Francisco Cristóbal Lorón: 90 años de historia

Ainhoa Bacaicoa Cristóbal//

Francisco se levanta tarde, bastante tarde. Se asea, se viste y se prepara el desayuno que se tomará mientras ve las noticias. Pasan las horas hasta el momento de la comida y pasan de nuevo hasta el de la cena. Con suerte, ese día podrá hacer una videollamada con sus cuatro nietas. Esto no es siempre posible ya que cada una debe atender las obligaciones de sus estudios.

Después de una vida levantándose siempre a las seis de la mañana, pasar ocho horas en el despacho y luego volver a casa con más trabajo, la rutina que tiene ahora se le hace demasiado monótona. Siempre le ha gustado mantenerse activo. Hasta hace poco atendía a talleres de todo tipo, incluso llegó a ser profesor de uno, pero desde que comenzó la cuarentena ya no ha podido continuar con estas actividades, así que se ve obligado a buscar las maneras de mantenerse entretenido en casa. Y con tanto tiempo libre, no puede evitar rememorar tiempos pasados.

Una infancia marcada por la guerra

Nació el jueves 10 de junio de 1930. A las 12 horas y 30 minutos de la mañana, en la calle Pradilla nº13 y 14. La vivienda estaba situada en la zona del Paseo Cuéllar, que por aquel entonces se conocía como el barrio de los “chiflados” por su lejanía al centro de la ciudad.

No sabe con certeza cuándo fue bautizado, pero deduce que fue el día 15 de junio, y según lo que le han contado, sus padrinos fueron su abuelo paterno y su tía. A los pocos meses de nacer perdió a su abuelo sin haber llegado a conocerlo. Pocos acontecimientos remarcables tuvieron lugar, y menos que él recuerde, hasta casi su tercer cumpleaños cuando nace su hermana, la segunda de cuatro hijos.

Mientras tanto, la historia mundial seguía su curso. Antes de que naciese, la Primera Guerra Mundial había quedado olvidada ya, pero la humanidad desconocía lo que le acechaba a la vuelta de la esquina. Son muchos los historiadores que consideran la Guerra Civil española como una antesala de lo que pasaría después en la Segunda Guerra Mundial; una especie de ensayo para el conflicto que se desarrollaría entre 1939 y 1945 y que afectaría a la práctica totalidad del planeta. Lo que está claro es que condicionó la vida de varias generaciones españolas.

Su primer recuerdo de la Guerra Civil corresponde al Golpe de Estado que le daría comienzo y que se llevó a cabo entre el 17 y el 18 de julio de 1936: “Recuerdo estar en el comedor de nuestra casa sentado junto a mi hermana encima de un baúl, esperando el coche de la “Central” para que nos llevara a la estación del Norte. Nos íbamos a Navaleno, como lo habíamos hecho el año anterior, pero ante los acontecimientos que había por el centro de la ciudad, mi padre, con buen criterio, decidió despechar el bus y quedarse en casa”.

Una día más tarde, tal y como lo narra la Gran Enciclopedia Aragonesa, la ciudad quedó finalmente sumida bajo el control de las guarniciones sublevadas en contra del gobierno de la Segunda República, destinadas a la capital aragonesa. Todas las comunicaciones con las principales zonas del país – País Vasco, Cataluña y Madrid -, quedaron muy dificultadas si no anuladas por completo.

Durante esos meses murió su abuelo paterno, al que solo recuerda acompañándolo al cine “Actualidades” algún que otro domingo. No guarda buen sabor de boca de estos años, y no puede evitar emocionarse al rememorarlos, sobre todo con determinados momentos en concreto. Gracias a la hemeroteca de La Vanguardia sabemos que el 3 de agosto de 1936 cayeron sobre la capital aragonesa cuatro bombas, y una de ellas le pilló muy de cerca. Se encontraba visitando a unos familiares en el centro de la ciudad cuando las sirenas comenzaron a sonar. Les dio tiempo a resguardarse en uno de los sótanos de esas casas, pero no todo el mundo que pasaba por allí en ese momento tuvo la misma suerte. Una mujer que paseaba junto a sus dos hijos intentó refugiarse en una de las esquinas de la calle, ninguno de ellos consiguió sobrevivir al impacto de la bomba.

Una vez pasó esto no volvieron a salir de casa. Sus padres movieron una de sus camas al sótano, de modo que cada noche su madre se los llevaba a él y a su hermana a dormir allí.

Admite que lo pasó mal, pero que tampoco puede quejarse, pues no les faltó de nada. Su padre trabajaba de contable en una fábrica de tejidos y a la vez llevaba la contabilidad de hoteles y restaurantes. Al frecuentar estos comercios con asiduidad, sus propietarios le regalaban sus productos, como aceites o pan.

Francisco acompañado de su hermana en su primera comunión
Francisco acompañado de su hermana en su primera comunión

Al contar esto, su esposa Joaquina recuerda como en su familia, gracias a que su cuñado era comisario de policía, tenían acceso a los suministros de las cooperativas. Entre esa ayuda y las cartillas de racionamiento, nunca pasaron hambre.

De su infancia rememora también ir a la escuela con normalidad, hacer la comunión junto a su hermana, y cantar en el coro del Colegio del Salvador, con el que viajó a Valencia y Barcelona para actuar en las radios. Viene a su mente también un día en el que fue de excursión a Belchite, y cómo recogía los balines del suelo.

Su tío Patricio vivía junto a una oficina de refugiados, y un día que su padre se encontraba visitándolo, pudo ver cómo un camión llegaba desde Teruel y descargaba a un grupo de personas. Entre ellas una niña de la edad de su hijo, que no iba acompañada. En ese momento decidió llevársela a casa y proporcionarle un hogar junto a su familia, pues de lo contrario habría acabado en un hospicio. Emeren estuvo viviendo con ellos casi un año. Consiguieron saber que sus padres y su hermano tuvieron que subir a un autobús diferente que los dejó en Valencia. Tras un largo proceso de investigación, pudieron reunir a la familia de nuevo. Pese a ello, siguieron viéndose todos los veranos y continuaron haciéndolo durante su vida adulta. Emeren regresó a Teruel y fue allí donde se vieron por última vez hace unos años, pero por culpa del Alzheimer que padecía, no pudo reconocerlos. Falleció este pasado mes de abril de 2020 en su ciudad natal.

Comienzo y desarrollo de la adultez

Años más tarde Francisco y su familia se mudaron de casa, y tras el cambio, conoció a la que se convertiría en su esposa, Joaquina. Aún se acuerda de la fecha exacta – 29 de junio de 1950 – en la que hicieron su primera excursión juntos en tren a las Murallas de Grisén. “Fue un día memorable, ya llevaba varios días queriendo salir con Joaqui, y ese día fue el definitivo, a partir de entonces, comenzó toda nuestra andadura; unas veces bien y otras no tan bien”, rememora feliz.

Comenzó sus estudios como ingeniero técnico industrial. A los 21 años  fue alistado en el Ejército para el reemplazo de 1951, pero le concedieron prórroga de incorporación a filas por estar estudiando. Tan solo un mes más tarde ingresó en caja, y fue clasificado como “útil”. Y poco tiempo después le fue entregada la “cartilla militar”. Ingresó en la Milicia Universitaria del Distrito de Zaragoza, y medio año después fue destinado a la Unidad especial de la Instrucción de Distrito Universitario de Zaragoza. Se incorporó al Campamento de los Castillejos en Tarragona donde finalizó la primera etapa de instrucción y estudios, y fue promovido a Sargento de Complemento del Arma de Caballería. Volvió a Zaragoza y cuatro años después de ingresar terminó las prácticas como Sargento y se incorporó a trabajar en la oficina técnica de un taller. Tras año y medio en ese puesto decidió despedirse a sí mismo para encontrar un empleo mejor.

Tarjeta de identidad de Francisco
Tarjeta de identidad de Francisco 

De su búsqueda de trabajo  guarda toda clase de anécdotas, como aquella vez que una empresa le ofrecieron el puesto con la condición de que se hiciese del Opus Dei. Al final logró hacerse sitio en los Talleres Schott Dubón y entonces se pudo casar con Joaquina. Tuvieron tres hijos.

Viajó en dos ocasiones a Cuba, después de que su empresa ganase un concurso para encargarse de la fabricación de máquinas de sondeo. Fabricaron un total de 100 máquinas destinadas al sondeo de agua para campos de caña de azúcar principalmente; las cargaban en el puerto de Barcelona y las transportaban hasta la isla para, una vez allí, montarlas y ponerlas en marcha. Esto les dejaba bastante tiempo libre para disfrutar del país.

Fotografía de Francisco
Fotografía de Francisco

Después vinieron unos años un tanto oscuros, marcados por la muerte de muchos familiares, en especial la de su madre y la de su padre. Su madre llevaba 14 años paralítica por un derrame cerebral, y tras una caída sufrió un segundo derrame. Pasó 40 días en coma hasta que falleció. Tan solo cinco meses después le siguió su padre, que no consiguió sobrevivir a un cáncer que le había costado ya varias operaciones.

Actualidad

Por fortuna, las cosas mejoraron a partir de la década de los 80. Sus hijos crecieron, se casaron, y tuvo cuatro nietas, de las que siempre habla con mucho orgullo y amor. Uno de los acontecimientos recientes que recuerda con más cariño es la celebración de sus bodas de oro, que festejó con un viaje junto a su familia al completo.

La vida viene sin duda condicionada por los momentos históricos en los que le toca desarrollarse. Si la infancia de Francisco estuvo sin duda alguna marcada por la guerra, la infancia de las generaciones más jóvenes actuales estará condicionada por el coronavirus, que ya afecta a la manera de relacionarse de los seres humanos, entre otros muchos aspectos.

Mientras tanto, Francisco continuará viviendo esta etapa de su vida día a día, intentado sacarle el máximo partido a cada uno de ellos.

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