Delitos y cine: programación de la Filmoteca y el Cerbuna y ciclo de cine mudo en Filosofía y Letras

Jorge Marco, Pablo Gracia y Julio Beltrán//

Programación cinematográfica para la próxima quincena disponible en la Filmoteca de Zaragoza y en el Cine-club Cerbuna, así como programación del ciclo de cine mudo de la Facultad de Filosofía y Letras (¡con piano en vivo!)

 

Sonata de Otoño (Ingmar Bergman, 1978)

La película arranca con un engaño. Viktor habla directamente a cámara haciendo un pequeño resumen de la vida de su esposa Eva que, visiblemente emocionada, escribe mientras tanto una carta en el fondo de la habitación. El que parece que va a ser el protagonista de la historia actúa como mero introductor de una película en la que va a pasar a un segundo plano, siendo omitido en la tormenta que se levantará más tarde.

Sonata de otoño presenta la lucha de una madre y su hija, Eva y Charlotte. La primera es una abnegada cuidadora con una inseguridad infantil, la segunda una reconocida pianista que lleva años cosechando éxitos. Como buena artista, es vanidosa y egoísta; tras aceptar la invitación de su hija y encontrarse con ella sólo sabe hablar de sí misma. Aun así los abrazos y las palabras amables consiguen llenar de calor la relación entre las dos mujeres, que se miran emocionadas en silencio. No durará mucho. Esperando para cenar, Charlotte pensará entre cigarrillo y cigarrillo el motivo por el que ya no puede calmar a Helena, que padece una grave enfermedad. Mientras tanto, Eva entra y sale de la cocina bromeando con su marido sobre el enorme ego de su madre. El piano del salón desencadena la odiosa verdad que sacudirá la relación entre hija y progenitora. La noche provoca a la ira y al recuerdo y, en la oscuridad del cuarto, el amor no encuentra lugar. La constante ausencia de Charlotte en la niñez de Eva tiene consecuencias en el presente, pero también su compañía resultaba molesta. La memoria de la chica que solo quería parecerse a su madre permanece y permanecerá eternamente dañada. Las lágrimas descubren el silencio guardado desde hace tantos años, los gritos fraternos destrozan por dentro. Batalla sin sangre pero con un muerto relevante: el cariño.

Ingmar Bergman filma la eterna ruptura de una familia como nadie sabe. El ojo del maestro sueco presenta una agudeza terrible, aguantando el plano hasta que uno se encuentra perdido en la claridad de los ojos de Eva. La iluminación que en algunos momentos parece homenajear al tenebrismo de Caravaggio consigue dotar de significado a la cámara que se sitúa lejos de las dos mujeres heridas. Una de las mejores películas que hemos tenido el placer de  ver.

Lugar: Filmoteca de Zaragoza

Proyección: día 2 de mayo, a las 18:00 y a las 20:00 horas

Fanny y Alexander(Ingmar Bergman, 1982)

En el otoño de 1978, cuando la estancia en Múnich por problemas fiscales en Suecia se había vuelto insoportable para Bergman, nace el germen de Fanny y Alexander. Entonces anota en su diario: «Ya no hay proporción entre mi angustia y la realidad que la produce. De todas formas creo que sé cuál es la próxima película que quiero hacer. Es diferente a todo lo que he hecho hasta ahora». ¿Y en qué consiste esta esencial diferencia, esta abrupta ruptura? Volvamos a su diario: «Jugando puedo vencer la angustia, aliviar las tensiones y derrotar la destrucción. Por fin quiero dar forma a la alegría que, a pesar de todo, llevo dentro de mí y a la que tan rara vez y tan vagamente doy vida en mi trabajo. El poder describir la fuerza de actuar, la vitalidad, la bondad. Sí, no estaría mal por una vez».

El espectador familiarizado con la obra del director comprenderá la piedra de toque que supone, por tanto, esta película. Después de casi cuarenta años rodando la angustia humana, sentimos ahora una brisa de esperanza y viene de la mano de la infancia. Son dos hermanos, Fanny Ekdahl (Pernilla Alwin) y Alexander (Bertil Guve) las puertas de entrada a un mundo onírico, donde las fronteras entre realidad y ficción se difuminan. Para ello emplea Bergman constantes alusiones autobiográficas a su niñez, por ejemplo, el teatro de marionetas con el que se abre la película, la fabulación de historias que se insertan en el tejido de la vigilia, la linterna mágica, etc. El lector puede darse cuenta ya de algo extraño. Un señor de unos 63 años rodó en 1981 el sueño de ser niño. La magia del cine le permitió hacerlo, y solo podemos estar agradecidos.

De todas formas, los momentos de pena y gravedad también tienen su lugar en la película -no puede faltar la sinceridad en una obra maestra-, sobre todo en las escenas que giran alrededor del matrimonio entre Emelie Ekdahl (Ewa Fröling) y el obispo Edvard Vergérus (Jan Malmsjö). Pero, en general, se respira un ambiente de cariño. En la familia Ekdahl se protegen los unos a los otros, están emparentados vitalmente con el teatro, y sus celebraciones son un canto de alegría. En concreto son dos grandes fiestas familiares las que abren y cierran la película. En la primera se celebra la navidad y en la segunda el nacimiento del hijo de Emelie. En ambas abundan las carcajadas y lo que es triste se visualiza desde un punto risueño y optimista. Esta intención de filmar la cara más brillante de la vida se encarna con especial claridad en el monólogo de Gustav Adolf Ekdahl (JarlKulle) cerca del final de la película, con el recién nacido en brazos. El espectador no lo olvidará en sus días más grises. Además el predominio de mujeres en la familia, conociendo la pasión que sentía Bergman por sus interpretaciones en pantalla, ya es un gesto suyo para embellecer la historia. En concreto destaca Ewa Fröling, que lleva el papel más dramático, y Gunn Wållgren en su papel de Helena Ekdahl, la abuela sensible y coqueta que no nos cansamos de ver en pantalla. Por otra parte, la soberbia interpretación de Erland Josephson como el judío Isak, amante de la abuela, es un estilo que nos ha llegado tras toda una vida en el cine y en el teatro.

En definitiva, esta es una obra única, solitaria, pionera tanto en la filmografía de Bergman como en el marco del cine. Y aunque realizó algunos largometrajes más, podemos decir que se trata de la última película del director, el cual, eso sí, no pudo evitar la tentación de continuar varios años más en el teatro. Nos queda recomendar al espectador cuando salga con la mirada radiante de la sala, que existe una versión más larga de Fanny y Alexander para la televisión, de unas cinco horas de duración, que ampliará esa atmósfera de claridad que le acompañará a partir de esta proyección.

Lugar: Filmoteca de Zaragoza

Proyección: días 4 y 9 de mayo, a las 18:00 horas

El Silencio (Ingmar Bergman, 1963)

El Silencio no solo es una de las producciones más aplaudidas y encumbradas del director. En su filmografía y lógica interna, también es una transición, una bisagra que une al Bergman de Los Comulgantes y Como en un Espejo con el Bergman de Persona o Gritos y Susurros. Argumentalmente sencilla y conceptualmente inabarcable, Ingmar Bergman nos presenta a tres personajes que serán los vértices de un triángulo agónico y contenido. Dos hermanas y el hijo de una de ellas. Tres historias que son una misma.

Esther y Anna, en compañía del pequeño Johan, hijo de esta última, viajan a través de un país extraño para ellas, con la sombra de la guerra sobrevolando un ambiente ya de por sí bélico y hostil. La enfermedad de Esther, que le provoca ataques y asfixia, les obliga a alojarse en un hotel que será escenario de casi la totalidad de la película. A lo largo del metraje, los lazos que unen a esta extraña familia se revelan mucho más endebles de lo que podría haber parecido a simple vista, mucho más endebles de lo que ellos mismos habrían imaginado. Esther sufre la desesperación de ver a su hermana en brazos de una lujuria que seguramente ella misma anhela. Este personaje es el símbolo de la sexualidad contenida, de la contradicción y la confusión propia. Anna le guarda un gran rencor, no entiende a su hermana, cree que está siendo observada con desprecio desde la posición de autoridad moral que aparenta Esther. Por último, Johan no comprende la ambigua relación entre las dos hermanas, pero sufre las consecuencias de encontrarse disputado en aquel torbellino de rencor, sexo y muerte que no hace más que acrecentarse con virulencia conforme la sinceridad entre los personajes se abre paso a través de las máscaras que portaban en un primer momento.

Llama la atención, y por eso mencionábamos antes que se trata de una película bisagra, el enfoque y la transformación de las preocupaciones del director en este film. Bergman ya no parece tan atormentado o fascinado por la religión y el silencio de Dios; pese a seguir presentes estos paradigmas en el hilo argumental, el foco está ahora sobre las relaciones humanas, el sexo como motor de la acción, el odio, la psicología herida… En definitiva, la debilidad de los sentires humanos y su predisposición a la autodestrucción. Todas estas problemáticas serán, si cabe, más profundamente abordadas en películas posteriores, de las cuales, seguramente, Persona sea la más representativa.

A la correcta divulgación de estas cuestiones no solo contribuye un guion excepcional, también las sobresalientes actuaciones de Ingrid Thulin y  Gunnel Lindblom en el papel de las hermanas y Haakan Jahnberg en la piel de un melancólico empleado del hotel dedicado al total cuidado de sus clientes.

Quien se atreva a asistir a la proyección de esta película debe hacerlo con una predisposición especial. El visionado no es sencillo por muchos motivos: quien conozca al director sabrá que no tiene interés en poner las cosas fáciles al espectador. Requiere esfuerzo. Esfuerzo, entrega y aversión hacia cualquier tipo de prejuicio en los temas tratados. Quien cumpla estas condiciones encontrará en El Silencio una obra como ninguna otra, el más minucioso y genial ensayo sobre las relaciones personales. Sumamente excitante. Una de esas películas que, al finalizar el visionado, deseas o necesitas volver a ver para entender sus entresijos, para descifrar el misterio planteado o simplemente para maravillarte de nuevo.

Lugar: Filmoteca de Zaragoza

Proyección: días 10 y 11 de mayo, a las 20:00 y a las 18:00 horas, respectivamente

Una mujer fantástica (Sebastián Lelio, 2017)

Sebastián Lelio continúa con esta pelicula la estética de personajes heroicos que deben hacer frente a una dolorosa incomprensión social. Por ello, en su cine son de especial importancia la interpretación -en este caso de la actriz Daniela Vega- y la narrativa que huye del sentimentalismo.

En este film, Marina Vidal (Daniela Vega) es la pareja de Orlando (Francisco Reyes), que muere al empezar la película por una rotura de aneurisma. A partir de entonces Marina se ve envuelta en una red de ataques y vejaciones por parte de la familia y amigos de Orlando debido a su condición de mujer transexual. Además tendrá que pasar por conflictos judiciales y otros problemas que se van sumando poco a poco, bajo un ritmo directo y sin plétoras que Lelio impone concienzudamente.

Sin embargo Marina también encontrará algunos espacios de comprensión y apertura de mente, como en Gastón -el hermano de Orlando-, en sus amigas, o en su profesor de canto. Estos reductos de paz le sirven para ir superando las graves dificultades que existen en la sociedad de hoy en día.

Calificada por algunos de oportunista y excesivamente maniquea, lo cierto es que ha cosechado triunfos por todas partes. El Oscar a Mejor Película de habla no inglesa, o el Goya a Mejor película hispanoamericana, ambos en 2017, son solo algunos de ellos. Por tanto recomendamos sin lugar a dudas a cualquier espectador interesado en la temática social la asistencia a esta proyección, donde la crítica social aparece con un ritmo trepidante e imprevisible que engancha los 104 min del film.

Lugar: Cine-club Cerbuna

Proyección: día 5 de mayo, a las 19:00 y a las 22:30 horas; día 6 de mayo, a las 19:00 y a las 21:30 horas

120 pulsaciones por minuto (Robin Campillo, 2017)

Nos trasladamos no muy lejos en el pasado para ser testigos de una dolorosa realidad: el sida está haciendo estragos en la Francia de los ‘90. Como dice uno de los personajes de la película, el país galo tiene el doble de enfermos que Inglaterra o Alemania. Frente a esta situación, el grupo activista Act Up lucha contra el gobierno y las farmacéuticas buscando una solución que nunca llega. Entre los integrantes de esta asociación se encuentra Sean, un joven homosexual seropositivo que pronto se descubre como uno de los miembros más enérgicos y luchadores, alentando asaltos pacíficos a sedes farmacéuticas e institutos. Porque a la lista de enemigos, como la propia enfermedad o el gobierno, se añade otra igual de importante: la opinión pública. El VIH es visto en esos años como algo que solo afecta a drogadictos y homosexuales, grupos cerrados que generan rechazo al resto de la sociedad. Y precisamente por ese sentimiento de soledad y desprecio los jóvenes como Sean deben elegir entre morir luchando o morir a secas.

120 pulsaciones por minuto se nos presenta como una película que comparte la valentía de sus protagonistas, introduciéndonos en un mundo que clama por ser reconocido, con sus propias contradicciones pero repleto de ganas de vivir. Los jóvenes se despiden de los compañeros perdidos solo para gritar más fuerte y acelerar lo que más desean: una cura.

Lugar: Cine-club Cerbuna

Proyección: día 12 de mayo, a las 19:00 y a las 22:30 horas; día 13 de mayo, a las 19:00 y a las 21:30 horas

El colegial (James W. Horne y Buster Keaton, 1927)

En esta película nos vamos a encontrar con Keaton encarnando a un personaje tópico que el cine estadounidense tanto ha explotado a lo largo de su historia: el pardillo estudioso. La trama arranca el día de la graduación, donde Ronald –el personaje interpretado por Keaton- recibe una medalla por ser el estudiante con mejores calificaciones del curso. Ante tal distinción se anima a dar un discurso en el que expresa que si ha llegado a ser el mejor se debe a no pensar tanto en los deportes como en los libros. Sus palabras provocan que todo el mundo abandone el salón, incluida Mary, el amor de su vida. Tras este prólogo, Ronald llega a la universidad decidido a reconquistar a Mary, por lo que se atreverá a intentar practicar distintos deportes a pesar de sus nulas capacidades para la destreza física. ¿Conseguirá superar su torpeza para poder conseguir por fin la atención de su amada?

La principal baza de El colegial es tener como protagonista a uno de los mejores cineastas que ha dado la historia del cine mudo: Buster Keaton. Su capacidad de conseguir los gags físicos más imposibles –siempre se oponía a usar dobles- acompañados de su permanente rostro serio consiguen crear un aura cómica que sigue produciendo carcajadas 90 años después de la filmación de la película. Aun así, y a pesar del buen rato que se pasa viendo este film, podríamos considerarla un trabajo menor dentro de su filmografía, ya que con anterioridad había realizado grandes obras maestras como El maquinista de la general o El cameraman, por lo que es inevitable que en la comparación El colegial salga perdiendo. Pero, después de todo, seguimos hablando de nuestro amado Buster y nunca es mal momento para verlo en pantalla grande.

Proyección: Día 3 de mayo, a las 19:30 horas, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras

 

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