La saga que declinó: carta a los productores de Harry Potter

Dani Calavera//

Como fans literarios de la saga de Harry Potter no hemos podido evitar realizar un artículo sobre lo mucho que dista la calidad de los libros con las películas de la saga.

 

Estimado señor Potter:                                                                    

Nos complace informarle de que ha sido admitido en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Hace escasas semanas un subidón emocional me inundó como hacía tiempo que no lo hacía nada. Visité los estudios Warner Bros de Harry Potter en Londres con mi hermana, mi cuñado y mis sobrinos e inevitablemente volví a tener 12 años, los años con los que leí por primera vez Harry Potter y la piedra filosofal, la maravillosa novela de la archiconocida autora británica J.K. Rowling.

Hace nada también que Zero Grados publicó una experiencia personal de Lucía Hernández en ese viaje, un artículo tan encantador como el propio parque. ¡Y qué incorrección sería por mi parte hacer algo parecido! Nada más lejos de mi intención. Me propongo comparar en este artículo las novelas con las películas, dos vías artísticas que suelen encontrar bastantes detractores entre los fans de los libros del niño mago.

El mismo diciembre del mismo año que Peter Jackson estrenó El señor de los anillos. La comunidad del anillo, Warner Bros llamó a uno de los chicos prodigio de Steven Spielberg, Chris Columbus, para dar vida a la primera novela de Rowling y arrasar con la taquilla. Pocas veces he visto vociferar, gritar y aplaudir tanto un título tras la obertura del film en una sala de cine. Estábamos todos en el mismo barco. Que los productores se frotaran las manos daba igual; esto era genial. En un artículo que escribí sobre las que, en mi opinión, son las mejores adaptaciones literarias al cine, encumbré esta primera entrega entre las siete principales. ¿La razón principal? Es una gran adaptación. No se deja nada salvo algún detalle o pasaje que en lenguaje cinematográfico tampoco tiene mucha relevancia y, sobre todo, respeta al público al que va dirigida: todas las edades pueden disfrutarla. Harry Potter y la piedra filosofal es, pese a quien pese, una gran película que respeta el espíritu de aventuras fantásticas de la novela. Y qué admirable la decisión férrea de que todos los actores fuesen británicos, legado que duraría hasta el último film. Maggie Smith, la abuela del cine desde hace treinta años y que sigue en magnífica forma —nadie como ella para ser Mcgonagall—, Robbie Coltrane, Richard Harris, Alan Rickman —el carisma hecho intérprete—, John Hurt… Un largo y digno etcétera. Un etcétera encantador porque, admitámoslo de una vez, los mejores actores de la historia tienen acento británico.

Mención especial merece la extraordinaria partitura de John Williams. A pesar de su extensísima carrera, perfecta y sin tachones, el tema principal de la saga sigue siendo de lo mejor que jamás ha compuesto el maestro. Me atrevo a ponerlo en las primeras posiciones de su lista, junto a los temas de Superman y Star Wars.

Harry Potter

Y desde entonces, cada año una nueva aventura. ¿Por qué será que la segunda parte, La cámara secreta, es inferior narrativamente? Quizás porque la novela lo sea o quizás porque es el verdadero puente que separa el descubrimiento de la aventura. La segunda parte es la primera experiencia en este mundo ideado por Rowling en cuanto al tono que vendría después en sus novelas y films. Un tono más oscuro, una trama más compleja llena de caminos complicados… Y he aquí el fallo; he aquí la razón por la que las novelas son infinitamente mejores que el resto de las adaptaciones: las películas olvidaron que en esos caminos oscuros, la prosa de la autora jamás abandonó la aventura.

Por muchas muertes, batallas o complicadas intrigas que se formaran, los libros nunca salieron del género de las aventuras fantásticas. Las películas, influenciadas por esa propagandística sombra emo de Crepúsculo, se convirtieron durante muchas de sus escenas y, en ocasiones, en sus acabados, en thrillers dramáticos adolescentes. Por eso se formó esa curva descendente en mi opinión.

Con El prisionero de Azkaban, Alfonso Cuarón, un enorme director —cuando quiere y no viaja al espacio— contagió la aventura adolescente con destellos de thriller de un ritmo vertiginoso, un humor contagioso y un conocimiento de causa digno de aplauso. No es de extrañar que esta tercera parte sea la favorita de la crítica y gran parte del público. Es tan entretenida como divertida y está dirigida con un pulso endiablado, poseído por un swing lleno de jazz y magnífica fotografía. Es muy aplaudible y genial que Cuarón se saliese de la línea y pusiera un sello tan bien firmado. Por no hablar de que en una misma escena estuvieron presentes Alan Rickman, David Thelwis, Gary Oldman y Thimoty Spall, además de Emma Thompson, tan divertida como entrañable. Como dato curioso, ¿sabíais que Thompson y Rickman eran grandes amigos desde hacía años? No sé a vosotros pero a mí, cualquier dato que haga referencia a Alan Rickman me llena un poco tras su fallecimiento, y que la gran dama Thompson fuese de sus mejores amigas me entusiasma.

Harry Potter

Mike Newell, el Gary Marshall inglés, filmó la cuarta parte con ese romanticismo del que hacía gala en sus comedias (Notting Hill, Cuatro bodas y un funeral…) y tuvo la gran responsabilidad de enfrentarse a otro puente: el villano irrumpía en escena y tenía nombre de actor colosal, de camaleón elegante. Era Ralph Fiennes. Aunque, en realidad, el rey de la función no fue otro que Brendan Gleeson y su Ojoloco Moody. Las aventuras se tornaron oscuras, con muerte final incluida pero, al fin y al cabo, fueron aventuras con final feliz, sin rastro de melancolía, que solo confirmaron que en la ficción, para empatizar con el espectador que crece con el narrador, es necesario seguir avanzando.

Y llegó el cataclismo. Llegó el momento en el que todo se fue al traste. No todo, entiéndanme. Sé que seguimos siendo fans y vamos a seguir viendo y disfrutando las películas, pero el cambio se notó demasiado. La fotografía era parecida, los actores los mismos, la puesta en escena casi idéntica…pero el tono cambió, el pulso se perdió y la aventura se vio demasiado influenciada por el thriller dramático del que hablábamos. David Yates, realizador de televisión sin experiencia en cine, fue el encargado no solo de La orden del fénix, sino también del resto de películas de la saga. Y por eso hay pocas cosas que rescatar de ellas, a mi parecer, en comparación con las novelas: porque, sencillamente, no hay comparación, no hay nada que hacer. Imelda Staunton —qué pedazo de actriz— dando vida a la odiosa Dolores Umbridge, la incorporación de los enormes Bill Nighy, Helena Bonham Carter, Rhys Ifans o Jim Broadbent y el gran recital de Rickman en la última parte —perfecto que el film empezase con él y admirable que Daniel Radcliffe luchase por una nominación al Oscar para el profesor de pociones ese año— destacan en el terreno interpretativo.

Algún atisbo de originalidad humorística hubo en El príncipe mestizo. Destaca la elegancia del final de esta sexta entrega con Michael Gambon transmitiendo humildad a cada palabra y mirada. La potente cámara de la primera parte de Las reliquias de la muerte, casi un western con persecuciones incluidas y un gran final para el Gollum particular de la saga, el adorable Dobby… En mi opinión, poco más que decir.

Harry Potter

Y llegamos al final. ¿Os gustó la segunda parte de Las reliquias de la muerte? Si es así, no me puedo creer que os hayáis leído el libro. Es entretenida y los millones de fans esperaron once años para verla en pantalla. Pero, los que habéis leído el libro ¿recordáis el final? De acuerdo que ya estaba más que asumido el tono que se le estaba dando desde la quinta película, pero la emoción de las páginas, la celebración, el clímax final de toda la saga es una maravilla en la novela de Rowling. ¿Y en el film de Yates? Únicamente cuando Harry abraza a Hagrid, de repente y porque se encuentran, tiene algo que ver con la novela. Si dejamos a un lado mi yo civilizado y habla el fan que creció leyendo los libros, les diría a los directores que se tendrían que haber dejado de profundidades sentimentales, de silencios y miradas significativas; que se tendrían que haber dejado de actos fraternales sutiles y comedidos. Queríamos un final festivo y aventurero como el libro; queríamos ver el fin de la aventura que marcó a toda la generación. No respetaron el tono y el resultado fue digno, sin más. Qué lástima que al querer hacer las cosas más profundas nos olvidemos de que no hay nada que llegue más a los espectadores que la más simple de las emociones.

Quizás algún día subsanen ese error y veamos un remake de la saga —no me disgustaría, dadas las circunstancias— o incluso se atrevan a llevar los libros a televisión —eso sería perfecto—. Pero, a ser posible, recordando algo muy simple: la saga de Harry Potter es de aventuras; no es un drama ni es un thriller, es de aventuras. Y no es ni Crepúsculo ni El señor de los anillos, así que no las imiten. Afortunadamente la imaginación de J.K. Rowling tuvo entidad propia, a pesar de beber de otras muchas obras anteriores. Guíense por ese camino y hagan lo que quieren los fans, no lo que está establecido en las normas de ese gigantesco negocio que es Hollywood.

Y para los fans, no odiéis las películas por los errores de sus directores y recordad que siempre nos quedará la primera parte. Y la escena de las cartas inundando el salón de los Dursley, la mejor de toda la saga.

Harry Potter

Autor:

Sandra Lario foto Sandra lario nombre

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Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: «Unas cuantas Pelis». ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!

Twitter Blanca Uson


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