La resaca emocional de ser abstemio
Juan Manuel Miravete Pérez del Corral
La sociedad actual está marcada por un creciente alcoholismo. Alrededor del 24% de los jóvenes en España entre los 15 a los 24 años se han declarado abstemios en el último año. Un dato que no es muy fiable, dado que muchos se avergüenzan de ello. Me declaro un abstemio más. Desde los 13 años, decidí no beber alcohol y sufrir las presiones sociales que me ha impuesto esta sociedad.
¿Por qué no bebes? ¿Y no te aburres? ¿Para qué sales? Cuando salgo de fiesta se presentan en mi vida 3 escenarios diferentes: beber vodka, ginebra o ron. No ha habido momento en el que no me hayan presionado para tomarme un cubata o una cerveza. Si no bebes, estás mal visto y aún más entre los jóvenes. El alcoholismo entre menores de 25 avanza con sigilo, y con ello la presión que se ejerce contra los jóvenes abstemios ante sus amigos.
Vivir en la cultura del quedar, salir, beber, vomitar y no acordarse
Me gusta salir de fiesta, pero me produce dos tipos de frustraciones. Una de ellas es lo común hoy en día. Los botellones y las fiestas llenan las calles. La otra es la gran angustia social de tener problemas al intentar encajar en los grupos de amigos o conocidos. Esto llega hasta tal punto que mientras hablo de este tema con amigos, ajenos a este grupo, me comentan que les incomoda que haya abstemios con ellos por el simple hecho de acordarse de lo ocurrido al día siguiente. Quizás sea porque se avergüenzan de lo que hacen cuando beben.
Según la RAE, ser abstemio es una práctica de la abstinencia, es decir, quien no bebe ningún tipo de bebida alcohólica, bien sea porque nunca las ha probado o porque renunció a ello. Las motivaciones pueden ser de diversos tipos o una cuestión de gusto como es el mío. Para la mayoría de nosotros, ser abstemio significa divertirse o pasar el rato de otra manera a la forma convencional impuesta por las normas de la sociedad.
Si miramos a nuestro alrededor, el vegetarianismo y el veganismo están muy inculcados desde hace mucho tiempo. Personas que por iniciativa propia han dejado de alimentarse de productos animales. Buena parte de los grupos de amigos tienen entre sus filas a uno o más veggies, y ya es lo común. Y más entre los jóvenes. En España, más de 5 millones de personas se consideran veganas, vegetarianas o “flexivegetarianas”.
El veggie ha dejado de comer carne y el abstemio ha dejado de beber alcohol, pero ¿por qué hay tanto rechazo social con el abstemio? Quizás porque es el más fácil de rechazar. Si aceptamos al veggie por dejar de lado algo que incluso podría ser más saludable que comer carne, ¿por qué no vemos bien que la gente no beba alcohol?
Numerosos estudios señalan que el alcohol no produce ningún tipo de beneficio, y que, en numerosas ocasiones, genera problemas en la convivencia. Los discursos que intentan contrarrestar la mala vida del alcohol asegurando que es “divertidísimo” o que sirve para ser “más empáticos y atrevidos” son más parte del problema que de la solución. Por otro lado, se sufren más ridículos sociales. Mi móvil está lleno de vídeos de amigos o conocidos borrachos. En estos vídeos, veo un cambio generacional marcado por las nuevas tecnologías que registran todo y pueden a su vez humillarte públicamente.

En el fondo, el alcohol solo es una excusa más que emplea la sociedad para “huir de la sobriedad de la vida” y comportarse de otro modo frente a los estándares diarios. Kate Fox, en el programa Four Thought dijo que la bebida justifica comportamientos que no tienen nada de malo, pero que en condiciones normales son sancionados socialmente. Lo que Fox explica es que la sociedad usa la bebida para llevar una segunda vida.
Una perspectiva diferente
Si le damos la vuelta a las cartas, en donde el abstemio es la norma y no la excepción, muchos de ellos no tomarían ni una gota de alcohol. Lo hacen porque la mayoría de gente de su alrededor empieza a beber e incitan a cada miembro a tomar. El alcohol es un vehículo principal en las relaciones sociales. Si no bebes, eres el rarito y serás apartado. Nadie quiere estar solo, queremos tener amigos.
Pero, en realidad, la bebida te hace caer en la soledad. Catherine Gray, una periodista y escritora británica, publicó un libro llamado La inesperada alegría de estar sobria. Gray tenía la costumbre de beber una botella de vino por las noches y varios cubatas en las glamurosas fiestas británicas, hasta que llegó un día en el que cambió su manera de trabajar. Gray sustituyó la calle por su casa a la hora de realizar sus entrevistas a personajes públicos. ¿La razón? Para sostener una copa de vino en la mano. Ella se dio cuenta de que el alcohol llevaba las riendas de su vida y por ello decidió olvidarse de él.
En su libro, narra con gran cantidad de testimonios que ella no paraba de insistir a otras personas cuando bebía. Gray en su libro dijo: «Si alguien no bebía, no le quería allí conmigo. Consideraba, como todos los que beben mucho, que los que no bebían no eran divertidos, y yo necesitaba un cómplice para seguir con mi comportamiento». Tras volverse abstemia ella se percató de que su atmósfera social ejercía una presión insoportable, y que, hasta 5 años después de abandonar la bebida, notaba esa presión para beber.
Un entorno donde reina es la presión
Es normal que la sociedad abstemia se sienta presionada a todas horas, aunque la decisión no afecte al resto y sea personal. No por ello hay que sentirse intimidado por dejarlo o por no querer probarlo. La diversión no se acaba por eso. Cada ser humano toma sus propias decisiones y tiene sus rarezas, y por lo tanto, no hay que insistir a los abstemios para que tomen alcohol.
Según las Ciencias Sociales, desde tiempos inmemorables la cultura entiende que beber juntos es una señal de amistad. Hoy en día eso no significa que quien no lo haga quiera ser un antisocial. Stephan Dombrowski, psicólogo de la Universidad de Stirling, llegó a la conclusión, tras realizar un estudio, de que: «Los seres humanos tendemos a asociarnos con personas que son parecidas a nosotros, con comportamientos similares, por lo que, si comenzamos a hacer cosas que cambian las reglas del grupo, como no beber en una fiesta, puede resultar un desafío para el resto».
Básicamente, Dombrowski revela que el 85% de los 1.700 entrevistados se sentían presionados por lo que hacía el resto. El grupo espera de ti que lo hagas, pero en el caso de que no lo hagas, vas a ir en contra del grupo.

La psicóloga Gázquez, experta en adicciones y directora de la clínica Mindic, explica que la sociedad vive inmersa en la cultura a favor del alcohol, en donde su consumo se incentiva y más entre los jóvenes: “Creemos que el riesgo de beber es muy bajo, por lo que no solo es que esté socialmente aceptado, sino que lo fomentamos en situaciones de ocio”. Beber es un gesto de expresión de amistad y afecto, pero hay que entender que el no hacerlo no constituye ningún desprecio.
En mi pueblo, una amiga mía ha admitido en repetidas ocasiones que ella no puede quedar con sus amigos si no hay cervezas de por medio. Al igual que la sociedad señala a los abstemios por no querer relacionarse, ¿por qué no repasamos el otro extremo? Como ella, habrá más, y este tipo de relaciones sociales, ¿qué son? ¿Ver a los amigos o quedar para beber alcohol?
La excusa barata
En el colectivo abstemio, descubrí por testimonios en redes sociales, personas conocidas y experiencias propias que estamos obligados a buscar excusas. Sobre todo, en aquellos grupos sociales nuevos que nos encontramos en las diferentes etapas de nuestras vidas. Como fue mi caso cuando entré en la universidad. Aquí entra la llamada ansiedad social.
María Teresa Laespada, directora del Instituto Deusto de Drogodependencias, en una entrevista en elDiario.es aseguró que los abstemios tienen muchas dificultades para integrarse. La mayoría de ellos, entre los 14 y 16 años, edad con la que se comienza a beber, es cuando sufren una quiebra importante en sus vidas por esta ansiedad social.
Es fácil caer ante la presión. Yo lo he vivido muchas veces. Un comentario basta: “Juan, échate un cubata en el paso de ecuador”, a lo que yo respondo: “Estoy en mitad de temporada”. El ser atleta semiprofesional me ha salvado muchas veces a lo largo de los años de las presiones sociales y de esta ansiedad social. Pocas personas conocen mi abstinencia.
En cambio, muchas otras personas del colectivo están más preocupadas por lo que los demás piensan de ellas, suscitando que sean más influenciables. A lo largo de mi vida, he conocido a chicos y chicas que decidieron no beber, pero que al final caían en la tentación por las presiones y el miedo a la soledad.
Según Laespada, hay otros individuos que toman la alternativa de pasar unos años solos en casa hasta que encajan en el grupo social que tiene el mismo comportamiento. Esto sucede en torno a los 18 años con la entrada a la universidad. ¿No nos damos cuenta de que estamos dejando de ser nosotros mismos para ser títeres del gran grupo? En estas líneas estoy hablando de los jóvenes, pero los adultos también están expuestos a las mismas presiones. Muchos de ellos, se inventan cualquier excusa para no caer en el círculo vicioso del interrogatorio.
Un estudio demostró que los universitarios de EE.UU. eran aceptados entre sus compañeros cuando presentaban comportamientos problemáticos y descontrolados. El consumo está muy normalizado y favorece actitudes de adicción y de rechazo hacia los demás. Harkous, psiquiatra del Hospital Universitario HM Puerta del Sur Carlos, explica el planteamiento de forma muy simple.
El consumo está normalizado y el que ha decidido no beber seguirá en ese entorno de alegría, aunque se le hará más costoso y más difícil de mantenerse abstinente. Es un razonamiento que hay que empezar a plantearnos como sociedad. Beber con moderación está bien y el no beber, también. La sociedad debe respetar las decisiones.

Está demostrado que el alcohol no produce ningún tipo de beneficio a nivel fisiológico y que únicamente sirve como lubricante social. Rocío Zarzalejos en un artículo para la revista Yasss lo define perfectamente: “A amigos míos les ha dado pereza salir conmigo solo si no había al menos una tercera persona. El alcohol tiene un componente social brutal. Se aprende a beber en grupo, a socializar bebiendo. Y el alcohol se acaba convirtiendo en el hilo conductor de cualquier tipo de relación […] el hecho de que la persona que tienes a tu lado no beba nada solo hace recordártelo constantemente”.
Si en tu entorno no ves el rechazo y es de lo más respetable, enhorabuena. Precisamente, estos entornos son los que más apoyo emocional tienen y en donde el abstemio se siente más comprometido con su comunidad. Como sociedad cambiemos los tabúes sociales y eliminemos el hecho de introducir el alcohol por medio a la hora de conocer a personas.
Pienso y reflexiono que hay algo de círculo vicioso entre el bebedor y el abstemio. Entiendo y comprendo que muchas personas toman alcohol para divertirse a su manera y que mantienen un consumo responsable en gran parte de los casos. Realmente con este ensayo no pretendo culpabilizar ni expandir la práctica de la abstención.
Simplemente, me gustaría tener una sociedad que eliminase ciertas costumbres sociales y que respetase a todas las personas que han decidido vivir sin una gota de alcohol. Como es el caso del respeto hacia los veggies y a otros tipos de creencias. Cada uno es libre de hacer lo que quiera y no por ello es menos en esta vida.