Ruta Zaragoza Rebelde: la cara B de la Historia
Sandra Lario //
El lado subversivo y combativo de la ciudad, el discurso más justo con la memoria histórica, aquello que los libros de texto apenas cuentan en su temario referente a la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Esto es lo que la Ruta Zaragoza Rebelde quiere contar por medio de visitas guiadas que recorren los escenarios más céntricos de la conflictividad social en la ciudad.
En 1918, los trabajadores de la electricidad, los empleados de la Estación Norte, el personal de los mataderos, el gremio de comerciantes y trabajadores de prácticamente todos los sectores laborales de Zaragoza situaron a la ciudad a la cabeza del país en el ámbito de la protesta social. Fue la media de huelga más alta de todo el Estado: 419.000 horas. El siglo anterior, concretamente entre el 4 y el 8 de septiembre del año 1872, Zaragoza acogía el II Congreso de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores (FRE-AIT) —la conocida como “Primera Internacional”—, anunciada para el 8 de septiembre para no ser interrumpida por la policía. Zaragoza, la llamada “perla negra” en la década de 1930 en el entorno anarquista por su alta actividad libertaria. Zaragoza, sede estatal clandestina de la CNT en algunos momentos de la Historia.
Estos son sólo algunos de los hilos de cifras y datos con los que la Ruta Zaragoza Rebelde va tejiendo el pasado más combativo de la ciudad, una iniciativa turística de carácter histórico tras la que está Jorge Remacha, estudiante de Historia en la Universidad de Zaragoza.
La idea, que surge de las investigaciones personales de Jorge sobre el pasado sociopolítico de Zaragoza al margen del contenido estudiado en la carrera, va tomando forma durante el curso 2015-2016 para materializarse en un recorrido cargado de memoria histórica que se empieza a ofertar los fines de semana a partir de septiembre de 2016. Por otro lado, este proyecto sigue la estela de la ya existente Ruta Barcelona Rebelde, cuya persona responsable —que casualmente también es de Zaragoza— acogió encantada la propuesta de llevar la iniciativa a la capital aragonesa en un formato similar.

La ruta abarca desde las primeras organizaciones del movimiento obrero y la Primera Internacional en Zaragoza, en los años 70 del siglo XIX, hasta la Guerra Civil, tocando momentos tan significativos como la Semana Trágica de 1909, la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la Segunda República o el estallido de la mencionada Guerra Civil. El trayecto está delimitado al centro de la ciudad por cuestiones de movilidad y también de cara a ejercer la función turística para que quienes visiten Zaragoza por primera vez puedan hacerlo a través de la Historia ubicada en sus calles más destacadas. Además, esta zona céntrica congrega gran parte de los acontecimientos históricos más señalados que se explican en la ruta.
Pese a que las visitas llevadas a cabo los fines de semana —que van variando entre sábados y domingos por las mañanas y por las tardes para ofrecer una mayor disponibilidad— están abiertas a todos los públicos, la Ruta Zaragoza Rebelde también se oferta a institutos de manera adaptada, aunque los contenidos generales encajan bastante bien en el temario de bachillerato o del segundo ciclo de la ESO. “Los escolares tienden a ver unos libros cargados de fechas, una Historia contada desde el relato oficial, desde arriba, y, sin embargo, no conocen la otra parte de acontecimientos ocurridos en sitios por donde pasan todos los días. Quiero completar esa visión que dan las escuelas que yo considero parcial y con grandes carencias”, afirma Jorge. “Este proyecto pretende difundir el relato alternativo de la Historia y me interesa especialmente que lo conozcan los más jóvenes”, añade.

Además de lo acaecido en el núcleo de la ciudad, otros de los acontecimientos mencionados en los años que abarca la ruta —aunque no visitados por la imposibilidad de grandes desplazamientos— se vivirán en diferentes zonas de la ciudad como Torrero o el barrio rural de San Juan de Mozarrifar.
Torrero, el último barrio en caer en zona sublevada durante la Guerra Civil, fue testigo de asesinatos y de la represión más sanguinaria del régimen en zonas como la cárcel y el cementerio, escenario de fusilamientos en represalia al bando republicano en Zaragoza que dejaron 3.549 cadáveres en una fosa común, la más grande de la época junto con las de Badajoz y Málaga.

Por su parte, en el mencionado barrio rural a unos 8 km al norte de la ciudad, se ubicó a partir de 1937 un campo de concentración franquista emplazado en las naves de una antigua papelera, el cual formaba parte de una serie de campos habilitados en la época como el de Miranda de Ebro o Aranda de Duero, destinados a albergar a los prisioneros de guerra que hizo el bando sublevado tras la caída del Cinturón de Hierro —nombre que recibía la zona industrial del norte, con alta presencia antifascista— como apoyo a las saturadísimas cárceles. Este campo zaragozano, llegaría a albergar a más de 6.000 prisioneros, siendo el más multitudinario del franquismo durante la guerra.
“La de estos campos se trata de una cuestión absolutamente devaluada en la memoria histórica y en la educación”, lamenta Remacha, que siempre dedica unos minutos de la visita a visibilizar esta realidad: “Supusieron un escenario igual de brutal que los campos de concentración más sonados en otros períodos y países, solo que no son un fenómeno tan masivo ya que aquí las cárceles comparten esta misma labor y también debido a las altas tasas de exilio, alrededor de 500.000 personas al término de la Guerra Civil”. Muchos de los prisioneros de estos campos también conformaban batallones de trabajo forzado, de los cuales en Zaragoza hubo tres, aunque los casos más conocidos son los que erigieron el Escorial y los que llevaron a cabo las obras de acondicionamiento del Guadalquivir y de los canales, obras faraónicas de mano de obra esclava.
“Me centro en estos años de los siglos XIX y XX porque los considero de auténtico auge en la lucha de clases y en el nacimiento de otros movimientos sociales”, explica Jorge Remacha en relación a la acotación temporal de la ruta.

— ¿Han sido los siglos más socialmente combativos de la Historia de España?
— Las revueltas han existido siempre, como ejemplo significativo en la ciudad tenemos la sublevación de mujeres gitanas presas en la Casa Real de la Misericordia en el año 1749, un suceso muy importante en el barrio de San Pablo al margen de estos dos siglos. Pero es cierto que acontecimientos como la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, la llegada de la Segunda República o la Guerra Civil van a marcar mucho el devenir de los años posteriores y de ellos podemos extraer valiosas lecciones para pensar en qué momento estamos hoy en día.
Además, Jorge hace un paréntesis para subrayar también en estos dos siglos, al igual que en el ejemplo de las gitanas en el siglo XVIII, el destacado rol de las mujeres en el movimiento obrero, a la cabeza de muchas revueltas. Ejemplos de ello explicados durante la Ruta Zaragoza Rebelde serán episodios como el de la cárcel de mujeres situada en el actual colegio Santo Domingo de Silos —habilitada en este emplazamiento de la calle Predicadores en 1933 y diseñada para 300 presas, que llegarían a ser 3.000 por la saturación de las prisiones— o el del grupo de corseteras que frenaron el tranvía tumbadas en sus vías cuando por las revueltas tomaron sus mandos los militares, entre otros acontecimientos.

— ¿Piensas que en el siglo actual ha disminuido el movimiento social y la protesta o está creciendo de maneras diferentes?
— No creo que haya sido el fin de los movimientos sociales, de la protesta y del descontento. Sí que es cierto que no estamos en una época de auge de la conflictividad tal y como existe en los años que trato en la visita pero, sin embargo, muchas cosas no han cambiado y los factores objetivos para que se desarrolle algo, las bases sobre las que hacerlo, en muchos ámbitos hoy en día están aún más predispuestas. En ese sentido, todavía hay una mayor posibilidad de que surja con más fuerza. Por ello, tener una referencia en el pasado sobre las experiencias que hubo y cómo las podemos utilizar para aprender es una labor que quiero contribuir a llevar a cabo. Creo que la Historia es un arma que tenemos en nuestras manos para saber dónde estamos, cómo hemos llegado hasta aquí y cómo salir de una situación de retroceso de las conquistas que la clase obrera y los sectores oprimidos han ido perdiendo estos últimos años.
— ¿Por qué crees que ahora puede haber más predisposición para que surjan estos movimientos? ¿Hay más medios, más información, factores más influyentes?
— Por un lado, creo que cada vez hay mayores masas de trabajadores concentrados, más precarizados en los últimos años y con más herramientas en sus manos, más experiencia y más medios para organizarse y pelear por sus derechos. En la ruta comparo esta situación con la de los siglos que recorre, durante los cuales la mayor parte de las clases populares son analfabetas, lo que implica unas dificultades ya que tiene que primar el mitin, que es una actividad fácil de reprimir, y los periódicos tienen una difusión más difícil. Siempre pienso en qué habría sucedido con esa potencia si hubieran existido cosas como Internet. También contamos con otras cargas con las que no contaban en la época, pero hemos avanzado y hay una mayor facilidad para organizarnos y tomar nuestros derechos. No está todo tan acabado. Sigue siendo una época en la que es posible hablar desde una perspectiva en la que puede surgir un movimiento revolucionario, un estallido, no creo que esté todo tan cerrado como muchas veces nos quieren hacer creer.

A raíz de ello, hablamos del 15M. Él tenía 14 años, yo 17. Fuimos a las plazas, gritamos, reflexionamos, reivindicamos. Han pasado casi 6 años desde aquel mayo. “El 15M fue un elemento de despertar, fue espabilar, sobre todo para una generación joven que había sentido un corte con la tradición de lucha de las anteriores, que había tragado toda la restauración neoliberal de los últimos 25 ó 30 años escuchando que esto se había acabado, que nos quedaba el neoliberalismo y el capital”, sentencia un Jorge de ahora 20 años. “Abrió una nueva situación de politización para la gente que salió a las plazas, para quienes comenzaron a cuestionar cada vez más puntos de este régimen de la Constitución del 78. Y también ayudó a entender las movilizaciones que vendrían estos años posteriores de los trabajadores públicos, de la minería, de la juventud, del sector estudiantil, de las huelgas generales, etc.”
Muchas veces, Jorge reflexiona acerca de esto cuando mira los archivos fotográficos y de prensa antigua que utiliza para las rutas y piensa que ese corte, ese supuesto parón en la movilización social, no es tan real. “No está todo tan acabado, la historia combativa no ha llegado a un fin sino que a nivel objetivo está más predispuesta y más preparada para dar pasos hacia delante”, sentencia con esperanza.
Ahora, además de seguir recorriendo los rincones más cargados de memoria histórica del centro de Zaragoza y de potenciar las visitas para grupos escolares, el responsable de la Ruta Zaragoza Rebelde prepara nuevos proyectos que, si todo va bien, verán la luz en unos meses: la Zaragoza de Cine y la Zaragoza Desaparecida.
Autora:
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![]() Llevo 23 años en el mundo. Desde hace unos cuantos lo capturo a través de fotos y palabras para mostrar el alma y el rostro de nosotros mismos. He estudiado periodismo y fotografía y defiendo la poesía como primer y último recurso.
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