Cristina Fallarás: “Creo que el activismo es una forma de lucha política, y es la mía”
Laura de Luis Leonarte//
Violencia y activismo fueron los dos ejes sobre los que se articuló la ponencia de Cristina Fallarás junto a Ana Sánchez Borroy y María Angulo el pasado 6 de marzo, en la segunda sesión del Seminario de Imágenes, Imaginarios y Crítica Político Cultural celebrada en la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza.
Cristina Fallarás es una luchadora, aunque ella prefiere reconocerse como activista política, periodista y feminista. Este es su modo de vida, es su forma de enfrentarse a su día a día y es inconcebible separarlo de su ser. Por su visibilidad, ha recibido agresiones de todo tipo y en todos los ámbitos. La primera vez, cuenta, fueron insultos: “cerda, guarra, roja, puta, ladrona”. La segunda vez no le dejaron entrar a un restaurante alegando que era amiga de terroristas; pero la violencia siguió escalando: en una ocasión, una mujer le empujó con la intención de tirarle al suelo y, en otra, un motorista le intentó dar con el casco en la cabeza en pleno centro de Madrid.
“Cada vez que me han amenazado de muerte, esa amenaza aterriza en la calle”, apunta Fallarás. “La violencia que sucede en las redes hace que yo no lleve ni recoja a mi hija del colegio, la recoge mi compañero. La violencia te marca para toda la vida”. Y es que, el acoso, que en principio comenzó con insultos de haters anónimos en redes sociales, se ha convertido en amenazas en la calle, violencia física y cartas con amenazas de muerte dirigidas a su propio domicilio -algunas tan violentas que parecen superar el límite entre la ficción y la realidad-. “Sabemos dónde están tus hijos de 8 y 14 años. Sabemos encontrarlos, ellos pagarán por ti”, ponía en una de las cartas que recibió.
Cristina no tiembla a la hora de señalar a los principales responsables de la violencia que sufre: “si nombramos a los responsables, seguramente, no lo vuelvan a hacer”.
En primer lugar, apuntó como artífice de uno de los linchamientos que recibió en las redes sociales al presidente del partido político Ciudadanos, Albert Rivera, quien colgó en sus redes sociales el extracto de un debate de TV3 en el que un político insultó en directo a Fallarás por afirmar que: “si te acompaña la ultraderecha, te unes a la ultraderecha” ; tweet acompañado de la frase: “Mira qué zasca le pegamos a Cristina Fallarás”.
“Cuando alguien como un político del peso de Albert Rivera publica algo así, -comentó Cristina- todos aquellos que le reconocen como autoridad se creen con la potestad de pegarme un zasca”. Pero, cuando ha denunciado el acoso que recibe tanto en las redes sociales como en el mundo analógico, se ha chocado de frente con las risas burlonas de la Policía Nacional. Una condescendencia típicamente masculina que interpreta el acoso cibernético como algo que sucede en “Mordor”, en un lugar ficticio y lejano. Pero desde la experiencia, Fallarás apunta que “toda violencia que aparece en las redes aterriza en la realidad, y eso es algo que no nos explican.”
Acoso, violencia y un desahucio. La periodista tuvo que enfrentarse en 2013 a quedarse sin techo, sin electricidad, sin agua y con dos hijos menores a su cargo. “Cuando te quedas sin nada te cortan el agua y te cortan la luz. Yo sé que es terrible porque he hecho los deberes de mis hijos arropados por un edredón y una vela, y el miedo que pasas porque la vela prenda el edredón es horrible”. La crudeza de su relato de vida dista de la realidad de la audiencia que le escucha, pero ella tiene que narrarlo para que lo comprendamos, porque lo que no se narra ni se ejemplifica, queda en un simple concepto vacío como es la prima de riesgo.
La historia de Cristina Fallarás, como la de múltiples personas que ya no pueden contarlo, da sentido a lo que significó la crisis económica e inmobiliaria que comenzó en 2008. Un crudo storytelling que resignifica abstracciones como “violencia de género” o “Transición”, tan repetidas en los medios de comunicación que acaban por perder su contenido. “Cuando nos cuenten las historias de los 3 millones de niños que pasan hambre aquí y no en Venezuela sabremos lo que es la prima de riesgo”.
Lo mismo sucede cuando los telediarios tratan la violencia de género. Fallarás lo ejemplifica para un público que, en su mayoría, en un futuro serán profesionales de la comunicación. Si el periodismo no visibiliza el sistema patriarcal, capitalista y racista que hay detrás de la última consecuencia del sistema -el asesinato-, hasta Inés Arrimadas puede posicionarse en contra de la violencia de género.
Como forma de paliar lo que Cristina califica como un robo de la memoria colectiva de las mujeres y, movida tanto por el despido al que se tuvo que enfrentar cuando se quedó embarazada -otra forma más de violencia patriarcal-, como por el fallo del caso de “La Manada”, la periodista lanzó en 2018 #Cuéntalo, una campaña inspirada en el #MeToo americano pero que, como ella misma apunta, se diferencia de él en que “#MeToo es refutable porque es aspiracional. #Cuéntalo se crea de forma que no pudiese ser aspiracional sino un movimiento horizontal, y, por tanto, irrefutable. La construcción feminista no puede ser jerárquica.”
Cuando Fallarás lanzó el hashtag en Twitter no se esperaba la repercusión que posteriormente obtendría. El primer día pasó desapercibido, pero al día siguiente #Cuéntalo aunaba las agresiones sexuales de cien mujeres adultas. Al día siguiente eran 10.000. Al día siguiente eran tres millones de mujeres de sesenta países distintos relatando las agresiones machistas que habían sufrido, y las historias de aquellas que ya no podían contarlo.
“Que levante la mano la chica que no ha sentido miedo al andar sola por la calle de noche”, ordena Fallarás al público. Nadie levanta la mano.
“Que levante la mano la chica que no ha sentido miedo cuando andaba por la calle y veía que alguien la estaba siguiendo”. Nadie levanta la mano.
“Y ahora, que levanten la mano las chicas que se han sentido aliviadas al ver que quien les seguía era una mujer”. Una a una, las mujeres de la sala comienzan a levantar su mano.
Cristina nos muestra así, en un ejercicio premeditado, que el patriarcado no es un concepto abstracto, sino que opera en la vida real y que es más común de lo que nos cuentan en los medios de comunicación. Que no son casos aislados y que el problema afecta a la sociedad en unas dimensiones que hasta ahora había sido imposible imaginar.
Viendo la dimensión que tomó #Cuéntalo, dos profesionales de la gestión de datos rescataron todos los tweets que había generado el hashtag en los primeros catorce días. Fallarás cuenta, orgullosa, que esas experiencias narradas en menos de 280 caracteres son indestructibles: “Lo que narra modifica; tenemos una memoria colectiva que podemos lanzar al futuro. Y será irrefutable. Eso es la construcción de la memoria colectiva y llena el concepto vacío de la violencia de género”.
Una memoria colectiva que cambia el statu quo desde la horizontalidad y la colectividad que caracteriza al movimiento feminista y que, según la periodista, genera una violencia tan brutal que son los hombres los que ahora crean estrategias de resistencia. Una resistencia materializada en un autobús, en un discurso que parece avanzar imparable ante el auge de la extrema derecha en occidente.
Pero Fallarás no se rinde ante un horizonte desesperanzador. Ve el activismo como la herramienta para cambiar el sistema político, económico, social y cultural actual a otro más positivo, pero a la vez incierto y desconocido. “Vamos abriendo en horizontal algo que no hemos tenido. ¿Qué? No sé”, afirma ante una audiencia algo desconcertada, pero en cuyos ojos puede vislumbrarse la convicción de que el futuro, si luchamos, será mejor.