Para, mira y para

Juan Miravete//

La movilidad de Zaragoza es cada día más complicada. Ante las nuevas propuestas para combatir el cambio climático, Zaragoza debe revisar su hoja de ruta para crear una “ciudad amable”. 

Cinco de la tarde, centro de Zaragoza, tráfico denso, poco fluido y retenciones para el conductor. El habitual atasco. Semáforo verde, nadie se mueve. En primera fila un conductor se baja y aporrea el techo de su vehículo. Ningún claxon suena, a nadie le llama la atención, nadie dice nada, nadie increpa. Las miradas se cruzan entre los conductores cercanos y al poco, tal vez un minuto, el conductor se mete en su coche y arranca. Esta escena urbana, que bien podría pertenecer a una película y que fue presenciada por un buen número de zaragozanos, nos lleva a poner en duda que nuestra ciudad sea una ciudad amable.

Hartazgo e irritabilidad. Dos comportamientos que afloran en las conversaciones de la ciudadanía zaragozana cuando hablan de los problemas de movilidad, de la saturación de los transportes públicos, de la falta de aparcamiento en los barrios y de los disuasorios en las entradas de la ciudad, de la falta de espacios peatonales, de la congestión de tráfico, de los problemas para los transportes de mercancías, de la contaminación….y eso que tenemos el cierzo, elemento natural solo apto para valientes que van por los numerosos carriles bici peligrosos con obstáculos de todo tipo y, alguno hecho de forma abrupta, que hace pensar a la ciudadanía que solo son para bicicletas estáticas. Y por si estos quebraderos de cabeza son pocos, muy pronto uno nuevo: la ZBE en Zaragoza. ¿ZBE? Zona de Bajas Emisiones.

El Ayuntamiento de Zaragoza para cumplir con la ley estatal de Cambio Climático, debe tener antes de final de año una zona de bajas emisiones, es decir, un área de la ciudad al estilo Madrid Central en la que habrá limitaciones para acceder con los vehículos más contaminantes. No está decidido todavía, pero se conoce que hay una propuesta fechada en enero de 2021 en la que el límite de esa zona de bajas emisiones abarcaría la antigua ciudad romana (lo que queda dentro del Coso, Cesar Augusto y paseo Echegaray), parte del barrio de San Pablo, La Magdalena, y la zona entre Independencia y César Augusto hasta el Paseo María Agustín. Desde luego, esta medida pinta muy bien para el bienestar de la ciudadanía y la reducción de emisiones en nuestra ciudad, pero la verdad es que a los vecinos les preocupa su implementación por las exigentes medidas que requiere este tipo de zonas. 

La primera impresión es que la movilidad en la zona baja de emisiones se condiciona a la capacidad económica del ciudadano. El que tiene dinero se puede comprar un vehículo con distintivo ambiental y entrar, y el que no, no podrá circular. Por lo tanto, lo primero es dar una información veraz y transparente del plan a ejecutar. El camino fácil para los responsables públicos cuando tienen problemas es resolverlo cobrando, prohibiendo o multando. Esperemos que no sea así y que las medidas sean poco traumáticas para los vecinos.

La política municipal debe de ser ambiciosa, pero nuestras autoridades municipales deben pisar el suelo. Reforzar los servicios públicos de movilidad y que sean atractivos en tiempo y coste, hacer más aparcamientos disuasorios y compensatorios, fomentar y educar a la ciudadanía… Y después de debatir sobre qué zonas se van a restringir o con qué etiqueta DGT se tendrá acceso, estudiar, valorar y decidir lo mejor para Zaragoza.

Todos queremos una ciudad más amable, todos estamos a favor del respeto al medio ambiente y de mejorar la calidad del aire y de recuperar los espacios perdidos. Al fin y al cabo, de tener una vida más agradable. El derecho de ir en coche no existe, solo existe en la mentalidad individualista. Eso sí, existe el derecho a la movilidad, un derecho social fundamental como la educación y la salud. Los cambios que se avecinan exigen el esfuerzo de todos y gran parte de ellos están comprometidos con la lucha contra el cambio climático. Todos podemos tener grandes beneficios en salud y medio ambiente, pero antes de hacer las cosas deprisa y corriendo o sin estrategias, es necesario que todos los partidos políticos vuelvan a la fase de planificación en cuanto a sus ideas y que escuchen a los vecinos.

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