Delitos y cine: programación de la Filmoteca y el Cerbuna y ciclo de cine mudo en Filosofía y Letras

Jorge Marco, Pablo Gracia y Julio Beltrán//

Programación cinematográfica para la próxima quincena disponible en la Filmoteca de Zaragoza y en el Cine-club Cerbuna, así como programación del ciclo de cine mudo de la Facultad de Filosofía y Letras (¡con piano en vivo!)
La Pasión de Anna (Ingmar Bergman, 1969)

Andreas (Max von Sydow) es un hombre solitario que vive apartado de todo y de todos en una pequeña isla del norte. Su vida tranquila y silenciosa se verá alterada cuando conozca a Eva y Elis, un encantador matrimonio que, a su vez, acoge en su casa a Anna. Esta última acaba de enterarse de que su marido no quiere seguir viviendo con ella, y en su desolación encontrará cariño en Andreas, que también está divorciado. Aunque en un principio todo parece ir de maravilla, las discusiones y la violencia -tanto física como verbal- no tardarán en aparecer. Eva y Elis resultan compartir una relación que se encuentra al borde del desastre, mientras que los cuidados que en un principio se brindan Anna y Andreas terminarán por convertirse en verdades espetadas cuyo único objetivo será herir al otro. Por si esto no fuera poco, la violencia de las que es testigo la isla alcanza niveles repulsivos cuando un asesino en serie de animales hace su aparición. Otro ermitaño, amigo de Andreas, será el principal sospechoso de la policía mientras que los vecinos desean tomarse la justicia por su mano.

El film muestra la imposibilidad de amar que sufren las personas abandonadas. En su propia debilidad no hayan auxilio ni consuelo en ninguna palabra amable, parece que solo saben destruir todo lo bueno que hay a su alrededor. Quizás porque no pueden soportarlo. Verbalizan sus emociones mientras los ojos se les van colmando de lágrimas, y cuando se sienten expuestos parece que solo pueden responder con ira para volver a nivelar la situación. Anna y Andreas son relativamente felices durante un tiempo, pero ninguno de los dos puede superar el pasado ni escapar de su eterna soledad.

Quizás uno de los mayores logros de esta película es que la acción ficticia se intercala con breves momentos en los que los cuatro protagonistas principales comparten con la cámara lo que sienten hacia los personajes que interpretan, facilitando al espectador el sentirse cercano hacia las personas que está viendo en pantalla. Pero también sirve para que uno mismo se haga sus propias preguntas y se replantee su forma de ver a ese pequeño grupo de personajes que todavía no han aprendido a encontrar su lugar.

Lugar: Filmoteca de Zaragoza

Proyección: día 18 y 19 de abril, a las 18:00 horas y a las 20:00 horas, respectivamente

Gritos y Susurros (Ingmar Bergman, 1972)

Después de haber rodado una de sus películas menos inspiradas, The Touch (La Carcoma, 1971), Bergman se levantó con una de sus cumbres más altas: Gritos y susurros (1972). No en vano reconoció en su libro Imágenes: «Hoy siento que en Persona -y luego en Gritos y Susurros– he ido lo más lejos que puedo y que en estos dos casos, cuando trabajaba en total libertad, tocaba secretos sin palabras que sólo el cine puede descubrir».

La historia es muy sencilla. Agnes (Harriet Andersson) está agonizando por un cáncer. Cuidan de ella sus dos hermanas, María (Liv Ullmann) y Karin (Ingrid Thulin), y la criada Anna (Kary Sylwan). Todo esto transcurre en una mansión redecorada de finales del siglo XVIII. El peso de la trama recae sobre cada uno de los personajes, de manera que mientras avanza linealmente la historia principal, se intercalan tres 3 flash-back para Agnes, Karin y María, y una evocación onírica para Anna. De esta forma vamos conociendo más detalladamente a cada una de ellas, a las que veremos en las situaciones cada vez más significativas. Mención especial tiene en este reparto las interpretaciones de Harriet Andersson a pesar de su restringido papel de enferma, y de Liv Ullman, que aquí consigue quizá los mejores primeros planos de toda su carrera.

La película se presenta así como el paradigma de las llamadas «películas de cámara», es decir, aquellas con poco decorado y personajes, acción dramática e iluminación tenue. De hecho, el propio título nos dice mucho acerca de la estructura del film, donde se alterna una melodía lenta y suave con los ascensos dramáticos más desgarradores. Y es que aquí Bergman lleva su teoría del cine hasta las últimas consecuencias, teoría en la que el cine tiene un parentesco vital con la música y con los sueños.  El espectador solo se tiene que dejar llevar por el ritmo al que se mueven las imágenes, al que apenas habrá unas pocas películas que se le puedan comparar.  Esencial para vivificar este ritmo es también la fotografía, pues estamos ante uno de los mayores trabajos de Sven Nykvist, que recibió el Óscar por este trabajo. Él mismo, en su libro El culto a la luz, refiere la búsqueda hacia la simplicidad de la luz y del color a la que dedicó todos sus esfuerzos, y este caso es un ejemplo perfecto. Con reducción de color y luz natural de otoño Nykvist nos ofrece un regalo a la vista, y eleva a la máxima expresión artística aquello que Bergman tanto se empeñaba en filmar: las reacciones humanas frente a la existencia insegura. Además, cobra especial importancia el color rojo, que se distribuye por toda la película, bien como decorado, maquillaje o fundidos de pantalla. En el propio guión está escrito que simbolizaba el interior del alma, y en cualquier caso es un elemento excitante y misterioso. Por último es interesante destacar la música, pues no hay banda sonora, sino que solo se escucha dos veces un vals de Chopin en escenas ligeras -susurros- y otras dos veces la Suite Nº 2 para violonchelo de J.S. Bach en momentos de gran dramatismo -gritos-.

En definitiva, esta es una de las mayores experiencias que ha alcanzado el cine. Si bien hay que advertir al espectador del tono deprimente que reina en la película y que no todos pueden asimilar. Gritos y susurros entra sin miramientos al fondo oscuro del alma, y entra con dolor y sin piedad. Todo lo que en un principio parece esperanzador después se trueca en falsedad, y los sentimientos de miedo, rabia, indiferencia y crueldad saltan de la pantalla con una fuerza inaudita. Pero por eso mismo esta obra llega más profundamente que ninguna al corazón del público. Además con Bergman siempre queda un toque sutil de pasión, y este lo tendrá que buscar el espectador en la proyección.

Lugar: Filmoteca de Zaragoza

Proyección: día 18 y 20 de abril, a las 20:00 horas y a las 18:00 horas, respectivamente

He nacido pero… (YasujiroOzu, 1932)

Ozu estaba realizando una actividad frenética desde su estreno como director en 1927 y no se calmaría aproximadamente hasta su vuelta después de la Segunda Guerra Mundial, donde se sucederían más lentamente las películas principales por las que se le recuerda  hoy en día. Sin embargo, de este primer periodo de impulso creativo apenas se conserva alguna película. Una de ellas, la más representativa, es la que se nos ofrece en proyección.

De esta manera vamos a reconocer algunos rasgos incipientes que se desarrollarán ampliamente a lo largo de su carrera. Algunos de ellos incluyen la cámara estática -aunque todavía aparezcan unos pocos movimientos de cámara y travellings-, la posición de la cámara casi a ras de suelo, la temática familiar, etc. Pero lo más importante es esa sensación de actualidad y ausencia de participación que aporta un ritmo vivo a la película. He nacido pero… narra un drama familiar sin ningún tipo de énfasis pero sin ser fría o indiferente. Así, el argumento incluye desengaños y decepciones muy profundas, que pertenecen al mundo de los adultos y se opone a la ingenua, aunque libre y alegre,  mirada de los niños. La violencia también encuentra su lugar, tanto entre adultos como entre niños, pues no debemos olvidar que en aquella época Japón se encuentra bajo una profunda depresión económica, en constante agitación bélica y con la difusión de un ultranacionalismo expansionista. El lector ha podido observar ya que existe una oposición entre el mundo infantil y el adulto, que en este film se acercan, entran en conflicto, y encuentran una solución al final.

Todo esto sucede de una manera natural, ya que al director le vale con filmar la realidad sin querer señalar que esto es importante o esto no, que esto significa esto o aquello. Simplemente el mundo que construye Ozu delante de la cámara es de una belleza extraordinaria. No se sabe bien por qué, quizá por la cercanía, porque mantiene el interés sin que ningún elemento del plano destaque por encima del otro, porque todo adquiere un profundo significado que nada tiene que ver con el concepto. Esto está en los mejores films de Ozu y se encuentra ya en este temprano drama familiar.

Jueves 19, a las 19:30 horas, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras

Tres anuncios en las afueras (Martin McDormand, 2017)

Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es una de las producciones que más éxito ha cosechado este último año. Y no es casualidad. Posee un estilo macarra, transgresor y emocional que justifican ampliamente los galardones recibidos.

El film arranca seis meses después de la brutal violación a la hija de Mildred Hayes (Frances McDormand). Ante el nulo avance de la investigación policial y lejos de sentirse derrotada por las circunstancias, esta madre decidirá alquilar tres enormes vallas publicitarias a las afueras de la ciudad desde las que difundirá proclamas en contra de los cuerpos de seguridad en general y contra Bill Willoughby (Woody Harrelson), el líder local de la policía, en particular. Esto será recibido como una declaración de guerra en el cuartel y como una provocación innecesaria por sus vecinos.

Empezando por el aspecto técnico, un vistazo al nombre del director y guionista del metraje ya da pistas que indican que vamos a asistir a una proyección que no nos va a dejar indiferentes. Martin McDormand, director de obras tan maravillosas e incomprendidas como Escondidos en Brujas, ha confeccionado y ejecutado un guion verdaderamente sublime. Un relato casi esperpéntico donde la normalidad o la serenidad son ridiculizadas y marginadas hasta el punto de lo absurdo. Esto ya de por sí es una gran cualidad, pero la mayor virtud de este guion reside sin ninguna duda en su humor. Un humor negro como el alquitrán que, por alguna razón, no rompe en ningún momento la seriedad de los temas tratados o de la lucha moral crudamente retratada. Un humor infractor y desafiante que, a la vez que se burla de lo políticamente correcto, sirve de coraza a unos personajes heridos, furiosos y, paradójicamente, compasivos.

Hay tres actuaciones a las que es obligatorio rendir culto, la de Frances McDromand como madre en busca de justicia, la de Woody Harrelson como jefe de la policía local y la de Sam Rockwell como ayudante de este último. Estas interpretaciones, llenas de fuerza, humor, valentía y ternura son muy seguramente la base y principal fundamento del tremendo éxito de la obra.

Por último, por si fuera necesario añadir algún aliciente más para asistir a la proyección, otro de sus grandes atractivos reside en el debate moral planteado. Efectivamente, es una situación exagerada, habitada por personajes desmedidos que respiran en una atmósfera hollywoodiense, pero eso no impide que el guion cuente con una gran profundidad, adentrándose hasta los confines morales en los que, normalmente, nos sentimos incómodos. ¿Cómo de estrecha es la relación entre la venganza y la justicia? ¿Hasta qué punto los actos de una persona vienen justificados por su dolor? ¿Puede uno tomarse la justicia por su mano? ¿Es la iglesia una “banda de matones”? ¿Hay algo que pueda traer paz a un alma desgarrada por la muerte de un ser tan querido como una hija?

Una historia sobre una mujer luchadora e indomable. Una historia desgraciadamente similar a otras que vemos fuera de la pantalla y que, al igual que estas, luchará por tener un final justo. Amargamente cómica y conmovedoramente cruel.

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