Doce días y dos mil treinta y siete productos
Andrés Lasso Ruales//
Ocho ecuatorianos reclutaron a más de treinta personas y crearon el mayor centro de acopio de ayuda en la ciudad de Buenos Aires para los damnificados del terremoto que azotó al Ecuador el pasado 16 de abril.
Seis acciones: recolectar, recibir, clasificar, contar, separar y ordenar. Un proceso que se repitió durante doce días, en doscientas ochenta y ocho horas a dos turnos por jornada divididos: en una tanda de seis y otra de cuatro horas. Un restaurante ecuatoriano que se ubica en el centro de la capital argentina, sobre la calle Salta 525, en el barrio Constitución, una zona tradicional para los porteños, sirvió como cuartel general para la recepción de las donaciones.
Cuando uno ingresa al local, puede observar que el cielo raso es azul, el amarillo reluce a la entrada de la cocina y a un costado hay una pared de color rojo. Del otro lado, un paredón anaranjado y, justo en el medio, está colgada la bandera con el característico escudo que representa al Ecuador. Al fondo, en el último cuarto, resalta una pared verde agua que está adornada con el estandarte de la ciudad de Guayaquil, capital de la Provincia de Guayas. El comedor tiene 14 mesas en donde caben de 10 a 25 personas y pertenece a la guayaquileña, Digna Ramón Ruano, más conocida como la Tía, por eso su local se llama: El Fogón de la Tía. La dueña y chef siempre se acerca a saludar a su clientela con una sonrisa cargada de alegría y, al ver esa candidez desbordante, las personas caen enseguida en su conquista y se sienten como en casa.
Tal vez esa actitud lleva a que cada semana concurran 250 ecuatorianos a saborear el menú de los platos tradicionales de ese país como encebollado, ceviches, zango de camarón, guatita, arroz con menestra acompañado por carne, chuleta y pescador, pero el platillo que más destaca es la famosa «bandera»: ceviche, zango, guatita, menestra, seco de carne.
En Argentina, según las estadísticas del año 2014 de la Dirección Nacional de Migraciones del Ministerio del Interior y Obras públicas de la presidencia de la Nación, hay más de dos mil ecuatorianos.
Sandy Ortiz, guayaquileña de 30 años, ahijada de ‘La Tía’, y también trabajadora del establecimiento, contó que el restaurante abrió en septiembre de 2015. Gracias a la sazón de Digna, El Fogón de la Tía ha ganado bastantes adeptos, muchos de ellos son estudiantes de Medicina que pertenecen a la costa ecuatoriana. Ortiz es bajita y siempre se acomoda el cabello. Puede que sea porque todo el tiempo se le revuelve, al tiempo que cobra, ofrece los platos y, además de servirlos, también ayuda con la revisión de lo que falta en la cocina de Digna. En su tiempo libre, Sandy estudia Geología en la UBA (Universidad de Buenos Aires).
Después del terremoto, Ortiz se comunicó con un cliente frecuente y amigo de la casa, Jonathan Árevalo. Este esmeraldeño —de la provincia de Esmeraldas, al noroeste del Ecuador— de 27 años se encuentra culminando su carrera de Ingeniería Electrónica en la Universidad de Belgrano. Lleva viviendo en Buenos Aires durante una década. Su facha es cuidadosa, lleva dos pendientes pequeños y brillosos en cada oreja, un reloj Tommy Hilfiger, pantalón azul marino, chaqueta de cuero color café a juego con sus zapatos deportivos. También usa un pañuelo palestino para cubrir su cuello del frío que comienza a imponerse en Buenos Aires.
Ambos, Arévalo y Ortiz, gestionaron para que El Fógon de la Tía funcionara como centro de acopio. “La primera reunión arrancó a las 14:00 del pasado miércoles 19 de abril y ahí comenzaron a llegar las cajas y las bolsas llenas de víveres y alimentos. Entonces a más de charlar y organizar, comenzamos a trabajar a full, tengo que destacar que no sólo fuimos ocho sino que en ese día se fueron sumando más personas y en forma paralela planificábamos y recibíamos las donaciones. Fue extenuante pero sirvió para los siguientes días”, contó Arévalo.
Al fondo del restaurante de doña Digna, como también se la conoce a la Tía existe un pequeño patio con una corta escalera negra de metal que conduce a un cuarto bastante amplio: la habitación que se convirtió en el búnker recolector de estos ocho jóvenes activistas.
En ese ambiente, a un ritmo casi marcial, con disciplina y orden, los voluntarios y otras personas que se fueron sumando a través de los días recolectaron diferentes alimentos, productos de higiene y hasta comida para perros. 2037 productos en total, sobre los que destacan las 282 fundas de fideos, 262 jabones de tocador, 160 fundas de arroz y 103 latas de atún.
La clasificación de los productos que iban llegando al centro de acopio supuso un trabajo arduo cada jornada, así lo comentó Carolina Pérez oriunda de la ciudad de Ibarra, al norte, pero criada en Guayaquil, el principal puerto ecuatoriano: “Desde que empezó el voluntariado nos propusimos no caer en la novelería sino a colaborar de verdad. Por ejemplo, nuestras cajas se encuentran bien embaladas, bien empaquetadas y con su nombre correctamente escrito. Para mí, el trabajo del equipo fue prolijo”. Sonríe cuando termina su cita, su mirada se enciende más por la emoción cuando describe cómo arreglaba y sellaba los paquetes con sus compañeros al final de cada jornada.
La categorización fue minuciosa: cada artículo tenía que llevar su descripción y estar bien sellado. Esa indicación la dio Tamara López, otra voluntaria con el pelo negro azabache lacio y de rasgos finos: “se dividía todo porque la embajada ecuatoriana así lo pidió. Por ejemplo: pañales en una caja; en otra, lentejas en fundas; y otra de lentejas enlatadas. Y así con todos los víveres que llegaban, cada producto fue un paquete diferente, un trabajo que demandaba bastante rigor”.
La joven de 27 años y nativa de Quito trabajó ocho horas durante dos semanas en el Fogón de la Tía y faltó tres días a clases. López cursa la carrera de Edición en la UBA y fue una de las primeras en integrarse.
Antes de que se conformase el grupo, la chica ya recibió donaciones en la residencia donde vive, en el barrio de Villa Crespo. Junto a Laila Zambrano, una joven de Manabí 27 años, proveniente de Manabí —la región más afectada— estaban recibiendo las donaciones en sus casas. “No nos conocíamos, yo comencé a postear en Facebook y ahí propuse organizarnos para donar”, indicó Zambrano que se comunicó primero con Tamara López y luego siguió de forma indefinida colocando informaciones. Después, Jonathan Árevalo vio sus publicaciones y enseguida sugirió el lugar. “Ahí empezó todo”, comentó la choneña de tez blanca, cabello liso con rayos dorados, cejas gruesas y bien delineadas que, según sus compañeros, fue la ideóloga: la primera que recibió cuatro mil guantes, algunos enlatados y bastante ropa en su casa que se localiza en el barrio de Palermo.
Cada jornada se hacía más pesada, según la opinión de Stefany Gudiño, de tez morena, alta y corpulenta. Explicó que existían dos horarios, el primero era de 12:30 a 18:00 de la tarde y el segundo de 18:00 a 22:00 horas y durante esos días muchas veces se quedaban más tiempo de lo programado: “En la noche a veces había de cinco a seis personas con las diferentes tareas definidas: las que detallaban la recepción, las que clasificaban, las que empaquetaban, las que contaban, las que organizaban en un Excel y delimitaban el inventario al final del día… con esto te digo que algunas jornadas en estas dos semanas nos quedábamos o permanecían mis compañeros hasta la 01:00 de la mañana, realmente fue duro”.
Los ecuatorianos Iván Maza y Henry Bonilla se habían conocido por el amor al Barcelona Sporting Club, el equipo más popular del fútbol ecuatoriano. Según Maza, apenas cuando se enteró del terremoto recordó a sus familiares que vivían en la ciudad de Calceta, cabecera del cantón Bolívar, provincia de Manabí. Entonces, decidió llamar a Bonilla y comenzar a recolectar. Y, a través de las redes sociales, contactaron con los otros voluntarios. “El primer turno me tocó a mí y las primeras personas que llegaron vinieron con diez bolsas. Ahí comencé a ver la magnitud de lo que estábamos haciendo. Al segundo día, ya había una gran cantidad de fundas y cajas y un sin número de productos”, comentó Maza. Según su compañero Henry Bonilla, “el éxito del grupo fue la excelente química de sus representantes, todos los que empezamos hemos llegado hasta el final, fuimos disciplinados, ordenados y metódicos e incluso en la propaganda que hicimos en las redes sociales tuvimos buena repercusión”.
El último día de recepción, los ocho voluntarios programaron un cierre especial y convocaron para celebrar la colecta a todos los residentes ecuatorianos: el festejo fue planificado en el Obelisco. Llevaron cincuenta globos, velas para homenajear a los caídos y músicos para amenizar la noche. Cuando terminó el ritual, los balones inflados con helio se elevaron hacia la punta del monumento de la avenida 9 de julio y un centenar de ecuatorianos con vela en mano cantaron Yo nací aquí, canción que ahora se ha convertido en un símbolo de unión y consuelo después de la tragedia.
Argentina no fue el único lugar donde los residentes ecuatorianos se unieron para ayudar a las victímas del terremoto. Otro caso es el colectivo de ecuatorianos que estudian en las universidades de Reino Unido, que lanzaron la iniciativa SOS Ecuador . Hasta el momento han recogido más de 50 mil euros. Del mismo modo, se ha mobilizado el colectivo ecuatoriano en Barcelona, España, que organizó el evento Contigo Ecuador formado por los 349 ecuatorianos que conforman Aquí me tienes Ecuador, (https://web.facebook.com/AquiMeTienesEcuadorOficial/?fref=ts ) a un charco de distancia’ y recaudaron 12 mil euros.