Delitos y Cine: Encuentro con Cristi Puiu
Jorge Marco, Julio Beltrán y Pablo Gracia//
Los festivales de cine, y mucho más aquellos de la talla del de San Sebastián, se traducen en jornadas agotadoras para público, prensa y equipos participantes. Frenéticas y comprimidas, las agendas personales se llenan rápidamente de multitud de proyecciones, entrevistas, galas y eventos de todo tipo. Son días de emoción y disfrute, por supuesto, pero al costo de una rutina extenuante que, constantemente, debe de ser reformulada por imprevistos o cambios de parecer. De estos inevitables imprevistos hablamos con el resto de periodistas que, pacientemente, esperaban la llegada de uno de los directores más atípicos y polémicos del panorama europeo. Cristi Puiu acumulaba un retraso cercano a la media hora cuando hizo su aparición en la mesa redonda donde respondería a las preguntas de varios medios de comunicación. Lejos de resultar molesta, y siendo perfectamente entendible, esta tardanza propició una distendida charla entre los entrevistadores sobre la obra que Puiu defendía en esta edición, MMXX.
A diferencia del resto de entrevistados que os hemos ido presentando, Cristi Puiu no es ningún novato. A sus 56 años de edad, y con un buen puñado de largometrajes internacionalmente aclamados, Puiu se destaca como uno de los más importantes representantes de la Nueva Ola Rumana. Este joven movimiento, nacido a principios de siglo, se caracteriza por un cine con una fuerte pulsión social, un estilo minimalista y naturalista y, en general, una cierta ironía o humor negro que adereza buena parte de los diálogos. Una de las películas más relevantes internacionalmente de esta corriente, La muerte del Sr. Lazarescu, lleva precisamente la firma de Puiu. Otras de sus obras más notables serían Sieranevada o Malmkrog. Siguiendo esta estela, su nueva obra, la que hoy nos ocupa, trata de entender el impacto y las implicaciones que tuvo el confinamiento de la pasada pandemia del COVID-19. Para ello, se vale de cuatro historias independientes que giran en torno a este catastrófico evento.

Las fuertes opiniones de Cristi Puiu sobre las medidas que los gobiernos tomaron en pos de contener el virus le han valido muchos titulares y polémicas en Rumanía y, tras esta nueva película, él mismo ya supondría que una buena parte de las preguntas girarían en torno a este asunto. Tal vez esta podría ser la razón de su tardanza, quién sabe. En cualquier caso, efectivamente, apenas se sentó en la mesa fue rápidamente interrogado acerca de sus motivaciones para rodar una película sobre la pandemia y sobre la relación de esta obra con sus opiniones personales. Para Puiu, MMXX está basado en la observación directa de lo que ocurrió en Rumanía durante la crisis sanitaría, donde murieron cerca de 70.000 personas y el país entero fue sometido a durísimas medidas restrictivas. Contarlo de un modo minimalista y sin introducir juicios propios responde no solo a esta pretensión de realismo, sino también a una cuestión moral. En sus propias palabras: “Como director tienes que tomar de tu propio entorno, de tu experiencia vital. No lo haces solo desde tu propia visión de las cosas, a veces es mejor fijarse en lo que piensan otros. El cineasta, creo, tiene un deber… Así que para mí era parte de mi deber”. Cabe mencionar que, en pos de alcanzar ese realismo y esa visión policrómica, la película nació de un taller que realizó con actores, tanto profesionales como amateurs, que compartieron sus historias personales, a partir de las cuales se desarrollaría la trama de la película.
Con resignación y sosteniendo tener más preguntas que respuestas a todas estas problemáticas, Puiu advierte que estas cuestiones no son propias solo de Rumanía. Afectan a todo el mundo y las consecuencias más profundas de estas políticas están aun por verse. “No es una pesadilla de la que te levantas al día siguiente y ya está todo bien”. En definitiva, no podemos dar por terminada la pandemia y dejar atrás a todos los que fueron abandonados o vulnerados durante la crisis sanitaria.

De esta forma, las preguntas puramente políticas continuaron. Puiu contestó de buen grado, pero, finalmente, no puede ocultar cierta crispación ante el hecho de que su película parece ausente en una entrevista que, en teoría, debía servir para profundizar en su obra y no solamente en la ideología política de su director. Con una media sonrisa, el director rumano llegó a decir: “Me hace gracia, parezco un político contestando a esta clase de preguntas”. Efectivamente, algunas de las personas sentadas a la mesa parecían confundir a Puiu el ministro de sanidad, al que atosigaban con preguntas que llegaron a oscilar entre lo malintencionado y lo puramente negacionista. Y es que por parte de algún periodista se llegaron a decir cosas bastante gruesas y ridículas, que no reproduciremos aquí, y que seguro pusieron en jaque la paciencia del director y de algunos de los presentes… En cualquier caso, Cristi Puiu debe de estar acostumbrado a este tipo de preguntas que, en cierta forma, él mismo había alimentado en multitud de declaraciones públicas. Sin remontarnos muy atrás en el tiempo, antes del estreno de su anterior película, Malmkrog, en el Festival Internacional de Transilvania, hizo unas declaraciones para los espectadores que rápidamente recorrieron las redes y los medios especializados. Puiu opinó que “quedarse con la mascarilla puesta mientras se ve una película de 200 minutos es inhumano […]. Sí, hay un problema, hay una epidemia, hay un virus, pero el tono de las autoridades es inaceptable.”
Finalmente se logró reconducir la conversación hacia la película y, concretamente, entorno a un punto que el realizador encontró más interesante, la música. Al ser preguntado por el uso de la música clásica en su película, que está presente en las cuatro historias, Puiu se mostró enigmático. “No me puedo imaginar un tiempo, cualquiera, sin música. Hay algo, lo que sea, con lo que siempre me puedo relacionar gracias a la música. Al final recordamos a través de imágenes y sonidos.” Para profundizar en el concepto, la segunda historia de la película, que es probablemente la mejor y más depurada de las cuatro, transcurre enteramente en un pequeño apartamento durante el confinamiento. Cuando los protagonistas descubren que una amiga está sufriendo complicaciones en el parto de su hijo, desatan una frenética serie de llamadas a familiares y conocidos con el fin de intentar prestar cualquier tipo de ayuda. Mientras se desarrolla esta claustrofóbica escena, en la que permaneceremos encerrados a lo largo de la tragedia junto a los personajes, la música clásica permanece presente y enquistada de forma diegética. A este respecto, Puiu comentó: “La segunda historia está rodada en mi propio apartamento, al que nos tuvimos que mudar en 2020, al principio de la cuarentena. Y lo que sucede en la película sucedió de verdad, le pasó a un amigo nuestro. Así que traté de representarlo cómo fue… y ahí la música cobra importancia porque afecta a tu propia percepción de las cosas”, dejando en claro, nuevamente, su preocupación por obtener un relato puramente realista y adornarlo tan solo con aquello que, de forma natural, podría haberse encontrado ahí en esa situación.

Esta segunda historia de la que venimos hablando ejerce como puente narrativo entre la primera, una surrealista sesión de psicoanálisis en la que una peculiar paciente desmenuza su historia, y la segunda, en la que un sanitario le relata a otro una delirante anécdota mientras esperan el resultado de sus test de antígenos. Este puente se establece mediante personajes comunes, pero, sobre todo, mediante este curioso recurso narrativo en el cual los personajes hablan y relatan sobre situaciones que no están viviendo directamente, que ya han pasado o que están pasando en un lugar que les resulta inaccesible. La acción parece desarrollarse fuera del plano, más en la cabeza del espectador que en la propia pantalla. Al interpelar a Puiu sobre esta cuestión, él prefiere matizar: “Sí que hay acción. Los personajes hablan de cosas que suceden fuera porque así era la vida durante la cuarentena. Porque estabas encerrado en tu casa… Por ejemplo, en la tercera historia […], toda esa ensoñación que se genera durante este episodio se rompe al final cuando los personajes tienen que ponerse los EPIs, porque trabajan en un hospital”
MMXX es una obra monumental, no solo por su extensísima duración, sino por haber sido dirigida con finura por un director que sabe plantear una serie de problemas incomodos que, por conveniencia o negligencia, hemos ignorado. Entre comentarios ironicos y empleando un tono sereno, la voz de Puiu denota fuertes convicciones que, polémicas o no, nacen de una trayectoria vital marcada por la opresión y un poderoso deseo de justicia, respeto y fraternidad. “Crecí bajo el régimen de Ceaușescu. Sé cuánto valor tiene la libertad de expresión.”

Para aquellos que aun no conocierais a Cristi Puiu, esperamos os haya resultado interesante. MMXX es una película muy larga y muy exigente con el espectador, pero, como en todo lo bueno, hay mucho que ganar y poco que perder en la obra del que probablemente sea el director rumano más celebre del momento.