El futuro empieza en el Actual
Ester Fernández//
Actual es el primer festival del año. Autodenominado ‘Escenario de Culturas Contemporáneas’, lleva a Logroño desde hace 29 años propuestas de cine, música, teatro y arte. Todo en cuatro días de la primera semana de enero. Todo en una ciudad de 150.000 habitantes. El año empieza bien.
Poco más de una hora para que se inauguren los conciertos a gran escala del Actual. Me veo frente al armario en busca de la cazadora más abrigada y cómoda para pasar la noche. Sí, incompatible. Así que saco de la percha mi cazadora vaquera vintage porque el cartel de la noche promete bailar —Bware, Carlos Sadness y Vetusta Morla— y, ya de paso, me meto en el rollo indie en el que suelo sentirme una intrusa al principio. Hasta que me dejo llevar. Suena demasiado bien.
En el Actual puede pasar de todo. Y me parece bien después de pagar 50 euros por dos noches de conciertos. Por lo menos, un poco de factor sorpresa. En mi escasa experiencia actualera —cuatro años, desde que me tocó el abono en un sorteo— he bailado con la Pegatina, me he deprimido con Love of Lesbian, he vuelto a la adolescencia con Amaral y me he negado a entrar a Taburete.
Lo que no es novedad es el frío. El Actual no es un festival de los que llenan el calendario veraniego, de esos en los que se visten shorts y sandalias y el calor sofocante te despierta en el camping. Eso pensaba hasta esta noche. Mientras hago cola para entrar, adelanto a un murete de cartones y cuando levanto un poco la mirada para descifrar qué hace tanta basura allí, oigo las risas de más de 10 adolescentes. Están sentadas juntas y con las rodillas protegiéndolas del frío. Las tiendas de campaña que tienen al lado y algún cartel de apoyo a Malú me dicen que todavía les espera una noche allí.
Nunca saber dónde puedes terminar. O empezar
Pulsera en la muñeca. Bocadillo rápido antes de entrar. Ningún objeto peligroso en mi bolso. Laberinto de vallas vacío atravesado. Estamos dentro. Oigo el bis de Bware desde el hall del Palacio de los Deportes. Para cuando cojo mi sitio en pista —todavía bastante despejada— suenan los últimos acordes. No suena mal. Actual es un buen lugar para descubrir nueva música, pero con cuatro pulseras en la mesilla sigo cometiendo el mismo error: llegar tarde a los primeros conciertos. Parece que no soy la única: el recinto comienza a llenarse entonces.
Un ukelele empieza a sonar unos minutos después. Alguna luz tenue deja descifrar una melena larga que baila al ritmo de la música. Su firma escrita con luz blanca despeja todas las dudas: Carlos Sadness es el siguiente. La noche se empieza a calentar y es que su música, no sé queétiene, que a mí siempre me transporta a una playa de su Isla Morenita mientras sorbo un cocktail con pajita. Me miro la mano. Vacía. Habrá que pedir algo. El final de una cola infinita para comprar los tickets para pagar se difumina entre la multitud. Aquella fila avanza a tal velocidad que desde allí bailo mis canciones favoritas y las que no me sé; tan rápido que cuando consigo por fin un calimocho, el ukelele termina de demostrar que aquel recinto no se le queda grande.
Ha sido un concierto corto, quizás por haberlo disfrutado desde la fila de la barra o quizás porque me han faltado muchas canciones. O quizás solo es envidia de pelazo porque he intentado moverlo como él al bailar y ahora rezo al dios del indie porque nadie me haya visto. Pongámonos serias y cojamos un buen sitio que se nos empieza hacer pequeño el Palacio.
“Se apaga el Carrusel después de otro carnaval…”. Pucho empieza a cantar. El público logroñés le sigue, sin pensárselo, al unísono. No tardo mucho más en darme cuenta de que ese concierto era el caballo ganador del Actual. Un par de canciones más y lo confirmo. Recinto hasta la bandera. Público entregadísimo. Trabajo de escenografía y luces fantástico. Y un sonido que en directo suena muy muy bien. Ni rastro de la resaca de su concierto de aniversario hace 4 días en el WiZink Center de Madrid. Claro que, veinte años de experiencia, se notan. Y el repertorio que sacan de la chistera es también caballo ganador. Me dice mi amiga: “qué suerte tengo, están tocando justo las que me salían como Populares en Spotify”. Cómo no íbamos a bailar.
Yo lo he intentado, pero creo me rodean los más bailongos del festival. Ese tipo de personas que necesitan un campo de fútbol para sus coreografías. Y así, entre empujones, con mis —casi— 23 me sentí una persona mayor a la que le molestan las aglomeraciones. Hasta que suena Copenhague. Mientras todos sacan sus móviles para grabar su canción favorita en vez de disfrutarla, yo me dejo mi garganta y la de todos los que susurran detrás de sus pantallas. El dios del indie aún sigue sordo.
Sálvese quien pueda es el punto de inflexión. Todo el público —incluida la grada— se ha rasgado ya las vestiduras. No queda ninguna canción lenta por delante y parece que lo sabemos. La siguiente que suena es esa que dice “Bailando hasta el apagón” y claro, no nos queda otra que hacer lo propio.
La cuesta de enero, nuestra rampa de lanzamiento
Ha dicho Vetusta que el Actual es el festival del futuro, porque tenemos 365 días por delante. No niego que me he dicho “vaya chorrada”; pero oye, que pensándolo bien puede ser una buena premisa. Cualquier cosa que empieza con música, promete. Así que mi 2019 también. O eso quiero pensar. Lástima que no me da el tiempo ni el bolsillo para disfrutar de todo lo que el festival ofrece del 2 al 6 de enero.
Este año solo he podido ir a los conciertos del Palacio de los Deportes. Son el 3 y el 4 de enero entre las 9 de la noche y la 1 de la madrugada, más o menos. Pero Actual también se vive de día. He escuchado un trozo del concierto Matinal con estrella de Mr. Kilombo y me ha dado rabia no haber ido. Hay Vermú Torero todos los días con la música en directo de Joana Serrat, Dr. Trotski o Anaut, entre otros. Bely Basarte o Sandra Bernardo han llevado sus canciones al Café Cantante en horario vespertino y, cuando caía la noche, se encendían las Noches de Bodega con grupos más desconocidos como Messura o Los Vinagres. Eso sí, cada concierto con su correspondiente entrada. No pienses que todo esto que me perdí lo incluía mi pulsera de cincuenta euros.
Además, no todo es música en este festival. También hay cine en varias versiones: visionado de cortos en una cafetería, cine poco comercial en versión original en el teatro y también algunas proyecciones en la Filmoteca Rafael Azcona. Actual cuenta con dos salas de teatro dentro del festival, en las que se han representado 9 y 6 espectáculos, respectivamente. Exposiciones de escultura, fotografía, pintura y danza tienen su hueco en los museos y las salas de la ciudad durante estos días. 30 escenarios, 140 actos. Quizás demasiado para 5 días, pero necesario para que cada uno de los casi 30.000 asistentes encuentre su sitio.
Y es que este año me he dado cuenta que el Actual es un festival para gente de todo tipo. Y el segundo día de los conciertos del Palacio era para familias con niños —y para los que teníamos el abono—. El cartel decía Jorge García, Ele y Malú. A priori, no me convence mucho. Malú es la actuación principal de la noche y alguien que suena sin parar en las radio fórmulas no encaja en lo que yo —y mi escasa experiencia— entendemos por artista del Actual.
Para cuando entramos, las chicas de la tienda de campaña ya están en primera fila con sudaderas rojas, globos y alguna pancarta. Después de verlas acampar en la puerta, nos apresuramos a no llegar demasiado tarde por si hay más gente que ayer. Así de paso, no dejamos solo a Jorge García. Es un cantante de La Rioja al que he visto cantar versiones en el bar de mi pueblo hace no tantos años. Ahora ya tiene un disco, pero temíamos que este escenario se le quedara grande. Pero ha sabido jugar bien. Disfruta y se nota y el público, que no es poco para ser el primer concierto de la noche, también.
La siguiente es Ele. Un descubrimiento. Con un piano en directo en medio del escenario poco puedo ir mal. Con una voz que me recordaba inevitablemente a la de Luz Casal —pensaban que era única, ¿verdad?—, consiguió sacar a bailar a todo un público que en su mayoría, imagino, nunca la habían escuchado.
Malú empieza un cuarto de hora antes de lo previsto. Quizás por eso todavía está demasiado despejado. En este concierto, presenta su disco Oxígeno y oxígeno es lo que desea para todos. Y el Actual se lo concede. Aquel recinto, en contra de lo que esperábamos, no llega a llenarse. Pero Malú, con el chute de oxígeno de un ventilador que le agita la melena, se estremece en cada canción. Te guste más o menos, Malú consigue emocionar cada vez que se abre en canal. Todos sus éxitos se suceden uno tras otro hasta completar un concierto de casi dos horas que cierran su primer triunfo, Aprendiz, y Como una flor. Las teclas del piano de esta canción suenan a final. A final de concierto. A final de noche. A final (casi) de Festival. Pero a comienzo de año. Quizás de más cosas. Actual es el festival del futuro.