Crónica de un festival imparable
Texto: Diego Lobera. Fotografías: Sonorama Ribera//
Para bien o para mal a mis amigos y a mí se nos llena la boca hablando de Sonorama. Son tantos días de jolgorio, música y farra que cuando te quieres dar cuenta de lo que estás viviendo ya estás sumergido en el día siguiente. De esta manera, asimilar los cinco días que dura el festival durante el transcurso del mismo es una ardua tarea que solo consiguen llevar a cabo los que, de alguna forma, pisan antes el suelo. Hay muchas maneras de vivir un festival, y aunque en ocasiones resulte necesario, no hay un catalogo para ello. La palabra festival es sinónimo de libertad y como todo el mundo sabe, la libertad no se mendiga, se conquista.
Tras el exitoso 20 aniversario del año pasado, el Sonorama Ribera se re-consolidó como el festival nacional capaz de ofrecer propuestas aparentemente más discordantes entre sí sin que esto genere un gran revuelo sino más bien todo lo contrario, dando cobijo a la total integración de bandas dentro de un circuito bastante lejano para ellas. Cierto es que a lo largo de las jornadas del festival comprobamos que no todo vale, ya que en muchos momentos descubrimos bandas emergentes que parecen ser la misma y que han encontrado en la explosión del llamado indie pop nacional de gran tirón la influencia que copiar al milímetro. Quizás estas sean las líneas que hay que tratar de desterrar definitivamente, siendo conscientes de que hay un montón de propuestas nacionales originales que merecen tener su hueco en un festival de estas características y que quedan relegadas ante el continuo copia y pega de la temporada.
Todo esto se puede siempre obviar si la ruta realizada engloba una muestra veraz de cuál es el estado real de la escena musical española, intentando abarcar a aquellas bandas cuyas aspiraciones se alejan de llenar el WiZink Center. Aquí es donde realmente aparecen las ambiciones puramente musicales, más relacionadas con lo que ocurre encima del escenario que con el ruido que se genera alrededor.
El festival, para el que no lo sepa, tiene dos vertientes. Una durante el día, en las calles, plazas y parques del mismo Aranda de Duero. Y otra por la noche, en un recinto a las afueras de la ciudad, entre naves y desguaces, predispuesto a ser ensuciado y mancillado sin pudor ni miedo. Desde mitad de la mañana hasta mitad de la tarde la ciudad se llena de gente que disfruta de su música favorita y se deja seducir por la que desconoce, y de otra gente que simplemente pasea por ahí para ver el ambiente. La Plaza del Trigo se convierte en lugar de culto durante los 5 días que dura el festival. Recuerda a la Plaza del Ayuntamiento de Pamplona el día del chupinazo que da comienzo a los Sanfermines. Las personas se aglomeran de tal manera que cuando consigues verla vacía por primera vez consideras una estafa que en un espacio tan reducido haya conseguido entrar -y sobrevivir- tanta gente encima de tanta gente. Aún así, el ambiente siempre es sorprendentemente agradable y divertido.
Jueves, 9 de agosto
Este año, Desvariados inauguró la mítica plaza de manera serena, bajo la mirada de miles de sonorámicos sedientos de música y fiesta. No pareció que su rock convenciera a los asistentes, tal vez demasiado rocker para los punks, o tal vez poco punk para los rockers, que diría Loquillo. Aunque su actuación pasó de manera casi inadvertida, ya puede decir Jacobo Serra que ha actuado en la Plaza del Trigo. Menos mal que estaba ya todo pensado y subía a la palestra la primera sorpresa de la jornada. Cycle, que con su electropop, los continuos vaivenes de Luke Donovan, el descaro de La China y la cocina musical de David Kano, consiguieron poner patas arriba una plaza del Trigo a ratos oxidada.
Qué alegría fue ver a Miren abrir la jornada del recinto en el escenario Ribera del Duero junto a Charly Bautista. Hacía tiempo que Tulsa no se anunciaba en circuitos de festivales y aunque escucharles con el sol de cara no lo hacía nada atractivo, aguantamos el tipo de apariencia inerte. Los de Bilbao, con Lorenzo también en la cara, dieron un repaso a sus canciones más emblemáticas: Oda al amor Efímero, Sólo me has Rozado o temas de su último disco Centauros fueron lanzados desde el escenario para llegar personificados a cada uno de nosotros. Seguramente ser psiquiatra y conocer cómo funcionamos las personas de manera cognitiva le ha servido a Miren para hacer canciones, pues cuando las escuchas te ves reflejado en ellas de algún modo.
Casualidad o no, los tres escenarios del recinto donde se celebraba el festival fueron abiertos por mujeres. En el principal, Miren Iza; en el Aranda de Duero, Soleá Morente; y en el escenario Burgos y Destino, Joana Serrat. Las tres, casi al unísono, daban el pistoletazo de salida a un festival largo e intenso. La última vez que Soleá actuó en Sonorama fue en 2015 en un homenaje que se le hizo a su padre Enrique junto con sus hermanos y Los Evangelistas. Esta vez la no cantaora pero sí flamenca venía a Aranda junto a Napoleón Solo y su cuadrilla a presentarnos su último disco Ole Lorelei, y lo hizo ofreciendo un concierto de altura donde no faltaron sus temas más bailongos Baila Conmigo o Ya no solo te veo a ti. Moviéndose la Soleá con desparpajo por el escenario demostró que de casta le viene al galgo y le dedicó a su padre Enrique su tema La Estrella. También se lució la granadina en un trasiego de acá para allá de derroches de ritmos pop-rock aflamencados y nos sorprendió con Te estoy amando locamente en un guiño a Las Grecas. Hubo de todo en el concierto de la menor de los Morente: flamenco, electrónica, cantares, lamentos y hasta autotune.
Debido al retraso que sufrió El Cigala, Neuman no pudo comenzar su concierto a la hora señalada. La última vez que Neuman estuvo en el festival arandino fue hace tres años con la gira If, y ahora lo hacían de nuevo en una ineludible cita con su público para presentar su último trabajo, Crashpad. Desde no hace mucho tiempo la banda abre sus conciertos con los casi 12 minutos de Deleted Files y, de manera elegante, intercala temas de su último disco con canciones repaso de sus anteriores trabajos. Los de Granada se quedaron sin tiempo, pero lejos de parar y aupados por su público, supieron sostener las manzanas en el aire y a ritmos de palmas y vítores, continuaron hasta terminar prácticamente el largo tema. Un colofón a golpe de riffs con el que dieron por zanjado un concierto que, si en algún momento rozó el atisbo de la pena, culminó poseído por la gloria.
Después de Neuman era el turno del Dios Bunbury, que llegó a Aranda para repartir entre todos sus más fervientes feligreses canciones como panes. Fue el encargado de levantar el escenario principal después del bochornoso espectáculo de El Cigala. Entre sus grandes éxitos, Héroes de Leyenda o Maldito Duende fueron coreados por un público entregado, sabedores de sus canciones de cabo a rabo. También las de su último disco Expectativas (Warner Music /2017) fueron aclamadas por los presentes, que, aduladores y con los ojos fuera de sus órbitas, no terminaban de creerse que Bunbury estuviera allí. El zaragozano, arrojando el guante para que su fiel público lo recogiera, demostró que sigue siendo uno de los músicos más influyentes de la historia de la música, una especie de Elvis español, un rey que fue coronado como cabeza de cartel de la noche.
En general la primera jornada de festival fue una jornada de subidas y bajadas de intensidad. Fue una jornada en la que predominaron los cambios de estado de ánimo. Pero si una cosa es segura, es que ninguno de los asistentes al festival tuvo una noche tan “cojonuda”- en sus propias palabras- como la de Diego El Cigala.
Viernes, 10 de agosto
El viernes se tornaba como uno de los días grandes del festival. A la Plaza del Trigo llegamos justo cuando anunciaban a La M.O.D.A como grupo sorpresa. Seis años después, los de Burgos se subían por segunda vez al escenario Radio 3. La vorágine que se formó en el asfalto cuando estos desataron su primera nota provocó un remolino de viento humano que dejó a todos atrapados en el encantamiento. Nadie pudo resistirse al sexteto, que agradecidos al festival y al público, dejaron una marca en la Plaza del Trigo difícil de olvidar. Llevar a este grupo al festival ha sido uno de los mayores aciertos del evento. Un grupo como La M.O.D.A que ha llegado a donde ha llegado sin discográficas, sin ayuda, tan solo con trabajo, y que acarrea tres discos a sus espaldas debía de estar en el festival que les ha visto nacer y crecer. En su recorrido desde 2011 ya han pisado todos los escenarios del festival arandino, y es que no pueden faltar nunca: Sonorama es su casa, los chicos de La M.O.D.A son los verdaderos #EspirituRibera.
Angel Stanich estuvo igual de carismático y vacilón que siempre. Por eso y por sus canciones de guerra el asturiano tiene a su público comiéndole en la mano. Y por la actitud y por la magnífica banda de músicos que lleva detrás. Porque los conciertos de Angel Stanich serán divertidos, pero cuando se pone serio interpreta canciones que solo han podido nacer de un recorrido hacia su yo más profundo. No faltaron temas como Mátame Camión, el `archibailao´ Metralleta Joe o Escupe Fuego, siendo este último gran ejemplo de lo anterior. Stanich tiene cualidades de poeta.
Aranda de Duero ya puede decir eso de “Aquí tocó Liam Gallagher”. Tocó, pero no durmió. Sus hoteles no debían de ser lo suficientemente buenos para él y se fue ipso facto a una suite a Madrid. No podemos obviar que Liam es una estrella de rock; así quiere que lo conozcamos. Lo dice en su Twitter, en sus canciones y en el conjunto de elementos que forman parte de su decorado. Rozando la media noche y después de sonar el himno del Manchester, el cabeza de cartel abrió sacando músculo su más esperado concierto ante 25.000 personas. Comenzó la velada con Rock and Roll Star, para seguir con Morning Glory, que sonó atronador, y continuó el ex de Beady Eye con una sucesión de canciones de su reciente disco As You Were, que no conectaron con la gente. Llegó a parecer que el público se aburría. Móviles arriba cuando comenzaron a sonar Supersonic, Whatever o Wonderwall, tema que el ex de Oasis paró cuando ya estábamos inmersos en el feed-back de nuestra adolescencia. Se puso a discutir con la seguridad del foso porque estaba reprendiendo a alguien del público. El artista de 45 años le vino a decir que les dejara en paz, que solo se estaban divirtiendo y que le podían echar por hacer lo que estaba haciendo. Después del coitus interruptus el macarra inglés retomó su concierto dejando que fuera su público español quien tomara las riendas y acabando la velada con Live Forever. Los comentarios de la gente una vez acabado el concierto no eran del todo halagadores. Parecía que en realidad esperaban más canciones de Oasis y menos de Liam. No sonó Don´t look back in Anger, pero por el precio por el que puedes ver un concierto en Sonorama todos nos podemos dar con un canto en los dientes.
La segunda jornada de Sonorama acabó como no podía ser de otra manera: en las primeras filas cantando como si no hubiera un mañana las canciones de Viva Suecia. Ya en las pruebas de sonido el público coreaba las canciones; se palpaban las ganas de concierto por lo que estaba claro que su actuación en el festival sería crónica de un éxito asegurado. Ya te digo. Como una exhalación la banda saltó al escenario. Abrieron con Piedad y, a partir de ahí, comenzaron a rodar con ellos sus grandes éxitos: Los Años, A donde Ir, mi favorita Nos ponemos con esto y sin faltar Bien por Ti, para cerrar con Hemos ganado Tiempo. Todo esto de memoria, porque lo pasé tan bien desgarrándome la voz que me liberé inconscientemente de tomar notas y del móvil, dándome cuenta de que no había hecho ni una sola foto cuando acabó el concierto y mi frecuencia cardiaca volvió a ser estable.
Sábado 11 de agosto
En la jornada del sábado intentamos no perdernos a Carolina Durante, sin embargo, el hecho de celebrarse su concierto en la inaccesible Plaza del Trigo nos privó de volver a vivir un directo de los madrileños. De una forma mucho más despejada y sin agobios pudimos disfrutar de La Bien Querida, en el que seguramente sea el concierto para enmarcar del festival. Ana, David y compañía ofrecieron un montón de canciones lanzadas a por la felicidad bajo un sol de justicia, despojando los temas de cualquier tipo de dramatismo para brillar ante los presentes. Desde temas más recientes como Permanentemente o 7 Días Juntos hasta temas más olvidados de su trayectoria como A Veces Ni Eso, todo logrado con un equilibrio perfecto entre la parte más electrónica y el carácter acústico que por momentos destacaba en los temas de corte más cercano a la cantautora. Vestida con una americana amarilla, Ana repartió sonrisas ante un público totalmente entusiasmado, sintiendo muy de cerca que estábamos viviendo los mejores momentos del festival en la mejor compañía posible.
En el Trigo, Carolina Durante estaba a punto de acabar y ya se había anunciado a Lory Meyers como sorpresa. Los granadinos tenían un papelón: ser la mayor sorpresa del festival. Arrancaron con Luces de Neón para seguir con Siempre brilla el sol, El Tiempo pasará, Tokio ya no nos quiere, Alta Fidelidad, Mi Realidad y acabar con Emborracharme. Aunque no todos pudimos disfrutar por igual de su inmejorable directo, ellos cumplieron.
Aunque en la Plaza del Trigo no cabemos todos, hay otros escenarios en diferentes barrios del pueblo que se han puesto para descongestionar. Pero, hoy por hoy, solo funcionan los conciertos que se emiten en el escenario Charco. Ahí estuvo Nathy Peluso. Da rial reina apareció bebiendo cerveza y respaldada por Guayaba Records. Cantó temas como Esmeralda, Alabame, Oreen Ishi, Daga, Sandía y su obra maestra: Dafne. Nathy conquistó rápidamente al público, mostrándose feliz entre bailes y poses atrevidas. Es la espontaneidad en persona y los asistentes, entre el verde de la ribera del Duero, lo pudieron corroborar. No muchos se sabían sus canciones, sus letras enrevesadas tampoco lo ponen fácil; pero todos y cada uno de ellos alucinaron con las entonaciones imposibles de Nathy Peluso. Su voz privilegiada te transmite a otra época, no sabes si estás delante de una artista de hip hop latino un tanto peculiar o de una leyenda del soul.
El sábado en el recinto fue una jornada destinada a bandas nacionales. Daba miedo ver como durante toda la tarde no dejaba de entrar gente al festival. Estaban allí por Izal. Casi nos perdimos a un renovado y más gallego que nunca Xoel López. Verlo nos dejó con las ganas de disfrutar del siempre divertido show de Los Punsetes, pero mereció la pena. Llegamos al final, pero cuando nos dimos cuenta ya casi no podíamos ni movernos, así que nos unimos al enemigo y escuchamos a Izal. Sus canciones gustan y se cantan llegando casi a emocionar, pues hay que reconocer que en ellas hay ocultos mensajes subliminales que te llegan si los dejas pasar. Tocaron las canciones que todos querían oír: Asuntos Delicados, Qué bien y La Mujer de Verde, entre otros, y acabaron la velada con El Pozo en un despiporre de fuegos artificiales. Muy bonito todo, claro está, pero personalmente me gustarían más si la banda se ciñera a llegar, tocar e irse. Todo el diálogo que descarga su vocalista sobre nosotros está de más.
Decidimos nos perdernos a Dorian. Benditos por salir estupendos y jovencísimos como siempre. Se marcan un principio de concierto impecable contando Los amigos que perdí con final feliz, seguida de Verte amanecer, que es todo lo que quieren, en el fondo. Marc encuerado, para no perder la costumbre, ni siquiera suda; y Belly, dorada -también como siempre- sonríe como si disparara las notas que toca al teclado. A tope, con el inmenso público al unísono, porque saben que su directo es su punto fuerte y tienen que explotarlo. Aprovecharon la entrega de casi todos y convencieron a vírgenes y veteranos con sus letras de experiencias pasadas. Con mucho oficio. Con una gira infinita a sus espaldas y en este, un concierto más, pero especial, pues se trataba de una espina clavada después de los problemas del directo que les impidieron actuar el año pasado. Este año fueron los mejores.
Después de la tormenta, llegaron con ganas de más Nunatak. Para los de Cartagena era su tercera vez en el festival. La hora en la que tocaban era muy buena para ser descubiertos por gente que aún no los conocía. Era su oportunidad. Porque a un festival también se va a descubrir grupos que, si te gustan, luego en mayor medida sigues en las salas. Sólo la ilusión con la que salieron al escenario ya nos iluminó a todos. A un ritmo trepidante desgranaron temas de su último disco Nunatak y El Tiempo de Los Valientes, con tantas ganas y energía que no dudamos en acompañarlos. Nunatak es uno de los grupos del panorama musical español más bonitos que se suben hoy en día a un escenario. Recibir sus canciones con la grandeza con la que ellos las entregan te hacen sentir mejor persona.
Domingo 12 de agosto
Nuestro festival terminó el domingo con un regalo muy bien pensado. Varry Brava, en la Plaza del Trigo, pareció una dedicatoria personalizada. Los conocimos el año pasado en el escenario del camping durante el primer día del festival y nos dejaron encantados. Desde entonces les seguimos y, por eso mismo, con su diversión y buenrrollismo, nos despidieron hasta el año que viene cantando y bailando. Como mejor. Como nosotros, todo el mundo que se va del festival tiene depresión post- Sonorama. Pero tranquilos, seguro que seguís aquí. Del Sonorama nunca se vuelve del todo.