2017 promete, VOL.1: No elijas la vida, elige Trainspotting
Dani Calavera//
Primera entrega de la revisión de nuestro crítico de cine, Dani Calavera, de lo que está por venir en 2017. En el volumen 1, un clásico que regresa: Trainspotting, cuando eliges no elegir.
IMPORTANTE: Imprescindible escuchar Lust for life de Iggy Pop mientras se lee este artículo.
En 1993, Irvine Welsh publicó una novela que se convirtió en un éxito de crítica, recibida con entusiasmo por los lectores del mundo y adaptada posteriormente al teatro. El título de la misma se debe a un capítulo en el que los personajes de Begbie y Renton conocen a un borracho en una estación de ferrocarril abandonada, que les pregunta si están haciendo Trainspotting, en referencia a la afición popular en el Reino Unido de observar los trenes pasar por las vías. Quizás la más ensalzadora crítica que recibió el texto de Welsh sea la siguiente, citada por una revista, cómo no, escocesa: «Merece vender más ejemplares que la Biblia».
El caso es que apenas dos años después de su publicación, Danny Boyle, por aquel entonces joven prodigio del cine inglés, adaptó la novela a la gran pantalla regalando al mundo, a los noventa y a toda una generación una de las películas más libres y brillantes que se recuerdan. Porque, por supuesto, esta novela respiraba cine. ¿Dónde visteis Trainspotting por primera vez?, ¿Dónde escuchasteis hablar de ella? ¿La descubristeis en el cine?
Quizás sea de los títulos que más merecen un visionado en televisión, pero en una televisión rancia y pequeña, dentro de un piso destrozado —si no es el vuestro y no recordáis por qué estáis ahí, mejor—, después de una noche de sábado, despertando con una resaca bestial y con la boca acartonada. Que no os de pena verla en estas condiciones, añade puntos.
Una espiral de situaciones tan brillantes como salvajes y tan divertidas como profundamente desgarradoras nos introducen en el (sub)mundo de Sick boy, Begbie, Spud y uno de los mejores personajes de la literatura y el cine de las últimas décadas: Mark Renton, el yonki filósofo entre los yonkis… filósofos. Aún vibra la adrenalina por las venas de las aceras al son de Lust for life, de Iggy Pop, acompañando la carrera inicial de Renton y Spud.
«Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos…»
Recuerdo tener 14, 15 o quizás 16 años… ¡A quién voy a engañar! No recuerdo el momento, soy incapaz de enmarcar el cuándo o el cómo la vi por primera vez. Pero sí recuerdo las sensaciones de esa edad, con cosas tan geniales como también olvidables… muy olvidables. Como debe ser. No sé si es maduro reconocer que todos somos unos gilipollas a esa edad, tampoco sé si cambiamos o seguimos siéndolo, porque, como bien cita Renton en una de las mejores escenas de la película, «dentro de mil años no habrá ni tíos ni tías, sólo gilipollas…»
De la misma forma que al comer un postre me viene a la cabeza el strudel de Malditos bastardos, visitando un hotel recuerdo El resplandor o en un aeropuerto rememoro el final de Casablanca, cada vez que salgo y entro en un local de madrugada, recuerdo esa escena. Y no han pasado ni mil años, quizás ya nos estemos transformando, o quizás no hay que hacer caso porque, como bien sigue la frase, «…a mí me parece de puta madre, lástima que nadie se lo dijese a Begbie».
Nos reímos con muchos momentos viéndola antes de los 20 y, pasada esta edad, cuando supuesta o imaginativamente hemos madurado, pensamos en todo lo que esta historia esconde detrás. No se trata de contar lo que todos queremos ver, ni mucho menos, este relato de jóvenes yonkis y delincuentes de Edimburgo es presentado tal y como debe ser, pero adornado por una dirección perfecta, banda sonora brutal y una cámara poseída por todas las drogas habidas y por haber.
«…Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos…»
¿Os habéis fijado en el detalle de que, gracias a su montaje, somos partícipes de los estados de cada miembro del grupo a la vez? Bien sea por una narración en off o por cuando su protagonista se está desintoxicando en esa pequeña habitación, tan larga como un día sin tabaco. Olvidad el contexto, nos la cuelan por la escuadra y nos lo tragamos con patatas.
No fueron pocos los que imitaron su estilo único, y tampoco fueron pocos los que se dieron cuenta de lo evidente: Boyle emula en varias escenas el estilo de La naranja mecánica de Stanley Kubrick, desde la discoteca en la que Tommy y Spud hablan sobre relaciones sentimentales hasta, sencillamente, la presentación. ¿Película maldita? De eso nada, son mediados de los 90 y sí, George Michael por fin ha salido del armario, ha pasado la moda de los calentadores y las mallas y ningún dictador europeo o americano amenaza el mundo occidental.
Y todo va según el plan previsto, ya a nadie le importa nada. Inventemos causas con las que discutir y veamos programas que embotan el cerebro en la tele, hoy día tenemos más armas con las que elegir la vida: Twitter, Facebook, Instagram… Este título de culto no sólo goza de libertad, también de una genial campaña publicitaria. Os reto a que nombréis un cartel mejor diseñado acorde al film que anuncia. No lo hay.
«…Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura…»
¿Y qué hay del vocabulario? Hay que ver qué bien queda un texto adaptado de un buen libro salpicado de faltas e insultos. Nadie puede insultar en español como lo hacen las voces de Trainspotting por una razón muy sencilla: el inglés es el idioma que parieron nuestros padres de estilo de vida, por mucho que nos pese. La civilización capitalista en la que vivimos ha condicionado nuestra forma de hablar; los personajes que los artistas han creado, si son jóvenes delincuentes, villanos, alejados del bien —es decir, los más atractivos— pueden permitirse hablar así —ellos—… Pero no el resto de personajes —nosotros— que, desgraciadamente, tenemos que conformarnos con vivir los momentos más aburridos que hay entre las mejores escenas de nuestra vida. Este film es uno de los mayores exponentes de esta idea.
«…Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte… Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba a querer yo hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?»
Danny Boyle se confirmó como lo que es, un gran director. El libro de Irvine Welsh se consagró definitivamente. Los actores que dieron vida a los protagonistas —Mcgregor, Bremmer, Carlyle, Lee Miller, Mckidd, Mcdonald, Mullan…— rara vez estuvieron mejor y los recuerdos que os vengan a la memoria cuando intentéis descubrir, serán tan libres como olvidables y tan geniales como entrañables. Porque así son las escenas que pasan entre las mejores de nuestra vida. Y también espero que no podáis recordar el momento exacto. ¡No os esforcéis! La canción se acerca al final, y lo único que debe haber ahora en vuestro rostro es una sonrisa ladeada, rememorando resacas y trastadas varias.
Normalmente una película tiene un final abierto o cerrado, y otra de las mayores virtudes de Trainspotting es que no tiene un final abierto ni cerrado. La historia termina como debe; al igual que el detestable y adorable Alex de La naranja mecánica, Renton llega al final de su camino de la única forma que sabe y puede hacerlo. Porque él es así y punto. Llevamos veinte años esperando la reacción de Begbie, el agradecimiento de Spud, la evolución de Sick Boy y el regreso de Mark. No lo dejaron abierto, tampoco cerrado, acabó como debía acabar.
“… ¿Por qué hice lo que hice? Podría ofreceros un millón de respuestas, todas falsas. Lo cierto es que soy una mala persona, pero eso va a cambiar, yo voy a cambiar. Es la última vez que hago algo así. Ahora voy a reformarme y dejar esto atrás, ir por el buen camino y elegir la vida. Estoy deseándolo… Voy a ser igual que vosotros…”
Este 2017, el equipo entero capitaneado por Boyle vuelve para contarnos la segunda parte de las aventuras de Renton, Begbie, Sick boy y Spud adaptando Porno, la nueva novela de Welsh que nos devuelve a las aceras que rezuman heroína y música de Trainspotting.
Ningún miedo, da igual el resultado porque no presenciaremos otro ejercicio de banalidad como lo son casi todas las secuelas y remakes. Lo importante es que el momento en el que la veamos sí que vamos a recordarlo. Eso es lo único que debéis tener en cuenta antes de que nos lancemos a nuestros teléfonos móviles y gritemos con frases “mordaces” e “inteligentes” nuestra opinión sobre T2. Trainspotting, una opinión que desearemos le importe a alguien en alguna parte. Y ahora que ha terminado Lust for life de Iggy Pop, haced el favor de poneros a escuchar Underworld de Born slippy, mientras Renton sonríe desenfocado cruzando el puente de Londres, derecho a los veinte años que separan nuestros destinos, nuestras mejores escenas vividas, nuestra elección de no elegir la vida. Nuestra elección de elegir Trainspotting.
“… El trabajo, la familia, el televisor grande que te cagas, la lavadora, el coche, el equipo de compact disc y el abrelatas eléctrico, buena salud, colesterol bajo, seguro dental, hipoteca, piso piloto, ropa deportiva, traje de marca, bricolaje, teleconcursos, comida basura, niños, paseos por el parque, jornada de nueve a cinco, jugar bien al golf, lavar el coche, jerseys elegantes, navidades en familia, planes de pensiones, desgravación fiscal…
… Ir tirando mirando hacia delante hasta el día en que la palmes”
– Mark Renton.
Autor:
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![]() ![]() Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: «Unas cuantas Pelis». ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!
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