial.