¿Subís? Sí, ya toca ir al pueblo
Candela Canales//
En el mundo rural somos pocos. Tal y como explica Juan Carlos Iragorri, en el 53% del territorio español vive el 15% de la población total del país. Esta es la realidad que conforma el mundo rural y, en consecuencia, el mundo urbano.
– ¿Este finde subís?
– Sí, yo creo que sí, me apetece ir a casa.
– Sí, ya toca ir al pueblo.
Cada fin de semana nos preguntamos “si subimos” Muchos de nosotros lo hacemos siempre, o casi siempre, y los que viven lejos, siempre que pueden. Hay gente que podría preguntarse por qué ir a un pueblo viviendo en Madrid, Mallorca o Zaragoza pero lo que nos lleva a hacerlo no es la vida cultural (o la ausencia de ella) o los grandes planes. Lo que te empuja a subir siempre que puedes es: volver a casa.
¿Qué es entonces un pueblo? Son los amigos a los que conoces desde los tres años, el bar al que vas cada fin de semana, el vecino que te encuentras que se sigue pensando que estás en primero de carrera, la gente que se ha quedado, porque hace falta valentía para irse lejos pero también para quedarse en el mismo sitio que te vio crecer. El concepto de pueblo y ciudad ha cambiado mucho en la actualidad. No existe una sola ruralidad, como no existe un pueblo o ciudad igual, las diferencias territoriales, culturales y productivas son las que determinan la entidad territorial. Para la CEE, la “noción de espacio rural implica no solo una simple delimitación geográfica, sino que se refiere a todo un tejido económico y social que comprende un conjunto de actividades muy diversas: agricultura, artesanía, pequeña y mediana industria, comercio y servicios. El mundo rural (…) abarcaría los espacios naturales y cultivados, pueblos, aldeas, pequeñas ciudades y centros regionales, así como las zonas rurales industrializadas”.
Si no es solo una cuestión geográfica ¿está definido por la cantidad de población? Este es el criterio más objetivo y utilizado en multitud de estudios pero tiene grandes inconvenientes puesto que hay asentamientos rurales en las áreas de influencia de las ciudades que ya forman parte de ellas. La expansión de las ciudades está provocando que “los pueblos de las afueras” se conviertan en barrios y, en unos años, en parte de la ciudad, aunque en muchas ocasiones en forma de ciudades dormitorio. El trabajo, los servicios y las comodidades que aporta vivir cerca de la ciudad son parte de las razones por las que cada vez más gente se traslada a estas localidades.
Algo más que campos y vacas
Cuántas veces habremos oído hablar de lo rural y lo agrario como sinónimos. Esta simplificación omite la cantidad de actividades y agentes que existen en los pueblos y que conforman su panorama social y laboral. Sí que es cierto que a lo largo de los años la agricultura y la ganadería han sido el principal motor económico del entorno rural. La gente tenía una explotación ganadera o agrícola que le permitía vivir de ello. En la actualidad, resulta más difícil subsistir dedicándose exclusivamente al sector primario, lo que ha obligado a que las personas cada vez estén más pluriempleadas. Sin embargo, la agricultura y la ganadería mantienen su importancia, no solo económica, sino también ecológica. Según cuenta Fátima Cruz en Género, psicología y desarrollo rural: La construcción de nuevas identidades: “La agricultura ha modelado los recursos naturales, transformando y domesticando los espacios agrestes. La desaparición de la actividad humana puede convertirse en un verdadero desastre ecológico”.
Esta evolución laboral se debe también a la globarrurización. Rosa María Jiménez ha trabajado con este concepto para explicar la situación en los pueblos de Alicante y aduce que se trata de un proceso de transformación rural, consecuencia de la globalización: “Los desequilibrios entre los medios rural y urbano se resumen en un habitual retraso económico y social de los primeros frente a los segundos, aunque recientemente se haya producido un fenómeno de difusión de sus fronteras tradicionales y se haya superado la concepción eminentemente agraria de las áreas rurales”. Este proceso tiene su parte negativa, ya que se generan dudas sobre las consecuencias de la globalización en las desigualdades económicas y políticas, además de ocasionar posibles pérdidas en las identidades culturales de cada región. Sin embargo, también tiene sus brotes verdes porque permite un mayor desarrollo de la región y atraer a gente joven a los pueblos.
En el mismo informe, Jiménez recoge las declaraciones de autores como Barrere que, ya en 1988, argumentaba que la globalización contribuye a la homogeneización cultural: “De manera que las pautas y comportamientos urbanos se han expandido hacia el medio rural; aunque del mismo modo, los valores y modos de vida rurales también se han revalorizado”.
Un nuevo turismo
Esta revalorización de los modos de vida rurales la comprobamos con el turismo. Cada fin de semana de invierno muchos zaragozanos salen de su ciudad dirección Formigal, Candanchú o Astún.

Miles de personas que deciden escapar de la ciudad y pasar unos días en un entorno “natural”. Todo lo natural que pueden ser unas pistas de esquí, claro. No es exclusivo del invierno, cada vez es más común leer en las noticias en verano el número de rescates en alta montaña que se producen o las largas filas que se forman para subir al Aneto. Jiménez insiste en que el turista actual reclama espacios naturales y es “mucho más exigente y que viaja en busca de experiencias distintas a su entorno urbano, propone al medio rural como un destino a desarrollar”. Estos nuevos modelos de turismo han propiciado la aparición de nuevos tipos de alojamiento: casas rurales, apartamentos turísticos y hoteles con encanto, que permiten al turista disfrutar de un entorno natural y tranquilo cerca de los lugares de ocio.
El desarrollo del turismo ha provocado que en muchas zonas se convierta en el principal motor económico. Los modelos de producción han cambiado. Esto conlleva un riesgo inmediato, puesto que, si no nieva hasta finales de diciembre, como ocurrió en 2018, los empleados de las pistas de esquí (y todos los empleos relacionados) trabajan menos tiempo, por lo tanto, la economía local se resiente. La tendencia actual en muchos lugares es sustituir la agricultura por el turismo, en vez de complementar ambas actividades llevándolas a cabo de forma coherente y respetuosa con el entorno.
También encontramos pueblos como Anento. En 1981 había 11 habitantes censados; en 2015, 105 habitantes. El turismo ha sido el principal motor económico de esta localidad que se ha convertido en uno de los pueblos más bonitos de España. En este caso, la actividad turística ha salvado un pueblo que, de otra manera, habría sido abandonado por completo y se habría perdido su patrimonio.

El turismo de sol y playa ya está muy visto y, en muchas ocasiones, el turismo rural puede dar una experiencia más individualizada y flexible, principalmente, gracias a las nuevas formas de alojamiento. Blanca García Henche explica que “la oferta turística rural ha de adaptarse a las exigencias de esta demanda, lo que implica más flexibilidad y alojamientos y pueblos adaptados a las necesidades emergentes”. Sin embargo, el medio rural no ha sido ajeno “al urbanismo salvaje en forma de urbanización y segundas viviendas”. En la revista Página, Francisco Castejón aborda este asunto, asegurando que es necesario cambiar los modos de vida en las ciudades y llevar a cabo una reconversión, también en el aspecto ecológico, porque “la migración del campo a la ciudad es universal, creciente y unida a procesos de modernización”.
Y el internet, ¿pa’cuándo?
Mucha gente de mi generación apenas se acuerda del internet de antes. Aquel que te impedía llamar por teléfono cuando estabas navegando (recordemos la importancia del teléfono fijo hace unos años) y en el que le dabas a abrir a una página web y tardaba tanto que te permitía realizar todo tipo de tareas mientras esperabas.
Yo viví con ese internet hasta el instituto. Cuando tenía 13 o 14 años por fin tuvimos un internet decente en mi casa, no hablo de fibra óptica ni banda ancha ni nada por el estilo, hablo de un internet que permitiese abrir más de una pestaña al mismo tiempo. Esto me ocurría a mí, mientras el resto de mis compañeros de clase podían hacer sus trabajos sin ninguna limitación, hablar por el Messenger o entrar a Tuenti. ¿La razón? Vivo en un pueblo. Un pueblo muy pequeño, es verdad. Un pueblo que hasta hoy tiene problemas de cobertura (si no quieres que se te corte la llamada, te recomiendo hablar desde la ventana de la cocina) y en el que tenemos internet y televisión gracias a nuevas empresas que han surgido en los últimos años para dar servicio al mundo rural.
Es comprensible que los servicios lleguen más tarde o incluso que sean más caros, ya que en el 53% del territorio vive el 15% de la población, pero si de verdad se quiere atajar el problema de la despoblación esta es una de las grandes tareas pendientes. Estamos en un mundo interconectado, gran parte de los trabajos te exigen una conexión a internet en casa y un smartphone siempre en funcionamiento pero en muchas zonas de España no hay cobertura o la calidad de esta es muy mala. De este asunto hablaba Juan Carlos Iragorri en el XX Congreso de Periodismo Digital de Huesca del pasado 14 de marzo. Este periodista colombiano realiza un programa de radio que llega a unas 350.000 personas desde un pequeño pueblo de Soria. ¿Cómo lo consigue? Con ayuda de la noche, “cuando se emite el programa en Colombia aquí es de madrugada y no hay competencia por el internet”. Iragorri lo tiene claro, hay que potenciar la llegada de gente joven a los pueblos y para ello es necesario dotarlos de servicios e infraestructuras, desde carreteras hasta 5G.
En la misma línea, Iragorri defendía que las políticas públicas deben ir enfocadas a mejorar la calidad de vida en los municipios rurales. “Mientras no haya exenciones tributarias para que las empresas salgan en zonas como Soria no hay nada que hacer. Se empiezan a quejar los otros preguntándose por qué van a ayudar a los de Soria, hombre, pues porque están jodidos. A mí me parece el colmo que se les dé tanto dinero a ciertas comunidades autónomas cuando resulta que allí la gente no tiene internet”.
Lo urbano como sinónimo de progreso
El desarrollo de internet nos lleva a otra de las cuestiones más relevantes del mundo rural: la educación. Si quieres estudiar algo más allá de bachillerato, tienes que irte. Bueno, depende de donde vivas, tienes que trasladarte todos los días para ir a clase en cualquiera de los niveles educativos.
A los tres años, mis padres empezaron a montarme en un autobús escolar todas las mañanas a las 8:00, este autobús venía hasta mi puerta y me dejaba en el colegio, aunque de camino parábamos en varios pueblos a recoger a otros niños. A las 5:00 de la tarde, tras comer en el colegio, el mismo proceso pero al revés, me tenían de vuelta a casa sin necesidad de ir a buscarme. Quizás te preguntes: ¿por qué hay que invertir dinero público en ese transporte?, ¿por qué se beca el comedor de los niños transportados? Muy sencillo, si no se hiciese, habría que poner un colegio en cada pueblo, aunque solo viviese un o una menor, como era mi caso. Como esto no es viable, se crearon los Colegios Rurales Agrupados.
Un Colegio Rural Agrupado (CRA) está formado por la agrupación de escolares de diferentes localidades en torno a una sede que se convertirá en la cabecera de este centro. De esta manera, se junta en un mismo centro a niños y niñas de diferentes localidades. Sin embargo, no es el único tipo de educación rural que encontramos, los CRA se forman cuando “varias escuelas rurales ya consolidadas deciden iniciar el proceso de constituirse porque ya venían funcionando desde hace tiempo de forma coordinada y con un proyecto común”, según Roser Boix en La escuela rural: funcionamiento y necesidades. Las escuelas rurales de 3, 4 o 5 niños siguen existiendo, aunque cuando aumenta el nivel de estudios estos alumnos también acaban en el Colegio Rural Agrupado.
Al final, estos colegios no se diferencian tanto de los que existen en la ciudad en cuanto a calidad y servicios prestados, pese a que en muchas ocasiones se traslada la idea de que los centros rurales tiene más carencias. Esta concepción no solo afecta a la educación, Fátima Cruz asegura que a veces se ha presentado lo rural y lo urbano como dos realidades antagónicas, donde lo rural se asociaba a “lo estable, integrado, rígido y al control social y lo urbano al dinamismo, modernidad, flexibilidad y libertad individual”.
De la ciudad al campo
Pero no todo el mundo tiene este concepto del campo. Desde hace unos años la migración de la ciudad al campo ha aumentado, a causa de lo comentado sobre la revalorización de los modos de vida rurales. Hace 26 años, mis padres dejaron la vida en la ciudad para cumplir un sueño, tener su propia casa en un entorno natural alejado de las grandes aglomeraciones. Cruz explica que este tipo de migración se ha incrementado en las últimas décadas: “Los asentamientos rurales vienen siendo receptores de nuevos pobladores urbanos, que van cambiando las actitudes y actividades en los pueblos, contribuyendo a una mayor diversificación sociocultural en estos entornos, acelerando los procesos de cambio. Aunque, en muchos casos, es hacia localidades rurales cerca de las ciudades, no a pueblos pequeños”.
Esta nueva migración tiene un efecto en las zonas rurales en las que se produce, la gente joven puede aportar nuevas ideas para dar vida a los pueblos. “La propuesta de las formas de vida del medio rural como alternativa global adolece de una idealización de ese mundo que ignora los inconvenientes y limitaciones que tiene”, según Castejón. Se da por hecho que en todos los pueblos las relaciones son iguales y todos sus habitantes son “respetuosos con el medio y felices con sus vidas. Se ignora que el medio rural está frecuentemente dominado por formas de vida comunitarias opresivas para quien se atreve a vivir de forma distinta a la comunidad”. Como todo proceso de cambio, se generan conflictos entre los nuevos habitantes y los “de toda la vida”.
Sin embargo, es evidente que el medio rural ofrece una serie de ventajas, porque se vive más cerca de la naturaleza, lo que implica una vida más sana. (…) En general, se goza de una vida más tranquila, con menos ruidos, con menos prisa y estrés. El medio rural nos ofrece una mayor calidad de vida”.
Hay que destacar también las formas sociales de relación en el medio rural, mucho más cercanas y más comunitarias que en las ciudades. En un pueblo, todo el mundo se conoce (esto también puede ser un inconveniente) y opina de todo lo que ocurre. Por un lado, Castejón asegura que esto ofrece “más solidaridad, menos soledad y más acompañamiento pero, por otro, puede suponer una merma de la libertad individual”. La gente que se traslada al campo impacta en la sociedad a la que llega y de la que forma parte, “supone una revitalización demográfica, ya que suele tratarse de gente más joven y reducen el abandono al que se ha visto sometido el campo”. Gracias a estas personas aumenta la población en pequeñas localidades y se le da una nueva vida al mundo rural.
¡Cómo han cambiado las cosas en unos años! Ahora, en mi pueblo de 10 habitantes, hay gente que vive todo el año y trabaja por internet. Si alguien me lo hubiese dicho hace una década habría pensado que estaba loco o que no le había escuchado bien desde mi ventana.
-¿Este finde subís?
– Sí, ya toca.