¿Qué les pasó a los Yasunidos? La historia detrás del colectivo ambientalista ecuatoriano
Meybik Espinosa//
En 2014, un grupo de jóvenes que defendía las causas ambientalistas resistió durante meses para que el gobierno ecuatoriano no extrajera crudo de uno de los lugares más biodiversos del planeta, el Parque Nacional Yasuní. Dos años después el trabajo de explotación empezó.
Faltan menos de cinco minutos para que el reloj marque las diez. La incandescente mañana es el común denominador de los días de agosto en la Plaza Grande de la capital ecuatoriana, Quito. En la Plaza Grande se encuentran el Palacio de Carondelet, la Catedral Metropolitana, el Palacio Municipal, el arzobispado y un hotel. Se trata de un espacio único y al tiempo tantas veces contado y encontrado en cualquier ciudad monumental que se precie.
En la Plaza Grande, un grupo de 25 personas luce unas camisetas de color blanco que llevan impresa la palabra “Yasunidos”. Los manifestantes instan a la población para que firme en contra de la extracción de crudo en el Parque Nacional Yasuní. Muchos de ellos llevan carteles en la mano, megáfonos, banderillas, bolígrafos, formularios… Cargan con todo, movilizándose de un lado a otro; pero cargan algo más: sus sueños. Son las doce del mediodía, el poder popular de un pequeño país se vislumbra.
El Yasuní
Geográficamente, el Parque Nacional Yasuní se ubica en la Amazonía ecuatoriana. Su territorio comprende 982.000 hectáreas y la altitud oscila entre 600 y 200 metros sobre el nivel del mar. El Yasuní es el último refugio del pleistoceno en la Tierra y alberga las especies más endémicas de la zona. Por ejemplo, “el Yasuní es el hogar de 20 especies de anfibios, 19 especies de aves, y cuatro especies de mamíferos con distribuciones muy restringidas”, se lee en la página Web oficial del Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal Francisco de Orellana en Ecuador.
En el subsuelo, el Parque Nacional Yasuní (PNY) guarda una gran cantidad de petróleo, por lo que ha sido un tema de debate con cada gobierno de turno. El problema no solo se debe a la contaminación ambiental que genera explotar el crudo, también al daño que produciría a las comunidades en aislamiento voluntario que habitan allí: las Tagaeri-Taromenane. En realidad, son pueblos indígenas que no tienen contacto con la sociedad y que viven aislados, de allí su nombre.
Estas comunidades fueron creadas en 1999 como una alternativa para frenar la tala indiscriminada de árboles, reconociendo como zona protegida su territorio, que comprendía alrededor de 700.000 hectáreas en las provincias de Orellana y Pastaza. Parte de la zona protegida se encontraba dentro del PNY. En este contexto, la idea de defender la naturaleza no solo se relaciona con evitar la contaminación ambiental sino con el derecho a la vida y el respeto de los derechos humanos.
La causa
Son dos años los que pasaron desde aquel 15 de octubre de 2013 cuando Yasunidos empezó la recolección de firmas. Este colectivo nació después de que el gobierno del presidente Rafael Correa pusiera fin a la Iniciativa ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini) que pretendía mantener los barriles de crudo bajo tierra. Esto llamó la atención del mundo, sobre todo porque el campo de extracción se encontraba en el Parque Nacional Yasuní, uno de los lugares de mayor biodiversidad de la tierra. La iniciativa fue una esperanza no solo para la naturaleza sino para los colectivos ambientalistas que apoyaban la causa. La idea inicial fue que países de todo el mundo apoyaran económicamente a Ecuador a través de un fideicomiso para así evitar la extracción. Sin embargo, después de unos pocos años, el dinero recolectado era significativamente poco en relación a lo que se lograría en caso de explotar el terreno. El presidente Correa anunció en agosto de 2014 que los trabajos de explotación se firmarían.
Un camino legal
Siguiendo las leyes, el colectivo ambientalista Yasunidos se acogió al derecho a una consulta popular. Para ello, debían recolectar firmas correspondientes al 5% del padrón electoral.
En primera instancia, el colectivo validó la pregunta con la que pretendía llevar a consulta popular su causa, la cual era: «¿Está usted de acuerdo en que el gobierno ecuatoriano mantenga el crudo del ITT, conocido como bloque 43, indefinidamente bajo el subsuelo?».
Antes de la recolección, los formularios fueron aprobados por la Corte Constitucional. Durante la recolección, los activistas se aseguraron de que no existieran firmas repetidas y uno de los medios impresos más reconocidos difundió los pliegos del formulario en su versión impresa, es decir, la causa fue haciéndose notar cada vez más.
El 12 de abril terminó el plazo para la recolección. Según los miembros de Yasunidos, se entregaron 780.000 firmas. Semanas después, el Consejo Nacional Electoral —figura institucional encargada de la verificación de datos— validó solamente 360.000, las cuales no eran suficientes para llevar a consulta popular la causa.

La sede del grupo ambientalista se encuentra en uno de los barrios más antiguos de Quito, La Gasca. En la fachada, un rótulo que ocupa casi todo el ancho dice “Acción ecológica”.
La madera reciclada y el papel ecológico son el común denominador de las oficinas en esta casa. Los techos son altos y en las paredes resaltan las antiguas pancartas de Yasunidos en los tiempos de recolección de firmas. Por fuera hay un patio de cemento que a simple vista mide lo mismo que una cancha de futbol, pero todo el entorno es verde —árboles, plantas pequeñas, un mural de animales, unos columpios, resbaladeras y una casa de árbol al final del pasillol—. Llaman la atención las pizarras de tiza que utilizan para trabajar, y las Macintosh en donde ejecutan el trabajo —tienen varias—.
El tiempo empleado en recorrer la sede es suficiente para comprender la relación de Acción ecológica con Yasunidos. Acción ecológica es una organización “sin fines de lucro” (como se define) que durante años ha albergado causas ambientales que son de interés social y afectan marcadamente a las personas. Por ello, en 2014, Esperanza Martínez, presidenta de Acción ecológica, dio apertura a Yasunidos y a todo lo que representaba emprender una campaña y ocuparse de recoger firmas para la causa.
Antonella Calle, Patricio Chávez, Benito Bonilla, Eduardo Pichilingüe y Pablo Arturo Piedra fueron las figuras más destacadas durante el proceso y también son los nombres que hasta hoy permanecen en la memoria colectiva de la sociedad quiteña; los nombres que cambiaron las reglas. Quienes consiguieron que los jóvenes asumieran su papel dentro del sistema democrático actual.
Las voces del Yasuní…

Antonella Calle, tez blanca, cabello largo, ojos marrones, revisa sentada en su oficina varios documentos. La estancia es de unos 15 metros cuadrados más o menos. A la derecha, una mesa de escritorio, una silla y un baño. Viste un vaquero y una blusa de color esmeralda. Su voz es fuerte porque ha sido vocera oficial de Yasunidos. Sin embargo, al conocerla, se puede apreciar que la gravedad y fortaleza de su presencia y de su tono de voz está ligado al poder de su discurso.
– ¿Qué hacía Yasunidos para lograr que los ciudadanos firmasen por la causa?
– Les contábamos lo que estaba pasando en el Yasuní. La estrategia fue ser muy claros a la hora de explicarle a la sociedad ecuatoriana los motivos por los que el petróleo debía quedarse bajo tierra y no proceder a la excavación en el Parque. —No deja de moverse, inquieta, mientras recuerda el suceso—.
En aquellos momentos, el panorama para los activistas no era favorecedor. A la par de Yasunidos surgieron dos colectivos que también buscaban llevar a consulta popular sus propuestas. Por un lado se encontraba la consulta de los alcaldes amazónicos, que respaldaban la propuesta del presidente Rafael Correa —explotar el campo ITT—. Por otro, el Frente total de defensa de la Amazonía estaba en contra de toda actividad extractiva (todas aquellas actividades que involucren la explotación de un recurso no renovable como en el caso de la minería, la industria forestal y la explotación de petróleo) a diferencia de Yasunidos que llevó a cabo una campaña centrada en evitar la explotación de crudo dentro del Parque Nacional Yasuní.
Los Yasunidos y muchos de los periodistas que siguieron el caso de cerca coinciden en que la formación de estos otros grupos, o cuando menos su utilización, fue en verdad una estrategia del Gobierno para confundir a las personas al momento de firmar.
Eduardo Pichilingüe, analista y comunicador de Yasunidos, menciona que se llevaron una sorpresa durante la recolección, porque muchas personas estaban firmando por la causa de Yasunidos en pliegos de Frente total de defensa de la Amazonía.
– ¿Qué fue lo más difícil dentro de este proceso?-
—Eduardo espira profundo y pasa su mano por el cabello mientras responde con una larga pausa—: Lo más difícil fue combatir la sucia campaña que se hacía contra los Yasunidos. Nos relacionaban con partidos políticos, nos decían que estábamos financiados por la derecha, y por supuesto, nada de eso era cierto.
Lo que sí era cierto es que Yasunidos no contaba con los recursos para llegar a tanta gente como tenía el Estado.
Benito Bonilla, periodista de Yasunidos, desde uno de los jardines de la casa del colectivo, con las rodillas flexionadas en forma de A, las manos cruzadas, una coleta y un vaso de café cuenta su versión:
– Nosotros no podíamos pagar una publicidad masiva en medios, ni empapelar las calles, ni nada. Los recursos con los que contábamos, básicamente, eran las redes sociales y la creatividad. —Mientras habla, su boca se extiende como si lo que quisiera realmente es reír—.
Para Patricio Chávez, una de las principales figuras durante la recolección de firmas, fue una ventaja que el presidente en las apariciones públicas hablara de Yasunidos. Estas menciones funcionaron como publicidad gratuita durante el proceso.
-¿Qué logró Yasunidos?-
Patricio se ríe cómplice al reconocer que Yasunidos fracasó al no conseguir que se produjera la consulta popular. Sin embargo, afirma que se lograron muchas cosas. Por ejemplo, se evidenció que la democracia hay que ganársela, que una Constitución no siempre te la garantiza. Y que la democracia hay que construirla desde abajo, para que verdaderamente sea digna para todos. “Yo creo que Yasunidos consiguió que fuéramos conscientes de que todos hacemos la Democracia, y además, se inculcó en la opinión pública el asunto de la defensa de los derechos de la naturaleza”.
El 23 de mayo de 2014 el presidente firmó los permisos para la explotación del Campo ITT que empezaría en 2016. Yasunidos no logró su fin, se vio frustrado el proceso y también su sueño. Pablo Piedra, abogado de los Yasunidos, coloca sus brazos en la mesa y junta las manos a la altura de su rostro mientras escucha atentamente la pregunta.
– ¿Qué pasó con Yasunidos después del 23 de mayo?-
–Denunciamos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que en Ecuador no se respetan los derechos políticos de los ciudadanos, es decir, nosotros demostramos que se cometió un fraude y que al Estado no le importa.
Un plazo, una decisión y un fin
Dos metros de alto separaban a la muchedumbre del recinto electoral. El edificio tiene una construcción singular: vidrios en casi toda la fachada y piedra pómez. Una caravana se vislumbraba a lo lejos. La avenida principal fue el escenario de aquel 12 de abril de 2014.
El último día de recolección de firmas parecía el primero. Megáfonos, pancartas, personas con la camiseta blanca de “Yasunidos”. Pero las cajas ya no estaban vacías. Los pliegos con las firmas llevaban una responsabilidad aún mayor, pues en cuestión de semanas se anunciaría la decisión del Consejo Nacional Electoral.
Uno de los problemas en el momento de la verificación de firmas fue que ningún representante de Yasunidos pudo estar presente, lo que puso en tela de juicio la transparencia del proceso.

‘La espera se hizo eterna’, así califican los ambientalistas al tiempo que transcurrió mientras esperaban la verificación de firmas. A esto se sumaron las constantes publicaciones en medios de comunicación sobre el conteo, las rúbricas repetidas, y la invalidación por el tipo de papel. Se enfatizó que el CNE invalidó firmas porque el papel en el que habían firmado los ciudadanos no correspondía al autorizado para este tipo de consultas, aún cuando Yasunidos utilizó el tipo de papel siguiendo los requerimientos del Consejo Nacional Electoral y fue aprobado desde el inicio de la recolección de firmas por la Corte Constitucional. Estos factores hicieron que la espera fuera más larga que la propia causa.
Eran las siete de la mañana. En los principales diarios locales se titulaba: “Yasunidos se queda sin piso y el CNE denuncia fallos”, “Yasunidos no logra la consulta popular”, “La explotación ahora sí es un hecho”… Las lágrimas, la impotencia y el dolor fueron los sentimientos que a primera hora de mayo se manifestaron en las pequeñas oficinas de Acción Ecológica.
Ya pasaron dos años. Dos años desde que Yasunidos no logró su cometido. Pero el tiempo puede ser relativamente corto si se entiende que el trabajo del colectivo no terminó ahí. Después de dos años se reflejan las dos caras de la moneda. El Estado empezó la explotación del Campo ITT, por otro lado, Yasunidos participó en la Cumbre del clima de París y pudo contar lo ocurrido con el Yasuní. Esta denuncia a nivel mundial servirá para dejar en claro al menos dos cuestiones: que los derechos civiles son para movilizar a las sociedades; y que aunque Yasunidos no logró evitar el desastre ambiental, otros colectivos podrían evitarlo en el futuro.
Este proceso no solo desgastó políticamente el gobierno ecuatoriano sino que el derecho a la resistencia se enfatizó más que nunca. Es un mecanismo eficiente y el más claro ejemplo de que la democracia se debe construir desde las sociedades civiles de todo el mundo.
¿En serio?
¿No van a poner nada de como el mundo hizo oidos sordos a una propuesta revolucionaria (la iniciativa ITT) para no explotar el petróleo del Yasuní?
Por favor.
Hola Meybik Espinosa, me gustaría hacerte algunos comentarios sobre la iniciativa Yasuní, te dejo aquí un documental que realicé hace unos años: https://www.youtube.com/watch?v=OKngjg1t4aM&t=8s