La construcción mitificada del amor
Sandra Lario//
Si buscas amor en la RAE te das de bruces con la dependencia, con las carencias individuales y la necesidad de constituirnos como un ser completo en nuestra unión con otro. Personas que aman para completarse. Mitades, trozos, partes rotas pegadas por el cemento fangoso y tóxico del amor romántico: la estrella del patriarcado.
Somos personas insuficientes e incompletas. O eso insinúa la Real Academia Española, el órgano institucional referente en terreno lingüístico de nuestro país. He aquí la definición de amor: “1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. / 2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”.
Así lo dictamina la RAE, un organismo que en sus 303 años de historia ha tenido la siguiente cifra de directoras entre sus 30 personas al mando: cero. En el listado de los 44 académicos actuales hay 8 mujeres, que con tres más completan la representación femenina entre los 474 académicos que la institución ha tenido desde su fundación, en 1713. Preguntémonos ahora por la necesidad y los objetivos del feminismo.
Pues bien, deconstruir, despatriarcalizar esa definición de amor y terminar con el machismo imperante en las instituciones como la mencionada son sólo dos de esos objetivos. Y esa deconstrucción del término fue la protagonista en una de las charlas que se impartieron en el marco de la Jornada Feminista Estudiantil organizada por las asambleas de varios centros —Feminismo Unizar, Feminismo IES Miguel Catalán, Asamblea Feminista IES Parque Goya y Asamblea Feminista IES Félix de Azara— el pasado sábado 29 de octubre, en las cuales quedó demostrado que la conciencia feminista es cada vez mayor entre las generaciones más jóvenes.
Una construcción sobre cimientos enfermos
Los celos, el control, la dependencia, la sumisión, el chantaje, el miedo o la manipulación son sólo algunas de las respuestas a la gran pregunta formulada durante aquella jornada de reflexión y repetida en muchas ocasiones a lo largo de nuestras interacciones humanas: ¿qué síntomas dejan en evidencia al modelo de amor romántico?
Pero, antes de analizar al enfermo, conozcamos la enfermedad. Feminismo Unizar describe el amor romántico como “un modelo de dominación patriarcal fundamentado en la creación de un tipo de conducta amorosa idealizada en la que ambos miembros de una pareja, sobre todo la mujer, han de entregarse por completo a la persona amada olvidándose de su propio bienestar y de sus derechos como individuo”. Y el sistema patriarcal occidental se encarga de reproducir este modelo hasta hacer de él la norma. “El patriarcado naturaliza y normaliza este tipo de amor, de forma que lo transmite a través de los medios de socialización —libros, películas, canciones, publicidad, familia, amigos, etc.— propiciando así la constitución de relaciones tóxicas y abusivas que son el germen de la violencia de género”, explica esta asamblea feminista universitaria. “El amor romántico es la herramienta más potente para controlar y someter a las mujeres, especialmente en los países en donde son ciudadanas de pleno derecho y donde no son, legalmente, propiedad de nadie”, afirma Coral Herrera Gómez —consultora de Género y Comunicación, investigadora, docente y autora de libros como La construcción sociocultural del amor romántico— en este artículo de Píkara Magazine.

Diez imposiciones que desmitificar
El amor romántico está integrado por una serie de mitos —reproducidos, sobre todo, en las parejas monógamas heteronormativas al uso de las sociedades occidentales modernas— que el feminismo y la diversidad amorosa y sexual como el amor libre, el poliamor o el amor plural tratan de combatir y transformar.
Según la antes mencionada institución lingüística, un mito es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico”, una persona o cosa admirada, o “una persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene” —también es un ave de los bosques, pero ese es otro asunto—. Aunque ninguna de estas acepciones responde al tema que nos atañe, quizá los mitos asociados al amor romántico se acercan más a la última referencia. No, olvidad al pájaro —aunque si lo metemos en una jaula para tenerlo en casa, tendríamos una recurrente metáfora—, hablo de esas “cosas a las que se le atribuyen cualidades o excelencias que no tienen”. Estas cosas son los mitos y esas cualidades son constataciones del amor.
Los mitos, históricamente, forman parte del sistema religioso o cultural de una civilización para respaldar las creencias de la misma. Así, podemos decir que los mitos son un conjunto de creencias comunes de una sociedad, forman parte del imaginario popular y se transmiten y extienden entre las personas sin contar con más respaldo que ese: el popular, ya que ni son verdaderos ni tienen ningún tipo de validación más allá de la que le otorgan quienes los reproducen. De esta forma, el patriarcado pone en práctica los correspondientes al amor romántico, con respaldo mediático, publicitario, educativo, político y burocrático.
1. El mito de la media naranja —basado en Platón y su obra El banquete—: La creencia de que el ser humano necesita encontrar “su media naranja” para ser un ser humano completo y realizado se sustenta falsamente en el argumento de la procreación y la perpetuación de la raza humana, enfocando este pensamiento desde la mirada tradicional heteronormativa. Además, la “media naranja” va más allá de la mera creencia asumida por el grueso de la población de las sociedades modernas y condiciona nuestro sistema burocrático y social en el que vivimos, así como el ámbito mediático, que además interpreta este mito y los estereotipos que lo acompañan con marcadas diferencias entre el sexo masculino y el femenino.
2. El mito de los celos por amor: La justificación de los celos en el amor es uno de los síntomas más tóxicos del amor romántico y pone en riesgo valores fundamentales en las relaciones humanas como la confianza, el respeto de la esfera individual, la tolerancia, la libertad personal o la libre determinación. El por qué de su existencia y prevalencia es muy sencillo: Pensemos en qué pasaría si todas las personas fuéramos capaces de deconstuir nuestras convicciones impuestas hasta acabar con la existencia de los celos. Exacto, el patriarcado y la forma tradicional de concebir las relaciones estarían muy cerca de ser Historia, y eso no es algo que interese al sistema.
3. El mito de la omnipotencia: O el mito de que el amor lo perdona y lo puede todo. O el mito que muchas de las víctimas de feminicidios tienen grabado en su interior. O el mito de por qué muchas personas son infelices en sus relaciones pero no terminan con ellas. O el mito de por qué nos planteamos soportar situaciones que no nos hacen felices ni nos aportan un crecimiento personal sino que nos minan el ánimo y la salud emocional.
4. El mito de las discusiones: En este mito encontramos dos versiones, ambas imbuidas de forma contaminante por el amor romántico. Por un lado, tenemos la afirmación de que no puede existir el amor sin discusiones, una manera peligrosa de justificar cualquier enfrentamiento o reproche en una relación bajo el pretexto de que es “lo normal”. Por el contrario, también se observa la creencia opuesta, que sostiene que en una relación de “verdadero amor” no caben discusiones, igualmente peligrosa puesto que puede llevar al conformismo y a la sumisión, entrando en una espiral tóxica. Ya lo decía Sigmund Freud —¿cómo se sentiría el reputado pero misógino psicólogo sabiendo que ha sido citado en un artículo feminista?—: «Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos».
En conclusión: las discusiones concebidas desde un enfoque constructivo, no violento y argumentativo pueden ser una vía de solución de problemas o de acercamiento de posturas y un espacio abierto donde debatir y aprender, pero si son reprimidas o llevadas a límites de confrontación violenta, acusatoria y discriminatoria, son un arma más para intoxicar una relación humana.
5. El mito del enamoramiento: Este mito nos vende unas relaciones basadas en la pasión y la euforia irracional con fecha de caducidad como únicas razones para interactuar sentimentalmente con una pareja. No contempla una relación como una construcción afectiva madura ni como una elección, sino como un impulso inevitable e irrevocable. Esto crea problemas similares al mito de la omnipotencia o del amor que todo lo puede.
6. El mito de la exclusividad: Este mito, continuando con el anterior y lo que conlleva, impone que si una persona está enamorada de su pareja no puede sentirse atraída por otras personas. Aquí, por supuesto, también actúa como factor determinante el modelo de relación monógama imperante, que estipula un contrato entre los miembros por el cual no se pueden relacionar amorosa ni sexualmente con otras personas. Esto hace que cualquier atracción ajena desencadene celos y otros muchos mitos en un cóctel tóxico detonante. La solución es fácil: el amor no es un contrato en continuo peligro de romperse sino una elección respaldada en la confianza y la libertad personal.
7. El mito de la unidad: Hace poco, una amiga me dijo mientras hablábamos de comportamientos tóxicos en cierta relación: “Mira, yo no quiero ser solo nosotros; quiero ser, ante todo, yo”, frente al intento de un hombre de anular su espacio individual y sus pretensiones personales. Es precisamente eso en lo que consiste este mito: una persona deja de tener su espacio individual cuando inicia una vida en pareja, sin contemplar la posibilidad de que esa pareja esté constituida por dos personas independientes con su esfera personal que deciden construir, además, una comunitaria. Este mito influye en las víctimas de la violencia machista, alejándolas de sus círculos familiares, de amigos o de trabajo.
8. El mito de los polos opuestos: “Los polos opuestos se atraen”. ¿Cuántas veces hemos oído esta expresión en nuestros círculos sociales y en nuestro imaginario cultural? Seguramente tantas como personas han intentado hacer de este dicho una relación, olvidando que las personas nos relacionamos por afinidad, puntos en común e ideologías, valores y enfoques desde los que mirar la vida.
9. El mito de la convivencia o el matrimonio —con el consiguiente paso de la descendencia—. «Estoy harta de ser reducida a un triste ser humano sin hijos». Esta declaración era el titular de una noticia publicada en El Periódico sobre la actriz Jennifer Aniston, ejemplo por excelencia de la acuciante presión social sobre las mujeres en el terreno matrimonial y maternal. “Me he sentido avergonzada por mi estado civil, me he sentido avergonzada por mi divorcio, cuando no tenía pareja me han avergonzado, me han avergonzado hasta por mis pezones ¿Por qué solamente miramos a las mujeres a través de ese lente particular”, reivindicaba Aniston en la revista Marie Claire. Todo está dispuesto para el fin último del matrimonio o, en su defecto, la convivencia o unión de tipo oficial. Casarse por facilidad burocrática, aunque no lo creas necesario para tu realización personal y afectiva. Y la cosa no acaba aquí, prepárate para el fracaso a ojos de la sociedad y muchos de tus círculos si esa unión no trae hijos consigo.
10. El mito de la pareja: El mito por excelencia que da sentido a todos los demás. La creencia de que la pareja heterosexual y monógama es el modelo universal y el único correcto. La imposición ante la diversidad. La anulación de la libre elección. La negación y discriminación de otros modelos como el poliamor, las relaciones abiertas, las relaciones grupales, las personas que deciden no emparejarse ni agruparse amorosa ni sexualmente, etc., y de otras orientaciones sexuales al margen de la heterosexualidad.
Así, en esta sociedad en la que las personas estamos destinadas a avanzar como autómatas por caminos impuestos socialmente aceptados, valores como la libertad, la comunicación, la confianza, el respeto, la igualdad, la aceptación y el crecimiento personal, el apoyo o la evolución son las armas que han de tratar de derribar los muros del amor romántico desde el amor sano, ético, feminista y libre de contaminación tóxica, tradicional y machista. Ser o no ser libres, esa es la cuestión.
*Fuente de la imagen de cabecera: Flickr- gaelx
Autora:
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![]() Llevo 23 años en el mundo. Desde hace unos cuantos lo capturo a través de fotos y palabras para mostrar el alma y el rostro de nosotros mismos. He estudiado periodismo y fotografía y defiendo la poesía como primer y último recurso.
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