Dame más “Nadales”
Arturo Pola//
Rafa Nadal es de las personas más conocidas de este país. Es más, se podría decir que es una de las más queridas, respetadas y que más simpatía despiertan entre su compatriotas. Hasta aquí nada que no sepamos, pero ¿qué fechoría ha tenido que cometer el tenista balear para ganarse los reproches y la desaprobación de cierta parte de la población? Pues hablar de política, evidentemente.
Consecuencia de la polarización y radicalización de nuestra sociedad, en la que sólo se puede ser facha o comunista, ahora resulta que el mejor deportista español de todos los tiempos no puede opinar en medio de una pandemia mundial. El hombre que ha conseguido pegar al televisor a muchísimos españoles-sea cual sea el color de su partido político-, ha sido alabado y reconocido aun en la derrota (una rareza histórica en este país )y ha paseado la marca España allá por donde ha ido, no es una voz autorizada. Mejor dicho, solo puede opinar si lo que dice concuerda con tus ideales. Apaga y vámonos.
Este es el enésimo ejemplo de la vieja y desfasada corriente que defiende que “no hay que mezclar política con deporte”. Y cuando una estrella del deporte se salta este axioma, su popularidad suele verse afectada. Pero, ¿por qué pueden opinar sobre lo que ocurre en el país los empresarios, actores, cantantes y los deportistas no? Ellos son también ciudadanos, tienen sus ideas y el derecho de expresarlas. Estamos acostumbrados a que la gala de los premios Goya parezca un mitin de partido más que una entrega de premios cinematográficos, pero nadie se imagina una celebración de una copa de Europa del Real Madrid en la que se haga una petición o algún comentario de índole político.
No ocurre lo mismo en otros países, como por ejemplo en Estados Unidos, donde es habitual que deportistas del más alto nivel colaboren con campañas políticas, tanto económicamente como prestando su imagen apoyando a su candidato preferido. Incluso se ha llegado a ver a los campeones de la NBA plantando a Donald Trump en la Casa Blanca por no estar de acuerdo con las medidas tomadas por su Gobierno. Deberíamos poner en valor este tipo de actos, que muchas veces parecen más simbólicos que otra cosa, pero en realidad son mucho más valientes de lo que podríamos imaginar. Porque si un ciudadano anónimo muestra su animadversión por cierto personaje o partido político, como mucho perderá un puñado de seguidores en Twitter, pero si eso mismo lo hace Lebron James, puede dejar de ingresar millones de euros por contratos de publicidad.
Pero volviendo a Rafa Nadal, cuando suelta la raqueta, le ponen un micrófono y estima oportuno realizar unas declaraciones acerca de la actuación del Gobierno en esta crisis, su opinión es una más. Igual de válida y respetable que la tuya, la mía o la de cualquier ciudadano. Pero muchos españoles (entre los que me incluyo) se sienten identificados con los valores que transmite. El espíritu de sacrificio, la humildad, la valentía para afrontar situaciones críticas o el respeto al rival son algunas de sus señas de identidad. A bote pronto, no distingo estos rasgos en ninguno de los líderes políticos que están gestionando esta situación extrema.
Y es en estas situaciones en las que parece que por fin nos hemos dado cuenta del valor de los expertos dejando a un lado a los políticos, que al fin y al cabo lo que hacen es transmitir el mensaje. Así que para esta crisis dame al Nadal de la epidemiología, al Nadal de la economía y a los “Nadales” de todos los campos del conocimiento. Y al verdadero Rafa, aunque no compartan su opinión, escúchenle, que algo sabe.