South Park, el Black Mirror de Black Mirror

Dani Calavera//

En el año 2016, South Park cumpló 20 temporadas. 20 años. Ya sólo le falta un año para poder entrar a un bar de Estados Unidos y beberse una cerveza… Legalmente. Hay dos formas de empezar a hablar: o doy un disimulado y digno golpecito a vuestra puerta pidiendo permiso, o le doy tal patada que la abro de un solo golpe y entro con jarras de cerveza llenas hasta los topes para empezar a rajar. No hablemos, riámonos de South Park. Mientras me bebo mi birra, dejadme explicaros por qué creo que es la serie, el vehículo artístico, que mejor representa la estupidez suprema que vivimos hoy día la civilización.

La mayoría de series, películas y libros del género de la comedia que tienen éxito crítico se caracterizan por añadir sutileza en sus chistes y gags. Algunos utilizan la ironía, otros el sarcasmo, otros directamente están diseñados para gente que, como sus creadores, se regodean en cada palabra que sale de su boca. Sin embargo, hay un pequeño sector que no se anda con tapujos y suelta esos chistes tal y como son… Sucios, humillantes, vergonzosos y a veces demasiado puntillosos. Demasiado dependiendo del espectador que reciba esa información.

El género del drama tampoco está exento de este hecho. ¿Y qué es lo que provoca este efecto? A lo largo de la historia grandes autores han echado mano de la sutileza para camuflar sus intenciones. Y antes, hace nada, era aplaudida, porque la opresión hacía que se viesen obligados a ello. Hoy en día vivimos en una época en la que gozamos de una libertad de expresión que haría retorcerse de envidia a nuestros antepasados… Pero con excepciones, la sombra de la ley mordaza nos atañe a todos. No entraré en detalles, ni diré lo repugnantemente opresiva y sin sentido que a mí me parece esta ley…¿A dónde quiero ir a parar? Esta época que vivimos está totalmente dominada por las redes sociales: Facebook, Instagram, Twitter… Todas ellas son el culmen de esa libertad de expresión. Cualquiera, en cualquier lugar del mundo, puede dar su opinión y gritar con letras mayúsculas su indignación ante cualquier tema… Ateniéndose a las consecuencias -palabras- de sus actos -publicación-.

En La Red social, el terrorífico y magistral film de David Fincher sobre el nacimiento de una nueva era, el personaje de Justin Timberlake pronunciaba una frase que aún da miedo, después de unos cuantos años, pues seguramente sea verdad: “El ser humano vivió en cavernas, luego en casas…en el futuro viviremos en Internet”. Esto, chicos, es horriblemente cierto. Y todos tenemos la culpa, ninguno estamos haciendo nada por evitarlo. Cuando se publique este artículo, no lo voy a meter en un sobre y lo voy a dar en mano, lo voy a publicar en nuestras casas, en las redes. Todos los que gozamos de la inmensa suerte de aprovecharnos cada día de la civilización occidental en la que vivimos, con tantas ventajas y comodidades, tenemos varias casas. Yo tengo cuatro: Twitter, Instagram, Facebook y Linkedink. Y utilizaré tres de esas casas para que leáis este artículo.

Ahora bien, ¿qué hacemos? ¿No estamos conformes con la vida que vivimos? Algunos lo están y otros no. Otros tienen sentimientos encontrados. Algunos usan las redes como herramientas de trabajo y otros, como portal para su ingenio o su vida. Parece que nadie vive si no lo comparte en redes. Parece que nadie opina si no sube un vídeo o una publicación gritando en mayúsculas, esperando tener cientos de likes. Parece que nadie existe… Y los que se han desenganchado o no han entrado en este nuevo universo son objeto de confusión para el resto de usuarios… ¿Héroes? Algunos. Otros sólo disfrutan yendo a contracorriente, como siempre pasa, cada vez que algo se pone de moda. Y otros, sencillamente, las usan sin permitir que influyan en su día a día. Ahí está la verdadera hazaña ante la que hay que quitarse el sombrero.

Y tras las redes, tras las opiniones, tras estos últimos años y los que vienen, tras la ley mordaza, tras la libertad de expresión… Tras todo esto, chicos, está la corrección política. El pensamiento que defiende que opinar es sinónimo de problemas podría ser la base de esta corrección. La libertad es el caco lunático y la corrección el inflexible policía. ¿Qué nos queda si las redes y plataformas como Youtube dominan las mentes de los inquilinos de esta era? ¿Qué nos queda si un político publica un tweet incendiario en contra de la oposición en lugar de hacerlo a la cara? ¿Qué nos queda si en un parque un chico y una chica destinados a enamorarse no se han visto porque están mirando sus condenados teléfonos móviles? Pues lo que nos queda siempre, el arma favorita de la verdad: el arte. Y el arte puede servirse de millones de formas distintas para decir la verdad.

Los artistas mienten para decir la verdad mientras que los políticos mienten para ocultarla
V de Vendetta.

Televisión. No recurriremos a la música, al cine o a la literatura. Iremos a la televisión. El mayor y más potente arma que hay hoy en día en el mundo contra la estupidez que vivimos reside, en mi opinión, en un programa que lleva años alertándonos de lo que va a pasar, de lo que ya está pasando. A veces, el ego de un ser inteligente lo traiciona y le hace callar o, peor aún, le hace vociferar y perder la razón. Este show no grita ni calla. Este show ríe, ríe a carcajadas y humilla a sus espectadores haciendo algo maravilloso: los coloca ante un espejo y consigue que no se den cuenta de lo estúpidos, alienados y manipulados que están. Ellos y nosotros. Todos. Y no, no estoy hablando de Black Mirror. Estoy hablando del Black Mirror de Black Mirror: esa joya llamada South Park.

South Park 2

Ahora mismo los lectores se dividirán en varios grupos. Algunos sonreirán porque estarán de acuerdo en que la creación de Trey Parker y Matt Stone es la más cruda, salvaje y brillante crítica social que existe. Otros, incluso, puede que dejen de leer porque para ellos South Park es estúpida, zafia, carne de cañón para adolescentes; estos creen que carece de la sutileza digna e inteligente de grandes obras. Otros seguirán leyendo, por curiosidad, para saber la conclusión, aunque la conclusión ya ha sido dicha en el título.

Por supuesto, Black Mirror es una gran serie de televisión. Algunos de sus estremecedores capítulos nos hacen retorcernos en nuestros cómodos asientos; avergonzarnos a veces, reflexionar otras, y -atentos, aquí viene- admirar la crítica social que supone. Black Mirror es brillante, pero como todo lo brillante, es víctima de esos seres que viven entre nosotros, ocultos en sus cavernas, que salen de vez en cuando no para opinar sino para juzgar y no dejar lugar a dudas… ¿Os suenan? Son los intolerantes. ¡Por lo visto llevan siglos viviendo entre nosotros! No hay nada más importante que la libertad y el respeto cuando se discute. Estos seres de cavernas desconocen estas aptitudes: ellos sólo gritan, no ríen. Solo juzgan, no hablan.

Black Mirror no se anda con medias tintas, tampoco es excesivamente sutil, aunque lo es en cierta forma. Los chistes y opiniones de algunos artistas están demasiado coaccionados por sus jefes por, como siempre, el dinero que hay detrás -”Puedes hacer esto… Pero ojo con decir esto. Debes suavizar esto… Corrige esto otro… Cuidado con eso que estás poniendo, diciendo, gritando, OPINANDO”-. Por todas estas razones y mil millones más, una serie como South Park es tan necesaria hoy en día.

No estamos hablando de una mordaz sátira, no estamos hablando de una compleja broma para intelectuales; no estoy hablando de un arma para intolerantes. Estoy hablando de cerveza y sonrisas, risas y relajación para el alma y nuestras opiniones. ¿Qué más da que no estéis de acuerdo conmigo? En el mundo no hay gilipollas, sólo hay afinidades, y esas afinidades hacen que conozcamos a las personas que queremos.

Cuando alguien os recomiende South Park, escuchadle, por favor. No os lo digo, os lo imploro. Cierto es que hay capítulos muy, pero que muy brutos. También es cierto que a veces esos capítulos no tienen más pretensión que la de entretener. Pero en conjunto, cada temporada es tan desternillante y está tan bien hecha y escrita -sí, escrita- que se nota lo muchísimo que se ha tenido que estar riendo todo el equipo mientras la escribía. Riéndose de ellos mismos, de nosotros, de todos… Pero lo verdaderamente importante es que todo el mundo ría. Y si además de una carcajada gratificante consiguen que pienses en lo que ellos han querido contarte, mejor aún. Hay que saber ver los árboles más allá del bosque y los creadores de South Park han sabido ser vanguardistas, valientes, inteligentes y estar al día en todo lo que la sociedad occidental está viviendo -y vivirá- con ninguna otra serie, película, libro o creación reciente. Y no han usado la sutileza, han usado el humor grueso, salvaje y libre que les caracteriza. Genios.

La comedia que nos hace reflexionar, la comedia que parodia los apretados corsés en los que respiramos día a día, es la más auténtica y esperanzadora arma de libertad que existe en el arte de la comunicación. South Park se sirve de la vulgaridad, de las más truculentas reflexiones y del más miserable fango humano para darnos una sonora bofetada a todos, esclavos de opiniones ajenas en redes, palabras dichas y gritadas, miradas inquisidoras. ¿Acaso estoy diciendo que todos aquellos a los que no les convence South Park son intolerantes que no ven más allá de sus narices? Claro que no. Pero quiero, necesito, que me convenzan de su opinión, aunque yo no la comparta. Porque eso es libertad de expresión, en eso consiste la democracia, en respetar las opiniones de los demás, por incomprensibles que nos parezcan.

¿Os estoy obligando a verla? ¿Intento convenceros? No, sólo intento deciros con la mayor de las carcajadas que South Park es tan brillante como necesaria y tan divertida como inteligente. Y a pesar de su brutalidad, es tan profunda en sus ideas como acertadísima en sus críticas.

No os digo que la veáis. Sólo os digo que si habéis leído este artículo hasta estas últimas líneas me comprometo a invitaros a una cerveza cuando queráis y a seguir hablando del tema. Y si os lanzáis a descubrir el significado del que hablo, sólo hace falta que veáis las dos últimas temporadas. Nunca, jamás, había visto algo que plasmara tan hirientemente lo que estamos viviendo hoy en día. Cada día, cada actualización de estado, cada foto de Instagram, cada recomendación en Twitter.

Y, por supuesto, la película de 1999, South Park. Más grande, más largo y sin cortes. Si aún pensáis que todo lo que atañe a esta serie es bruto y zafio significa que -lo siento- no entendisteis bien lo que supuso esta joya, esta sátira tan divertida y con más miga que otras mil comedias, dramas o lo que queráis que hablan del mundo, la política, la religión y las personas. El arte nos hace libres. Y a veces, ese arte es bruto, zafio, salvaje… Y nada sutil. Y es de puta madre.

Autor:

Sandra Lario foto Sandra lario nombrelinea decorativa

Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: «Unas cuantas Pelis». ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!

Twitter Blanca Uson


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