Martín Caparrós, todos los azares conducían a Lacrónica

El pasado jueves 4 de febrero, Martín Caparrós presentó en Zaragoza su último libro: Lacrónica. Una “autobiografía personal” en la que reflexiona sobre el género a través de una selección de sus textos. En una charla con la profesora María Angulo Egea, con un fondo de libros de los cinco continentes, hablaron del pasado y el presente de este género que ha cultivado los últimos veinticinco años.

El pie izquierdo perdido y recuperado de un alpinista mexicano es en parte responsable de este texto. O quizá solo uno de los azares de los que habla su título. El caso es que a un fotógrafo adolescente que deambulaba por la redacción de un diario en Buenos Aires un día le llegó el encargo de llenar una página con la historia de este pie, el Aconcagua –donde se perdió y apareció- y de su antiguo dueño. “Empecé a escribir en un periódico de casualidad”, recuerda ahora Martín Caparros, aquel joven fotógrafo, en la librería Cálamo de Zaragoza. Han pasado cuarenta y dos años y Caparrós presenta Lacrónica, el libro que agrupa las crónicas que de algún modo brotaron de aquel pie. “Cuando comencé a escribir esto que se llama crónica también fue por un azar, igual que el hecho de empezar a escribir. Yo digo que en el periodismo las cosas me suceden”.

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Era el año 1991 y Caparrós había trabajado ya como periodista en varios medios, se había exiliado a Francia y España huyendo de la dictadura argentina, había sido profesor en la universidad, conductor de programas de radio y televisión y un largo etcétera, pero andaba buscando estabilidad. “Yo era un boludo grande -como dicen en mi barrio- que tenía treinta y tantos, trabajaba lo menos posible y vivía todo lo que podía. Había publicado 3 o 4 novelas y trataba de no tener un trabajo fijo para tener todo el tiempo para seguir escribiendo, pero acababa de tener un hijo y necesitaba sentar la cabeza”. Y llamó a Jorge Lanata -un viejo amigo de Página 12, el diario que había ayudado a fundar y del que le despidieron antes del segundo mes-. Le dije que tenía dos propuestas, una que le convenía a él y otra que me convenía a mí. Yo lo que quería era ser el crítico gastronómico de la revista, de Página 30, y él me dijo que no porque ya le estaban acusando de que era una revista muy pija y si ponía una página de gastronomía lo iban a matar. Él me preguntó cuál era la que le convenía a él y le dije que dirigir la revista que estaba saliendo muy mala. Dijo que no, porque obviamente íbamos a estar peleándonos todo el tiempo. Y tenía razón. ‘Pero si querés podés hacerte unas cosas que llamamos Territorios. Te andás a un lugar, te tomás unos días y escribís’”.

Y esta vez la suerte -el azar- tenía forma de globo terráqueo y billetes de avión gratis. “Descubrí que la revista estos viajes los pagaba con un canje de publicidad; había una agencia de viajes a la que nosotros dábamos una página de publicidad y ellos nos facilitaban lo necesario para el viaje (billetes de avión, hoteles…). Pero esta gente no solo estaba dispuesta a pagar la media página que costaba un viaje a Tucúman, también las dos que costaba la Unión Soviética. Así que rápidamente se expandió el radio de acción”.

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Caparrós recuperó cuatro libros que ya había leído —Lugar común la muerte de Tomás Eloy Martínez, Operación masacre de Rodolfo Walsh, Música para Camaleones de Truman Capote e Inventario de Otoño de Manuel Vicent— en busca de herramientas con las que contar esas historias. “Pensé en qué podía leer para tener cierta base para armar un estilo. Armar un estilo es copiar, básicamente. Pero hay que descubrir qué copiar, cómo copiarlo y qué mezclar de lo copiado para que, si hay fortuna, de esa amalgama surja un estilo”. Y decidió llamar a aquello Crónicas del fin de siglo. “Más que nada porque crónica era un nombre muy desprestigiado en ese momento. El cronista era el último del escalafón: el que iba a recoger la información, la llevaba a la redacción y la entregaba al redactor, que era quien tenía la potestad de redactarla. También era el nombre de un diario antiguo muy sensacionalista, muy amarillista. Eran todo referencias bajas. Por eso me gustó la idea de llamarles así”.

Aquellos territorios se transformaron en esos textos largos que hoy llamamos crónicas y a los que Caparrós se refiere todo el tiempo como “estas cosas”. Como restándoles importancia, tal vez incomodado por la deriva de un tipo de periodismo que hoy, parece, disfruta tanto como sufre.

Martín Caparrós contra los caniches

Hoy Martín Caparrós está incómodo en medio de un nuevo boom latinoamericano. En Lacrónica repasa sus textos para reflexionar sobre un género que le atraía por su marginalidad y carácter político pero que ahora, piensa, corre el riesgo de perder aquello que le caracterizaba.“La crónica empezó a ser más que una descripción una calificación: algo meritorio, algo culto…Y a mí eso es algo que me rompe las pelotas. Yo siempre pensé que lo interesante de la crónica es que fuera marginal, que estuviera fuera de esas corrientes culturales de la circulación periodística y literaria. Que molestara a alguien, ¡que jodiera un poco!”.

La crónica se expandió, se generalizó. Cruzó el charco. Recuerda Caparrós que hace unos tres años dos editoriales importantes españolas (Alfaguara y Anagrama) publicaron dos antologías y Babelia dedicó un especial al género, con un lapsus importante: llevaba por título La crónica conquista América, sobre la foto de una coya boliviana. “Puro cliché, como si siguiéramos siendo aborígenes”, afirma entre risas. “Un medio español nunca debería usar la palabra conquista para hablar de cultura latinoamericana, fue un lapsus importante”. Sea como fuere, aquello suponía “una especie de sanción de la metrópoli española –dice con ironía- que mostraba que el género había cristalizado en algo”.

Y llegaron los caniches, término que María Angulo le recuerda usó alguna vez para definir un tipo de nuevas crónicas que venía descubriendo. “A partir de cierto prestigio que adquirió esto, mucha gente comenzó a hacer crónicas muy bien hechas, muy bonitas, muy arregladitas…  sobre temas que no le importan a nadie. Yo digo que son como un caniche, esos perritos tan arregladitos, peinaditos, con su lazo rojo y su cascabel, pero que no son perros; no sé qué son, pero perros, no. Entiendo que es un género que se presta bien a hacer relatos muy bonitos, bien armaditos, pero que al final son todos iguales. Y ya hay demasiadas cosas muy iguales para que esto también lo sea”.

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Frente a estas crónicas caniche, Caparrós mantiene su defensa de la crónica como una postura política, como un modo de combatir el discurso de los medios desde los propios medios:“Yo insisto mucho en que la crónica es política por varias razones, por su marginalidad, que es una posición política, y otra serie de condiciones. Por un lado se enfrenta a la idea de qué es noticia para los medios tradicionales: habla de las cosas que ellos no cuentan. Los medios tradicionales consideran que noticia es lo que le pasa a los ricos, famosos, futbolistas y tetonas; ese es el universo que consideran digno de ser tratado. Y al ponerlo en escena producen una idea del mundo en la que sus lectores entienden que los importantes son esos ricos, famosos, futbolistas y tetonas. Están reafirmando una idea del mundo. Algo muy político. Por eso es muy político también contratacar ese mundo construido contando otras cosas”.

El cronista además, explica Caparrós, “diciendo yo” también se enfrenta al discurso de los medios tradicionales al explicitar que hay alguien que mira y cuenta. “Deja claro que en todo texto hay alguien que mira, enfrentando el contrato de los medios tradicionales con sus lectores que es negarlo: esto no es lo que alguien le quiere contar, esta es la verdad, la realidad; la objetividad. Esa objetividad de la que ya no hablan porque les da vergüenza, pero que les permite mantener vivo su contrato con los lectores. El sujeto siempre está, y siempre está ahí escondido. La crónica pone siempre allí la evidencia de esa existencia para romper con esa falsa objetividad”.

Esa mirada, la del cronista que no se oculta en el texto, es la que aparece ampliada en sus dos últimas grandes crónicas –Contra el Cambio y El hambre-, una especie de crónicas-ensayo define María Angulo, que a Caparrós, afirma, le permitieron enfrentar un complejo de los escritores en castellano: “Tenemos un problema con los temas globales. Hay muy buenos narradores de no ficción pero no salen de su región, de su comarca… Como que los grandes temas se los dejamos a los franceses o los ingleses. Y yo tengo el mismo derecho que ellos a pensar en temas globales como el hambre, el cambio climático o lo que sea”.

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Ahora Martín Caparrós sigue viajando y descubriendo nuevas formas de contar. Ha escrito para El País un artículo sobre política española, algo que dice siempre le incomodó, como le incomoda el hecho de sentir la necesidad de hacerlo. “Me hizo sentir que quizá estoy hispanizándome demasiado y siempre tuve una relación bastante ambigua con lo español”.Publica sus crónicas de viaje en Altaïr Magazine en las que, por primera vez, viaja acompañado de un fotógrafo. “Tenía miedo de viajar con un fotógrafo, no sabía hacerlo, así que empecé a hacer las fotos de mis historias. Pasé treinta años trabajando en contra de esa idea y ahora resulta que la pasé bien. Lo estoy haciendo y estoy bastante cómodo. Lo cual me hace dudar, una vez más, de toda mi producción”.

Autor:

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Me encantaría que en mi DNI pusiera que nací en Utopía. Pero caí en el continente equivocado y además ese país aún no existe. Quizá por eso me interesan las pequeñas victorias de los que siempre pierden y las historias más curiosas que suceden en el planeta. Aquí trataré de contarlas, para que otros las conozcan y por el hecho egoísta de descubrirlas. A veces también dibujo personajes deformes y tristes que pretenden ser graciosos.

Twitter Blanca Uson


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22 años en el DNI,17 para los porteros de los bares.Me gusta cundir, hablo mucho, soy un imán para catástrofes y anécdota andante. Cualquier día publico un libro y me hago famosa, mientras tanto escribo sobre las vidas de los demás. Colecciono recuerdos a través de postales y cuando tengo dinero viajo para ampliarlos.

Twitter Blanca Uson


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