Roberto Bolaño: Estrella Distante
Agustín Vallejo//
¿Qué nos imaginamos al oír las palabras universo, inmensidad o infinito? ¿Galaxias y su conjunto? La idea está encaminada y, en este universo de tipo literario, prefiero centrarme en un solo planeta: el del escritor chileno Roberto Bolaño.
Siempre he desconfiado de las listas que recomiendan -o sentencian- libros: “Los 100 libros imprescindibles para todo lector”, “Los 10 mejores libros del año”…me refiero a esos títulos atrapantes pero absurdos. Si hablamos de universo literario será porque es inmenso y cada uno deberá encontrar su planeta, más grande o más pequeño, para plantar bandera y quedarse a vivir en él, en el lugar que le proporcione el placer de la lectura. Por lo tanto no busco recomendar a Bolaño, otros ya lo han hecho y seguramente con más tino, solo quiero abrir una puerta para que asomen su mirada y decidan si quieren entrar o salir corriendo.
Nació en Santiago de Chile, en 1953. Publicó varios libros bajo los formatos de novelas, cuentos y poesías, como La literatura nazi en América, Los detectives salvajes, Llamadas telefónicas y Putas asesinas. Si buscamos en Youtube su nombre encontraremos más de 18 mil resultados que abarcan documentales, audio-libros, entrevistas y conferencias; se lo puede ver con su pelo crespo, anteojos de marco fino y redondeado y una lengua filosa a la cual no le disgustan las declaraciones polémicas y los debates.
“El ser escritor es un oficio, a mi modo de ver, bastante miserable. Es un oficio poblado de canallas -eso más o menos todos lo intuyen-, pero además, poblado de tontos”
Fue un escritor que falleció a los 50 años y siempre admiró la vida de los poetas: “Siempre he admirado la vida de los poetas, esas vidas tan desmesuradas, tan arriesgadas”. Hoy, a 14 años de su muerte, sigue siendo noticia por su literatura y por las guerras legales entre Carolina López, su mujer, y las editoriales.
Inicios
Cuenta su familia que comenzó a leer a los tres años y que a los siete escribió su primer cuento sobre unas gallinas, que fascinando a los otros animales, se enamoraban de un pato. A los quince años, su familia se muda a México y él continuó la escuela en el Distrito Federal, pero la abandonaría un año más tarde para dedicarse a leer y escribir. Ávido lector, continuando con la idea de Borges, tuvo claro que primero se es lector, luego escritor.
“Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el ‘Diccionario filosófico de Voltaire’, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.”
Es en la capital mexicana donde se comenzó a gestar la carrera literaria de Bolaño. México, D.F. y Ciudad Juárez son los escenarios de sus libros más afamados, Los detectives salvajes y 2666, adoptando en este último el nombre ficticio de Santa Teresa.
En 1973 decidió volver a su Chile natal con el fin de apoyar el proceso de reformas socialistas de Salvador Allende a través de la Unidad Popular. Una vez en su país de origen aprovechó para visitar familiares en Los Angeles, Mulchen y Concepción. En uno de esos viajes, fue detenido y liberado ocho días después gracias a la ayuda de un antiguo compañero de colegio que se encontraba entre los policías que debían vigilarlo; sobre esto escribió el cuento Detectives que pertenece a Llamadas Telefónicas. Con esta mala experiencia en los hombros se iría de Chile para no volver hasta 25 años después.
Infrarrealismo
En 1975, nuevamente asentado en México, fundaría el movimiento poético del infrarrealismo junto a otros 19 jóvenes, quienes tomaron como consigna una frase de Matta: “Volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”. Se caracterizó por la búsqueda de una poesía libre y personal, donde cada miembro representara su postura ante la vida, fuera de las convenciones sociales, tal como lo hizo la Generación Beat en los años 50. Ese mismo año, Bolaño publicó su primer libro de poesía, Reinventar el amor, en la imprenta artesanal de su amigo Juan Pascoe.
Emigró a España en 1977, más concretamente a Cataluña, donde ya vivía su madre. Perteneció a una oleada de escritores latinoamericanos que viajaban para aquellas geografías. Tal y como otras generaciones hablaban de París como el gran epicentro literario, también Bolaño lo hacía sobre Barcelona.
En España desempeñó oficios “terrestres” para poder vivir: lavaplatos, botones, camarero, recolector de basura y vigilante nocturno en un camping. En sus ratos libres, se dedicaba a la lectura y escritura. Cuando faltaba dinero, robaba libros, tal y como confirmó en una entrevista: “Para mí, más que un acto sagrado, era una necesidad. Yo veía cómo mis amigos robaban libros y sus bibliotecas iban creciendo, menos la mía. Entonces me decidí a entrar en el gremio de los ladrones y al principio me fue bien; luego tuve 2 o 3 caídas y dejé de hacerlo. Me ponía muy nervioso. Pero creo que es algo que todos los jóvenes hacen y me parece buenísimo que lo hagan. Robar libros no es un delito”.
En 1980 abandona la capital catalana para establecerse en Gerona. En esta época comienza a intercambiar correspondencia con poetas chilenos tales como Enrique Lihn y puede, en parte, solventarse económicamente ganando concursos literarios municipales. En una de estas competencias literarias sacaría la tercera mención -la primera la ganó Antonio Di Benedetto-. Esta situación impresionó a Bolaño, para quien era difícil concebir que un autor con una extensa trayectoria participara en concursos tan pequeños para poder vivir. Utilizó aquel impacto para escribir el cuento Sensini, uno de los más conocidos, que cuenta con la particularidad de transcender la ficción. El final del cuento no es el punto final en la hoja impresa, es el hecho de que fue ganador de un concurso literario real. La dulce mezcla entre lo ficticio y lo real.
“Sensini, más que un cuento propiamente dicho, es una instalación. Sensini si no gana el premio que ganó era impublicable. La apuesta literaria no se cumplía al 100% en la escritura de la obra; la apuesta literaria se cumplía ganando un premio, que era darle la vuelta total a lo que en la obra se estaba contando, pero ganar un premio real.”
En 1981 conocería a Carolina López, de veinte años, que trabajaba en los servicios sociales y que recuerda que Bolaño la abordó en la calle para invitarla a cenar. Tres años más tarde, comenzarían a vivir juntos mientras Bolaño gana algunos otros certámenes literarios.

Blanes
La joven pareja se casa en 1985 y ese verano se traslada a Blanes, un pequeño municipio ubicado en la Costa Brava, a 70 kilómetros de Barcelona, para que Roberto trabaje en la tienda de bisutería que montó su madre.
Con Carolina tendrían dos hijos: Lautaro y Alexandra. Con el nacimiento de su primer hijo, Bolaño, que hasta entonces casi solo escribía poesía, decidió volcarse en la narrativa como forma de hacer su oficio más rentable. En 1992 se entera de la enfermedad que lo aqueja y con la que cargaría por poco más de una década, priorizando su trabajo como escritor sobre su salud. En sus últimos años escribiría casi sin pausa, según muchos analistas literarios, fruto de dos obsesiones: tener una vida de poeta y dedicada a las palabras, y que su obra perdurara en el tiempo.
Al año siguiente publicó su tercera novela, La pista de hielo y Los perros románticos, una recopilación de sus poemas escritos en España desde su llegada en 1977 hasta 1990, con la cual ganó en 1994 el Premio Literario Ciudad de Irún y el Premio Literario Kutxa Ciudad de San Sebastián a mejor libro de poesía en castellano.
En 1996 publicó las novelas La literatura nazi en América y Estrella distante, con excelente crítica, el puntapié inicial de su gran prestigio como escritor y, al año siguiente, su primer libro de cuentos titulado Llamadas telefónicas, con el cual obtuvo el Premio Municipal de Santiago de Chile, el Premio Ámbito Literario de Narrativa y el Premio Literario Kutxa Ciudad de San Sebastián -este último por su cuento Sensini-. Blanes fue el último lugar donde vivió el escritor.
“Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo. Leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima.”
Leí que el mejor modo de conocer a un escritor es a través de su obra; no creo que este caso sea una excepción. Debo decir que no será un camino breve pero si de calidad ya que probarán a una de las mejores plumas latinoamericanas. Un hombre que quiso vivir como un poeta, como un escritor, y lo logró a base de esfuerzo y dedicación. Ávido lector, Roberto Bolaño fue un trabajador de la escritura.