MANIAC o lo maravillosa que es nuestra cabeza cuando se va y vuelve

Dani Calavera//

Música que podríais escuchar leyendo este artículo: Right Here, Right now de Fatboy Slim.

Os invito a viajar, venid conmigo sólo un segundo, aunque al volver os parezcan horas, días, años… Y elegid tres sensaciones como billete para coger la nave.

Primera sensación. Las imágenes, locuras transitorias y engaños subconscientes que nuestra mente es capaz de crear cuando nos encontramos en un espacio concreto. Ese espacio se manifiesta a lo largo de nuestras vidas en muchas ocasiones, pero la más relevante se da cuando estamos a medio camino entre estar despiertos y dormidos. En ese momento, cuando llega a nuestra cabeza una imagen, palabra o situación que no hemos pensado o planeado, es la señal de que los sueños se están apoderando de nuestro ser, de que nuestro subconsciente quiere que durmamos, porque debe (y quiere) contarnos algo.

Segunda sensación. Irse de vacaciones unos segundos infinitos, para después volver. Cuando volvemos, no sabemos por un momento, qué ha pasado ni quién somos. Lástima que ese limbo momentáneo haga que nos olvidemos de lo que hemos visto cuando nos hemos marchado, por esa pequeña unidad de tiempo, que nos han parecido horas, días, años… Cuando sólo ha sido un segundo. Un segundo infinito.

Tercera sensación. Provocada por un estupefaciente en algunos casos, por una fiebre alta en otros. No dejan de ser lo mismo. La diferencia es la legalidad. Una habitación de dos metros puede parecer de diez metros. Un pasillo con dos puertas puede transformarse en una larga línea de pasadizos temibles e inabarcables. Esos metros de más, esa distorsión de la realidad, esos recobecos temibles e inabarcables esconden arte. Pero sólo lo sabremos cuando volvamos, si lo recordamos.

¿Sabéis de lo que os estoy hablando o empieza a saliros humo de la cabeza? Si no queda claro, a veces es mejor. Mucho mejor. Descubrir sensaciones nuevas es lo que nos hace volar.

De vez en cuando, el arte sorprende porque ha sido elaborado por gente que ha viajado por estas tres sensaciones. Han trascendido o, sencillamente, han recordado lo que vieron cuando se fueron, por un instante (o muchos instantes) y quieren compartirlo con nosotros. A veces es surrealismo, otras lo más cuerdo que asimilarás en toda tu vida.

No recomiendo el uso de drogas y de locura… Pero a mi me han funcionado. – Hunter S. Thompson.

En la nueva serie de Netflix, MANIAC, se manifiestan momentáneamente estos destellos de visitas inesperadas y no planeadas. Alguien podría pensar incluso que la premisa de la historia (basada en otra, una serie original de Europa del Este) nace de una visita. Pero lo dudo, es en los momentos de brillantez extrema cuando está claro que han recogido los datos que allí vieron y los han compartido con nosotros. Antes de analizar esos momentos, quiero remarcar mi aplauso a la ficción estadounidense protagonizada por Emma Stone y Jonah Hill, pletóricos como almas rotas que buscan conectar. Este cuento ya nos lo han contado, pero gusta cada vez que nos lo cuentan de nuevo. Y aquí lo han hecho realmente bien, apoyados por un montaje y diseño de producción altamente atractivos. Es maravilloso que hayan imaginado un plausible futuro cercano o contemporáneo como lo harían en los ochenta, sin atisbo de nostalgia pero sí con vanguardia prestada de aquella época. Os la recomiendo, aunque sólo sea por moda, cualquier excusa es buena para descubrirla y admirarla, incluso con su simple final. Y digo simple porque a veces corresponde que así sea, si el camino ha sido veraz, el final es permisible en su sencilla resolución, tolerable, incluso para quien quiera ensañarse con él, que lo harán.

maniac

El caso es que cuando empecé con MANIAC, su prosa no me estaba diciendo nada. Su poesía, de momento, tampoco. Únicamente su estética y puesta en escena me estaba recordando a otros films de atmósfera similar y eso fue lo que me dio la mano para continuar, una mano que me estrechó fuerte e, inevitablemente, me obligó a seguir. Parecida a la mano que me empujó a los bosques de Twin Peaks, los exasperantes discursos del padre de la cienciología que nos relató Paul Thomas Anderson en The Master, las idas verbales del ángel de El Cielo sobre Berlín, la aventura divergente de James Cole en Doce Monos, o en su cortometraje inspirador, La Jetée. Acento francés, incomprensible imagen que forma un puzzle de música ensordecedora para los sentidos, como El Planeta Salvaje de Mario Giacomelli o El perro Andalúz de Buñuel y Dalí. O un cuadro mismo de Dalí, o de Magritte, o Breton… O la música compuesta por Philip Glass para Koyaanisqatsi, a la altura del viaje por el LSD  de los Beatles para El submarino amarillo.

¿Habéis visto una marcianada bien reciente llamada Swiss Army Man? Es sorprendente cómo esta película puede separar tan directamente a dos sectores del público. Habrá quien, justo antes del título que nos golpea en la cara con una de las imágenes más extrañamente brutales y maravillosas del cine reciente (y es por su solución en montaje, visual y sonoro, por lo que nos conquista) al ver los primeros minutos, deje de verla inmediatamente. Y otros querrán viajar, porque ver a Paul Dano cantando expresando su esperanza, «canturreando» si queréis, como hemos hecho todos cuando una emoción o una simple canción nos inunda la mente de repente y sin avisar, corriendo hacia el cadáver de Daniel Radcliffe y montándolo para volar el mar, es excusa suficiente para seducirnos con algo extraordinario en el sentido más puro de esta palabra, sin necesidad de ensalzar el producto, sólo remarcando el hecho de que no estamos acostumbrados a algo tan… Extraordinariamente raro. Y lo raro es que merece toda nuestra atención.

Como raras son algunas escenas que adornan y subrayan las sensaciones que en el espectador provoca MANIAC. Sus personajes no son originales realmente. Y si nos ponemos duros, su discurso tampoco lo es. Como hemos recordado antes, ya nos lo han contado. Y lo han hecho de muchas formas, de muchas películas, canciones y libros… Muchos libros, llenos de páginas fabricadas por palabras que saturan el consciente. ¿Cuáles son algunas de esas escenas? Pues en mi opinión no son las más aceptables, como ver maíz transformarse en palomitas representando una manía del personaje de Jonah Hill, ni tampoco la máquina en la que afronta su agorafobia el padre de Emma Stone. ¿No estáis de acuerdo conmigo en que esas locuras son mundanas? Cualquiera en un plano «no viajero» podría componerlas. Pero…

Si, soy yo. Y ahora Owen, cállate, o harás que nos descubran… La primera frase que realmente le suelta Annie a Owen es el comienzo que irá hilado con la escena final. Ella sólo quiere que él se calle, ¿pero qué está haciendo? Ayudarle a él… Y a sí misma. Le está mintiendo, sí. Pero no le miente cuando quiere protegerle. Han conectado, en un acto de total deseperación social entre ambos, para no ser el centro de atención, pero lo han hecho. Y entre medias de esa frase y del final, habrá millones de conexiones más. Es bonito creer en el destino, porque cuando crees en él, realmente existe. Y es genial que una obra audiovisual se componga en base a él. Y de eso va este viaje que nos proponen, de conectar. Sí, ya lo sabemos, lo llevamos sabiendo desde siempre, es repetitivo. Pero lo que cuenta es cómo nos lo van a relatar. De ahí la proeza y la notabilidad del resultado.

Bienvenidos pacientes, bienvenidos. El mero hecho de que se repita la palabra bienvenidos es excusa suficiente para que sonriamos. Nos gusta. Funciona. Funcionamos viendo esto. El vídeo presentación de las pastillas A, B y C tiene elementos comunes con el manga, la realidad virtual y cinemática que Japón nos vende desde hace años. No es casualidad que uno de los cerebros pensantes de la ficción sea japonés. El comportamiento del estupendo personaje que inmortaliza Justin Theroux no puede ir más acorde a la locura que provoca la inteligencia del ser que nos presentan. Este doctor va a enamorar a  todos los millenials -o sencillamente que se definan a sí mismos como alternativos guays- que vean esta serie. Es casi un hecho.

Quiero hablaros YA del penúltimo capítulo… Pero lo dejo para el final.

No pueden dejar de conectar… Siempre acaban encontrándose. El final de capítulo en el que vemos a Annie y Owen… Un momento, ¿casados? De acuerdo, compro. Nos han puesto en canción y ya hemos conocido el mundo de las pastillas de forma individual. De acuerdo, ya sabemos que se trata de una ensoñación producida por las pastillas. De acuerdo, sí. ¡¡De acuerdo, sí!! ¿Vale? Si, compramos. ¿Por qué te enfadas? Porque no quiero que se transforme en otro barato discurso de amor, sin sustancia alguna… No lo hará, tranquilo, sigue viajando con ellos, te sorprenderá o no. Pero no te dejará indiferente. Ecos de los hermanos Coen el capítulo de la mascota con esa familia mafiosa que vive detrás de una tienda pieles. Que bailen no es comedia, es un plus a la sensación.

¿¡Metiste mi conciencia en un ordenador!? Sally Field funciona como villana mundana tanto como caricaturesca, en ese intento de Hal 9000 de 2001. Una odisea en el Espacio que es Gerty. La sesión consigo misma de la madre del doctor, relevante psicóloga vende humos, es -y podría haber sido de durar más- la escena más capaz de la serie en términos narrativos. Os hablo de la originalidad en propuesta. Os ordeno que la veáis una y otra vez. Estamos en mi viaje, os jodéis. Puedo ordenaros lo que me de la gana. Y por cierto, es tremendamente satisfactorio que se metan con el mundo de la psiquiatría y psicología como negocio, no sólo con este personaje, con todo el discurso de la serie. Y son muy estrictos a ese respecto, admirablemente estrictos.

Me gusta que te vayas. Así no tendré que aguantarte. Las lágrimas de Emma Stone nos hacen conocer a Annie de verdad. Sus tropiezos, palabras inadecuadas, pensamientos y reacciones defensivas ante los sentimientos de amor definen la inmensa coraza con la que este personaje se mueve. Es una coraza tan pesada que la cara de la chica no puede casi ni sonreír, de lo que pesa. Se odia, pero tiene que convivir con ese odio hacia ella misma y hacia los demás. Stone está perfecta toda la serie. Más de lo que ha estado nunca seguramente. Sus gigantescos y casi descompensados (pero extrañamente bellos) ojos claros son el mejor acierto de casting de la televisión reciente, por mucho que ella y Hill hayan sido los que han puesto la pasta para que la serie saliese adelante. Llamémoslo «destino» el que este remake de la serie rusa cayese en sus manos.

Eres veneno… Debo alejarme de ti. Esta frase de Owen convertido en audaz y sexy ladrón de guante blanco -improbable en Hill… Pero el cabrón demuestra ser actorazo al colar en ese rol- hace puente con ese miedo tan primigéneo que todos tenemos, sobre todo -permitid esta licencia- a todos los que nos han partido el corazón alguna vez, está al final, en la escena del banco en el hospital. Pasará lo de siempreTú me abandonarás porque ya no te interesaré y a mi se me partirá el corazón. Y es tan adecuado que, volviendo a la ensoñación, un personaje tan inseguro, maniático y totalmente inadptado como Owen manifieste su temor disfrazado de hombre seguro, cuerdo y adaptado a cualquier situación… Psique de la buena, de la que se comprende cuando forma y fondo se aúnan en un todo.

¡Ya voy a por tí, Annie! Cine negro vs. Cine fantástico… Que el cine negro se torne en drama angustioso, pasando por el romanticismo y termine siendo devorado por la fantasía para volver a unir a ambos personajes a través de la revelación del personaje de Owen, transformándose en águila (águila, maravilloso) para ir en busca de, no su amor, sino la persona con la que ha conectado, sencilla y directamente, es un efecto superlativo del viaje. Podrían haber no escatimado en recursos técnicos, podrían haber dotado a ese águila de voz, pero no olvidéis que no estamos saliendo de la mente, así que el águila pensará, no hablará. Bien, no se salen de la línea que dibujan desde el principio y eso se agradece.

(Imprescindible leerlo con acento británico) ¡Erres una chica muuy diverrtidaa! Y Owen dispara al aire, dentro de un ascensor. El sobresaliente penúltimo capítulo. Más, su primera mitad que la segunda, sin menospreciar a esta. Hill borda su campo, un campo en el que ya lo conocemos, la comedia. Su acento británico, junto a la sensualidad años 50 de Stone y su Annie espía en la mente de Owen para rescatarlo, esta vez, ella a él a través de una escena de autodescubrimiento mutuo, seguida de una fuga digna de la acción más Matthew Vaughn es redonda. Y lo mejor, la explicación de Owen a sus superiores en esa ensoñadora reunión en las naciones unidas. Qué raro, qué incomprensible lo que cuenta, qué maravilloso. ¿Os preguntáis por qué no vemos la mano de ese enano al que describen? Pues porque cuando estás soñando, sólo hace falta que tu cerebro sea consciente de todo lo que te rodea, no tiene por qué mostrártelo. Si ahí hay un enano, hay un enano y punto. E ahí la clave, por eso quería acabar con ella. Con esta clave.

CLAVE. MANIAC es la serie en la que podréis ver sus y vuestras rarezas, las de todos nosotros, las de todos ellos, de una forma surrealistamente aceptable. No la estoy ensalzando como una obra cumbre, únicamente la estoy marcando como un aconsejable viaje que me sirve como pretexto algo egocéntrico pero ilusionante de compartir con vosotros las tres sensaciones… Mis tres pastillas particulares.

Lo que imaginaríamos en una de nuestras millones de paranoias personales. Tanto consciente, como inconsciente… como subconscientemente. Y ahora, volved a leer las tres sensaciones para viajar. O no. Vosotros sabréis si queréis entrar. Pero si entráis, sed amables. Todos somos sensibles a halagos y críticas cuando estamos de viaje.

Y hay que viajar chicos. Y conectar. Siempre.

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Autor:

Sandra Lario foto Sandra lario nombrelinea decorativa

Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: «Unas cuantas Pelis». ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!

Twitter Blanca Uson

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