Los 90´ regresan a Zaragoza de la mano de Más Birras y el rodaje de La Estrella azul

Alejandra Porras Monguilod //

Lo primero que veo cuando levanto la vista es una gran cantidad de burros, todos ellos repletos de perchas con ropa de los 90’. El ajetreo que se extiende por este iluminado almacén me impide centrarme todo lo que me gustaría en el despliegue de ropa.

Más pronto que tarde dos chicas se acercan y comienzan a inspeccionarme y hablar sobre vestuario. No hay presentaciones, es rápido… vertiginoso, sus palabras se mezclan a dos bandas, intento recopilar la información que me entregan, a toda velocidad, lo más organizadamente que puedo. 

No hallo forma de decirte

Que la luz hiere mis ojos,

Esta lucha la conozco

Sus rostros me indican que no llevo la ropa adecuada para hacer las fotos.

¿Tienes camisetas de cuello ancho? Blancas… unos vaqueros de tiro alto negros y converse blancas… una cazadora vaquera oversize no estaría mal.- Me aconsejan y entre las tres decidimos que con el vestuario que tengo en casa puedo hacerme las fotos y enviarlas para que las puedan usar en la elección.

Iba siempre con vaqueros y con camisetas ceñidas con nombres de grupos y cantantes, o básicas. Llevábamos mucha deportiva y si usábamos zapatos eran de tacón de aguja y puntera… lo que más bota campera… me encantaba, eran muy cómodas. – Eva Monguilod, una mujer que vivió los 80’ y los 90’ con alegría y fervor, fan del grupo Mas BirrasRecuerdo las camisas y blusas muy grandes, chupas de cuero y cazadoras muy grandes también. Era una moda muy rockera… muy cómoda e informal, pero eso hacía que cuando te arreglabas fueras muy formal: Pendientes grandes, medias con la costura en la pantorrilla… de topos. Me encantaba esa ropa.

Me empujan hacia una mesa donde una mujer me pide mis datos y me explica la gestión necesaria para enviarle las fotos.

Que estoy roto y no sé si estoy aquí o en otro lado.

Todo es igual que una canción

Todo el lugar está concurrido y atropellado, esta mujer no es diferente, y va a mil por hora, atiende a varias personas a la vez, y tras recibir la escasa pero justa información, me despiden. He tardado más en comerme el croissant, en el desayuno, de lo que he estado en el ajetreado almacén. 

Imagen: entrada al rodaje repleta de gente

Pienso que llego tarde, pero esto es como ir al médico, parece que te pasas de la hora, pero luego te hacen esperar. Hay una larga cola a las puertas del IES Santiago Hernández, donde nos van a peinar y maquillar para dar comienzo a la función.  

Al entrar y dar mi nombre me suben a maquillaje, la sala está repleta y en constante movimiento, pero lo que más llama la atención son la inmensa cantidad de mascarillas, no puedo ver al completo el rostro de nadie, con la pandemia que envuelve el mundo últimamente, el Coronavirus, no es de extrañar. 

Imagen: sala de maquillaje

Que no suena en mis oídos,

Que intento recordar malgastando toda mi vida,

Pero sin lograrlo.

Tu conmigo– me dice una chica de la que solo veo un enorme flequillo tapando uno de sus ojos bordeados por la mascarilla. 

Me conducen a un butacón blanco frente a un tocador repleto de utensilios de cosmética, donde da comienzo la sesión de maquillaje.

Imagen: retoques de maquillaje

Abre los ojos… cierra los ojos… abre los ojos…– delinean ojos, colorean mejillas y pintan labios… todo con una delicadeza que me adormece. Son las 10:00 de la mañana. 

El maquillaje te lo comprabas en Avon… Recuerdo que iban por las puertas “Avon llama” decían y te enseñaban los productos en el salón de tu casa. Había poca variedad… siempre te comprabas el mismo, el que te gustaba, pero en verano siempre arriesgábamos con un fucsia. Usábamos sombras fuertes poco difuminadas, ahora que no sabíamos maquillarnos- cuenta Eva entre risas- Eran brillantes, llevábamos todo lo que llamará la atención y fuera extravagante. El lápiz de ojos le dábamos con el mechero para que pintara más, recuerdo que llevábamos el paquete de tabaco y el lápiz de ojos en el calcetín para retocarnos. 

Salgo de la sala en la planta alta, los pasillos están abarrotados, la gente se mueve de lado a lado con rapidez y nervio. Me mandan abajo peluquería donde atiende una joven con el pelo corto, rojo, con un estilo que solo una peluquera puede poseer.

No busco la tierra prometida,

Yo solo busco una salida,

Y yo no voy a ningún sitio,

A ella no tienes que hacerle mucho, mira su pelo, es puro noventero, ponle un pañuelo y marca sus rizos, espera… cárdale el tupé y ya estará.-  Hay una mujer, mayor que el resto que dirige la sala, dando consejo aquí y allá. 

Los cortes de pelo se llevaban a capas y la parte superior tiesa, cardados de todas las intensidades se veían en los bares. Nos poníamos lazos por el pelo… yo tenía uno gris enorme, hacia el efecto de una gran flor a un lado de la cabeza.

Imagen: sala de peluquería

Tras algún tirón y unas cuantas sonrisas de disculpa mi pelo está listo. Me sacan a la calle y vuelvo al patio aglomerado.

Tu al grupo “E”- me dice una mujer con el pelo rizado y un megáfono en la mano. Busco mi cartel, veo todos menos el “E”, pero uno está vuelto del revés… siempre me toca la cajera lenta. Me acerco y le giro el cartel al coordinador, es mi grupo, un rato de paz y espera, en el que me fumo dos cigarrillos, se convierte en 35 minutos. 

Estoy sola, y nunca he sido de esas personas que aguantan más de 5 minutos sin hablar, por lo que me acerco a una chica y entablo conversación. Se llama Belén y es una joven que quiere ser artista, una gran actriz. 

Imagen: extras en el rodaje

Su rostro dulce desprende entusiasmo por vivir esta experiencia. Pronto comenzamos a hablar de infinidad de temas hasta que los coordinadores nos indican que nos movamos hasta el Centro Cívico de Delicias, lugar en el que se va a rodar la escena que todos esperamos con ansias. 

Vamos donde quieras,

solo espero que decidas.

-Vamos a esperar durante un rato, aún no está preparado del todo el decorado de la escena. Mientras terminan, vamos a ir dejando nuestras cosas en la sala de la izquierda por orden, por grupos y detrás de cada coordinador -ordena una de las mujeres directoras con el megáfono- No se permiten móviles, hay que ponerlos en modo avión. Tampoco fotos para redes sociales, si no os echaremos. Vamos a colocarnos por filas. Abucheamos, aplaudimos y silbamos cuando nos digan, fumamos unos cigarrillos falsos al grito de “motor” y os daremos cervezas de atrezo para que se vean en la escena.

Imagen: trabajadora guiándonos con el megáfono

Tras una detallada explicación de lo que haremos, entramos al pabellón por grupos. Nos colocan, piden fumadores y, al ofrecerme, me dicen que ya tienen suficientes. Me resigno a estar un rato sin llevar un cigarrillo a mi boca. Comienza la función y nuestro momento. Tenemos que reírnos (lo justo tras un chiste de “Mauricio”), abuchear a un periodista y aplaudir mientras controlamos nuestra efusividad. Todo lo llevamos con diligencia.

Y no importa el camino que elijas,

porque vamos a tomarlo.

Acción. Me siento como si estuviera en un concierto. Según Javier Macipe, el director del largometraje, su intención no es ni imitar a Mauricio ni crear una copia: «Queríamos que fuera en directo para que pareciera que estamos en un concierto de verdad y no en una escena de cine. Darle un homenaje a Mauricio, no crear una copia. Muchas gracias por estar en la final de estos cinco años de duro trabajo en honor al grupo ‘Más birras’ y al talentoso Mauricio. Es luz por el hecho de que tanto tiempo después de su muerte sigamos hablando de él. Es como las estrellas, que se apagan, pero su luz sigue llegando«. Ahora entiendo el nombre de la película y de dónde viene La Estrella Azul. 

Los Más Birras fueron un cuarteto zaragozano nacido de las cenizas de Golden Zippers, como un ave fénix que resurge creando el estilo rockabilly local. Este grupo de rock, liderado por Mauricio Aznar, estuvo en la cima desde el año 1985 al año 1993. Más Birras saltó a la fama con su canción «Apuesta por el rock and roll».

Los 80’ y los 90’ fueron las épocas de la rebeldía, de los cardados, las hombreras, las patillas, el tabaco en los lugares públicos, el descontrol. Ellos representaban todo esto y más. Mauricio Aznar (guitarra y voz), Miguel Mata (bajo), Víctor Jiménez (batería) y Mariano Ballesteros (saxo) fueron los integrantes de este grupo que marcó a tantos fans a lo largo de su trayectoria en el mundo del rock.

Según declaran los fans, en el reportaje Tierra de cierzo”  Mauricio fue la leyenda del grupo, el eslabón que daba vida a Más birras, entrañable e imposible de no admirar. “Más birras marcó muchísimo, aunque no triunfó a nivel nacional, pero tuvieron una serie de hallazgos que luego otros, en los 90’, tras su desaparición, supieron explotar más comercialmente”, reza uno de los fans del grupo.

Eva Amaral y Juan Aguirre, como compañeros en el ámbito musical zaragozano, son fans de Más birras. De hecho, dedicaron la canción “Tren de media noche” al vocalista del grupo. “Yo creo que fue el mejor grupo que ha dado Zaragoza, tienen verdaderas joyas que siempre van a tener vigencia”, expresa Juan buscando las mejores palabras para definir al grupo.

Está claro que este grupo fue muy bien recibido por los fans hasta el punto de dirigir una película en su honor. Más birras y Mauricio siguen con nosotros casi tres décadas después de su separación y desaparición.

Su última grabación fue “Tierra quemada”. En 1993, sus componentes siguieron caminos separados y el líder, Mauricio Aznar, creó Almagato, un grupo en el que seguiría trabajando hasta su fallecimiento en 2000.

Imagen: escenario del concierto

Vamos a empezar a sentir toda la locura

del deseo en nuestra piel.

Pepe Lorente, actor que dará vida a Mauricio en el film, sale al escenario. Toda la sala se mueve de lado a lado cantando, moviendo sus cervezas, fumando sus cigarros. Una señora pregunta si puede fumar de verdad, le dicen que y enciende su cigarrillo. Poco más tarde sigo su ejemplo. Esto es más real de lo que imaginaba.

Según las palabras del vocalista de “Héroes” , en el documental “Tierra de Cierzo” a Mauricio la vida no le dio lo que merecía, él merecía mucho más: “Él merecía otras cositas. La grandeza de Mauricio era la anchura de su alma. Él era un artista absolutamente inclasificable. No podía pertenecer a nadie. Era una persona, además, que se involucraba hasta el tuétano en todo lo que hacía, le gustaba el compromiso… el compromiso pero en serio. Era un artista aragonés y lo que le definió siempre fue colaborar con todo el mundo. Su insolencia fantásticamente educada era una virtud que lo definía muchísimo.”

Hay un montón de humo, poco espacio y noto la humedad en el tren inferior de mi cuerpo, la mayor expresión de calor humano.

-«Recuerdo un concierto en concreto, era del grupo Los ilegales”.  Tuvo lugar en el pabellón de mi pueblo. Parecíamos como sardinas en lata, todas las quintas jóvenes llenábamos el sitio» -recuerda Fran Monguilod, fan del rock y el grupo Más birras-. Se podía fumar en los sitios, recuerdo que había mucho humo, fumaba el 90% de las personas y todos llevábamos una litrona en la mano. Bailábamos muchísimo. Ahora la gente no se mueve tanto ni se sabe las canciones al dedillo. 

-Me hago pis. ¿Cuántas veces más crees que rodaremos la misma escena?– Belén se encoge de hombros y seguimos a la espera de hacer una escena inmejorable.

No busco la tierra prometida,

Yo solo busco una salida,

Y yo no voy a ningún sitio

-Bueno, ha salido genial, ahora vamos a rodar el sonido. Cuando os diga que murmuréis, lo hacéis y vais en subida; lo mismo con los aplausos, los abucheos y las risas- la voz del productor es grave como si tuviera un filtro, burbujea y resulta incómoda. Me pregunto si no le raspa la garganta al hablar.

Imagen: venta de camisetas

Hacemos lo que nos dice y la sala se llena de risas, silbidos, aplausosparece un concierto de verdad. Acabamos con la grabación y finalmente nos dan un merecido descanso: podemos ir al baño y comer. A la salida me paseo por la sala disparando mi flash. Hay detalles increíbles en cada esquina: venta de camisetas, la barra con cubatas y cigarros en el fondo de los vasos, un cartel con los precios (450 pesetas el cubata). No paro de sorprenderme.

-450 pesetas me parece caro pero hay que tener en cuenta que fue un concierto en la capital y que en los 90’ la peseta subió.– las palabras de Eva nos acercan aún más a la época de Más birras.Cuando yo iba de fiesta el cubata te costaba unas 300 pesetas. Eso sí, en el pueblo.

Imagen: lista de precios bebidas

Vamos donde quieras,

Solo espero que decidas.

Y no importa el camino que elijas,

-Esta noche espero no soñar con un concierto- comento entre risas mientras me monto en el autobús. Pero no consigo despegarme de lo vivido. Durante todo el viaje de vuelta a casa, no puedo dejar de tararear la canción de Más Birras y de imaginarme la voz de Mauricio. Ahora, repetid conmigo:

Porque vamos a tomarlo.

Y vamos a empezar a sentir toda la locura

Del deseo en nuestra piel.

 

 

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