El feminismo vuelve a rugir en las calles de Zaragoza
Sandra Benedí, Claudia Pacheco, Lucía Sáez, Nerea Monte, Lorena García, Marta Ortiz, Madalina Turcescu, Blanca Ramos y Laura Arnedo//
Son las 18:55 y se empiezan a escuchar tambores. La marcha por la igualdad entre hombres y mujeres, no espera ni los cinco minutos que quedaban de silencio en las calles del centro de Zaragoza.
Familias con camisetas del 8M, caras pintadas con simbología de la mujer, pañuelos y globos morados…una manifestación feminista adaptada a una fiesta de colegio. “Ista, ista, ista, Zaragoza feminista” es el himno de esta concentración que no excluye a ninguna edad, etnia, género u orientación sexual.
Las 8.000 personas al grito de “sin nosotras se para el mundo” inundaron ayer el Paseo de la Independencia y se dirigen hacia la calle Alfonso para concluir en la Plaza del Pilar. La marea morada se recupera después del COVID, aunque queda lejos de las 40.000 personas que se reunieron en 2018, año de la primera manifestación multitudinaria.
Abolicionistas de la prostitución, Red de Hombres contra la Violencia de Género, Comisiones Obreras, UGT, Asociación de Trabajadoras del Hogar y Cuidados y la Plataforma Accesibilidad Aragón son algunos de los grupos que se congregaron en la marcha del 8 de marzo. Aunque con intereses individuales, todos los colectivos se reunieron bajo un lema común: “Con todas y a por todas. Nadie nos silencia”.
La politización fue uno de los personajes secundarios de la manifestación. Según avanzaba la marcha, se veía una marea de banderas moradas y rojas con el logo de UGT y Comisiones Obreras. La batucada de CCOO daba ritmo a una manifestación menos eufórica que la de la mañana. Las banderas de estos sindicatos opacaban las pancartas feministas en ciertas zonas del Paseo de la Independencia.
A la fiesta feminista de Zaragoza se sumaron públicos de todas las edades, algo que destacó en esta ocasión respecto a otras. Se podían ver muchos jóvenes, pero no era el colectivo más numeroso, ya que salieron en masa por la mañana en la huelga estudiantil convocada. Por la tarde, llamaban la atención las mujeres de edad avanzada, muchas de ellas con el pelo teñido de morado, que acudieron con sus maridos para luchar, una vez más, por sus derechos y la igualdad.
Un hombre y una mujer sujetando una pancarta. Fuente: Laura Arnedo.
La manifestación llegó a la Plaza de España al cántico de “mujeres pa’quí, mujeres pa’llá, feminismo pa’lante, machismo pa’trá”. Subidos a la emblemática fuente, teñida de morado para la ocasión, se hacían notar cinco adolescentes con actitud inmadura. Entre risas y miraditas, sacaron el móvil para grabar y ridiculizar la situación, hasta que llegaron sus amigas y su comportamiento cambió: ahora hacían ver que eran feministas presumiendo de estar allí “apoyando a las mujeres”.
La marea morada llegó a la calle Alfonso, donde se encalló, como suele ser habitual en estos eventos multitudinarios. Al ritmo de gritos como “si esta noche no vuelvo a casa, no enciendas velas, enciende barricadas” y “no es un caso aislado, se llama patriarcado” la marcha llegó a la Plaza del Pilar.
Las personas se empezaron a agrupar en torno a las escaleras del ayuntamiento, alrededor de una batucada final. Después del grito más sentido de toda la tarde: “por ellas” mientras apuntaban al cielo con sus baquetas y mazas, empezaron a tocar una versión feminista del Bella Ciao. Un gran aplauso al unísono da lugar a la lectura del manifiesto.
“Seguimos luchando por un mundo más justo, libre y mejor. La lucha no cesará hasta lograrlo. Estamos cambiando el mundo y no vamos a parar”, se pregonó. Esto dio paso a la presentación del verdadero manifiesto que arrancó al grito de “proclamamos la libertad de nuestros cuerpos”. Se habló de la brecha salarial, de la violencia de género, de las pensiones, del colectivo LGTBIQ+, y se exigió la derogación de la Ley de Extranjería. “No es feminismo si no es antiracista” reclamaron. Además, se pasó por encima de la Ley solo sí es sí.
Algunos puntos del manifiesto como la lucha contra el capitalismo, la construcción de centrales de energía renovable en los Pirineos, la unión de las estaciones de esquí aragonesas o la guerra de Ucrania. El ya famoso “no a la guerra” se escuchó tan alto como otras proclamas feministas previas. A pesar de tratar temas que afectan a la gran mayoría de mujeres del mundo, hubo un gran desligamiento de la verdadera lucha del 8M.
La primera manifestación del 8M sin restricciones después de la pandemia no ha dejado duda de que el feminismo ruge igual de fuerte que antes. Las personas que salieron a la calle la tarde del 8 de marzo, ya sea por motivos individuales, colectivos o partidistas, estaban unidas por una misma causa: la igualdad de género en todos los ámbitos de la vida.
Mujer cuidadora, mujer trabajadora
Manifestantes en el 8-M sujetando pancartas reivindicando los derechos de las mujeres trabajadoras. Fuente: Sandra Benedí.
“Mujer cuidadora, mujer trabajadora. Vivan nuestras madres”. Este es el grito con el que la marea morada ha reivindicado el papel de las mujeres cuidadoras en la Calle Alfonso, bajo la pancarta que colgaba de uno de sus balcones: “Mi madre me decía: no te dejes pisar ni por tu padre, ni por tus hermanos, ni por nadie. Yo limpiaba los zapatos de todos. Aprendí”.
Aunque hoy en día el 8-M es más conocido como el Día Internacional de la Mujer, no hay que olvidar que es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Este año, la reivindicación ha hecho hincapié en el sector más olvidado dentro de las trabajadoras: las mujeres cuidadoras. Ellas son todas las trabajadoras de la limpieza, cuidadoras de familiares discapacitados, trabajadoras del hogar, madres, migrantes, sin papeles y tantas otras como esas olvidadas, explotadas y no reconocidas pero sí necesarias.
Las mujeres son las cuidadoras “principales” de sus hogares. Según los Datos Básicos de las Mujeres de 2022 recogidos por el Instituto Aragonés de Estadística, el porcentaje de mujeres que, por obligaciones familiares, se ven obligadas a la jornada laboral parcial es del 24,4% frente al 1,3% que representa la población masculina. En 2022 se solicitaron 1.897 excedencias para cuidar a un familiar: siete de cada diez peticionarias fueron mujeres, en concreto 1.351.
El reconocimiento de las mujeres cuidadoras como trabajadoras también ha tenido un hueco especial en el manifiesto leído esta noche en la Plaza del Pilar: “Basta de seguir cargando sobre las mujeres la reproducción familiar, laboral y social, basta de que el capitalismo siga cargando en la espalda de las mujeres empobrecidas la pesada responsabilidad del trabajo de cuidados. Basta de las múltiples jornadas, basta de llenarnos a todas de culpa para cumplir sus mandatos de género. […] Queremos corresponsabilidad y un sistema de cuidados universal y público”. Esto es una muestra de cómo cada vez se le da más voz a la labor de las mujeres cuidadoras dentro del feminismo.
En el manifiesto también se ha denunciado la situación de las mujeres migrantes y sin papeles: “Las barreras migratorias solo vulneran el derecho de las personas a una vida digna, dejándolas a merced de un sistema capitalista que las explota y deshumaniza, y las obliga a tener trabajos precarios, de esclavitud moderna al capital”. En España, hay 518.00 cuidadores, el 88% son mujeres, en gran número migrantes, y solo 380.000 están afiliadas a la Seguridad Social. Se enfrentan a trabajos sin contrato laboral y en muchas ocasiones a abusos, horarios intempestivos y disponibilidad absoluta.
Un año más, el mensaje de la reivindicación es claro: no pueden consolidarse los derechos de todas las mujeres sin que la igualdad sea una realidad. La manifestación feminista ha dejado ver un futuro prometedor en la lucha por afianzar los derechos de las mujeres. Con pancartas que han reivindicado mensajes como “jóvenes trabajadoras, ni ciegas, ni atadas, ni calladas” se ha subrayado el poder feminino que se mantiene fuerte y unido para continuar con la lucha por un futuro feminista.
Las pensiones: otra brecha de género dictada por la sociedad
Una mujer encabezando la manifestación del 8M. Fuente: Laura Arnedo.
Está claro, pero seguimos sin ver cambios. Las mujeres pensionistas cobran una miseria. Durante la lectura del manifiesto de las 19 horas en Zaragoza en honor al 8M, COESPE alzó su voz en nombre de las pensionistas: “Muchas son las que no pueden cotizar para la jubilación, porque no han tenido derecho a un permiso de trabajo, o un contrato laboral justo, y por lo tanto, no han generado la cotización mínima establecida por ley. Algo totalmente injusto. Tendrían que cobrar el salario mínimo”. La brecha de género vuelve a ser visible en este aspecto: el sistema público de pensiones, fundamental para poder garantizar el bienestar y la solvencia económica, no hace justicia.
Los pensionistas llevan todo el año manifestándose debido a la minúscula cuantía que cobran, y el 8M no se ha quedado atrás en esta iniciativa. En el siglo XX, la sociedad dictaba que la labor de las mujeres eran las tareas del hogar y el cuidado de las hijas e hijos. Las mujeres no podían cotizar y se hacían dependientes de sus maridos. Además, son muchas las que han sufrido y sufren condiciones laborales abusivas, lo que genera que no puedan llegar a cotizar lo suficiente o no llegar a los años establecidos: 36 años y 9 meses. La cotización, que depende de los ingresos e influye en la cantidad de pensión que se va a cobrar, vuelve a suponer una desventaja.
El problema, asegura Reyes, una manifestante, es que “hay mucha mujer que se ha dedicado a las labores ‘propias de su sexo’”. Y continúa: “A los 50 años, el marido se ha dado el piro y la mujer, que ha sido siempre dependiente de él, se queda pidiendo en la calle o haciendo labores que físicamente no pueden. Entonces creo que podrían tener una pensión digna para poder llevar su vida adelante”. Por ello, mujeres como Leonor Bolsa y Marisa Flores, defienden que es de vital importancia que las prestaciones estén garantizadas. Quieren que las labores a las que se han dedicado las mujeres durante tantos años, como el trabajo del hogar, sean reconocidas como un empleo real porque contribuye a sostener el sistema.
Las prestaciones no contributivas van en relación a lo aportado económicamente a la Seguridad Social a lo largo de la vida laboral. El estudio de ‘Pensiones desagregadas por sexo’ del sindicato UGT refleja que la diferencia entre la pensión de jubilación media de un hombre y de una mujer es de 454.38 euros: Ellas cobran de media 742,81 euros, mientras que ellos 1.191,19 euros. Las mujeres pensionistas no pudieron dedicarse a otras labores más allá del cuidado del hogar y, una vez pudieron trabajar, lo hicieron, por lo general, en empleos relacionados con la limpieza.
Hay algo que está claro: para que la sociedad se sostenga, todos los papeles deben ser igual de importantes. Todo el mundo debe poder garantizar su independencia. El 8M ha luchado y seguirá luchando por ello, “con todas y a por todas, que nadie nos silencie”.