MBFW: La cara oculta de la moda

Leyre Ferrando//

El estrés se nota en el ambiente. No hay tiempo que perder: los peluqueros se cercioran de que ni un solo mechón queda fuera de lugar, los maquilladores dan los últimos retoques y el diseñador se asegura de que todo está en orden. Decenas de flashes captan cada detalle mientras algunos periodistas anotan lo que sucede. Los modelos están a punto de salir y con ellos dará comienzo el primer desfile de una nueva edición de Mercedes-Benz Fashion Week.

En febrero, Ifema —el recinto ferial de Madrid— es una de esas zonas gélidas que evitas visitar si no es por obligación. Durante las horas de menor afluencia, parece una ciudad fantasma de las afueras. El área es un conjunto de enormes pabellones que mutan cada pocos días al acoger en su interior ferias y personas de todo tipo.

La puerta principal de Ifema queda atrás. Por la calzada un desfile de taxis; por la acera, los primeros viandantes empiezan a aparecer. El lugar en el que durante unos días se muestra la magia de la moda se sitúa un tanto alejado de la entrada. Un puente que conecta dos pabellones anuncia con un enorme cartel negro el acontecimiento que tiene lugar: Mercedes-Benz Fashion Week Madrid; y unos metros más adelante, a la derecha, aparece —al fin— el pabellón 14.1.

Bienvenidos a ‘Cibeles’

Todo este despliegue se debe a la semana de la moda de Madrid; la que anteriormente se conocía como Cibeles y que, desde hace ya más de siete años, recibe el nombre de Mercedes-Benz Fashion Week (MBFW). Es la primera de las dos ediciones que se celebran al año; una en febrero —la actual— y otra en septiembre. En la presente se muestran las colecciones primavera/verano, y en la segunda las de otoño/invierno. En esta ocasión más de cuarenta firmas españolas ocuparán la pasarela para mostrar sus diseños al resto del mundo.

Es el primer día y sólo faltan unas horas para que dé comienzo el desfile inaugural. Ha coincidido con uno de los más esperados: Davidelfin. El hall del pabellón 14.1 está lleno. En la planta baja, una enorme fila de personas que esperan para entrar apenas permite avanzar. Frente a la puerta de acceso, un mostrador señala que la prensa puede recoger allí sus acreditaciones. A la izquierda, unas escaleras mecánicas conducen al piso de arriba. Una fila de tornos —ahora inhabilitados para el evento— facilita el acceso al interior. Aparece una sala de dimensiones descomunales con una moqueta negra y montones de stands. Se trata del Cibelespacio, la zona en la que revistas y otras firmas de todo tipo —belleza, bebida, comida…— colocan sus puestos para darse a conocer.

Todavía está vacío, pero conforme avance el día irán llegando los invitados. Esta área es la de más fácil acceso para el público general, es decir, para aquellos que no son prensa, staff de la organización, diseñadores, maquilladores o modelos. Acuden cientos de personas que se preocupan por la moda. Enrique Díaz forma parte de este grupo. Su ropa, su corte de pelo, sus piercings y dilataciones dejan claro que le interesa esta industria. Al igual que muchas de las personas que visitan Cibeles, tiene un marcado estilo propio que le distingue del resto.

Enrique estudia un Grado Superior de Patronaje y Moda y, aunque vive en Zaragoza, su pasión por la moda le ha llevado a desplazarse hasta Madrid por segunda vez consecutiva para visitar la Fashion Week.

—Solo me han invitado a dos desfiles —44 Studio y Rubén Galarreta—, contacté con ellos por email para conseguir la invitación.

Su interés es tal que, a pesar de tener sólo esas dos entradas, no ha dudado en venir desde su ciudad para verlos. Además, sabe que, aunque no tenga ningún tipo de acreditación, no le faltarán oportunidades para asistir a otros shows.

No hace falta ser alguien importante para poder entrar en un desfile. Si tienes paciencia y esperas una fila sin invitación que hay en el Cibelespacio es bastante fácil entrar.

Enrique se refiere a una fila kilométrica que se crea al lado de la sala de prensa donde, en unos pocos minutos, decenas de personas se agolparán para intentar entrar.

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Sin embargo, los desfiles no lo son todo. Si no consigues entrar a ninguno de ellos la sala de exposición ofrece decenas de oportunidades.

—Puedes tomar un café, contemplar las colecciones de los nuevos diseñadores, o acercarte a la zona de las revistas para ver los desfiles en directo. Cae alguna foto o te dan la revista de la marca.

A pesar de que este tipo de invitaciones son una opción más que conveniente, hay un tipo acreditación que todo amante de la moda anhela en la Fashion Week, y de la que muy pocos pueden presumir: el pase de prensa.

Las ventajas de ser periodista

En el mismo piso en el que se encuentra el Cibelespacio, se sitúa la sala de prensa. Tiene dos partes bien diferenciadas. Quedan separadas por un muro prefabricado con dos aberturas, una a mitad y otra al final. La primera parte es una zona de descanso compuesta por un par de mesas blancas con pequeños sillones a su alrededor. A la izquierda, un corcho todavía vacío albergará las noticias que los medios publicarán esos días sobre MBFW.

SALA DE PRENSA

Todavía es temprano; son las ocho y media de la mañana. La sala de prensa ahora está vacía, pero dentro de poco se llenará de periodistas. Los croissants y el resto de los dulces distribuidos sobre la mesa desaparecerán y el joven camarero situado tras la barra, vestido de negro de pies a cabeza, trabajará como si pudiera multiplicarse por diez para repartir desayunos a diestro y siniestro. Al mismo tiempo, la nevera situada junto a él, repleta de todo tipo de cafés fríos, se vaciará conforme el sueño y el cansancio empiecen a manifestarse en los periodistas.

Al otro lado de la habitación: la verdadera sala de prensa. No recuerda en absoluto a las convencionales. Es azul, un azul intenso como el logotipo de su patrocinador, plasmado en la pared. Sobre la moqueta negra, mesas y sillas blancas de trabajo se reparten por un espacio de tamaño más que considerable. La mitad de las mesas están vacías. Frente a ellas, grupos de enchufes para cargar todo tipo de dispositivos electrónicos que faciliten el trabajo. La otra mitad tienen ordenadores de mesa colocados sobre ellas.

Solo han llegado unos pocos madrugadores para preparar su espacio de trabajo. El resto del mundo tiene un pie puesto en sus días libres. Los presentes saben que ese fin de semana trabajarán sin descanso. La mayoría de los mortales maldeciría la situación. A ellos parece no importarles. ¿Quién lo entiende? Solo aquellos que están dentro.

‘’Te sientes privilegiado asistiendo a todo este gran show’’, comenta una joven periodista mientras cruza la sala de prensa con un rollo de cinta adhesiva en la mano. ‘’No es fácil conseguir entrar en este mundo, quizás por esa restricción sea algo tan codiciado’’. Pega cuidadosamente en uno de los sitios libres un cartel con el nombre de su revista en letras mayúsculas: VANIDAD. Marca su territorio. Muchos ya lo han hecho antes. Quiere asegurarse de que nadie invade ese espacio.

Paula Morón tiene tan solo 24 años y ya es la tercera MBFW a la que asiste, la segunda como periodista. Sin embargo, esta vez será una experiencia muy diferente: es la primera Fashion Week en la que realiza una cobertura completa del evento para la revista Vanidad.

Sabe que será duro y que muchos no apreciarán todo el esfuerzo que hay detrás de su trabajo. En parte, por los prejuicios que se tienen sobre la moda; en parte, porque la perspectiva que el público crea sobre esta industria no es la correcta.

A veces la moda tiene un halo de encanto que puede dar lugar a confusión. No todo son fiestas y frivolidad sino que existe un gran trabajo de fondo para que ese mundo —aparentemente idílico— salga adelante.

Cada vez falta menos para el primer desfile y muchos de los que ocupaban la habitación comienzan a salir de ella. La sala de prensa conecta con el backstage, espacio que comparten diseñadores, modelos y maquilladores. Un guardia de seguridad vigila día y noche ese umbral, esa grieta en el sistema que podría hacer que alguien sin ser periodista, sin su correspondiente acreditación y pase de prensa, se colase en el ojo del huracán.

Entre bambalinas: el backstage

La sala de prensa queda atrás, pero la moqueta negra continúa. Sobre ella se distribuyen decenas de contenedores blancos rectangulares de gran tamaño que ocupan ordenadamente el espacio de la sala. En cada uno, un cartel indica el nombre de las firmas presentes durante esos días —The 2nd Skin Co, Agatha Ruiz de la Prada, Devota & Lomba…— y, en su interior, entre perchas, agujas, zapatos, vestidos, bufandas, monos y demás prendas, se ultiman los detalles para que el desfile pueda comenzar. Es la zona de backstage.

BACKSTAGE

La cuenta atrás comienza. Los modelos de Davidelfin se preparan para salir mientras los peluqueros y maquilladores llevan a cabo los últimos retoques. Peines y pinceles vuelan por la sala en sus manos mágicas. Los profesionales se mueven entre los modelos a toda velocidad. Esquivan al resto casi sin mirarlos, como si no estuvieran, e incluso sugieren a los que entorpecen su trabajo que se vayan a otra parte y les dejen trabajar. La tensión se nota en el ambiente. Solo quedan unos pocos minutos.

Entre los que se disponen a desfilar está Jonathan Morales. Al preguntarle por su carrera profesional su respuesta no es la típica. No explica cuál es su agencia porque no la tiene, ni cuánto cotiza porque no lo hace.

—Verdaderamente nunca he sido modelo, de hecho no me gusta decir que lo soy. Soy estilista, lo de ser modelo es un sueño frustrado, un hobby del que ni puedo ni pienso vivir.

¿Entonces, qué hace a punto de desfilar para Davidelfin? Explica su historia y, en ese momento, todo parece encajar.

David me seleccionó por Instagram. Quedó claro que quería que desfilase para él, cosa que me sorprendía por mi estatura.

—David, mido 1’70.

—¿A quién le importa eso?

Aunque la mayoría de los presentes son profesionales, algunos como él van a tener sus 30 segundos de gloria gracias al diseñador David Delfín y al poder de las redes sociales —en especial de Instagram—. Este frío viernes de febrero, el sueño frustrado de Jonathan se cumplirá.

La moda cobra vida en la pasarela

La pasarela está a punto de acoger el primer desfile. Una lluvia de flashes recibe a los invitados y con ella una acumulación de fotógrafos frente al front row o primera fila. Los famosos posan para las cámaras mientras se saludan entre ellos. Antes de cada show se convierten en el centro de todas las miradas. Podría decirse que son una parte más del desfile.

FAMOSOS

¿Quién ha asistido? ¿Quién no y por qué? Mañana todos los medios interesados en las celebrities hablarán de ellas. ‘‘Todos los famosos en el front row de Mercedes Benz Fashion Week’’, titulará Vanitatis al final del día. Pero no será la única. Divinity.es y Diez Minutos se unirán a la tendencia y publicarán en su versión online las novedades del famoseo de MBFW.

Son las once de la mañana. Poco a poco todos se colocan en sus puestos. Las luces se apagan, los focos se encienden y la magia comienza. Jonathan aparece con un mono azul marino que le llega hasta los tobillos y una maxibufanda que se enreda en su cuello mientras cae de manera elegante. Tras él vendrán otros muchos modelos y tras ese desfile decenas más. Sin embargo, cada uno de ellos será diferente por mil razones: Maya Hansen por sus atrevidos corsés, María Escoté por su regreso a la infancia con My Little Pony, Andrés Sardá por transportarnos a una sensual noche en un hotel, The 2nd Skin Co por recrear a las musas de los 70, Ana Locking por tomar al pato Donald como antihéroe, Jorge Vázquez por su exótico decorado de plantas, Ailanto por transformar la pasarela en un entramado de andamios … Al contemplar cada uno de los shows parecen obras de arte en movimiento. En ellos ningún elemento es dejado al azar y la unión de todos ellos crea un ambiente especial que solo aquellos que han estado allí, y sienten verdadera pasión por la moda, son capaces de comprender.

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Nervios antes de que todo de comienzo, sentir como la piel se eriza, un cosquilleo en el estómago, emocionarse al ver una prenda totalmente única antes que el resto del mundo… MBFW es esto y mucho más. Es sentir a Bowie en tu propia piel al ver desfilar a un modelo pelirrojo mientras Heroes suena de fondo en el show de Davidelfin. Una sensación única que solo podrás entender si lo has vivido.

Meses de trabajo, de sacrificio constante, de noches sin dormir acompañadas del sonido de las máquinas de coser, del dolor que causan los pinchazos de las agujas en los dedos, del esfuerzo, del empeño, de las telas rotas y los diseños fallidos, de los bocetos que terminan en la basura y nunca verán la luz… La industria de la moda tiene una enorme carga de trabajo acompañada siempre del sonido del reloj constante que marca el tiempo y lo consume. Las agujas que indicaban el paso de todas esas horas, son las mismas que cuentan los escasos minutos que dura el desfile. Un pequeño espacio de tiempo en el que nada puede fallar. La moda es el centro de atención en la pasarela y, pase lo que pase, el show siempre debe continuar.

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