Sergio: El nombre como única etiqueta

Marina Tarragual//

Mientras los titulares dicen que somos una de las sociedades más avanzadas en temas LGTBIQ+, el paro entre las personas trans asciende a más del 80%. Mientras se tramita la proposición de ley del cambio de nombre registral, Sergio debe esperar dos años con un DNI que no le identifica. Y mientras cada gobierno elimina y añade asignaturas distintas en el sistema educativo, se olvidan de introducir una materia de educación sexual.

Sergio y yo tenemos muchas cosas en común: vivimos en el mismo barrio, fuimos al mismo instituto, nuestros estudios pertenecen a la rama de la comunicación — él, fotografía y realización; y yo, periodismo— e incluso hemos hecho prácticas en empresas similares. Nuestra conversación tiene lugar cuatro años después de que el director del IES El Portillo nos colocase la banda de graduados. Entonces, el fin del instituto parecía el fin del mundo. Ahora, con un pie puesto en la vida adulta, esperamos no caer en el abismo del paro. No es casualidad que lo laboral sea el tema elegido para romper el hielo. Estamos en ese momento en el que una entrevista de trabajo es tan deseada como temida. Que alguien decida tu futuro en cuestión de minutos ya es difícil de por sí, pero yo juego con una injusta ventaja con respecto a Sergio: no tengo que dar explicaciones sobre quién soy.

Fuente cuenta de Instagram de Sergio Ramírez (@conhdehuman)

Sergio tiene 21 años, aunque él mismo reconoce que aparenta algunos menos. El aspecto juvenil de su rostro también se refleja en su forma de vestir, que se puede definir como el look millennial por excelencia: ante todo comodidad, pero sin descuidar el más mínimo detalle, desde los calcetines altos con dibujos hasta el último botón de la camisa abrochado. Su pelo, siempre en un perfecto tupé, ha pasado por distintas tonalidades y ahora ha vuelto a su color oscuro original. Tiene unos ojos grandes – a veces encuadrados en gafas retro – que le hacen parecer siempre atento. Las apariencias en este caso no engañan y sus fotografías lo demuestran. Las imágenes que sube casi a diario a su Instagram dejan ver que es alguien observador que huye de la realidad a primera vista. Al hablar es directo y de respuesta rápida. Tiene claras sus ideas, pero se muestra receptivo a escuchar opiniones diferentes y defiende que sin debate no hay avance. Aunque con su personalidad resulta difícil pensar en una situación que le pueda intimidar, su seguridad se rompe cuando tiene que volver a aclarar a una persona desconocida por qué en su DNI aparece un nombre femenino.

El término ‘disforia’ no está aceptado por el colectivo trans porque “comporta una concepción patologizante de la transexualidad”. Sergio lo utiliza de forma coloquial para referirse a ese rechazo que siente cuando alguien lo asocia al nombre de Beatriz.  Justo lo contrario a la ‘euforia’ que experimentó cuando hizo público que era un chico trans: “Fue una liberación enorme”. Siempre había intuido algo, pero tardó años en identificar qué era lo que le pasaba exactamente. Asegura que las cosas van en escalada. Primero se identificó como persona de género no-binario; hasta que, al poco tiempo de finalizar Bachillerato, se dio cuenta de que era un chico trans. A veces se pregunta por qué no lo asumió antes, ya que hubiera podido recurrir a bloqueadores hormonales para frenar durante la pubertad el desarrollo de caracteres sexuales secundarios, pero entiende que cada persona tiene su proceso.

Cuando él se reconoció a sí mismo como hombre, sintió la necesidad de que su entorno más cercano también lo hiciera. Y aquí, de nuevo, cada cual necesita su tiempo. Con sus amigos fue muy sencillo, solo tuvo que pedirles que se refirieran a él en masculino y no necesitaron ninguna explicación.  Lo más duro fue decírselo a su madre, puesto que ya le había costado aceptar algunos años antes que le gustaran las chicas y ahora le tocaba afrontar su verdadera identidad. Los primeros días fueron raros, “rarísimos”. Ella todavía le interpelaba en femenino y eso a él le dolía. La solución era elegir pronto un nombre nuevo porque el que tenía entonces no era para nada neutro, “era muy femenino”. Para él, el nombre es una parte muy importante de la identidad de una persona, “un icono”. Como su madre no se decidía, él propuso el nombre de Sergio, que le había gustado toda su vida. Al mencionarlo, descubrió que era también uno de los preferidos de su madre. “Ojo, no sirve solo con que te guste, tiene que quedar bien con el apellido” y ‘Sergio Ramírez’ cumple ese requisito.

Si existe en estos momentos algo más identificativo que el propio nombre de la persona, es su usuario en las redes sociales. Sergio pensó: “Tengo que decirlo en Internet porque si no, es seguir mintiendo y seguir con una idea que no lleva a nada”. El primer paso para reconstruir su identidad digital fue el cambio de su antiguo alias de Instagram por su nombre real. Lo siguiente fue subir una fotografía en la que, en comentarios, explicaba a sus seguidores que sus pronombres van en masculino y que su nombre es –en mayúsculas– SERGIO. También invitaba a aquellas personas a las que les pudiese parecer un intento de llamar la atención a dejar de seguirle y agradecía a sus ángeles particulares” todo su apoyo. Su postura relajada de la foto contrasta con la tensión que sintió en el instante de publicarla. “En cuanto la colgué, apagué todo e intenté desconectar”.

“Al día siguiente la situación fue heavy”. Sergio lo había dejado todo claro en sus redes y sabía quiénes habían dado like a su foto y quiénes habían visto sus stories ese día. Cuando entró en clase, le impactó ver que había compañeros que pese a haber leído su publicación, seguían tratándole de forma errónea. Pero él se sentía más a gusto que nunca por haberse quitado ese peso de encima, ahora ya solo dependía del resto el querer entenderlo.

Muchas veces se critican las redes sociales por obligar al individuo a mantener actualizado su perfil público. En este caso Sergio se ahorró con un solo clic el dar por la calle cientos de explicaciones. Que todos sus seguidores conociesen su realidad era su intención principal, pero tampoco quería verse obligado a exponer en Internet cada paso que daba. Por esto mismo, decidió tomarse un descanso en su canal de YouTube. Durante un par de años, había subido de forma regular videos de entretenimiento a esta plataforma online. Es un apasionado de la imagen, le encanta grabar y editar sus propios contenidos. Pero también valora mucho su privacidad y cuando empezó a verle más gente, gente que no conocía, le dio bastante más respeto.

No tenía pensado subir ningún vídeo sobre el tema trans, pero las redes actúan a veces de forma inesperada y crean uniones entre personas que en el mundo analógico nunca hubieran tenido lugar: un chico en su misma situación leyó su mensaje y le escribió para pedirle consejo. Sergio se sentía en deuda, a él le sirven las experiencias que otros cuelgan en YouTube como fuente de información. Sobre todo, un tipo de vídeo que se encuentra al escribir FTM (‘Female To Male’) en el buscador.  Necesitaba darle una respuesta a este usuario y además de por mensajes, se animó a publicar un vídeo en su canal para explicar lo mismo que ya había hecho en su Instagram: “Si con ello puedo ayudar, aunque sea a una persona, ya estoy más que satisfecho”.

Sentía que ya había cumplido con todo —familia, amigos y seguidores— y que ya había pasado lo más duro. En realidad, se estaba adentrando en un limbo de trámites y en un sinfín burocrático agotador.

La ley interminable

Como toda persona trans, Sergio debe esperar unos dos años para poder cambiar su nombre en el DNI y además necesita un informe médico. Algo que se podría modificar en cuestión de minutos por decisión del individuo, se debe someter a los ritmos de la administración. Cuando Sergio visitó por primera vez a su médico endocrino, éste le dijo que por esperar un poco más no pasaba nada. Esto molestó bastante a Sergio: no es el hecho de esperar en sí, sino todo lo que ello conlleva. Cada vez que se enfrenta a una entrevista de trabajo, se siente en minoría con respecto al resto de candidaturas. Sabe que deberá dar una explicación que las demás personas no, y nunca se sabe cómo reaccionará la otra persona.

Según explica Loren González, activista de SOMOS LGTB+, no solo se trata del DNI, también afecta a las nóminas del banco y a los seguros sociales. La desigualdad laboral que sufren las personas trans “es muy cruenta”. La diferencia entre la identidad real de una persona y la que aparece en su documentación sí que afecta a la hora de encontrar empleo, sobre todo si se atiende a los datos: más del 80% del colectivo trans está en paro. Este nivel de desempleo es más desesperanzador para las personas que ahora son adultas porque muchas de ellas han sufrido acoso escolar de pequeñas, han tenido que abandonar sus hogares, no han tenido acceso a estudios y, por su físico, tampoco a puestos de trabajo. Las mujeres trans de esta edad han sido las más afectadas porque muchas se han tenido que dedicar al trabajo sexual, puesto que son un gran reclamo.

Logo de la asociación SOMOS LGTB ARAGÓN (Fuente SOMOS LGTB)

Y ya no solo por lo laboral, Sergio se preocupa también por otro tipo de situaciones. Cuando va a una discoteca y el portero le pide el DNI, se da cuenta de que la identidad que aparece en ese rectángulo de plástico poco tiene que ver con la real: “Me puede ir muy bien o me puede ir muy mal y que alguien me dé una paliza”. Al final, son dos años de vida dando explicaciones. Explicaciones tan innecesarias como el informe médico que Sergio necesita para cambiar su identidad de forma oficial. Su psicólogo le dijo que no entendía por qué le tocaba hacer eso y simplemente estuvieron hablando un rato mientras le rellenaba todo el papeleo. En ese momento, Sergio se sintió aliviado por la actitud del especialista, pero al llegar a casa se quedó pensativo. Sentía que lo que había hecho era raro y no comprendía por qué es indispensable que un psicólogo deba dar el visto bueno a una decisión tan personal.

La ley de 2007, que permitió a las personas trans cambiar su identificación oficial sin necesidad de operarse, necesita una actualización. A finales de 2017, el PSOE propuso una modificación de esta ley, que contó con el apoyo de casi todos los grupos del Congreso – a excepción del Partido Popular –, que incluirá a los menores de edad, a extranjeros que residen en España y eliminará el requisito de tener que presentar informes médicos. Es decir, se conseguirá la despatologización trans en España, pero es una propuesta a la que todavía le queda camino. Según González, la aprobación de esta ley abriría camino – aunque son independientes – a la ley LGTBI y a la ley trans, ambas llevadas al Congreso por Unidos Podemos. La primera viene de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) y es una ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género. “La ley trans es una ley de identidad de género, es tan concreta casi como un reglamento”.

Estos tres proyectos de ley son estatales y son procesos lentos, que acumulan enmiendas y se debaten durante meses. El cambio de nombre en el registro civil depende del Ministerio de Justicia, es decir, del Estado. Pero, según donde vivas, tienes unos derechos u otros. En Zaragoza, las normas municipales permiten la modificación del nombre en la tarjeta ciudadana y en Aragón también se puede cambiar en la tarjeta sanitaria. Sergio lo ve todo un avance porque sería muy raro que estuviera en una sala de espera, cuando las hormonas hayan hecho efecto en él, “con una barba de aquí a Logroño” y que le llamen a consulta con un nombre de chica. Esto se debe a que a nivel autonómico y local es todo mucho más rápido, no es lo mismo ir al Congreso de los Diputados a protestar que ir al ayuntamiento de una ciudad.

Edificio de la asociación SOMOS LGTB ARAGÓN en la Calle San Pablo de Zaragoza (Fuente Google Maps)

Educación y cultura contra el desconocimiento

“¿Y ahora qué? ¿Te darán alguna pastilla?”

Esas fueron las dos preguntas que sorprendieron a Sergio cuando comentó que iba a comenzar el tratamiento hormonal, sobre todo porque la duda venía de alguien de su misma edad. Que en la era de Internet no se sepa cómo se aplican los tratamientos hormonales y que la mayoría son en formato gel o por inyecciones deja en evidencia el desconocimiento general que existe sobre el tema.

Muchas veces se asocia de forma incorrecta la transexualidad con la cirugía de reasignación genital. Hay personas trans que no se plantean ninguna operación e incluso algunas que no recurren a los tratamientos hormonales, puesto que el género de la persona no guarda ninguna relación con su tipo de genitales. Sergio ha optado por las hormonas y plantea someterse en un futuro a una mastectomía para poder olvidarse de los binders (prendas diseñadas para comprimir el pecho) y poder estar sin camiseta en la playa. La faloplastia (operación para la reconstrucción de los genitales masculinos) es otro asunto. Sergio cuenta que en España hay casos contados de personas que se hayan operado: “Estéticamente vas a tener lo que quieres tener, si funciona o no es otra cosa”. Luego está el tema del tipo de sanidad. Hay mucha gente que, para la mastectomía, por ejemplo, opta por la privada porque es mucho más rápido y así se aseguran de que les hagan lo que de verdad quieren. Sergio habla incluso de una especie de crowdfundings que se organizan en Internet para que la gente se pueda costear ese tipo de intervenciones y evitarse así las listas de espera de varios años.

Otro error muy común es confundir la orientación sexual – tendencia de una persona a sentir una atracción por otras – con la identidad de género – sentimiento de pertenencia a un género determinado –. El grado de conocimiento no va con la generación. Sergio se ha encontrado durante estos meses con gente mayor muy abierta de mente y entendida y con personas jóvenes que no lo son tanto. Para Loren González la educación “es esencial”. Apuesta por una educación sexual integral que enseñe desde cómo ducharse y tocarse para decir “uy, tengo un bulto”, hasta todo el tema de orientaciones e identidades. Esta enseñanza debe ser progresiva y transversal: desde Infantil hasta Bachillerato. Hay que aprovechar que nacemos sin prejuicios, que estos se van adquiriendo con el tiempo. Y la prueba es que menores trans sufren mucha menos discriminación en colegios que las personas que inician su tránsito en secundaria.

Otra forma de educar es a través de productos audiovisuales y Sergio es todo un experto en series y películas, un devoto de las historias en pantalla. Y todavía lo sería más si las personas transexuales fuesen representadas de manera adecuada, ya que apenas hay referentes trans en la ficción y las pocas que hay suelen caer en estereotipos. Lo mismo sucede con el resto del colectivo LGTBIQ+; ahora hacen más películas sobre homosexuales, pero la trama es casi siempre la misma: alguien se da cuenta de que es gay y sale del armario. Hay pocas películas en las que el personaje principal sea homosexual, pero el argumento vaya más allá y no se vea siempre como un problema a superar. Por eso, cuando se encontró con Carmilla, una webserie canadiense cuyos personajes tienen orientaciones sexuales e identidades diferentes pero la historia trasciende mucho más, no dudó en aportar dinero en la campaña para la financiación de su versión en película.

“Estas ficciones nacen en la red porque no tienen presupuesto para más”. Ya es un avance, puesto que Internet llega a muchos lugares y no solo a ciudades como Zaragoza. Esto es importante porque las grandes ciudades son muy distintas a los pueblos o a ciudades más pequeñas. Sergio conoce muchos casos de gente que se exilia a otra localidad porque no le queda más remedio. Le hablan por redes y le cuentan que creen que en sus lugares de origen nadie les va a entender y deciden irse. A él esto le preocupa porque si estas personas se van, luego habrá otras en su misma situación que también se tendrán que ir. Sergio intenta convencerles de que no son ellas las que tienen que verse obligadas a cambiar de lugar, que es el lugar el que debe cambiar.

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